[AUDIO] Crónica de Ruperto Concha: Tierra y guerra

En estos días en torno del miércoles 22, Día de la Madre Tierra, hay muchísima gente que tiene la sensación de que esta madre de todos está empezando a enojarse.

 

Desde la ruinosa sequía de California y el rodado de fango que sepultó al interior de Copiapó, pasando por la gigantesca mortandad de peces en el Atlántico Norte y la desertificación del océano Pacífico, y rematando con la impresionante erupción que le voló toda la cumbre al volcán Calbuco, y el terremoto en los Himalayas, de grado 7.9, que dejó un saldo contabilizado hasta ahora de más de dos mil muertos, un número indeterminado de heridos graves, y la destrucción de la mayor parte de la bellísima ciudad de Katmandú, la capital de Nepal.

 

En verdad pareciera que la Madre Tierra comenzó a enojarse, pero sabemos que eso no es más que una figura retórica. Nuestra Madre Tierra no se enoja. Nos mira no más, nos deja hacer lo que se nos antoje, y su única reacción real es sólo de tristeza.

 

Va perdiendo su hermosura. Va desapareciendo la algarabía feliz de la diversidad de los seres vivos. Donde había bosquecillos ahora construyeron un Mall.

 

Y el Día de la Tierra, una vez más, no pasó más allá de algunos eventos de relaciones públicas, apuntados a que la gente pueda sentirse que es buena, que tiene conciencia ecológica, y endulza sus potajes con endivia para sentirse militante ambientalista.

 

En Yahoo el miércoles publicaron una foto escalofriante. En una playa de Indonesia, un joven surfista entra airosamente al tubo movedizo de una ola enorme. La luz traspasa las verdes aguas y nos hace sentir la fuerza de aquella ola.

 

Pero, oiga, esa misma transparencia del agua nos muestra que el surfista en realidad está haciendo surf en un basural. En cada parte de la ola, en la espuma, en el arco del tubo rompiente, y bajo la proa de la tabla, miles y miles y miles de pedazos de plástico sucio, con colores chillones, envases, tapas, envoltorios, saturan la totalidad de aquella enorme ola en aquellos mares del Océano Índico.

 

Claro que, por supuesto, no faltan los imbéciles que se encogen de hombros y dicen: "Bueno, es el precio del progreso y el crecimiento económico".

 

 

En estos momentos, en California, están ultimando detalles para construir una inmensa planta desalinizadora, para fabricar agua dulce mediante un sistema de osmosis, parecido al que la naturaleza aplica en nuestros cuerpos para meter o sacar sustancias del interior de las células.

 

Para eso meten agua a gran presión sobre membranas que separan capas del líquido, haciendo que la sal se concentre en ciertos estratos mientras que el resto del agua, libre de sal, logra cruzar la membrana.

 

El proceso consume bastante energía tanto para movilizar el agua a gran presión como para darle la temperatura necesaria para que haya osmosis.

 

Por eso, se planteado construir la planta junto a una planta nuclear generadora de electricidad, que hay allí, que introduce sus tubos de agua para refrigerarlos en el agua de mar, que obviamente se calienta. La idea es aprovechar ese calor para ahorrar combustible.

 

La planta desalinizadora deberá producir diariamente doscientos mil metros cúbicos de agua dulce, lo que equivale a sólo el 7% del agua que consume el condado de San Diego, California. Y los consumidores tendrán que asumir un alza de tarifas de agua del orden de los 7 dólares al mes por cada medidor promedio. Esto es un alza, o sea, además de lo que pagaban antes.

 

El costo de fabricar ese 7% del agua necesaria en un solo condado, es de 110 millones de dólares al año.

 

O sea, desalinizar agua para abastecer el 100% del consumo del condado de San Diego, California, tendría un costo de más de 1.500 millones de dólares al año.

 

Sacando esas cuentas, claro, la gente de California comenzó a darse cuenta de que el cambio climático es una realidad. Una realidad apremiante y muy cara.

 

 

Por supuesto, las grandes corporaciones industriales y financieras se sienten muy disgustadas por esa manía de los periodistas de llegar, averiguar las cosas y contárselas a la gente, sin tener en consideración de que con ello pueden asustar al público y provocar molestias que se traducen en que las empresas ganen menos.

 

De hecho, una de las controversias más fuertes de este momento en Estados Unidos, la está protagonizando el médico Mehmet Oz, un cardiocirujano de mucho prestigio que también es comentarista de televisión, y que se está jugando por conseguir que se dicte una ley haciendo obligatorio que los productos alimenticios que contengan ingredientes genéticamente modificados, lo indiquen claramente en sus envases y sus etiquetas.

 

Tanto en Estados Unidos como acá en Chile, las grandes empresas han hecho correr muchísimo dinero, muchas veces dinero sucio, en hacer lobby o sobornar para que esa ley no se promulgue. Dicen que si la gente se entera de que sus alimentos contienen organismos genéticamente modificados, seguramente van a preferir otros que tengan solamente elementos naturales.

