La bestia de Providencia

Indignación ha provocado el despropósito del gorila pinochetista devenido en alcalde de Providencia, Cristián Labbé, de homenajear en su municipio al criminal Miguel Krassnoff Martchenko. Este ex agente de la DINA, que ostenta el grado de Brigadier de Ejército en retiro, cumple condena en el Penal Cordillera, en Santiago, luego de haber sido condenado en numerosos procesos por crímenes de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos cometidos durante la dictadura.

Krassnoff Martchenko se convirtió en oficial del ejército chileno por influencia de las redes anticomunistas y fascistas que pululaban en Sudamérica en la postguerra protegiendo nazis y criminales europeos. El reglamento de la escuela de oficiales del ejército señala que solo pueden postular a ella ciudadanos chilenos, nacidos en Chile; sin embargo, este descendiente de las guardias blancas de la Rusia zarista, nacido en Austria, fue admitido sin reparos por los jerarcas de la pomposa escuela de oficiales del prusiano ejército chileno. Fue así como Krassnoff se hizo oficial y con el grado de teniente, siguiendo su tradición familiar, formó parte de las hordas que atacaron la casa de Allende, en Tomás Moro, el día que los milicos y la derecha perpetraron su funesto golpe militar.

Como premio fue enviado a un curso rápido de guerra anti subversiva en la diestra Escuela de las Américas, que los Estados Unidos mantiene en Panamá con el fin de preparar criminales especialistas para la lucha contra los enemigos del imperio, es decir, todos los que no estén a su servicio.

De regreso en Chile, en febrero del 74, ya doctorado de torturador y eliminador de subversivos y comunistas, Krassnoff se integra como agente operativo de la DINA, el aparato de exterminio creado ex profeso por Pinochet y Contreras para eliminar a las organizaciones populares y de la izquierda. Krassnoff Martchenko, con el grado de teniente primero y capitán después, se hizo cargo del recinto de prisión y torturas en que habían convertido la casa de calle Londres 38. Siguió su ascendente camino de exterminador por los cuarteles de tortura y muerte de José Domingo Cañas y Villa Grimaldi. En este último recinto, este criminal imperturbable formó parte de la Brigada Caupolicán y dirigió la Agrupación Halcón, destinada a la persecución y exterminio del MIR.

La Agrupación Halcón, como todas las otras unidades represivas, no era más que una patota de criminales donde cada bestia podía dar rienda suelta a sus delirios anticomunistas y a sus instintos más aberrantes. Krassnoff era un bestia guía de sus secuaces, entre los que destacaron el Tulio Pereira, el Troglo Basclay Zapata, el Guatón Romo, el Muñeca José Aravena, el Cara de Santo Fuentes Torres, el Negro Nelson Paz, la Chica Teresa Osorio, el Chico Osvaldo Pulgar, entre otros especímenes que hicieron su escuela bajo la dura mano del maestro ruso. 

A cargo entonces de su propia patota de criminales se dedicó a dictar cátedra capturando opositores al régimen dictatorial, torturando y matando prisioneros. Entre los crímenes más deleznables está el asesinato de Diana Aron, una joven periodista mirista embarazada de 7 meses, que fue capturada a balazos, herida fue llevada a Villa Grimaldi y luego a un recinto hospitalario, pero desde allí fue sacada por Krassnoff y su patota para torturarla hasta la muerte. Este es el sello de Krassnoff; lo mismo puede encontrarse en el asesinato del sacerdote español Antonio Llidó Mengual, o en el crimen de Lumi Videla, que fue capturada, torturada y asesinada por este sujeto y luego su cadáver fue arrojado hacia el interior de la embajada de Italia, en una más de las turbias maniobras de guerra psicológica que eran normales en la época de la dictadura. Pareciera ser que la orla que lo convirtió en ídolo de los fachos y psicópatas delirantes fue haber participado en el enfrentamiento en que cayó abatido el líder del MIR, Miguel Enríquez, en dónde Krassnoff habría tenido el especial cuidado de descargar una ráfaga de gracia sobre el dirigente caído, gesto que le valió una condecoración del tirano.

Entre 1973 y 1978 se hartó de matar y torturar. Luego, cuando la DINA cambia de nombre a CNI, Krassnoff, con todos sus ascensos y premios a cuestas, vuelve a las filas de uniforme y continúa su rutilante carrera de militar de carrera. Con el amparo de sus antiguos amos y protectores, y con el amparo de la ceguera de los pusilámines, continuó al mando de unidades y tropas hasta que la detención de Pinochet en Londres, en 1998, le impide seguir ascendiendo en su flamante carrera de criminal de uniforme y debe retirarse con el grado de brigadier (inventado por Pinochet, como otros tantos puestos militares, para darle más tiempo de carrera, y de sueldos y prebendas, a sus matones y serviles).

En la actualidad, Krassnoff Martchenko cumple condena por sus crímenes. Ha sido condenado a firme, esto es con sentencia definitiva de la Corte Suprema, en veinte causas que involucran a 27 víctimas, que suman más de 120 años de condena. Tiene tres condenas en Segunda instancia (Corte de Apelaciones), y una condena en primera instancia. Continúa procesado por las causas conocidas como "Operación Colombo", que involucra a 119 víctimas, "Operación Cóndor, por decenas de víctimas, y causa de "Calle Conferencia", que involucra a una decena de dirigentes comunistas. A eso se suma otras 7 acusaciones en otras causas y una condena en ausencia dictada en Francia por el crimen de ciudadanos franceses en Chile.

Por la evidencia y significación de todo este prontuario es que causa indignación que se le pretenda rendir homenaje a un criminal de esta calaña. Un país, un estado, una sociedad, necesita vivir con ciertos criterios de normalidad, de democracia, de moral, de decencia, y un mínimo de todo esto es lo que se le exige al gobierno de este país. Que el pinochetismo había llegado a la Moneda era un hecho evidente, sobre todo en los últimos meses en donde el gobierno ha hecho gala de una represión exagerada para tratar de contener la movilización social. Pero hasta el extremo de aceptar homenajes para criminales no se esperaba que llegaran, al menos no tan pronto ni de forma tan descarada.

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