Una nueva muestra de desprecio por la educación pública

Haciendo oídos sordos al movimiento social, en la Cámara de Diputados se discuten dos proyectos que aumentan las exigencias a las escuelas municipales y benefician al sector particular subvencionado. "El desinterés de los actuales gobernantes por la educación pública, reflejado en estos dos proyectos de ley, da cuenta de su total sordera frente a las demandas del movimiento social. Cuando se mantiene en el tiempo, la violencia que engendra el sordo que no quiere oír se vuelve insoportable", afirma Patricia Politzer, miembro del directorio de Educación2020.

El pasado martes 13 fue un día de la mala suerte para la educación chilena, pero casi nadie parece haberse dado cuenta. Dos fueron los temas en tabla en la comisión correspondiente de la Cámara de Diputados: el proyecto de ley que aumenta las subvenciones a las escuelas y el proyecto de carrera docente.

El gobierno decidió aplicar "suma urgencia" al aumento de la subvenciones y, por lo tanto, dicho proyecto pasó al primer lugar de la discusión. Resultado: se aprobó la idea de legislar con siete votos a favor de parlamentarios oficialistas y seis votos en contra de la Concertación.

Mientras en Aysén y en La Moneda, las autoridades aseguran estar dispuestas al diálogo y anuncian manu militari frente a las manifestaciones sociales, en esa sesión de martes 13 en la comisión de Educación de la Cámara se cocinaba un suculento caldo de cultivo para nuevas protestas estudiantiles.

Como si el viento se hubiese llevado todo lo ocurrido el año pasado, el gobierno busca incrementar las subvenciones escolares en montos que hacen imposible cumplir sus propias promesas de duplicarlas en año 2018. Pero lo más grave no está en la cantidad sino en seguir entregando dinero de todos los chilenos a los privados que pueden lucrar con la educación. Es decir, ignorar por completo el clamor por una educación pública gratuita y de calidad para los niños chilenos.

La aprobación de esta ley significa mantener intacto el sistema que ha reducido la educación pública a un 37 por ciento del total de la matrícula, el porcentaje más bajo del planeta. En los países de la OCDE, con los que nos encanta compararnos, la educación pública cubre más del 85 por ciento de la enseñanza.

Al mantener el sistema intacto se seguirá incrementando la brecha entre escuelas públicas desfinanciadas y escuelas particulares subvencionadas, con fines de lucro, y que aumentan sus ingresos con el pago adicional que se cobra a los apoderados. Más aún, dado que la educación pública está reducida sólo al 37 por ciento, el sector particular se lleva la mayor parte de la torta de destinada a la subvención, que se paga de acuerdo a la asistencia de los alumnos. Esto apunta a la desaparición total de la educación pública que, en más de una oportunidad, se prometió reforzar.

Como era de presumir, el martes 13 no alcanzó el tiempo para el segundo punto de la tabla: la futura carrera docente. Una lástima; porque ya todos sabemos que, para conseguir una educación de calidad, tanto o más relevante que las subvenciones son los buenos profesores.

Un maestro educa alrededor de 2.000 niños a lo largo de su carrera. Es decir, un mal profesor puede estropear la vida de miles de chilenos. Bastan dos o tres años de malos educadores para que el daño sea difícil de revertir o, incluso, irreparable.

Una carrera docente que asegure la excelencia profesional es indispensable y urgente. No hay grandes misterios por resolver: se requiere una carrera atractiva, con alta valoración social, evaluaciones periódicas, buenas condiciones laborales y sueldos atractivos. Pero, sobre todo, los profesores deben tener una formación profesional que no deje dudas sobre lo que será su desempeño en el aula. Como ocurre con los médicos, la prueba INICIA, que mide a los egresados de pedagogía, debe ser obligatoria para ejercer. Pero también debe influir en la acreditación de las escuelas de Pedagogía, por más privadas que sean.

Lo sorprendente es que también el proyecto de carrera docente deja en evidencia el desprecio por la educación pública. De acuerdo a la propuesta, todos los futuros maestros tendrán que rendir la prueba INICIA y en todas las escuelas se disminuirán las horas lectivas. Pero mientras en las escuelas municipales los profesores tendrán que enfrentar evaluaciones periódicas para avanzar en la carrera docente e incrementar sus remuneraciones, a los colegios particulares subvencionados se les aumentará la subvención que conlleva este proceso pero sin las mismas obligaciones. Es decir, más recursos prácticamente sin exigencias.

En la lógica empresarial, esto seguramente se traducirá en más escuelas privadas con recursos del Estado o mayores ganancias para los sostenedores.

El proyecto de carrera docente es esencial para cualquier reforma educacional. Su discusión está en tabla para el martes 20, y han sido invitados a la comisión el ministro de Educación, Harald Beyer, y el presidente del Colegio de Profesores, Jaime Gajardo. Ojalá ambos lleguen a la Cámara de Diputados con verdadero ánimo de diálogo, es decir, con los oídos dispuestos para escuchar y la mente clara para avanzar hacia un sistema que fortalezca la educación pública, esencial en una sociedad democrática, y que asegure la calidad a todos los niveles, esencial para una sociedad más justa.

Más allá de un cierto fanatismo ideológico, el desinterés de los actuales gobernantes por la educación pública, reflejado en estos dos proyectos de ley, da cuenta de su total sordera frente a las demandas del movimiento social. Cuando se mantiene en el tiempo, la violencia que engendra el sordo que no quiere oír se vuelve insoportable.

Foto: Ciperchile.cl

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