Visión de un norteamericano que apoyó a Allende (Primera Parte): ¿Qué está pasando hoy en Chile?

alt(El autor es un norteamericano que vivió y trabajó en Chile apoyando la presidencia de Salvador Allende en 1972. Psicólogo, PhD, profesor emérito de la Universidad Estatal de Nueva York, Mack regresó a Chile a fines de 2010. «Estas reflexiones se basan en conversaciones que tuve con algunos individuos profundamente comprometidos. Además de Chile, también hablé con gente en La Paz y Cochabamba, Bolivia. Por lo tanto, estos son los puntos de vista de un extranjero, pero un extranjero que ha tenido la oportunidad de hablar con personas extraordinarias», escribió el autor).

"Pasamos por un momento muy oscuro", me dijo Jorge Arrate, activista político desde hace mucho tiempo y candidato reciente a la presidencia chilena, cuando le pregunté cómo podrían avanzar los ideales socialistas. Política y socialmente estos son tiempos realmente difíciles, no sólo en Chile, sino en gran parte del mundo.

Aunque hay algunas excepciones importantes, es innegable que los ideales socialistas han sufrido terribles reveses. Estas pérdidas no son sólo de poder económico y político, sino de ideología, de llegar con las ideas a la gente. En el Chile de hoy el dolor es especialmente agudo, tras 20 años de liderazgo de la Concertación que no han llevado a un gobierno más progresista, sino a la dominación de los aliados locales del capitalismo global.

A pesar de esta atmósfera opresiva, en mi reciente visita a Chile hablé con muchas personas comprometidas y apasionadas para quienes la dificultad de la lucha no puede ser una razón para abandonarla.

Mirando atrás para ver hacia adelante

Cuando yo viví en el Chile de 1972, se estaba tratando de hacer algo insólito: la transición al socialismo y, sobre todo -si no exclusivamente-, a través de medios no violentos. La intensidad de la reacción, el horror y la crueldad de la dictadura dieron testimonio de lo importante que era no sólo detener a Allende, sino borrar de la memoria colectiva la posibilidad de un pueblo de revolucionar a su propia sociedad.

Cuando la dictadura tomó el poder, en Chile se desvanecieron millones de vidas y esperanzas. Psicológicamente, el terror del Estado demanda más que aquiescencia. Exige que las personas repriman sus esperanzas y aspiraciones, nieguen sus percepciones y su comprensión. La pérdida de Chile se extendió mucho más allá de sus fronteras. El recurso del control por el terror envía el mensaje de que el precio de la lucha es demasiado alto. La desaparición de la tentativa de Chile para socializar democráticamente un amplio sector de su economía se convirtió en forraje para los medios de comunicación globales. Casi al unísono, todos los órganos monopólicos controlados por las corporaciones dibujaron otra realidad en las mentes: el derrocamiento de la democracia chilena fue presentado como prueba condenatoria de que luchar por el cambio social sólo trae miserias.

Recordar el pasado inspira el futuro

Caminando a una entrevista recordé mal una dirección y me encontré llamando a la puerta de Londres 38, en el centro de Santiago. Al mirar abajo, a mis pies una inscripción en las baldosas me informó que se trataba de uno de aquellos numerosos lugares donde los esbirros de la dictadura llevaron gente para ser torturada y asesinada. Las placas del pavimento invocaban a algunas de las víctimas: desde un adherente del MIR de 18 años a un hombre de 56 años sin afiliación política. ¿Cuántas permanecen en el anonimato, con sus muertes crueles no reconocidas?

Unos días más tarde, en una ceremonia en el campus San Joaquín de la Universidad Católica (UC), se celebró una reunión anunciando la publicación de la obra Una luz sobre la sombra, con prólogo del Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar, que documenta y honra a una treintena de miembros de la comunidad de la UC que fueron ejecutados sin juicio por la junta militar, a menudo arrojándolos al mar. El mayor auditorio del campus, con capacidad para más de 600, estaba repleto, a rebosar. La UC nunca ha reconocido oficialmente los asesinatos: otro caso en que quienes tienen autoridad demuestran la importancia del pasado tratando de negarlo.

Salazar habló con elocuencia de sus actividades en denuncia de los hechos sobre la vida y la muerte de estos valientes chilenos jóvenes. Su intención, dijo, es mantener viva en la actualidad el conocimiento de sus obras y su sacrificio, con el fin de mirar hacia adelante. La memoria no es sólo una manera de mostrar respeto, sino también es una forma de dinamizar las tareas que existen por delante.

