Ruperto Concha: Ollanta Humala, una promesa y una esperanza… bajo la lupa de su pueblo

Cada semana el periodista Ruperto Concha prepara crónicas sobre acontecimientos internacionales para nuestro programa Resumen Radio, que ahora procederemos a publicar en exclusivo.

ESCÚCHALA AQUÍ

 

El martes pasado, cuando ya estaba clara la victoria de Ollanta Humala en la segunda  vuelta presidencial del Perú, un grupo de reporteros de ese país quisieron averiguar cómo la gente de la Amazonía estaba recibiendo el retorno a un presidente izquierdista.

En la ciudad de Iquitos, en las fuentes mismas del Amazonas, encontraron un grupo de mujeres  que conversaban seriamente y casi en susurros.

¿Qué les pareció la elección?… ¿Qué les parece el triunfo de Ollanta Humala?…
Las mujeres miraron fijamente a los preguntones y respondieron sin apresurarse: "Hasta aquí, la cosa parece bien. Votamos por él, pero lo estaremos observando. Tiene que cumplir sus promesas..."

La mujer que respondía se pasó un dedo fuerte y oscuro por la garganta, en un gesto que resultaba de veras asustador. Y entonces terminó su frase diciendo:
"... Porque si no..."

Quedaba claro. La diferencia entre Ollanta y Obama es que el norteamericano puede haber engañado y decepcionado a los que votaron por él, sin que le pase nada. Para el sudamericano, en cambio, para ese inesperado centroizquierdista y nacionalista victorioso, cumplir su palabra será asunto de vida o muerte.

La verdad es que Ollanta Humala está llegando al gobierno del Perú en un momento propicio pero también peligroso. Al igual que en Chile, en Perú han logrado atraer inversionistas extranjeros garantizándoles que van a tener trabajadores sumisos y baratitos, y que, sobre todo en la minería, podrán sacar camionadas y camionadas de mineral fino sin pagar más que unos impuestitos chiquititos, aunque no más sea para el "qué dirán".

Las inversiones obtenidas al precio del sacrificio de los trabajadores, han tenido el efecto de exhibir un vigoroso crecimiento económico que es recogido y publicitado como si fuera signo inequívoco de progreso. Pero, también como en Chile, el crecimiento económico sólo ha favorecido fuertemente a un sector pequeño de la nación peruana. Alrededor del 10%, han alcanzado un estupendo nivel de ingresos, comparable cono el sueldo de 5 millones de pesos mensuales que una empleada pública chilena del gobierno de Piñera, calificó despectivamente como "un sueldo reguleque".

En el Perú, con más de 30 millones de habitantes, o sea, casi el doble que Chile, ese 10 por ciento de gente privilegiada  llega a más de 3 millones. Es una masa humana que se hace notar.  Que, por ejemplo, paga millones de dólares para que lleguen unas viejas escandalosas como Madonna, a ofrecer unos conciertos con olorcillo a naftalina, por el que la gente "bien" paga más de cien dólares por cada entrada.

Es legal que los que tienen plata la gasten como les dé la gana. Pero es chocante que ese nivel de despilfarro se produzca cuando el salario de un mes de trabajo para los peones mineros y los obreros agrícolas, es menos que lo que una parejita de la flamante clase media alta del Perú puede gastar en una sola noche de espectáculo.

Al filo de la segunda vuelta, los campesinos de Puno, al noreste de la capital, estaban en huelga, enfrentándose bravamente a una alianza de guardias de seguridad, mercenarios al servicio de instituciones patronales, y policías. Y en las vísperas de la elección, un inesperado grupo guerrillero, de nombre aún no definido, tendía una emboscada en que mataron a cinco efectivos militares, y otros cuatro heridos de gravedad, de una patrulla de 30 comandos, en las cercanías del Cuzco.

Por cierto, la mayor parte de los medios de prensa, junto a los voceros de la derecha, acusaron de inmediato a la vieja guerrilla del Sendero Luminoso, que, según ellos, estaría renaciendo con vistas a prosperar en el gobierno izquierdista de Ollanta Humala.

Ya el lunes, la sola noticia del triunfo de Humala hizo que la bolsa de comercio limeña tuviera una caída catastrófica, que los propios economistas de derecha y los ejecutivos de las principales financieras reconocieron como un fenómeno completamente injustificado, ya que el programa del nuevo gobierno plantea sostener la estrategia macroeconómica, y centrar sus esfuerzos sólo en materias como mejorar la distribución de la riqueza y desarrollar el mercado interno al mejorar los ingresos de los trabajadores.

Igualmente, los principales voceros de las organizaciones empresariales hicieron un llamamiento a no ejercer presiones indebidas sobre el presidente electo.

Hasta ahora, Ollanta Humala ha establecido líneas estratégicas para su gobierno que recuerdan en mucho a la del presidente Lula da Silva, en el Brasil: con metas sencillas y claras a corto plazo:

– Mejorar la distribución de la riqueza. Aumentar los impuestos alas ganancias y disminuir los impuestos al consumo. Es decir, hacer que los ricos paguen según sus ganancias y que los pobres no paguen por ese consumo básico que no tienen  más remedio que hacer.

– Aumentar la participación popular en la toma de decisiones, abriendo caminos expeditos a plebiscitos y consultas.

– Reforzar y privilegiar los lazos regionales y la alianza con los países de UNASUR, y los acuerdos económicos regionales con el Mercosur.

No va a tener un camino fácil el presidente Ollanta Humala. Pero cuenta con un pueblo que lo va a apoyar resueltamente. Quizás hasta lo apoye heroicamente... mientras sigan percibiendo que cumple su palabra.

Si avanza firme pero serenamente, sin apresuramientos ni indisciplina, conciliando las necesidades inmediatas con los anhelos a largo plazo... Ollanta Humala puede, quizás, llegar a ser otro de los grandes líderes señeros de la nueva revolución latinoamericana.

Etiquetas
Estas leyendo

Ruperto Concha: Ollanta Humala, una promesa y una esperanza… bajo la lupa de su pueblo