Relatos de un vialino: ¡SAN FERNANDO! ¡SAN FERNANDO!

Memoria Vialina / resumen.cl

Esa noche nos encontrábamos consumiendo unos copetes donde "Don Cele". Entre ellos mi cuñao Luis, a quien apodábamos "el conejo Luis" y mi amigo Sergio, mas conocido como "el Checho perro".

– ¡Salud por "el conejo"! dije mientras levantaba mi copa.

– ¡Salud compadre y bienvenido de vuelta a su casa! Respondió  "el checho perro"

– ¡Salud y gracias!, respondió "el conejo" mientras chocamos los  vasos en el aire.

Mi cuñao, venía llegando desde Punta Arenas, donde se fue a trabajar por un tiempo, ya

que aquí en Concepción el trabajo escaseaba para todos. Al final se quedó casi tres años, se fue adolescente, llegó  hecho todo un hombre.

– Putas el rancho pá gueno "conejo", ¡harto pingüino pá  comer!, bromeaba "el checho perro" aludiendo a  que este  llegó harto gordito.

– Puro cordero todos los días y también harto Wisky, respondió  "el conejo". P´tas ahora puro bigoteado. Pero a pesar de eso ¡salud! (y se lo mandó al seco). Así que el vialito,  está  haciendo la  collera de nuevo y quiere repetir la hazaña del año  pasado cuando subió campeón  a segunda división- comentó "el conejo"-. Allá en Punta Arenas nos llegó la noticia medio atrasada, pero igual la celebramos.

– ¡Claro!-le dije-, si los resultados se dan esta semana, a lo mejor se repite la historia y en el último partido, así como en Chillán seamos campeones de segunda en San Fernando. Si fuera así, seríamos el único equipo del mundo que en dos años, pase de estar jugando en los barrios, a estar en la primera división del fútbol profesional.¡Puta que sería lindo!

Chocamos nuestras copas y un silencio expectante apagó el ruido del festejo.

-¡Vamos a San Fernando entonces! gritó "el conejo"  entusiasmado.

– ¡Estay mas weón, dijo "el checho perro", ¿de dónde sacamos plata?, si con la cagá que pagan en el PEM (plan de empleo mínimo de la dictadura) no llegamos ni a Penco.

– A mí me queda un poco de plata del viaje pero eso nos alcanzaría para llegar a San Fernando, pal "copete", y para la entrada-respondió  el conejo-. De vuelta, tendríamos que subirnos en cualquier bus de la barra, total si ganamos estamos regalao. Por último nos venimos a pata no más ¡Pero hay que estar ahí, esa final es histórica de nuevo!

Con el Checho nos quedamos mirando. No sabíamos si enganchar en la locura de este "conejo". La pega estaba escasa, por lo que ya habíamos decidido no ir. Solo nos quedaba escucharlo por radio y acompasarla con un trago. No teníamos ni pa`la micro.

La dictadura de Pinocho nos tenía sumidos en la depresión y la represión. Sin ningún acuerdo comenzamos a gritar: ¡San Fernando! ¡San Fernando! ¡San Fernando!. En una explosión, el sueño de volver a ver campeón al Vial, estaba a la vuelta de la esquina.

Don Cele (dueño del local) al sonido de las palmas de sus manos, habló en voz alta ¡Ya!

¡Nada de San Fernando  los balsas! Paguen el copete y váyanse pá la casa mejor, que les queda más cerca.

– ¡Ya pus viejo, el último copete y nos vamos! – le contestamos en coro.

– Bueno,  pero después calabaza,  calabaza- afirmó don Cele y nos puso el último copete.

Cuando tomamos nos acordamos, fue la consigna y si se daban los resultados que se esperaban, el campeonato de segunda división se decidiría en San Fernando. Nosotros hicimos un pacto de copete para asistir, y eso es sagrado para un vialino.

Así no más, partimos para San Fernando. Yo cuando se trata del vialito, invento cábalas, que en esta oportunidad fueron: si depende de la suerte, íbamos con el "conejo", y si había que aperrar, para eso contábamos con mi amigo checho.

Para que les voy a contar dónde nos juntamos para iniciar el viaje, justamente donde "don Cele". Había que entonar el alma, así que por la santísima trinidad, nos mandamos tres copetes, y endilgamos para el terminal de buses.

