[AUDIO]Crónica de Ruperto Concha: ¿Oiga, qué pasaría si algún imbécil llega a hacer el primer disparo?

Durante esta semana, los hechos concretos han resultado más racionales y más inteligentes que muchos de los mismos líderes y protagonistas de esos mismos hechos.

El domingo pasado mencionábamos que Gran Bretaña, inesperadamente, había resuelto adherir a la fundación del gran banco chino AIIB, haciendo caso omiso de las presiones amenazantes de Estados Unidos.

Pues bien, en seguida, el lunes, Alemania, Francia e Italia, tomaron la misma decisión, y pocas horas después, Suiza también se sumaba al bloque de los disidentes europeos pro chinos. Un par de días después, se confirmaba la decisión de Indonesia, y el gobierno de Australia, sin atreverse del todo, anunció que está considerando seriamente la posibilidad de adherir también al nuevo banco gigante, de Infraestructura, Inversión y Desarrollo, planificado por China y sus aliados del BRICS, como alternativa que desafía al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, y a las demás entidades manejadas por Estados Unidos para controlar las finanzas del mundo.

Es decir, las cuatro mayores economías de Europa, más 22 pujantes estados asiáticos, optaron precisamente por hacer lo que Estados Unidos más temía: desplazar al corazón de Asia no sólo el control financiero… Mucho más que eso, crear un espacio para que nuevas doctrinas y nuevos modelos de economía mundial puedan desplegarse en reemplazo de un ya agónico modelo neoliberal.

Ante esta inesperada realidad, para Estados Unidos se desdibuja cada vez más su gran proyecto de Tratado Trans Pacífico, el TPP, que optaba a controlar la economía de la cuenca del Pacífico, en un claro desafío a la surgente China, y que debía complementar al Tratado Trans Atlántico, con Europa, abarcando en ello más de dos tercios de la economía de todo el planeta.

Ahora, junto con quedar descolocado en el campo financiero, Estados Unidos se encuentra también con que ayer sábado, el ministro de Economía de Alemania, Sigmar Gabriel, anunció ante la prensa que su gobierno se opondrá absolutamente al Tratado Trans Atlántico con Estados Unidos, mientras se mantengan los términos impuestos por Washington para proteger los intereses de las grandes empresas, por encima de las leyes específicas de cada uno de los países miembros.

Según informa la agencia Reuters, ese desafío de Alemania no puede ser aceptado por Estados Unidos, y sin la propuesta de seguridad judicial para los inversionistas, aquel Tratado no se firmará. Pero si ambos intentos de alianzas comerciales, del Pacífico y del Atlántico, se desinflan, ¿en qué situación se encontrará Estados Unidos?…

Según la propia Reserva Federal de Estados Unidos, las perspectivas económicas aparecen cada vez más pesimistas. De hecho, la Reserva Federal rebajó las perspectivas de crecimiento económico, anticipando que ni siquiera llegará al 3%, y que en los próximos años no se verán mejoras.

Como ejemplos de la sombría realidad de la economía norteamericana, se menciona el cierre de nuevas empresas relacionadas con el petróleo y con producción de energía renovable. Se menciona la pérdida de miles y miles de puestos de trabajo de alto nivel de remuneraciones, que ha llegado en algunos lugares hasta el abandono físico de pequeñas ciudades completas que hasta pocos meses atrás eran prósperas.

Por otro lado, según informa la Associated Press, el rubro de la construcción en Estados Unidos se está hundiendo, con una caída de nada menos que el 57% en el Noreste, y del 37% en el Medio Oeste de Estados Unidos. Y esta cifra, claro, aparece desmintiendo la información del gobierno que indicaba que había un supuesto incremento en la contratación de trabajadores en el rubro de la construcción, precisamente.

En ese contexto desalentador, parece claro que en Europa se haga más potente el deseo de insertarse en el floreciente foco geográfico de Eurasia y la Cuenca del Pacífico.

