Unas breves pinceladas sobre el escenario sirio

Los intereses extranjeros son una de las claves para comprender el conflicto actual. La histórica hipocresía occidental se muestra nuevamente en Siria

El llamado conflicto sirio sigue cobrándose víctimas. Hace más de dieciséis meses que sobre este estado se centra la atención mediática y política de buena parte de la comunidad internacional, y donde una confluencia y un choque de intereses comparten el escenario en Siria.

Los esfuerzos diplomáticos, los enfrentamientos armados, las protestas civiles, las maniobras para impulsar un cambio de régimen son algunos elementos que sobrevuelan Siria durante todo este tiempo. Y en muchas ocasiones unos y otros contraponen o se complementan.

Mientras que Annan se vuelve a reunir con al Assad para recuperar su maltrecho plan, hace unos días en Ginebra se reunía el llamado "Grupo de Acción para Siria", formado por los cinco países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU y varios países de Oriente Próximo. Una reunión que acabó sin acuerdo, pero que al parecer, y según algunas filtraciones se estaría a puertas de un cierto consenso. Esos actores coinciden en la necesidad de cambios políticos en Siria y al mismo tiempo en conformar un gobierno de transición con miembros de la oposición y del actual régimen.

El gobierno sirio sigue defendiendo lo que considera su soberanía y sobre todo, ante los intentos cada vez más evidentes de cambio de régimen, continúa apostando por su propio régimen. En estos meses, al Assad se ha mostrado dispuesto a iniciar reformas políticas, e incluso ha dado su visto bueno al plan de Annan.

Al mismo tiempo, también ha mostrado su músculo y se defiende militarmente de lo que considera agresiones contra su sistema. El derribo del avión turco (que podría estar espiando en torno a la base de Tartus) demostró que el sistema de defensa sirio funciona y que cualquier intervención extranjera tendrá consecuencias en la región, las declaraciones del propio al Assad anunciando estar inmersos en "una guerra civil", o la deserción de un estrecho colaborador, son también elementos que condicionan el devenir de los acontecimientos en el país.

La oposición tampoco logra hacerse con el control de la situación, a pesar de los importantes apoyos extranjeros que recibe. Como bien señalaba un periodista local, las fuerzas opositoras al gobierno sirio están "divididas, reina un ambiente de desconfianza, son débiles y les falta experiencia". Todo ello es una muestra evidente también de que son actores fácilmente manipulables por terceros actores.

A día de hoy no tienen una agenda común, más allá de lograr la caída de al Assad. El Ejército Libre de Siria (ELS), cuenta con la asistencia del llamado "quinteto" (EEUU, Consejo de Cooperación del Golfo, Turquía, OTAN y al Qaeda). Así, mientras que Arabia Saudita, Qatar y Turquía ofrecen apoyo material a los rebeldes, EEUU y sus aliados en la OTAN estarían aportando soporte de inteligencia y "otras formas de asistencia" (la presencia de la CIA en Turquía es más que evidente).

Junto al ELS conviven decenas de brigadas independientes, que con una marcada agenda política de corte islamista. Alzan la bandera del jihadismo y se nutren de apoyos que las redes del jihadismo transnacional han desarrollado en la región en estos años.

La reciente deserción del general Munaf Tlass ha supuesto un empujón a los intereses de la oposición. Hasta ahora los abandonos de las filas del gobierno han sido escasos (una de las estrategias occidentales que ha fracasado), sin embargo, los lazos históricos que han mantenido las familias Tlass (sunitas) y al Assad (alawitas) escenificaban una especie de alianza entre ambas corrientes. Este movimiento abre la puerta a conjeturas en torno a una reubicación de fuerzas sunitas, e incluso a la posibilidad de un golpe palaciego. No obstante, en torno al tema de las deserciones también han surgido dudas. Desde algunos sectores de la oposición se teme que algunos desertores puedan actuar como dobles agentes, e incluso que el precio pagado para la deserción de algunos pueda "superarse con una contraoferta del otro bando".

Los intereses extranjeros son una de las claves para comprender el conflicto actual. La histórica hipocresía occidental se muestra nuevamente en Siria. La «defensa de los derechos humanos» del estado francés (con sus antecedentes en Siria, Argelia e Indochina), la creación de fronteras artificiales en la región, son muestras de ello. Como señalan algunos analistas, cuando desde esos actores se habla de Derechos Humanos, "lo que de verdad están defendiendo son sus propios intereses geopolíticos".

Las maniobras bajo la mesa han sido una constante. Ejemplo de esa hipocresía la encontramos en Arabia Saudí, que hace un año ofrecieron su apoyo a al Assad a cambio que éste cesara su alianza con Irán. El rechazo del dirigente sirio provocó que los dirigentes sauditas se volcarán en impulsar las redes jihadistas como lo han hecho en el pasado en Afganistán o Iraq.

