AUDIO | Crónica de Ruperto Concha: No es lo que parece

Por Ruperto Concha / resumen.cl

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El jueves próximo, 24 de octubre, se cumplirán mil novecientos cuarenta años de la erupción del volcán Vesubio que destruyó las ciudades de Pompeya y Herculano, en la costa de Nápoles, donde murieron miles y miles de personas.

Lo más sorprendente de esa tragedia es que durante cuatro días el volcán había estado dando señales de alerta. El 20 y el 21 de octubre se habían producido muchos temblores seguidos, algunos bastante fuertes, lo que por cierto ya era raro y alarmante. Al tercer día, el 23 de octubre, el volcán Vesubio envió señales todavía más fuertes. El Vesubio comenzó a emitir ruidos roncos. De su cráter principal y otras grietas comenzaron a brotar bocanadas de vapor y de humo, además de penachos de ceniza volcánica.

El cuarto día, a la una de la tarde, se desató la erupción violenta. Primero, una enorme columna de humo, vapores asfixiantes, cenizas y fragmentos calientes de piedra pómez, que se acumulaban sepultando calles y edificios.

Poco después comenzaron los llamados "flujos piroclásticos", torrentes de lava incandescente que fluían muy rápido por las faldas del volcán, dirigiéndose al oeste y el noroeste, es decir, hacia las dos elegantes ciudades de veraneo.

¿Se fija Ud.?… En tres días de claras advertencias, esa gente no se dio cuenta del horror que se les venía encima. No atinaron a abandonar su agradable vida cotidiana para ponerse a salvo.

Era fácil, pero... ¡No parecía que fuera tan grave!

Hoy sus patéticos restos exhiben ante los turistas toda la impotente desesperación en que les alcanzó la muerte. Ellos no tuvieron una Greta Thunberg que les enseñara a sentir, a tiempo, el miedo que los habría salvado.

 

Pero veamos qué señales se nos están dando a nosotros ahora, a nivel mundial. Podemos comenzar con la crisis política en Estados Unidos, que de nuevo se caracteriza por la repugnante virulencia de las noticias y los discursos.

Un rasgo muy especial lo trazó el jefazo propietario de Facebook, Mark Zuckerberg, quien el jueves pasado afirmó, con todas sus letras, que los políticos fíjese Ud., "Tienen derecho a mentir" en sus declaraciones públicas.

Cuando los senadores y pre-candidatos presidenciales demócratas John Biden y Elizabeth Warren lo acusaron de haber mantenido en Facebook afirmaciones falsas que los perjudicaban, Zuckerberg respondió que la Constitución de los Estados Unidos no permite que un medio de difusión ejerza censura a la opinión de los ciudadanos.

Y, agregó, sería un suicidio de la democracia si se le impusiera a los que son simples medios de difusión, el deber y el poder de decidir qué es verdad y qué es mentira.

Son los afectados por esas supuestas mentiras los que deben probar que realmente son mentiras, y luego tendrán que recurrir a la justicia para obtener su defensa y el castigo para el mentiroso.

Eso suena razonable, ¿verdad?… Sin embargo, en la práctica, tanto Facebook como las demás llamadas "redes sociales" se han arrogado el poder de suprimir cuentas de usuarios, y borrar mensajes que según ellas son inconvenientes, incitan al odio o a la ilegalidad, y, eventualmente, que son mentiras.

Pero, si Zuckerberg tiene razón y es la justica la que debe dar el veredicto sobre lo que es mentira dolosa, calumnia, o incitación al delito, el racismo y el odio... eso implicaría que todos los que acceden a las redes sociales tendrían que registrarse con su identidad verdadera.

Con ello, se acabarían los miles y miles de "trolls" mercenarios que, por dinero, asumen docenas de identidades falsas para generar en las redes sociales campañas de opinión al gusto de sus empleadores que les pagan por fingir que son otra persona.

Eso, ¿será bueno o será malo?… Como fuere, Zuckerberg tuvo el coraje de calificar la situación como... "el derecho de los políticos a mentir".

 

Ahora, hablando de políticos mentirosos, la inmensa campaña de mentiras que encubrían el plan de derrocar al presidente de Siria, Basher Assad, junto con el dictador de Libia, Muammar Khadafi, ya terminó de derrumbarse con el retiro de las tropas estadounidenses que ilegalmente habían ocupado el norte de la República Siria.

Ahora, según admitió el presidente turco Tadgip Erdogán, Turquía y Rusia establecerán las operaciones de resguardo del norte de Siria. La exigencia de Turquía se limita a que la organización militar de los kurdos, que, con justas razones, Turquía considera terrorista, sea erradicada por completo de las fronteras entre ambos países.

Los kurdos, de hecho, durante toda la guerra en Siria se abstuvieron de entrar en combate contra el ejército leal al presidente Basher Assad, y están dispuestos ahora a rendir sus armas a través de una paz con garantías con el gobierno legítimo de Siria.

Pero a la furia estridente del Partido de la Guerra que une a republicanos y demócratas en Estados Unidos, el incomprensible presidente Donald Trump al parecer logró poner fin a una de las largas e inútiles guerras lanzadas por el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama.

Pero la nada de gloriosa salida de Estados Unidos de Siria, acompañada de una rencorosa enemistad de Washington contra Turquía, destapó otra de las ollas podridas de la OTAN.

