Embarazo, lactancia y alimentación [Parte 1]

Por: Marcela Reyes, nutrióloga

A pesar que la obesidad y las enfermedades cardiometabólicas que se le asocian las observamos principalmente en la edad adulta, los estudios sugieren que sus raíces están en los primeros 1000 días de vida (periodo intrauterino y primeros 2 años). El estado nutricional de la mujer antes de la concepción y durante el embarazo puede predecir el riesgo futuro de obesidad y trastornos metabólicos asociados en la madre y en sus hijos.

Es así como actualmente entendemos la nutrición desde una perspectiva de ciclo vital. La nutrición en la etapa infantil repercute en la salud durante la infancia, pero también en la salud del adolescente y del adulto. En el caso de las mujeres, al llegar a la edad adulta, el estado nutricional con el que comiencen el embarazo, junto con la alimentación y ganancia de peso durante este periodo, determinará en gran medida el estado nutricional y la salud del ser en gestación, comenzando nuevamente el ciclo. Cuando el embarazo comienza en condiciones de obesidad materna, hay múltiples riesgos para madres y niños.

Durante el embarazo, en la madre aumenta el riesgo de muerte, pre-eclampsia, hipertensión y diabetes gestacional, mientras que en el niño aumenta el riesgo de aborto, muerte fetal y malformaciones congénitas. En el momento del parto también aumentan los riesgo de muerte materna, uso de fórceps, cesárea, complicaciones de la anestesia, hemorragia, infección; en el recién nacido aumenta el riesgo de muerte neonatal, parto prematuro, trauma al nacimiento o nacer ya sea muy pequeño o muy grande para la edad gestacional. En el postparto las mujeres obesas tiene mayor dificultad de iniciar y mantener la lactancia, lo que constituye un riesgo para la madre y el niño. En el largo plazo, la obesidad del embarazo aumenta la posibilidad de retención de peso postparto, infertilidad, aborto, diabetes, obesidad y enfermedad cardiovascular. En el niño, genera mayor riesgo de obesidad, resistencia a la insulina, diabetes y otros factores de riesgo cardiovascular. En esta columna revisaremos algunos aspectos importantes de la nutrición de la embarazada y la nodriza, haciendo hincapié tanto en la salud de la mujer como la del niño.

El embarazo es un momento de intenso cambio para la mujer gestante, que ocurren en diversos ámbitos. En lo relativo a la fisiología o funcionamiento de su organismo, éste cambia de forma muy importante. De hecho, solo un tercio del aumento del peso durante la gestación corresponde a placenta, líquido amniótico y feto (los que se expulsan durante el parto); todo el resto, corresponde a tejidos de la misma madre que han cambiado su volumen (y funcionamiento): aumento del volumen sanguíneo, útero, mamas, líquido extravascular (edema o hinchazón) y tejido adiposo o grasa. La retención de este crecimiento del tejido adiposo en el periodo postparto es uno de los principales factores que explican obesidad en la mujer adulta. De hecho, en general el estado nutricional de las mujeres es peor a mayor cantidad de hijos. Por otra parte, además de los cambios característicos en las hormonas sexuales, hay cambio en el manejo de los nutrientes. Por ejemplo el cuerpo se hace resistente a la acción de la insulina, a fin de derivar el máximo de nutrientes al feto. Este fenómeno explica en parte el desarrollo de diabetes gestacional que tantas embarazadas desarrollan. Además de constituir un riesgo para la mujer, el flujo constante de nutrientes hacia el feto puede ser perjudicial en condiciones de ingesta excesiva. En las etapas más precoces del desarrollo (por ejemplo feto o primeros años de vida), el organismo se desarrolla de acuerdo a su potencial genético y a las condiciones del  entorno. Es así como un feto que se desarrolla en condiciones de exceso de nutrientes, adapta su metabolismo de manera permanente, dejándolo más susceptible a hacer problemas metabólicos (alteraciones del colesterol, de la glicemia) en la adultez. De esta manera, el embarazo se constituye como un periodo vital para la madre y el niño en gestación.

Además de las razones expuestas, el embarazo es un momento en que en general la mujer se acerca a los centros de salud, por lo que se considera una ventana de oportunidades para intervenir. Pensando con una perspectiva de ciclo vital, se debe procurar que la mujer llegue a la edad fértil en un óptimo estado nutricional (esto es, sin malnutrición por déficit ni exceso). Además, se deben establecer programas para embarazadas que permitan optimizar la nutrición e incorporar elementos de actividad física para que las mujeres no tengan una ganancia excesiva de peso. ¿Cuál es la ganancia de peso esperada para un embarazo? Esta depende del estado nutricional con el que se comience el embarazo. Se estima que una ganancia saludable debería ser 12,5-18 kg en las mujeres que inician el embarazo con bajo peso, mientras que en las de peso normal debería ser 11,5-16 kg. Las mujeres que inician el embarazo con sobrepeso deberían aumentar 7-11,5 kg y las obesas solo 5-9 kg.

Independiente del estado nutricional con el que la mujer comience el embarazo, durante los primeros 3 meses (hasta semana 12 de gestación) no se espera que el peso aumente más de 2 kg. Para el 2º y 3º trimestre los aumentos debieran ser de 2 kg mensuales para las mujeres con bajo peso, de 1,7 kg por mes para aquellas de peso normal, de 1,1 kg por mes para las sobrepeso y de solo 0,8 kg mensuales entre las obesas. Como última etapa, se debiera acompañar a la mujer en el periodo postparto, a fin de evitar la retención de peso. La principal medida para este fin es promover la lactancia, la que aumenta de forma importante el gasto energético de la mujer y por la recuperación del peso previo al embarazo. Además, la lactancia materna exclusiva es la nutrición óptima para el menor de un año.

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