El pueblo puntúo.

Toma un borrador y limpia la pizarra.

Guardar silencio por momentos no será perjudicial, sino provechoso. De la pizarra han sido borrados todos los itsmos y conceptos a priori -que por cierto significa independientemente de la experiencia y no antes de-. Si me perdonan, una pequeña confesión: pienso que casi todas las discusiones que se dan alrededor del presente y la proyección del movimiento social y popular regional, se enfrascan en problemas de identidad, a que ismo pertenecen, y no a discusiones de carácter ideológico. El anarquismo, el comunismo, el socialismo y el mirismo son, serán y han sido valiosos para el movimiento popular chileno, independientemente del partido o movimiento que los haya levantado como bandera propia. Es una verdad inherente a la historia popular.

Hoy el problema no es el carácter ideológico de las organizaciones, sino su carácter heterónomo. Un ejemplo: a pesar de la gran producción de material historiográfico sobre la violencia en Chile, las discusiones en torno a este tema, obedecen a una lógica impuesta desde las castas dominantes consolidada en la visión acerca de lo que significa ultra izquierda, a quien pertenece el uso y la defensa de la violencia. Porque, aunque les moleste al sectarismo de izquierda, una izquierda rebelde y radical no es necesariamente una ultra izquierda. Para ellos el mensaje: vuelvan a leer a Lenin, si es que lo leyeron.

Y para la izquierda rebelde y radical, donde incluyo a los anarquistas aunque les moleste, gastar saliva y recursos en la defensa de la legitimidad de la violencia es de una autocomplacencia ensordecedora y sospechosa. Dejen de creerse lo que La Tercera conceptualizó como lo Ultra.

 

Borren la pizarra.

 

Ese pequeño ejemplo puede graficar lo que ha sucedido, paulatinamente, con la supuesta primavera chilena. Hoy lo ultra, está domesticado. Y lo ultra es sencillamente aquellos que no se tragan el cuento del país largo y hermoso en el que habitamos. Hoy, la concertación, incluido el PC también son Ultra.

Porque ser ultra es fácil, hay que no estar de acuerdo, al menos en cuanto a palabras. Lo ultra es también parte del sistema, ha sido el vapor que sale pacientemente de la olla presión sin estallar.

 

Debemos sublevarnos popularmente, lo que significa en un sentido amplio. Y eso se hace levantando y ayudando a levantar organizaciones y estructuras, aunque sean por afinidad que trasciendan lo coyuntural, que sean sistemáticas en su confrontación contra el modelo y su práctica pedagógica cotidiana. Y eso es más que llamar a marchas, que son bastante importantes, pero no sustanciales cuando nos dicen como y donde marchar, si debe ser pacíficas o violentas, con carnavales o piedras. Hay que desarrollar autonomía respecto de los partidos políticos, pero no solo de estar en sus filas, sino también de sus prácticas y tutelas teóricas y políticas.

 

Del repliegue estudiantil y el alzamiento popular.

 

Para muchos, el movimiento estudiantil del año pasado toco techo y comprendió la necesaria socialización de sus demandas para conseguir sus objetivos, cuestión que sería puesta en práctica durante el 2012. Para otros, en los que me incluyo, el movimiento estudiantil nació para morir sin conseguir sus objetivos, mártir de la lucha contra el saco de grasa estatal y de paso volvió a resignificar la barricada y la violencia política popular, porque el joven chileno, más que estudiante se sintió pueblo. El pueblo choro se levanta paulatinamente. Ayer fue Aysén, en el sur, hoy Freirina, en el norte, mañana, cualquier lugar del territorio. Hoy, discutir sobre los ismos es inconducente, y el pueblo ha demostrado que uniéndose en torno a demandas territoriales transversales, la resistencia al modelo supera las expectativas de los más optimistas.

El repliegue estudiantil es necesario en la medida que el pueblo chileno se alza bajo su sacrificio anónimo. Y ese repliegue no es direccionado concientemente por los estudiantes, sino que es obligado por los avances de la comunidad que lucha. La lucha por los derechos básicos volvió a ser resignificada y hoy se expresa más allá de una justa demanda educativa. El chileno sintió el gustito de la dignidad.

 

Y los poderosos sienten el gustito del miedo. Porque el pueblo los asusta.

 

Como el Roto Choro, de Pablo de Rokha:

 

"Mal hablado y pendenciero,

racimo de yerba negra,

todavía el corvo integra

su figura de naviero

piojoso y aventurero

mido en el ventarrón,

y aún le queda corazon

a esa inmensa ruina humana

para agarrar la picana

y clavársela a1 patrón. "

 

 

A tomar el cielo por asalto.

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