Por su parte, Rusia no está dispuesta a ser engañada nuevamente como en Libia, ni a aceptar situaciones como la de Iraq. Algunas fuentes señalan que la diplomacia rusa estaría observando con interés el llamado modelo egipcio, sacrificando al actual presidente sirio, pero manteniendo los soportes militares y de seguridad del régimen, que seguirían controlando el proceso.

El cambio de régimen beneficiaría a Turquía, que podría incrementar su peso regional; a las cleptocracias del Golfo, que lograrían un tanto en su pulso con Teherán; a las corrientes jihadistas transnacionales, que encontrarían otro teatro de inestabilidad para aumentar su presencia; a determinadas cancillerías occidentales, que se quitarían de en medio a un dirigente "incómodo" para sus propios intereses.

Sin embargo, lo que la mayor parte de actores observan con temor es la posibilidad de que el caos se instale en Siria, y las consecuencias que ello acarrearía para el conjunto de la región. Las consecuencias colaterales en el siempre complejo escenario libanés, en Iraq, en Jordania e incluso en Turquía, aflorarían en ese supuesto escenario caótico.

La manipulación mediática, o la guerra de la información, también juega sus bazas. El bombardeo mediático que utilizan algunos medios occidentales, basados normalmente en "fuentes o reportaje sin confirmar" y en vídeos de youtube, está mostrando algunas brechas. Un ejemplo lo encontramos en torno a la llamada masacre de Houla.

En un primer momento la BBC publica imágenes de decenas de civiles muertos, acusando de ello a las fuerzas gubernamentales sirias. Cuando se demuestra que las citadas imágenes pertenecían a un suceso del Iraq en 2003, las cosas comienzan a cambiar. Además, posteriormente se filtra que los autores de la masacre eran miembros del ELS y que los muertos eran partidarios del gobierno, esta "noticia" deja de interesar y desaparece de los citados medios.

La carta kurda también asoma en Siria. Las primeras protestas contra al Assad las protagonizaron los kurdos que viven en Siria, pero pronto decidieron pasar a un segundo plano, a la vista del cariz que tomaba la llamada oposición, y conscientes de que han sido utilizados y vendidos en otras ocasiones por diferentes actores.

En la actualidad los Comités de defensa Popular, ligados al Partido de la Unión Democrática (PYD) controlan los barrios de Alepo y de Ifran, donde la población kurda es mayoría. Así mismo ante un supuesto repliegue del ejército sirio, han pasado a controlar la zona de mayoría kurda en el país. Esta situación no gusta a al Assad, ni tampoco a Turquía, y mucho menos a la oposición, que recientemente declaró su rechazo a la autodeterminación kurda, lo que provocó el abandono de la reunión de los representantes kurdos.

Turquía estaría buscando enfrentamientos entre los propios kurdos para debilitar al PYD, que guarda relaciones directas con el PKK, y desde Ankara se teme que la zona kurda ocupada por Siria siga los pasos de la iraquí y ello evidentemente tendría consecuencias en el norte del Kurdistán, ocupado por Turquía.

Damasco por su parte estaría armando a las tribus árabes de la zona, instaladas allí dentro de la campaña de arabización de los setenta que impulsó el gobierno sirio para debilitar al pueblo kurdo. La Unión de Tribus Árabes de Siria (USAT) ha manifestado públicamente su rechazo a reconocer a la nación kurda.

Por su parte los kurdos no aceptan la presencia del ELS en sus pueblos, porque "daría una excusa al ejército sirio para atacarnos" y la falta de coordinación del propio ELS permite "la presencia de bandas de delincuentes que operan en su nombre".

Los dirigentes kurdos conocen muy bien la historia de su pueblo y por eso a día de hoy no confían en casi nadie, y temen que al igual que en el pasado unos se aprovechen de la situación para finalmente dejar vendido al pueblo kurdo.

El escenario sirio sigue sumido en un difícil y complejo panorama. El conflicto armado sigue a día de hoy cobrándose la vida de decenas de personas, y el devenir de los acontecimientos se presenta incierto. La sombra del cambio de régimen seguirá planeando, de forma más nítida en ocasiones, en Siria.

Algunas fuentes afirman que a día de hoy una intervención militar directa por parte de las fuerzas extranjeras no es factible ante la fragmentación de la oposición, y también por el peso que adquiere dentro de ésta las facciones islamistas, así como por la postura reacia que mantienen Rusia, China e Irán, e incluso por el coste económico que supondría una ocupación militar.

Frente a esas teorías, otros apuestan por acentuar la atención en las próximas elecciones en EEUU, que sin duda condicionarán la postura de las potencias occidentales, siempre haciendo el coro a los designios de Washington. Sin olvidar tampoco que situaciones conflictivas y no deseadas de carácter puntual que podrían tener lugar en otros lugares del mundo provocarían la necesidad de desviar la atención mediática y para ello el conflicto sirio siempre es un tema recurrente.

Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

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