Se trata del emplazamiento, a escondidas, de más de ciento cincuenta bombas atómicas en bases estadounidenses de Europa, incluyendo 50 de esas bombas en la base militar de Incirlik, Turquía.

Por supuesto esas bombas estaban destinadas a atacar ciudades y bases militares de Rusia.

Son bombas más bien chicas, sólo 10 veces más poderosas que las lanzadas sobre la población civil de Hiroshima y Nagasaki, en 1945. O sea, cada una de esas bombitas tiene un poder equivalente al de, fíjese Ud., unas cuatrocientas mil bombas comunes de 500 kilos.

Aquellas bombas son propiedad de Estados Unidos, y están almacenadas en depósitos subterráneos de aquella base militar turca, y, según el New York Times, ya en Estados Unidos hay urgencia en recuperarlas, y hay muchísimo temor de que Turquía se niegue a devolverlas. Sobre todo los israelíes están muy asustados.

Para tranquilizarse, se dicen que Turquía no tiene ni conocimientos ni elementos tecnológicos para utilizar esas bombas atómicas.

¿Será cierto eso? ¿Serán los turcos tan incapaces como Washington cree?

 

Otro asunto que claramente no es lo que parece, es la ola de violentas protestas sociales, a menudo con carácter de insurgencia, que está agitando al mundo entero.

Comenzó en Francia, con los Chalecos Amarillos, y pronto siguieron las violentas insurrecciones en Irak, en Myanmar, en el Sinkiang de China, en Cataluña, España, en Hongkong... Y en nuestra América estalló en las bases sociales de Argentina, en Ecuador, en Colombia, en Perú, y, con especial gravedad, en México, donde hace una semana, efectivos militares cayeron en una emboscada de narco-milicianos que mataron a 11 uniformados, e impidieron el arresto de Ovidio Guzmán, hijito del capo narcotraficante Joaquín "Chapo" Guzmán.

El presidente de México, Manuel López Obrador, admitió la debilidad del Estado Mexicano para imponer la ley sin tener que desatar una terrible guerra interna contra las narco milicias que han sido provistas de poderosísimo armamento procedente de Estados Unidos.

En conversación con el presidente Donald Trump, el gobernante mexicano planteó una acción conjunta para paralizar definitivamente el contrabando de armamento militar desde Estados Unidos, iniciado durante el gobierno de George W. Bush, bajo el nombre de "Rápidos y Furiosos" y mantenido durante el gobierno de Barack Obama, contando con que la policía haría la vista gorda, supuestamente para obtener así un mapa de la distribución y el emplazamiento de esas armas que eran contrabandeadas. Bastante estúpido el plan que, efectivamente, no sirvió para nada más que para armar a las milicias de narcotraficantes.

Y, bueno, aquí en Chile el vienes se produjo el estallido exasperado contra el gobierno todavía neoliberal de Sebastián Piñera, a partir del alza de tarifas del Metro de Santiago, pero en realidad por el alza de los precios en más del 150%, en 2 años, mientras que los sueldos sólo se reajustaron en un 30%.

La reacción mundial ante la intensa protesta chilena fue de mucha alarma. Incluso la muy derechista agencia alemana Deustche Welle enfatizó que la represión policial había sido excesiva.

También la prensa europea mencionó que en Maipú efectivos militares habían llegado a apuntar con sus armas de guerra a los civiles que protestaban, aunque luego por fortuna recibieron orden de retirarse sin disparar.

 

En tanto, también hace pocos días, la Asamblea General de las Naciones Unidas eligió a los dos representantes de América Latina ante el Comité de Derechos Humanos. Además de Brasil, que iba a la reelección, postulaba el candidato del gobierno constitucional de Venezuela, quien resultó elegido por mayoría absoluta.

Ya que las Naciones Unidas siguen reconociendo al gobierno constitucional del presidente Nicolás Maduro, Estados Unidos había lanzado la candidatura de un delegado de Costa Rica, apoyado por los gobiernos derechistas de la región, el cual resultó derrotado.

Washington entonces lanzó declaraciones insultantes contra las Naciones Unidas, las que fueron de inmediato contestadas por China. El Ministro de Relaciones Exteriores, Geng Shuan, declaró que el Gobierno de Estados Unidos no tiene derecho a insultar a la mayoría de las naciones que legítimamente votaron, por mayoría absoluta, en favor de un candidato que consideraron bueno y capaz.

Y una vez más, Washington no tuvo qué responder a eso.

 

Así, ¿qué es lo que está ocurriendo detrás de todas esas señales, esos síntomas y advertencias que la humanidad se está lanzando a sí misma?

¿Qué es lo que aparentemente la mayoría de la gente no logra percibir ni entender?

Es claro que estamos llegando al término de una etapa de la Historia humana. Y que, como ocurre en toda la naturaleza de la vida y del cosmos, todas las etapas evolucionan y concluyen.

Aunque los conservadores se desesperen, la evolución, la transformación, no puede detenerse. ¿Lograremos cumplir bien ese paso evolutivo que sin duda va a ser revolucionario?

 

Hasta la próxima, gente amiga. Hay peligro. Tenemos que mirar y pensar bien. Porque las cosas ya no son lo que parecen ser.

 

Imágen: Indómita fotografías | Resumen.cl

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