Campamento protesta cumplirá una semana frente a termoeléctrica

Una controversia silenciosa ha sido la instalación y el funcionamiento  de dos centrales termoeléctricas en Coronel, ya que nadie sabía con claridad que efectos tendría en el ecosistema y en el ambiente de la comuna. Desde el interior del complejo se aseguraba y garantizaba que los impactos medioambientales serían tan mínimos que ni los vecinos ni los ecosistemas se verían alterados o afectados por las emanaciones de cenizas y  el vertimiento de aguas calientes, afirmaciones respaldadas por organismos fiscalizadores gubernamentales y el propio municipio Coronelino.

Sin embargo, y como era de esperarse, con el pasar de los meses salieron a la luz los primeros
rastros de alteración ambiental y de suelo, como casas agrietadas por las vibraciones, desaparición paulatina de flora y fauna marina y molestos ruidos en los alrededores de estas monstruosas plantas, las cuales se encuentran funcionando a pocos metros de poblaciones, escuelas y hospitales.

En el litoral del carbón las mujeres de los sectores costeros recolectaban recursos de la orilla para generar ingresos: las llamadas orilleras han trabajado durante décadas en las costas de Playa Negra, sin embargo los recursos comenzaron a desaparecer hasta el punto cero, tras la instalación de las termoeléctricas.  Es por esto que un grupo cuantioso de trabajadoras decidió levantar un campamento protesta en las afueras de la planta Santa Maria, ya que aseguran que las descargas de agua caliente producidas por esta central fueron matando de a poco la flora y fauna del borde marino, quitándoles por consecuencia su fuente de trabajo y de ingresos.

En conversación con Resumen la dirigente del grupo movilizado, Cinthia Garcia, aseguró que durante los treinta años que ella llevaba desempeñándose en el oficio jamás se había apreciado un fenómeno similar, por lo que solo es atribuible a las operaciones de la planta energética. Ya no hay luga, algas, chanchitos de mar, nada, las aguas calientes mataron todo y lo que no murió seguramente emigró ya que la temperatura del agua se vio seriamente alterada, replicó la dirigenta, la cual se encuentra acompañada por varias decenas de mujeres, quienes valientemente han soportado el calor, el frio y el viento costero para demostrar su descontento y exigir una indemnización de veinticinco millones de pesos por familia afectada.

Desde la empresa les han ofrecido programas de capacitación y fomento que no dejan contentas a las familias, ya que más que detener la contaminación buscan integrar a las trabajadores a los procesos productivos de la planta.

La custodia policial ha sido permanente, los insultos por personal de Carabineros abundan por las noches en el campamento, la respuesta del municipio ha sido insatisfactoria en todo momento por lo que el grupo ya no confía en el organismo. Solo esperan un poco de voluntad para que su demanda sea acogida y logren ser indemnizadas para poder comenzar de nuevo, pero ya lejos del mar, ese que en su momento estuvo lleno de vida pero que hoy se rebalsa de muerte.

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