-¡Ya pus chiquillos! Que les vaya bien y que gane el Vial- nos gritó "don Cele", detrás del mesón.

Llegamos al terminal de buses de Collao,  donde regateamos el pasaje, hasta que al fin logramos un bus con una tarifa mas baja.

A eso de las cuatro de la madrugada arribamos a San Fernando. En una calle céntrica de esa ciudad, nos encontramos con otro grupo de vialinos, quienes se dirigían a una radio-emisora que estaba transmitiendo en vivo una Radiotón para romper un record de transmisión continuada.  El asunto es que el locutor no podía  quedarse dormido, por lo que la radio  estaba repleta de público que ayudaba a este logro, con gritos y bailes, bueno y también unos cuantos combinados que pasaban tan al alcance de nuestras manos, que éramos incapaces dejar  pasar de largo. Estábamos bajo techo, calentitos, con copetes  y sumamente entretenidos. La suerte del "conejo" estaba funcionando.

Salimos de la radio a eso de las diez de la mañana,  con suficiente combustible para aguantar unas horas. Nos metimos en un supermercado, compramos un poco de cecinas, un poco de pan, y mucho copete, harto copete.

Después nos fuimos al estadio, adquirimos  las entradas y nos metimos como tres horas antes del comienzo del partido, nos hicimos unos sanguchotes, saludamos unos copetes, y quedó tiempo para echarnos una breve "durma" (muy breve porque el care´gallo,  a esas horas picaba harto fuerte). Sin darnos cuentas, se llenó la gradería consignada a la barra del Vialito, y allí comenzó el carnaval.

Como los pitucos de San Fernando no metían el boche de nuestra barra, que  parecía

cumpleaños de monos infantes por lo revoltosos, un furgón de carabineros se dirigió a marcha lenta para intimidarnos, cosa que no surtió  efecto. Todo lo contrario, decenas de latas de cerveza, reventaban sobre el vehículo de  los pacos, acción que motivó a un  joven oficial, a pararse frente a la hinchada,  con la prepotencia habitual  de los pacos durante de dictadura. De inmediato cayeron sobre él, cientos de insultos. Este gallo no conoce al Vial, pensé.

– ¡Ven pa ca´ pacocu! ¡Aquí te vamos hacer chupete! A la vez que se levantó de sus asientos una oleada de hinchas, dispuestos a irse contra el paco, quién no dudó en darse media vuelta, apurar el paso y meterse con urgencia al furgón que desapareció de escena.  No se vio más en todo el tiempo restante a un paco cerca del sector vialino.

Salieron los jugadores a la cancha, cientos de serpentinas y papeles picados, llovieron sobre el estadio. La resaca, el nerviosismo, de volver a revivir la proeza de Chillán, me quitaba la respiración y serpentinas imaginarias, reptaban por mi guata.

¡YA VIAL! ¡VAMOS LOS VIALES! ¡TRES RÁS POR EL VIAL! ¡EL VIAL UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO!

Los gritos dieron comienzo al partido. ¡Ya pus compadre páseme un copete! Le grité al "Checho Perro" ¡ahí va cumpa!  Me contestó, y me lo mandé al seco. En un acto mecánico, le pasé el vaso al "Conejo" para que se lo llenaran, ¡Salud!

No me acuerdo de la vorágine del partido, el asunto es que otra vez vivía la angustia de Chillán, nos encontrábamos abajo en el marcador. Colchagua nos daba por dos contra uno y con ese resultado, si ganaba Everton, éste saldría campeón. Repito: la resaca, el nerviosismo, la falta de sueño, el caregallo que picaba como condenao, nos apagó el ánimo, nos adormeció, no quitó el habla. Parecía que estábamos en un cine, viendo una película muda.

– ¡Ya pus negro weón!-dijo de pronto el conejo saltando de su asiento- ¿Vinimos de tan lejos para quedarnos callao?  ¡Nó weón! ¡Vinimos pa  alentar al equipo! ¡Alentemos entonces! ¡Cantemos la canción que hicimos donde Don Cele! Acto seguido se puso de pie y me tomó del brazo, yo al Checho y de pié entonamos nuestra canción:

¡DALE DALE VIALINO! ¡CON UNA COPA DE AMOR Y DE VINO EN LA GAR GANTA! ¡Y EN LA CANCHA LUCHAR HASTA EL FINAL! ¡'HASTA LOGRAR EL IDEAL"

¡VAMOS LOS VIALES MIERDA!