 

El doctor Oz ha planteado que el etiquetado que identifique los ingredientes como naturales o genéticamente modificados, es parte del derecho de la gente a ser debidamente informado, y que permitir el ocultamiento de los ingredientes genéticamente modificados constituye una violación a ese derecho que está garantizado por la Constitución.

 

El programa de TV del doctor Oz ya tiene récord de sintonía en Estados Unidos, sobre todo ahora que está denunciando con hechos puntuales los casos de sobornos, de falsos informes científicos, de experimentos falseados en su metodología, y sobre todo los casos de médicos y bioquímicos que en realidad son empleados de las transnacionales, cuyo trabajo consiste en evitar que se conozcan los peligros y los hechos peligrosos y repugnantes relacionados con la modificación genética.

 

Entre los que atacan más fieramente al doctor Oz, y tratan de silenciar su programa, se cuentan personajes que son biólogos y bioquímicos que ya antes trabajaron a sueldo, por ejemplo, para negar y ocultar los efectos dañinos del tabaco. A ellos les pagaban las tabacaleras.

 

En estos momentos, ya hay un movimiento social que cuenta con varios miles de activistas en defensa del doctor Oz y del derecho de las personas a conocer claramente qué ingredientes le ponen a los alimentos que van a comprar y consumir.

 

 

La lucha del doctor Oz en Estados Unidos es una réplica de la que están dando en Europa, donde ya el Parlamento Europeo logró que se confiera libertad a los países miembros para decidir cada cual si autorizan o si prohíben los productos genéticamente modificados, y, en todo caso, que los envases de alimentos estén claramente etiquetados indicando si sus ingredientes son naturales o genéticamente modificados.

 

Y esta semana como la anterior, funcionarios de Washington han estado ejerciendo toda clase de presiones en un intento al parecer ya fracasado, de que la Unión Europea decrete apertura total a esa clase de productos, y además permitiendo que se oculten cuáles son sus ingredientes.

 

A juicio de más del 58% de la opinión pública europea, la complicidad en ocultar los ingredientes no naturales equivale a una maniobra que en la práctica tiene caracteres de conspiración, ya que crea un ámbito de oscuridad y secreto en que las grandes corporaciones elaboran los alimentos, controlan su producción, fijan sus precios y deciden el abastecimiento de la alimentación de todo el mundo, sin que la gente pueda saber nada más allá de lo que le digan los avisos publicitarios comerciales.

 

En las mismas gestiones de los agentes de Washington se perfiló también que el secretismo sobre el uso de organismos genéticamente modificados es parte de toda una doctrina diseñada e impuesta por las grandes corporaciones en Estados Unidos.

 

Y ya se han publicado abundantes ensayos y artículos de prensa de hombres de ciencia y políticos de diversas tendencias, en que advierten que el secretismo y los términos que Estados Unidos quiere imponer en sus tratados comerciales, en la práctica equivalen a entregar el poder político al imperio de las grandes corporaciones, en Estados Unidos y el resto del mundo.

 

Concretamente, se está hablando del fin de las repúblicas y su reemplazo por un poder globalizado en manos de las grandes corporaciones.

 

Y esta semana, fíjese, ese enfrentamiento en Estados Unidos, llevó al más duro e insultante enfrentamiento entre el presidente Barack Obama y representantes de la mayoría del propio partido demócrata, su partido.

 

 

Fue antes de ayer, el viernes, que la senadora demócrata Elizabeth Warren, de Massachusetts, junto al senador Sherrod Brown, de Ohio, dieron a conocer una durísima carta que le enviaron al presidente Obama, exigiéndole que entregue al conocimiento público el material que se está negociando para los mega-tratados de libre comercio, uno el Transatlántico, con la Unión Europea, y otro, el Transpacífico, con 12 países de esta cuenca oceánica, incluyendo a Chile.

 

Obama, mediante un decreto ejecutivo, calificó los documentos de negociación y diseño de esos tratados, como, fíjese Ud., "Secretos de Estado", y "Material altamente confidencial", que no se puede dar a conocer al público.

 

En estos momentos, Obama está esforzándose en lograr que el congreso le autorice el llamado "Fast track", que lo faculta para redactar los términos del tratado, sin discusión parlamentaria y sin conocimiento del público.

 

Una amplia mayoría de los mismos demócratas y un sector fuerte también de los republicanos, se oponen a darle el fast track y de hecho se oponen a esos tratados de libre comercio. Obama, exasperado ante la posibilidad de que esos dos proyectos puedan frustrarse, lanzó acusaciones contra sus correligionarios, y llegó incluso a calificarlos de mentirosos.

 

En su carta, que he traducido a la rápida, los senadores demócratas le dicen: "Su gobierno ha dispuesto que los términos de esos acuerdos se mantengan ocultos a la opinión pública, y Ud. no ha dicho que prohibió, con fuerza de ley, que esos contenidos puedan ser conocidos por los periodistas, por los expertos, los hombres de leyes y el público en general, quienes tienen derecho a conocer y discutir esos contenidos."

 

Y agregan: "Con todo respeto le sugerimos que trate de entender que los dirigentes sindicales, los periodistas, los economistas, los parlamentarios y todos los que estamos en desacuerdo con la forma en que Ud. dice que es la transparencia, son ciudadanos que merecen respeto y que cuando Ud. los califica de "deshonestos" Ud. no está diciendo la verdad ni aparece sirviendo los buenos intereses de la Nación Americana".

