Atacama y Magallanes: las regiones donde Nulo y Blanco se impusieron a todos los partidos

Tras las elecciones del pasado domingo 7 de mayo, la clase política y supuestos expertos electorales a través de los grandes medios de comunicación al servicio del poder, desplegaron su creatividad para intentar amortiguar el impacto de ver el enorme caudal de votos nulos o blancos que se apreciaban cada vez que se abría el conteo de votos en una mesa electoral.

Por Joaquín Pérez

La perplejidad de algunos presentadores de televisión era evidente, especialmente, cuando se abrieron las mesas en Magallanes, que por una cuestión de huso horario se realiza una hora antes que el resto de Chile continental. Y es que la magnitud del fenómeno sobrepasó todas las expectativas y abre un serio cuestionamiento sobre el futuro que tendría la nueva propuesta constitucional que harán los partidos políticos a fines de este mismo año.

Voto Nulo y el desencanto con el sistema político

Tras el plebiscito del 5 de octubre 1988, que esperanzó a la inmensa mayoría del pueblo chileno con un proceso de recuperación democrática del país, se vivió un peak en participación política de la ciudadanía.
Sin embargo, los gobiernos que vinieron, lejos de ser gobiernos hacia una transición democrática, se transformaron en gobiernos post dictadura de continuidad política, social, económica y cultural del régimen pinochetista.

Esto llevo a un desencanto creciente de la población que, lentamente, comenzó a reflejarse en dos datos concretos. El primero: el aumento del voto nulo o blanco en un régimen que en aquellos momentos era de voto obligatorio para aquellos que se inscribieron para votar en el plebiscito de 1988 y que de esta forma, quedaban atados no solo a la constitución pinochetista, sino además a su sistema electoral.

Por otra parte, la desafección de los jóvenes que en forma creciente comenzaron a marginarse del sistema político no inscribiéndose en los registros electorales y con ello renunciando a sus derechos ciudadanos.
En la elección presidencial de 1989, que llevó a Patricio Aylwin a la Moneda, los votos nulos representaron solo el 1,45% del total, mientras los votos blancos el 1,05%.

En las presidenciales de 1993, que eligieron a Eduardo Frei Ruiz-Tagle, los votos nulos (3,67%) y blancos (1,85%) se duplicaron. Mientras crecían también paulatinamente, los jóvenes que perdían los derechos ciudadanos por no inscribirse en los registros electorales.

En las elecciones senatoriales de 1997, el voto nulo llegó al 12,56% y en regiones como el Bio Bio, dicha cifra se elevó al 14,19%, mismo camino siguió el voto blanco que aumentó ese año a nivel nacional al 4,37%.

Era evidente el creciente desencanto del pueblo con los gobiernos post dictadura y una transición que no avanzaba hacia ningún lado. Los jóvenes seguían desmarcándose, no inscribiéndose en los registros electorales, mientras los padrones envejecían paulatinamente.

Cada cierto tiempo, la Concertación inventaba algo. El primer presidente socialista tras Allende (Ricardo Lagos), la primera mujer presidenta de la historia (Michelle Bachelet) para aumentar momentáneamente, la participación y la fe en el sistema. Pero al poco tiempo, en elecciones municipales o parlamentarias realizadas tras su elección, volvía a emerger en desencanto ante las esperanzas nuevamente, defraudadas.

Pues bien, todo este proceso de desencanto con el sistema político que luego con la inscripción automática en los registros electorales y el voto voluntario, se manifestara en las crecientes tasas de abstención electoral, fueron las señales que la sociedad chilena dio previo al Estallido Social del 18 de octubre del 2019.

Señales que la clase política no quiso ver y que al igual que hoy a través de sus medios de comunicación, tratan de invisibilizar.

Hoy han vuelto las mismas condiciones de voto obligatorio de los primeros gobiernos post dictadura, por lo tanto, el desencanto o desafección con el sistema político se vuelve a manifestar a través del voto nulo o blanco. Y es precisamente hoy, cuando pretenden iniciar un nuevo orden institucional, que las urnas registran esta tasa histórica de votos nulos. Ni siquiera ha nacido el nuevo sistema y ya parte con una tasa de rechazo y desafección altísima.

Hay regiones completas donde la suma de votos nulos y blancos superó a todas las listas de partidos que compitieron en esta elección: por ejemplo en Atacama, los votos nulos y blancos suman 55.125, muy por sobre la lista más votada, en esta región, la D del oficialismo con 46.811 o la de Kast 41.294, ni hablar de la derecha tradicional (26.791), la ex concertación (8.845) o PDG (12.925).

En comunas como Chañaral el voto nulo alcanzó el 29,12% y el blanco el 7,08%; Huasco 28,4% el nulo y 5,84 el blanco; Diego de Almagro 27,09% nulo y 6,53% blanco; Freirina 26,43% nulo y 6,5% blanco; Tierra Amarilla 26,08% nulo y 6,64% blanco; Vallenar 25,99% nulo y 5,35 blanco; Caldera 23,99% nulo y 5,93% en blanco; Alto del Carmen 23,86% nulo y 7% en blanco y la capital regional Copiapó con 20,43% voto nulo y 5,19% en blanco.

Misma situación ocurrió en la región de Coquimbo, donde los votos nulos (104.509) y blancos (30.816) suman 135.325, esto es casi 5 mil votos más que la lista D de gobierno (130.564) y la lista de Republicanos (123.893).

Las comunas con mayor voto nulo fueron: Andacollo (23,67%); Vicuña (22,53%); La Higuera (21,64%); Los Vilos (21,12%); Salamanca (20,74%) y Coquimbo (20%).

En la región de Magallanes la cuestión es similar: nulos y blancos suman 28.081, muy por sobre las dos listas más votadas: Republicanos (23.041) y la oficialista (21.321).

Las comunas con mayor porcentaje de voto nulo y blanco fueron Natales 24,07% y 7,23% respectivamente y la comuna de Porvenir con 22% de nulos y 6,45% de votos en blanco.

En nuestra región del Biobío, específicamente, en la comuna de Lota, la suma de los votos nulos (9.779) y blancos (1.878) superaron a todas las listas en competición con 11.657 votos, el 30.83% del total de la elección, por sobre los 10.225 votos de Republicanos y los 8.100 votos de la lista de gobierno.

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