De inmediato, despertó la barra, todos comenzamos a gritar, las graderías temblaron bajo una percusión de zapatos, tembló el aire con los platillos de nuestras palmas y el trueno de nuestros cánticos.

¡GOOOOL DEL VIALITO! Estábamos tan inspirados en nuestros gritos, que nos dimos cuenta del gol solo cuando lo celebraban los jugadores.

– ¡Viste weón!¡Pa eso vinimos weón a alentar al equipo! – me gritó  mi cuñado-   ¿Qué le iba a decir? Tenía toda la razón. Solo atiné a decirle al "Checho perro", ya pus compadre, saquemos el copete y ahora llenito por favor, por el gol.

Las tres gargantas fueron aplacadas. ¡Salud!.

De pronto se escuchó otro grito de gol, pero sin gol, la radio daba la noticia que Everton había empatado, partido concluido. Minutos de miedo siguieron, hasta que llegó por fin la bendición del pitazo final.

¡VIAL CAMPE"N DE LA SEGUNDA DIVISI"N!

Nadie salió del estadio, quedamos jugando un tercer tiempo, donde dimos rienda suelta a nuestro júbilo en las graderías  y en la cancha saltando la vuelta olímpica con los jugadores y detrás de la ansiada copa, que nos conducía sobre una alfombra de honor, al fútbol de la Primera División Chilena.

En Chillán, el año pasado cuando salimos campeones de la Tercera División,  había escupido al cielo, gritando que era la alegría más grande del mundo que pude haber vivido, la misma saliva me cae  ahora como bendición en el rostro. ¿Podría ser aún más feliz? ¡Gracias a la vida por ser un Vialino!

¡Vamos a conseguir que nos lleven de vuelta en un bus! Gritó el "Checho perro".

Ahí despertamos, volvimos a la realidad, debíamos conseguir que nos llevasen de vuelta en los buses de la barra, pero "colados" pues  no teníamos ni una chaucha pal pasaje.

Apuramos el tranco y cuando cruzábamos la salida del estadio, escuchamos unos gritos ¡CHA CHA CHÁ! No podíamos creerlo ¡Cha cha chá!.  Era Don Cele el que nos gritaba. ¡Ya pus chiquillos! Vengan pa´  acá.

– ¡No este weiando iñor!  ¿Qué hace aquí?

– Putas anoche los vi con  tantas ganas que me pegaron el entusiasmo y los habría acompañado de no ser que tenía el negocio lleno de feligreses, atendí hasta tarde. Hoy me levanté y le dije a la vieja, que abriría más temprano y me las endilgué p`acá.

– ¡Vámonos al tiro p`al furgón, porque nos va a costar salir de aquí!

– ¡Ya viejito! Pero pasemos primero a comprar remedio p`la  garganta- dijo "el conejo".

– ¡Qué remedio ni que ocho cuartos! Les traje una garrafa del mejor pipeño ¡ de ese que toma este pechito! Le respondió don Cele, golpeándose con la mano derecha el lado del corazón. ¡ya vamos no más! Insistió don Cele.

Tenía razón don Cele, apenas nos habíamos desplazado un par de cuadras cuando los pacos, nos cortaron el tránsito para dar preferencia a la caravana de buses. Contamos con toda tranquilidad cerca de sesenta buses.

– ¡Putas que maravilla!- gritó don Cele-, emocionado ante la presencia de la caravana de buses que tocaban la bocina, y enarbolaban miles de banderas aurinegras a través de las ventanas. La gente amontonada en las veredas, saludaban con sus manos a estos entusiastas visitantes.

Lo más curioso, por no decir divertido, o irónico, fue ver que el furgón de carabineros que servía de escolta a la caravana, era comandada por el policía que tuvo el intento frustrado de dárselas de macanudo frente la hinchada ferroviaria.

Pensé ¡ahora si que conoce al Vialito, este oficial de paco...tilla!    

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