El Testimonio de un saqueador

altPor algunos días, una de las palabras más comunes dentro de nuestro hablar cotidiano fue «saqueo» y junto con ella, el descontrol, la medias verdades y el rumor. Radio Bío Bío era el único medio que escuchábamos y por ella hablaron varios, algunos declaraban la presencia de delincuentes robando o amenazando con robar sus casas y otros estaban alarmados por la posibilidad de ser víctimas de un robo. A la semana, muchos se reían, cuando sabían que la población de la que temían recibir un ataque, estaba también en guardia, con la creencia de que «las hordas» vendrían de otros barrios.

La bola se echó a correr por esta emisora, recibiendo los impulsos principalmente del locutor Mauro Mosciatti, Jaqueline Van Rysselberghe, el diputado por Talcahuano y Hualpén, Jorge Ulloa y del alcalde de Hualpén, Marcelo Rivera, que soltó hasta llantos de súplica, pidiendo militares, ante un supuesto saqueo a su municipio.

De los saqueos, quedan los recuerdos de vigilias esperando hordas que nunca llegaron. Las cintas blancas, azules o verdes, probablemente ya estén en el basurero. Sin embargo, hay algunos que tienen historias que no dan risa y que obligan a pensar e intentar entender qué nos pasó en esos confusos días. Este es el testimonio de un joven de Talcahuano, de quien Resumen reserva su identidad.

Lunes 1 de marzo, 08:00 horas.

Entre los vecinos y familiares de nosotros había guaguas. En esos días nadie sabía cómo se iba a venir la mano después, por lo que, un grupo de 3 hombres y 2 mujeres optamos por ir a sacar pañales y leche. La farmacia X del puerto estaba cerrada, nosotros la abrimos y sacamos en sacos los productos. También sacamos otras cosas, como cremas, desodorantes y champú, porque aunque no eran de primera necesidad, después podríamos venderlos o cambiarlos por lo que precisáramos.

Íbamos con los sacos, cuando nos gritan «Alto Ahí». Corrimos y nos persiguieron. Cuando escuchamos el paso de una bala por el fusil del militar, paramos. Nos encañonaron en la cabeza. Yo le dije al milico, que era un cabro, que no me siguiera apuntando, porque no sabía disparar y se le podía escapar una bala. El milico siguió apuntándome y los que andaban conmigo estaban en la misma.

Nos hicieron llevar los sacos a donde había otros militares y aquí nos dimos cuenta que eran infantes de marina. En este lugar, estaba un cabro sin zapatillas, acostado boca abajo y amarrado de las manos. Al lado de él había una bolsa con cigarros.

A las niñas les dieron la posibilidad de irse, cuando se dieron cuenta que llevábamos leche y paños. Las niñas se fueron, pero los productos quedaron ahí. A nosotros nos tiraron al suelo, boca abajo, con las piernas cruzadas y las manos en la espalda. Estábamos a la vista de la gente que pedía que nos pegaran y que nos mataran.

En esta situación estuvimos una hora aproximadamente. En donde trajeron más cabros y dispararon a una persona, que decían que habían matado. Desde este momento, los infantes no permitieron que la gente se acercara a nosotros y nos prohibieron mirar hacia donde habían disparado. Hubo uno de los detenidos miró y lo golpearon fuertemente.

En el transcurso de estos instantes, los infantes hacían que el joven que estaba primero que nosotros se comiera los cigarros que había sacado, metiéndoselos en la boca; le pegaban patadas en los testículos, lo obligaban a arrodillarse para después botarlo nuevamente.

Los infantes que hacían esto, recibían la orden de un superior. Como nosotros andábamos con leche y paños tuvimos otro trato y conversábamos con ellos, cuando se iba su superior. Nos decían que ellos estaban haciendo el servicio militar y que no podían resistirse a las órdenes de maltratarnos. No habían comido hace 2 días y no sabían nada de sus familias.

Cuando llegaba el superior, debían cuadrarse y dejar de conversar. El superior les hablaba de la guerra, de que lo que tenían en frente era pura basura, que ahora nos tenían prisioneros y no merecíamos nada.
Escuchamos que los infantes esperaban que los pacos fueran a buscarnos, pero eso no ocurrió. En un momento se sintió la parada de un camión, del cual se bajaron más infantes de marina. Cuando estaban frente a nosotros gritaban eufóricos: ¡llegaron los tíos!… ¡querían infantes en la calle… Aquí los tienen conchetumadre!

Aquí la situación se puso más tensa. Los infantes conversaban de las torturas que podían hacernos. Vamos a empelotar a estos güeones, le pegamos una moja`, le ponemos la capucha y los llevamos al Borgoño -decían como disfrutando.

Mandaron a un pelao a echar toda la mercadería a unos sacos y nos obligaron a ir al camión, arrastrándonos arrodillados. Ahora ya éramos 8 prisioneros que subíamos al camión con destino desconocido. Íbamos acostados, boca abajo, manos atrás y todos amontonados. Algunos nos pisaban y daban patadas y decían cosas para intimidarnos.

Mientras el camión andaba, los infantes nos echaban cremas, desodorantes y champú en el cuerpo, riéndose. Otros productos se los tiraban a los peatones que estaban cerca.

Finalmente, llegamos a la segunda comisaría de carabineros de Higueras. Nos ordenaron bajar y en el suelo nos pusieron de rodillas y manos en la nuca, mientras les decían a los vecinos que nosotros éramos los que robaban sus casas. La gente pedía que nos mataran, nos querían linchar. Un vecino corrió hacia mí y me pegó una patada en la cabeza que me dejó en el suelo. Era tanto el descontrol que los infantes tuvieron que apartar a los vecinos de nosotros, ya brutalmente golpeados.

Después nos ordenaron avanzar arrodillados, aproximadamente una cuadra, hasta la comisaría. Aquí nos entregaron a los pacos, que nos obligaron a desnudarnos, dar nuestros nombres y entrar a una celda, no sin antes pegarnos con los churros.

Escuchamos que los pacos les decían a los infantes que ellos no podían golpearnos más, pues ya la fiscal había visto nuestro estado. Por esto, eran ellos los que debían «llevar listos» a los próximos presos.
Tiempo después pudimos salir en libertad, la celda ya se había llenado de «presos listos».

Observación: Este artículo se había perdido en un cambio de servidor, por eso lo publicamos nuevamente.

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