Gabriel Salazar es uno entre muchos que han dedicado sus energías a mantener vivo el pasado, con el fin de fortalecer a los más jóvenes en las actuales dificultades. José Miguel Varas, Premio Nacional de Literatura, ha rescatado de manera conmovedora y detallada el papel histórico de la música en la lucha de Chile. Aunque se lamenta de que es difícil esperar un cambio verdaderamente progresista en esta época tan dominada por las fuerzas reaccionarias, también ve signos de despertar del espíritu cultural, tan animado en los años de Allende y tan brutalmente aplastado por la dictadura. Al igual que tantos partidarios de Allende, Varas pasó largos años de la dictadura en el exilio. Sin embargo, continúa su esfuerzo periodístico para mantener la información inspiradora de la oposición a la dictadura que fluye de regreso a Chile.

En nuestra conversación, JM Varas habló de los días más oscuros de la cultura chilena, cuando Víctor Jara fue asesinado y tocar la quena era un delito. Se hizo eco del sentimiento que escuché muchas veces: Que el pueblo de Chile ha sido ampliamente despolitizado. Aunque es abismalmente pobre, la gran mayoría tiene una mínima conciencia de clase y pocas esperanzas de que el cambio sea posible. Mientras tanto, la «clase media» puso en juego su apuesta por el neoliberalismo.

Como quienes lucharon por la liberación socialista en los años 70 envejecen, su reconocimiento de la fragilidad y la finitud de la vida humana los hace conscientes de que sus visiones más esperanzadoras para la sociedad chilena no se realizarán durante sus vidas. Pero esto no les impide actuar. En 2009, Jorge Arrate lanzó su candidatura a la presidencia de Chile. Conversando en su casa de 'uñoa, destacó cómo fue capaz de utilizar esta plataforma para llegar a los chilenos con la representación de una visión legítima en contraposición a la versión aguada de «socialismo» promovida por las candidaturas de la Concertación. Después de muchos años de lucha, sigue estando profundamente comprometido a mantener viva la llama. Su capacidad de articular su visión en debates televisados a nivel nacional no sólo más que cuadruplicó su apoyo, sino que llevó a millones de hogares una comprensión legítimamente progresista de Chile.

Junto a otros como José Miguel Varas, Manuel Cabieses de Punto Final, y Víctor Hugo de la Fuente, de Le Monde Diplomatique, Edición Chilena (http://www.lemondediplomatique.cl), Arrate sigue presionando por objetivos verdaderamente progresistas.

El pasado no es olvidado por quienes lo vivieron. Otro hombre con quien hablé fue detenido, torturado y luego liberado sólo para ser arrestado de nuevo tras la victoria del «No». La segunda detención fue peor que la primera. Como miembro de la resistencia estaba preparado para hacer frente a las consecuencias de su oposición a la dictadura. Pero ser arrestado de nuevo -después de haber comenzado a llevar una vida «normal»- casi lo destruyó psicológicamente. Era como si el horror nunca cesara. En todos estos años posteriores todavía no se atreve a hablar abiertamente sobre sus experiencias en un café por temor a que otro usuario lo ataque con invectivas insultantes.

Como hablamos en un parque, hizo hincapié en un punto en que muchos otros hicieron eco: Aunque hubo un cierto reconocimiento de las víctimas de la dictadura, la imputación a los autores del horror ha sido inadecuada. Pinochet murió sin ser declarado culpable. No hubo una corte de la reconciliación y en pocos casos pudo ser probada y reconocida la culpabilidad.

En este sentido, fue fascinante ver un documental, Imagen Final (www.imagenfinal.com.ar), que describe el intento de localizar al asesino militar de Leonardo Henrichsen, el camarógrafo muerto a tiros mientras filmaba el asalto traidor a La Moneda menos de tres meses antes del golpe militar. La película muestra el esfuerzo incesante de un periodista, Ernesto Carmona, para encontrar y entrevistar al hombre que cometió este crimen insólito en el que la víctima filmó su propia ejecución. Aunque Carmona fue capaz de precisar al probable asesino, fue imposible que se le enfrentara cara a cara con sus acusadores. ¿Cuántos otros delincuentes se esconden como en las sombras del pasado en Chile? ¿Cómo es posible que una nación pueda avanzar al mismo tiempo que niega su pasado?

Los grandes medios de comunicación crean la realidad con miles de millones de dólares destinados a la producción de televisión, de anuncios de diez segundos para la «familia», comedias y "noticias de veinticuatro horas" de todas partes, más el dominio casi total de los medios de comunicación impresos. Ningún ciudadano puede escapar del estruendo de la televisión y a los titulares de los quioscos que exaltan la «sociedad de consumo», no importa lo que cueste su definición de «buena vida». Esto resulta absolutamente incompatible con el cambio social. El pueblo humilde puede ser digno de lástima, pero no debe realzarse demasiado. La empatía podría conducir a «desestabilizar».

