El suicidio moral de Israel y sus consecuencias para Occidente

La élite gobernante en el estado de Israel está embriagada en su euforia y al parecer, no retrocederá ni dudará en seguir cometiendo todo tipo de crímenes de guerra, violaciones al derecho internacional, genocidio o crímenes de lesa humanidad en pos de mantener su situación respecto al pueblo palestino tal como está.

Por Joaquín Pérez

En 1967, el mítico general israelí, Moshe Dayan, ministro de defensa durante la guerra de los 7 días, señaló que «Israel debe actuar como un perro rabioso, para que sus enemigos sepan que sus acciones hostiles recibirán una respuesta inconmensurable», una frase que va más allá de la ya dura filosofía bíblica del «ojo por ojo».

Bombardear escuelas e iglesias, asaltar con tanques hospitales, matar indiscriminadamente a niños, periodistas o personal de las Naciones Unidas, no parece tener cuestionamientos entre las élites dominantes en el estado de Israel. Es más, desde autoridades políticas israelíes se han escuchado frases tan deshonrosas como rebajar a la condición de animal a la población palestina.

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Al parecer, la sociedad israelí aún no ha entendido el horror mundial que están causando sus crímenes. Las violentas imágenes que ha generado el bombardeo de la población civil de Gaza quedarán grabadas en el inconsciente colectivo de la humanidad por décadas.

Un mes y medio de locura belicista desatada e ininterrumpida, con miles de niños destrozados por los bombardeos vistos millones de veces en los teléfonos móviles de habitantes de todo el planeta, son mucho más fuertes en el imaginario mundial que el Guernica de Picasso o las fotos de Hiroshima y Nagasaki posterior a la bomba nuclear.

Tamaña bestialidad ha borrado ya de la psique colectiva todo el horror de los ataques de Hamas del 7 de octubre: frente a toda la humanidad, los líderes israelíes aparecen hoy como psicópatas que han perdido toda inhibición moral, constituyendo un peligro no solo para todo el Medio Oriente, sino incluso para ellos mismos. Además, para cualquiera que de alguna forma haya comprometido su prestigio con ellos, como hoy le está comenzando a suceder a Estados Unidos y los países de Europa.

Todo Occidente ha unido su destino al de Israel. Las visitas de diversos mandatarios europeos y del propio presidente Biden de los Estados Unidos han escenificado este hecho. Algunos han movilizado incluso tropas para apoyar a Israel en esta falsa guerra entre el ejército más moderno del mundo (Israel) y una organización guerrillera de carácter religioso.

Día a día siguen llegando las imágenes de las atrocidades cometidas por Israel, no solo en Gaza, sino también en Cisjordania. Ya es más de un mes y medio y quién sabe por cuánto tiempo más continuarán llegando estas imágenes golpeando la conciencia de cientos de millones de seres humanos en este planeta.

Hasta el momento, Israel, gracias al apoyo occidental militar, ha impedido que otros estados como Irán se involucren en el conflicto para intentar detener el genocidio de la población palestina de Gaza. Nadie sabe exactamente cómo podrá evolucionar este conflicto, pero hasta el momento, los estados árabes vuelven a traicionar al pueblo palestino, pues ni siquiera arriesgan sus intereses económicos elevando el precio del petróleo como forma de chantaje a Occidente para detener así a Israel.

Israel se siente con manga ancha para seguir avanzando en su ataque a Gaza, obligando al desplazamiento forzado de la población o, en caso contrario, su exterminio masivo, a pesar de las recomendaciones de EE.UU. de contener su furia.

Es muy probable que no estalle la Guerra Mundial, incluso ni siquiera una guerra regional en Medio Oriente. Sin embargo, Israel, EE.UU y Europa pagarán un alto precio por estos hechos, partiendo por la propia desintegración moral de Israel. Ya son muchas las comunidades judías en Estados Unidos, Europa y el propio Israel que se han manifestado contra los crímenes en contra de la población palestina. La ocupación de la comunidad judía estadounidense de los pasillos del Capitolio, la estación central de Nueva York y la Estatua de la Libertad para decir: «No en mi nombre» es una clara señal de aquello.

Todos los años que Israel buscó vender la imagen de representantes del judaísmo en el mundo, esa imagen hoy está rota y si alguna vez convencieron a alguien de ello, hoy ese trabajo de imagen pública retrocede día a día.

La imagen que busca vender a la entidad sionista como el Estado de los judíos no podrá sobrevivir en medio del odio que el genocidio israelí está despertando en poblaciones de centenares de naciones que tienen recuerdos de la humillación colonial o invasiones militares.

Más aún, las nuevas generaciones que se identifican con los palestinos de todo el mundo, no tanto por razonamientos históricos y políticos, sino por la percepción de una común condición claustrofóbica depresiva, con el encierro en la mayor cárcel a cielo abierto del mundo, ven en los palestinos una común ausencia de futuro.

Hoy Europa Occidental vuelve a dar la espalda a un genocidio, tal como lo hicieron durante la proliferación del nazi-fascismo en la primera mitad del siglo XX, pero hoy lo hacen ante los ojos de una población que a cada instante recibe traumáticas imágenes de lo que ocurre en Gaza.

Es indudable que la locura desatada en Israel no es de hoy. La frase del general Dayan en 1967 probablemente nos señala que esto partió ya desde 1948. La evolución de una ideología racista como el sionismo que aleja cada vez más al estado de Israel de la propia cultura judía hasta igualarla a la de sus antiguos enemigos antisemitas de Europa.

Hoy la extrema derecha europea, de origen fascistoide, es la principal aliada de Israel mientras se comete el genocidio en Gaza.

Cada vez queda más claro que Israel es un engendro del colonialismo europeo. Lo que une al Sur global, las antiguas naciones «no alineadas» o también llamadas del tercer mundo con la causa palestina, es indudable que ello redundará en un fortalecimiento geoestratégico de los BRICS en contra posición del G-7 que reúne a las antiguas potencias coloniales. De hecho, la defensa acrítica de Israel por parte de las potencias occidentales es parte de un proceso de autodefensa de la decadente civilización occidental, del cambio geopolítico que se viene y que este conflicto no hará más que acelerar.

Europa y Estados Unidos llevan dentro de sí, en los suburbios de cada una de estas grandes ciudades, a millones de estos morenos que provienen de sus antiguas colonias o países saqueados por ellos. El Apartheid Israelí, expuesto al desnudo como la vanguardia del colonialismo en el mundo, expone a todos sus socios y cómplices, no solo por lo que dure el genocidio de Gaza, sino por todo lo que dure su recuerdo. El epicentro de esta lucha anticolonial sin duda estará en Israel, pero se propagará por todo el mundo, entre la élite colonialista blanca y los amarillos, cobrizos o morenos colonizados.

En Europa se ha llegado a prohibir las manifestaciones en solidaridad con el pueblo palestino, la propia bandera palestina e incluso su pañoleta característica.

Europa retrocede en libertades y derechos políticos por secundar al sionismo israelí en esta deriva. Netanyahu pretende extremar esto hasta límites insostenibles, hasta una guerra sucia contra niños y hospitales, llevando a los palestinos hasta la guerra suicida.

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