Sudáfrica queda muy lejos.

El fútbol es uno de los deportes y distracciones masivas del mundo popular, sea como partícipe en los clubes y torneos amateurs, sea como aficionado de clubes profesionales. Pero la afición llega a niveles superiores cuando está en juego la selección nacional. Por estos días habrá comenzado en Sudáfrica el campeonato mundial de fútbol que tiene al seleccionado chileno entre uno de sus 32 participantes. Talvez la ocurrencia de este evento deportivo ayude a sobrellevar los difíciles días que viven los pueblos de nuestra región como consecuencia de los desastres de febrero. No digo olvidar la tragedia, pero al menos olvidar por unas horas el significado del abandono, la negligencia y la desidia de las autoridades para resolver los graves problemas de la emergencia. El pueblo, aficionado al fútbol, seguramente volcará su atención en las emisoras de radio y pantallas de televisores para seguir el camino y vibrar con el desempeño del equipo nacional.

El fútbol es pasión de multitudes. Esta vez no ha sido ni será distinto. No ha sido distinto en la extensa fase clasificatoria que debió sortear el representativo chileno a nivel sudamericano, ni será distinto durante el desarrollo del mundial sudafricano. O más bien dicho, mientras dure la participación de Chile en el torneo.

Y en este sentido no hay que hacerse grandes ilusiones ni crearse demasiadas expectativas. El fútbol chileno no es tan bueno como solemos creer cuando nos dejamos llevar por la euforia y el fanatismo. Tampoco es tan malo como tendemos a pensar cuando algún resultado no responde a las ilusiones y expectativas que nos habíamos forjado. Por eso hay que ser cautos y disfrutar del evento sin hacernos mala sangre; la cuestión es no fabricarnos el envase de nuevas frustraciones y decepciones. Eso no tiene ninguna gracia.

Una recomendación sana es no hacer caso de las vociferaciones del llamado periodismo deportivo, que obedecen siempre a los intereses comerciales del medio en que se desempeñan más que a una visión y coherencia objetiva del deporte en general y del fútbol en particular. Salvo un par de excepciones, los periodistas deportivos son unos chaqueteros, destructores de primera línea cuando hay algún resultado adverso; zalameros y oportunistas si se trata de triunfos. Escuchándolos a ellos, un día nuestros jugadores son tremendos astros y al partido siguiente son unos aprendices o incapaces. No hay equilibrio, no hay salud.

Otra recomendación es hacerle asco a los políticos de toda calaña que suelen colgarse del fútbol para tratar de hacerse los simpáticos en el mundo popular. Seguro que muchos aparecerán por Sudáfrica para intentar ser vistos como parte de "la marea roja", o aparecerán en lugares públicos para ser vistos junto a la sufrida gente, o pondrán televisores y guirnaldas en sus oficinas para ser vistos como fervientes aficionados. Con estos tipos son siempre patrañas. Para ellos el fútbol es solo un recurso político, un método de campaña, un estilo de marketing; otros lo usan porque les representa un buen negocio, tanto en votos como en pesos (sino fíjense no más en quién se ha apoderado de Colo-Colo, por poner solo un caso). Hay que hacerles asco, escabullirlos, ignorarlos, para que no nos echen a perder la diversión.
Y, volviendo al fútbol, tenemos que ser cautos.

Es cierto que Bielsa ha logrado imprimirle un sello y característica al juego del equipo nacional que, por lo menos, nos hace sentir que jugamos a algo. Pero eso no es suficiente para objetivos mayores. A un mundial llegan los 32 mejores equipos del mundo y todos llevan sus metas y objetivos a conseguir. El objetivo de Chile debiera ser modesto, o aterrizado. No olvidemos que Chile no gana un partido en un campeonato mundial de fútbol adulto desde el Mundial del 62 que se jugó aquí en Chile. Y en los otros mundiales, Chile no gana un partido desde el Mundial del 50 jugado en Brasil; es decir, fuera de casa son 60 años sin conocer victoria. Esa es nuestra realidad.

De modo que lograr un triunfo ya sería un logro. Pasar a la segunda ronda debiera ser considerado un éxito. Y hasta ahí sería coherente con nuestra capacidad futbolística y desarrollo deportivo nacional. Todo lo demás que eventualmente pudiera alcanzarse o lograrse debiera ser asumido como un premio o un regalo pues será producto exclusivo del genio y calidad de nuestros jugadores y de la capacidad del cuerpo técnico de Bielsa.

En esto hay que tener presente que el estilo Bielsa consiste en jugar para adelante, asumir riesgos y tratar de hacer más goles que el contrario. En ello está implícito que el adversario nos puede hacer goles, pero la gracia está en que nuestro equipo debe desarrollar la capacidad para superarlo. A veces se logra, a veces no. En eso consiste el juego del fútbol, esa es la esencia de este deporte. Pero es un juego, y todo juego conlleva también riesgos. Así es que no hay que hacerse mala sangre y disfrutar el juego y la participación de Chile en el mundial, mientras dure.

Y si tenemos que hinchar por el equipo, hinchemos también por los jugadores originarios de nuestra zona que estarán en Sudáfrica. Me refiero a Rodrigo Millar Carvajal, de la ciudad de Arauco, y Gonzalo Jara Reyes, de Hualpencillo. A estos dos representantes, agreguemos a Jean Beausejour Coliqueo, digno exponente de nuestros hermanos mapuche. Esperemos que ellos tres y todo el equipo tengan un buen cometido para traer algo de alegría, aunque sea pasajera, a nuestras sufridas gentes.

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