Durante mi visita, monopolizaban las ondas los esfuerzos del rescate para salvar a los 33 mineros atrapados. Se prestó poca atención a las condiciones que llevaron a los mineros a ser atrapados. No se estableció ninguna conexión entre los mineros de San José y las muertes, sólo un mes antes, de seis trabajadores de transporte de explosivos relacionados con la minería en Soquimich. Como explicó Cristian Cuevas, de la CUT, quien representa a los trabajadores subcontratados del cobre, Piñera y sus compinches pueden disfrutar del sol brillante de la publicidad internacional sobre el rescate, mientras las condiciones de trabajo de miles de mineros en Chile siguen siendo deplorables, peligrosas e inhumanas.

Abriendo paso a la verdad

Para contrarrestar la enorme ventaja de la financiación masiva a las empresas de medios de comunicación, muchas personas están utilizando cada vez más eficazmente las formas alternativas de enviar mensajes políticamente significativos.

Paulina Acevedo, activista y periodista del Observatorio Ciudadano (http://www.observatorio.cl/) ha hecho uso activo de los medios de comunicación impresos y de Internet para validar la legitimidad y la importancia de la lucha de los mapuches. (Véanse, por ejemplo, sus videos de YouTube (http://www.youtube.com/watch?v=JnVs0JCqHe4). A medida que hablaba en su casa en las afueras de Santiago, hizo hincapié en que el pueblo no tanto es «pobre,» sino empobrecido. Se hacen pobres por otros que chupan toda la riqueza para sí mismos. Al traer a primer plano el derecho histórico de los mapuches a la tierra y su cultura, Acevedo es un ejemplo de periodismo que transmite una realidad innegable, que contrasta dramáticamente con la representación de los mapuches en los medios de comunicación como violentos «terroristas».

Mientras Acevedo trabaja en el modo de activista-periodista, otros han encontrado diferentes maneras de aumentar la conciencia pública. La artista Voluspa Jarpa imprimió un conjunto de libros para dar a conocer al público textos que comprenden los documentos desclasificados de la CIA. Llama la obra «La Biblioteca de la No Historia de Chile» porque la mayor parte del texto ha sido tan fuertemente borroneado por la CIA que dice casi nada. Con ironía, Jarpa muestra la primera página del vespertino La Segunda del día del ataque al WTC manejada de esta misma manera. Debido al interés suscitado por su arte, Jarpa atrajo la atención de la televisión, lo que permitió ver información alternativa en los medios de comunicación.

Al mismo tiempo, los métodos más «tradicionales» de llegar a la gente tampoco han sido descuidados. Como director de la CUT responsable de formación, Cristián Cuevas hace hincapié en la importancia fundamental de proporcionar una perspectiva más amplia, abordando las cuestiones fundamentales de la dignidad, el respeto y las condiciones de trabajo, al mismo tiempo que se lucha por un salario equitativo. Las huelgas y las manifestaciones siguen siendo tan cruciales como siempre, no sólo para dar peso a las demandas de los trabajadores, sino también para educar tanto a los participantes y a quienes observan. (Véase, por ejemplo: http://www.youtube.com/watch?v=q1HBhcSJMas).

Cristián entiende así que la lucha tiene que librarse en muchos frentes y que el pasado informa el presente. Después de haber luchado contra la dictadura como estudiante de secundaria, sigue en pie en la vanguardia impulsando cambios más fundamentales. Además, Cristián se ha atrevido a reconocer su homosexualidad en una sociedad en que aún predominan el machismo y el conservadurismo sexual. Este clima está siendo cuestionado en otros frentes. Me reuní con un grupo de estudiantes universitarios de psicología que categóricamente protestan la discriminación contra los homosexuales. Contrariamente a las normas internacionales, muchos colegios de Chile siguen enseñando que la homosexualidad es una enfermedad que debe curarse con la psicoterapia. Quizás menos arrodillados por el hecho de haber nacido después de la dictadura, estos jóvenes están listos para ponerse de pie y desafiar la autoridad establecida que impone la política social reaccionaria.

A modo de conclusión

Chile ha sufrido una historia difícil. Después de haber mantenido una de las mayores democracias duraderas en toda América Latina, padeció una de las dictaduras militares más brutales e implacables. Veinte años de la coalición de la Concertación trajo «prosperidad» para algunos de la clase media -y una enorme deuda-, pero dejó a la gran mayoría viviendo en o por debajo del nivel de subsistencia. Chile todavía vive hoy bajo una constitución impuesta por los militares, que niega derechos humanos esenciales, incluyendo la libertad de expresión, la libertad de reunión y el debido proceso de ley que respeta los derechos de los acusados. Sin embargo, no desarraigó todo el «cáncer» de pensar libremente, de preocuparse por las necesidades y derechos de todos. Individuos y grupos comprometidos continúan la lucha por una sociedad más justa y equitativa.

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