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Espacios conquistados

Este 2011 quedará marcado como el que señaló un renacer de la lucha social chilena. Por más de dos décadas las luchas sociales habían sido morigeradas, cooptadas y neutralizadas por las cúpulas políticas y las burocracias sindicales y gremiales. Los dueños y los administradores del modelo económico y del sistema político dominante habían podido gobernar a su antojo, imponer sus arbitrios, y construir un país a la medida de sus ambiciones y proyectos. Así cimentaron un modelo de desarrollo diseñado bajo el amparo del terror dictatorial; modelo que fue perfeccionado por la flaqueza política y moral de la Concertación que, una vez en el gobierno, no vaciló un instante en abandonar las banderas y traicionar las esperanzas que el pueblo había forjado en la lucha por derribar la tiranía. Sin embargo, el amplio movimiento social surgido al influjo de las luchas estudiantiles volvió a levantar la organización y la movilización social como herramienta de defensa de los derechos ciudadanos y como herramienta de lucha por las reivindicaciones de las mayorías.

Este modelo de dominación ha quedado crudamente desnudado por las intensas y extensas movilizaciones sociales que se han producido durante todo este último año. Pero también ha quedado en evidencia por el abuso, llevado a los límites del hartazgo, de un empresariado inescrupuloso y depredador que carcome todas las actividades económicas del país y corroe toda posibilidad de un verdadero desarrollo nacional. La clase política, administradora y comparsa de este sistema, se ha dedicado a cubrir las espaldas y satisfacer las ambiciones de la casta empresarial dominante.

La ciudadanía descubrió las falacias y atrocidades  del sistema y decidió decir basta. Ya no se conforma ni se deja engañar por las grandes mentiras creadas para adornar y manipular en torno a las supuestas ventajas de un modelo que se agotó en su propia avaricia. Tampoco se muestra dispuesta a seguir aceptando una forma de representación política que se caracteriza, precisamente, por negar la participación política ciudadana. Por un lado, un modelo basado en la explotación, en el abuso, en el atropello y que genera y reproduce la desigualdad, la segregación, las inequidades; y por otro, un sistema basado en la negación de la ciudadanía y en la represión policial, es lo que ha terminado de colmar la capacidad de tolerancia de la mayoría de la población chilena.

Junto a todas las demandas que puso en el tapete la movilización estudiantil y social, han surgido y se han desarrollado otras demandas y otras luchas. Las movilizaciones de los magallánicos y su Asamblea Ciudadana fue la primera gran señal del despertar ciudadano. Le siguieron las constantes manifestaciones de los afectados y damnificados por el terremoto y maremoto de febrero del 2010 que han debido pelear en las calles la posibilidad de forzar soluciones a sus necesidades. Las movilizaciones ciudadanas contra la instalación de centrales hidroeléctricas en Aysén y Panguipulli, y contra las centrales termoeléctricas en Coronel, Laraquete, Barrancones, entre otros lugares, han estado marcando una constante en donde los ciudadanos demuestran que no están dispuestos a ser pisoteados por autoridades indolentes ni empresarios depredadores.

En este escenario de movilizaciones, atropellos y reclamos, hemos visto los descarados abusos en que incurren los dueños del modelo. A la conocida, pero ya olvidada, colusión de las grandes cadenas farmacéuticas, se suman las inescrupulosas e infames prácticas de La Polar y las empresas del retail, la colusión de las empresas de transporte de pasajeros, la colusión de los empresarios avícolas, la colusión de los supermercados, y la interminable cantidad de denuncias que trabajadores, consumidores y afectados realizan contra empresarios, entidades financieras y prestadoras de servicios.

La ciudadanía víctima de la desigualdad, del abuso y del atropello constante de un modelo agotado ha comenzado a organizarse, a manifestarse y a exigir cambios de fondo. La decisión de decir basta y la disposición a organizarse surge también como la primera herramienta para comenzar a forjar esos cambios. Terminar con este modelo injusto y terminar con una constitución antidemocrática y restrictiva surgen como los grandes objetivos de este año que termina. La sordera de los gobernantes y de la clase política, la arrogancia de los poderosos, la represión como única respuesta, le enseña a los grupos ciudadanos que no es suficiente con protestar y exigir, también se hace necesario generar condiciones de organización y coordinar esfuerzos para imponer los cambios que el Chile de hoy reclama.

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