Pero para Europa no existe en estos momentos un camino sencillo y claro. En los hechos, Estados Unidos está ejerciendo toda su capacidad de presión sobre los gobiernos y particularmente a través de la OTAN, ese inmenso aparato militar que en gran medida está manejando todas las relaciones internacionales de toda Europa.

De hecho, pese a las objeciones de gran parte de los más importantes estados miembros de la Unión Europea, Estados Unidos logró que, si bien no se renovaron las sanciones contra Rusia, al menos se las mantuvo todavía hasta evaluar el avance de los acuerdos de paz para Ucrania de acuerdo a la cumbre de Minsk.

Agregándose a los problemas económicos y geopolíticos, el relativo triunfo del derechista Benjamín Netanyahu en Israel de inmediato está teniendo repercusiones en la política interna de Estados Unidos. Si bien Netanyahu alcanzó una primera mayoría relativa, con el 23, 4% de los votos y 30 escaños de los 120 que integran el Parlamento, sus adversarios todavía reúnen suficientes votos que incluso podrían generar una alianza de centro que podría alcanzar a formar gobierno.

Sin embargo, se prevé más bien que vendrá una política de dejar que Netanyahu tenga que hacer frente a sus propias promesas electorales, y a la hostilidad que su campaña ha provocado en Europa y en gran parte de la opinión pública de Estados Unidos.

La mayor parte de la gran prensa europea y estadounidense ha calificado con dureza la campaña electoral de Netanyahu, a la que acusan de ser racista, de recurrir a una campaña del terror y desafiar en términos brutales la demanda de las potencias occidentales de comprometerse a una sincera negociación de paz con el pueblo palestino, y respetar el derecho de Palestina a ser reconocida como un estado nacional de derecho pleno.

Resulta sorprendente la dureza de las críticas contra Netanyahu precisamente de parte de figuras prominentes de comunidades judías del mundo occidental. En particular se ha mencionado cómo esta campaña beligerante y anti árabe llega a reforzar una creciente animosidad antijudía en Europa, donde gran número de familias judías se sienten amenazadas y deseosas de emigrar.

Por su parte, diversos sectores políticos de Estados Unidos han llegado a poner en duda que Israel pueda ser, fíjese Ud., un estado democrático, y si Estados Unidos debe o no mantener sus subsidios financieros y militares a un país que no está dando seguridades de ser de veras un aliado confiable.

Tan fuerte ha sido el estruendo que provocó la elección del martes 17, que ya, según el diario Haaretz, se percibe inseguridad e inquietud en la gente, y el propio Netanyahu ya comenzó a contradecir en parte su propio discurso electoral.

En cuanto al presidente Barack Obama, ha mantenido su posición de enojo respecto de Netanyahu, y la situación parece estar capitalizando mayor apoyo para Obama y los demócratas, en desmedro de los republicanos que se muestran en connivencia con Israel y en contra del gobierno de Estados Unidos.

Por supuesto, tanto la Casa Blanca como el partido demócrata enfatizan que la crisis de confianza con el gobierno de Israel no implica que la nación israelí deje de ser el aliado de siempre, y que confían en que las causas de esta crisis puedan ser superadas cuanto antes.

Y bueno, absolutamente nadie finge ignorar el hecho de que Israel enfrentaría un futuro muy incierto y muy trágico si perdiera el apoyo férreo de Estados Unidos y la integración comercial con Europa.

Surge entonces una grave incertidumbre que ya habíamos anticipado en crónicas anteriores: ¿Qué decisiones estratégicas podrían tomar ahora las monarquías petroleras de Arabia?… De hecho, también esta semana, uno de los príncipes de la casa real de Arabia Saudita señaló que ese reino podría adquirir un arsenal de bombas atómicas, en caso de que se levanten las sanciones contra Irán, para no ser menos, desde luego.

También en ese confuso mundo de los monarcas petroleros, el emir de Qatar se sumó a los socios del Banco Asiático de Inversión e Infraestructura. Es decir, su brújula árabe ahora marca rumbo a China y el Asia Pacífico.