 

 

La verdad es que los tratados Trans Atlántico y Trans Pacífico se ven mal aspectados, y es poco probable que Obama alcance a verlos en funcionamiento en el tiempo que le queda en el gobierno. De hecho, incluso los principales sindicatos y federaciones de trabajadores de Estados Unidos, se oponen con fuerza a tales acuerdos de libre comercio que, según ellos, aumentarán la cesantía al permitir que puestos de trabajo bien remunerados vayan a parar a otros países como Filipinas o Singapur.

 

Y a medida que se acerca el inicio de las campañas presidenciales del próximo año, los partidos se ponen cuidadosos en eso de no hacer nada que pueda enojar a los ciudadanos. Sobre todo ahora que en las redes sociales está cobrando muchísima fuerza un llamado a que todos vayan a votar, sobre todo, todos los jóvenes. A decir que no votar es cobardía y es complicidad con un sistema corrupto, y que es preciso renovar a toda la cúpula política, aunque sea corriendo riesgos, como lo ya hicieron en Grecia.

 

Y se están dando datos concretos para denunciar que estos tratados comerciales son, realmente, venderle los gobiernos enteros a las corporaciones transnacionales. Por ejemplo, se denunció que la comisión que está elaborando en secreto cada uno de los términos de estos tratados, está formadas en un 85% por representantes de las grandes corporaciones, y sólo un 15% representa a todos los demás sectores afectados.

 

En el Tratado Transpacífico, hay 480 representantes de las grandes empresas y sólo 86 puestos que se reparten los representantes del sector social, el sindical y el político.

 

Es decir, las grandes transnacionales, desde la partida, tienen garantizado el quórum y la mayoría absoluta para imponer todas sus decisiones, como les dé la gana.

 

 

En ese contexto, salta a la vista el proceso de descomposición de la propuesta de gobierno que inicialmente formuló el presidente Barack Obama, y la realidad ya consumada al acabarse las tres cuartas partes de su gobierno. De hecho, en marzo del año pasado, cuando se desató la crisis de Ucrania tras el golpe de estado contra el presidente Yanukovich, nadie, ni en Europa ni en Estados Unidos, previó que el enfrentamiento con Rusia pudiera cundir en agresividad y peligro hasta llegar al momento actual.

 

Generales rusos y estadounidenses por igual, admiten que ahora el peligro de guerra se ha vuelto inminente, y que si se llega a un enfrentamiento militar entre la OTAN y Rusia en Ucrania, será inevitable que la guerra incluya muy pronto el uso de armas atómicas.

 

Algunos políticos de derecha sueñan con que Rusia pueda quedar aislada, e incluso que se pueda invitar a China, fíjese usted, a participar en una enorme alianza que aniquile a los rusos.

 

Pero, por supuesto, eso no es más que un sueño delirante. En estos momentos de hecho China está adquiriendo los sistemas más avanzados de misiles rusos, así como aviones bombarderos y de caza, de cuarta y quinta generación. Todos los mitos de que Rusia estaba en bancarrota se derrumbaron, y la producción de armamento de vanguardia se ha acelerado por supuesto, ante la amenaza evidente.

 

En tanto, Estados Unidos también se ha dejado arrastrar a los conflictos en el sudeste asiático, y ya no le es posible disimular su tono de amenaza hacia una China que es cada vez más fuerte.

 

 

Los acuerdos entre Rusia y China con países latinoamericanos están marcando ya una realidad nueva. Nicaragua, Cuba, Venezuela, Brasil y Argentina han cerrado acuerdos de comercio, de infraestructura y de defensa militar, en términos que jamás antes habrían sido posibles con Estados Unidos o con las potencias europeas.

 

Por ejemplo, ya está claro que no se trata de reemplazar un imperialismo por otro. En todos los nuevos tratados y acuerdos de inversión, tanto Rusia como la China han admitido y comprometido una alta participación de los países latinoamericanos, no sólo en la definición de los tratados sino en traspaso de tecnología, empleo de trabajadores latinoamericanos en todos los niveles, y absorción de producción industrial local, lo que implica modernización en las plantas latinoamericanas.

 

En el caso de Argentina, los acuerdos con Rusia incluyen la construcción de dos plantas eléctricas nucleares, y en todos los casos, el entrenamiento, la capacitación de latinoamericanos tanto en técnicas industriales de avanzada como en temas militares.

 

Así pues, en momentos en que el Medio Oriente está en pleno descalabro, y que ahora Pakistán, con Irán y Turquía están integrándose rápidamente con el bloque euroasiático, resulta entonces entendible que se sientan desesperados aquéllos que perdieron la paz y sembraron matanzas, la guerra.

 

Esa desesperación parece estar crispándose en estos poquitos días desde el 22 de abril, día de la Tierra.

 

¿Habrá quien dé el paso fatídico que convierta la derrota de algunos en la derrota de la humanidad entera?

 

¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Hay peligro.
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Foto: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/26/actualidad/1430023621_010405.html

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