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RESUMIENDO

1° de Mayo: Día de los trabajadores

Una nueva conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores nos remonta siempre a los mártires de Chicago y la lucha de miles contra la explotación extrema y por lograr mejores condiciones laborales. Movilizaciones, manifestaciones, huelgas y lucha permanente fueron los cimientos en los cuales se forjó el movimiento obrero internacional desde fines del siglo XIX.

Sin embargo, las conquistas del pasado no han terminado con la explotación de los trabajadores, la expoliación del trabajo, el abuso de los poderosos. Ante cada conquista de los trabajadores, los poderosos han creado una nueva trampa y formas de seguir garantizando sus dominios. A cada paso avanzado los poderes del dinero y el capital han impuesto nuevos diques y mecanismos de contención para proteger sus privilegios. El tiempo ha pasado, pero las condiciones de dominación y explotación siguen vigentes y presentes; han cambiado de ropaje, tal vez, han mutado los métodos, tal vez, han sofisticado las formas, tal vez, pero la esencia sigue siendo la misma: la concentración del poder y la acumulación del dinero a costa del abuso y el atropello de los más necesitados, de los débiles, de las grandes mayorías.

Si recordamos que los mártires de Chicago cayeron luchando por lograr una jornada de trabajo de 8 horas diarias máximo, resulta indigno y no logra entenderse que hoy en Chile sea habitual y natural las jornadas de 12, 14 y más horas de trabajo diarias. Las llamadas empresas del retail, grandes tiendas, grandes cadenas de supermercados, grandes empresas de comercio, son la expresión más grosera y aberrante del abuso y el atropello sobre sus fuerzas laborales. Abuso y atropello que solo es posible por una legislación construida a la medida de los explotadores durante la miserable dictadura militar y agiornada con esmero servil por la clase política complaciente y corrupta.

Abuso y atropello que se replica como tradición de clase en los diversos sectores de la producción y la economía; por ejemplo en la agroindustria, en la industria forestal, y para que decir en la gran minería. Una legislación de vergüenza, la subcontratación, los multirut, y el chantaje de la cesantía han sido los mecanismos preferidos para someter la voluntad de los trabajadores, impedir su organización, conculcar sus derechos.

Pero a estos chantajes habituales y propios de un sistema capitalista feroz, se ha sumado el chantaje sutil, pero eficaz y pérfido, del endeudamiento. La esclavitud de las tarjetas de crédito, suministradas con ligereza embaucadora por entidades comerciales y financieras, que logran atrapar en sus redes consumistas los ingresos de grandes masas de trabajadores y ciudadanos. Hace 100 años los poderosos pagaban con fichas y los trabajadores quedaban debiendo en las pulperías y comercios de los patronos; hoy en día pagan en una ventanilla, pero en la ventanilla del lado están recibiendo lo que acaban de entregar y más. Más porque los trabajadores siempre quedan debiendo en esas ventanillas crediticias y de tarjetas devoradoras; más porque con los intereses, y pactos, y renegociaciones, esas deudas aumentan y se multiplican de manera agobiante e interminable.

Peor aún, los dineros de los trabajadores destinados a su previsión, a su jubilación, a su vejez, están siendo esquilmados por el sistema de estafa más infame que el capitalismo pudo haber inventado. Las AFP no son más que asociaciones de "Pepito paga doble", donde los trabajadores depositan sus ahorros previsionales y estos estafadores de la cota mil se enriquecen, especulan, y juegan con esos dineros ajenos. No solo eso, sino que también usan esos dineros, a través de las entidades financieras de las que son dueños, para otorgar créditos y préstamos a los mismos trabajadores ahorrantes. Créditos y préstamos que son "cedidos" bajo condiciones leoninas de intereses y pago. Es una estafa, un robo en descampado, amparado por esa clase política no solo inepta y corrupta, sino que también inmoral y amoral.

Hace 100 años se trabajaba para comer y se vivía para trabajar; hoy en día, se trabaja para pagar y se vive para pagar. La relación sigue siendo la misma. La idea originaria de los luchadores de hace dos siglos de trabajar para vivir sigue siendo una ilusión, una quimera, una necesidad, una esperanza.

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