Más allá de lo que son opiniones más o menos inteligentes, los hechos están mostrando que la enorme crisis que comenzó en el 2008 como un descalabro financiero, no sólo sigue sin solución. Más aún, ha evolucionado convirtiéndose ya en una crisis política, de economía total y de tremendas convulsiones sociales.

Grandes millonarios y analistas financieros están en coro advirtiendo que el colapso del agónico modelo económico neoliberal amenaza con barrer súbitamente incluso con los ahorros y depósitos de la gente de clase media.

Tal es la gravedad de estos anuncios que, según el periódico británico The Economist, ya los principales millonarios y expertos financieros de todo el mundo están advirtiendo que la actual crisis, lejos de corregirse, está conduciendo al mundo rumbo a la Tercera Guerra Mundial.

Que a falta de nuevas propuestas por parte de occidente, la iniciativa está ahora por completo en manos de China y sus aliados, a los que se van sumando nuevos poderosos aliados europeos y de otros lugares del mundo.

Según The Economist, la situación mundial de este momento es en gran medida comparable a la del mundo en vísperas de las dos guerras mundiales, la Primera, en que un gran imperio en decadencia se veía enfrentado a una nueva potencia en crecimiento. Es decir, el rol de una Inglaterra decadente le corresponde ahora al decadente imperio de Estados Unidos, y la agresiva Alemania de la primera guerra equivale a la creciente potencia de la China.

El rol secundario que está teniendo el Japón, lo compara con el rol secundario que tuvo Francia en la Primera Guerra, donde en ambos casos, el poder cayó en manos de nacionalistas dispuestos a la guerra, tal como ahora se muestra el primer ministro japonés Shinzo Abe.

Por su parte, la revista estadounidense The New Republic coincide en señalar que la crisis económica puede culminar en una guerra, como ocurrió con la gran crisis de los años 30 que culminó con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

El diario británico The Telegraph por su parte destaca que la crisis económica de Europa está provocando tensiones sociales y resurgimiento de ideologías violentistas comparables con las que precedieron al estallido de la II Guerra, mientras que Europa entera está empantanada en una crisis económica peor que la de los años 30.

Y por su parte, en el Foro de Davos, el conocido economista Nouriel Rubini, enfatizó que son muchos los millonarios que comparan la situación de hoy con los meses previos al inesperado estallido de las dos guerras mundiales.

Y se preguntan si un enfrentamiento armado entre China y Japón será el llamado "Cisne Negro", o sea el hecho súbito y sorpresivo, que puede desatar el estallido de la Tercera Guerra Mundial.

Otras grandes figuras de la política occidental, como Paul Craig Roberts, viceministro de economía del presidente Ronald Reagan, y David Strockman, jefe de presupuesto de ese mismo gobierno, junto a expertos de primer orden como Charles Nenner, analista técnico de Goldman Sachs, entre muchos otros, coinciden en que el enfrentamiento geopolítico entre Estados Unidos y Rusia, junto al enfrentamiento económico entre Estados Unidos y China, puede conducirnos muy rápido, muy pronto, al estallido de una guerra total.

En palabras del millonario inversionista Jim Rogers, de Estados Unidos, la búsqueda de soluciones económicas mediante inmensas emisiones de dinero que es deuda, tiene por efecto empeorar la crisis, agigantar la deuda y finalmente colapsar en un derrumbe generalizado que intentarán cubrir mediante la guerra y la anulación de las deudas, por parte del vencedor.

Pero, ¿habrá acaso un vencedor si llega a estallar la tercera guerra?…

Una de las principales figuras del Partido Republicano de Estados Unidos, Terrence Kelly, Director del Programa de Estrategia y Recursos de la Organización Rand, publicó un extenso artículo en la revista US News, bajo un título verdaderamente aterrador. Dice:

"Estados Unidos no tiene cómo defenderse si Rusia lanza un ataque nuclear".

Terrence Kelly es un republicano furibundo, uno de esos halcones con cerebro de pollo que anhelan que Estados Unidos lance cuanto antes un ataque nuclear devastador, inesperado y definitivo contra Rusia, que no deje ninguna posibilidad de respuesta.

Pero advierte que Rusia, en cuestión de minutos, puede disparar 1.600 misiles transcontinentales sobre Estados Unidos, y que todos los sistemas antimisiles de Estados Unidos no podrían interceptar más que un 20 a un 40% de ellos. O sea, en todo caso detonarían alrededor de 900 bombas atómicas inmensamente más devastadoras que las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Esa sola andanada bastaría para aniquilar el funcionamiento de la nación, provocar la muerte inmediata de millones de estadounidenses y dejaría a muchos millones más contaminados de radiación, en comarcas enteras que quedarían envenenadas durante siglos por la radioactividad.

Y, oiga, esa visión de Terrence Kelly, no toma en cuenta los misiles que podrían lanzar los submarinos atómicos que están patrullando en las zonas estratégicas, cada uno dotado de entre 8 y 12 misiles con cargas nucleares cada uno de 14 megatones, 14 millones de toneladas de trinitrotolueno. Es decir, cada uno de esos misiles haría desaparecer una ciudad como Nueva York o Los Angeles.

En realidad, toda persona medianamente instruida sabe que la destrucción de la Tercera Guerra Mundial simplemente convertiría nuestro planeta en un patético infierno. Pero las fuerzas políticas, la inercia de los sistemas imperantes parecen forzar la conducta de los gobiernos y las empresas como si fuesen autómatas programados por suicidas.

Hay quienes sueñan con poder refugiarse en rinconcitos bien protegidos, que ya se han comprado muchos millonarios ingenuos. Pero la verdad es que no habrá ningún rinconcito seguro ni ninguna Arca de Noé.

Las nubes venenosas y radiactivas envolverán todo el planeta, y a lo más que alguien pudiera optar sería a una supervivencia en cuevas subterráneas, durante décadas enteras, elevándole plegarias a un dios de ésos que inventamos a nuestra imagen y semejanza.

En todo el mundo están zumbando las redes sociales y los blogs que llaman a hacer algo para detener esa locura en que la OTAN pareciera estar jugando a ver si Rusia se asusta primero y se rinde, fíjese.

Rusia ha respondido con absoluta claridad: "No nos ataquen. Si nos atacan responderemos con todo." Ya están instalados misiles nucleares en Kaliningrado y Crimea, en también en Kamchatka, tan cerca de Estados Unidos, en San Petersburgo y en el ártico, frente a frente de los misiles de la OTAN.

¿Oiga, qué pasaría si algún imbécil llega a hacer el primer disparo?…

Así pues, en esta Marcha al Cadalso, esta farándula, esta cumparsita que llamamos nuestra "civilización moderna", ¿qué posibilidad tenemos de ese "hacer algo" que sabemos que hay que hacer?

¿Acaso no somos libres? ... ¿Podemos acaso hacer lo que quisiéramos, lo que creemos que debiéramos hacer, respondiendo a nuestro anhelo y nuestra humanidad?

Algo ha pasado. Todavía la mayoría de la gente sigue creyéndose libre. La idea de libertad parece haberse jibarizado hasta convertirse en una ridícula libertad pigmea que no va más allá de elegir qué canal vamos a ver en la tele, o qué podemos comprar con la devolución de impuestos.

Creo que parte de la valentía indispensable consiste en asumir, en darnos cuenta de que nuestra libertad ya es sólo un mito. Aquí en Chile hay 25 mil leyes vigentes que sirven para prohibirnos hacer algunas cosas o para obligarnos a hacer otras cosas.

Oiga, 25 mil "obras maestras" de esos geniales personajes que en el Congreso deciden qué es lo que tenemos que hacer, y cómo hay que hacerlo, y qué castigo nos darán si no obecedemos.

Así pues, ¿somos libres?… ¿Será Chile nuestra tumba?

¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Ud. lo ve: hay peligro....

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