Ya está en Kioscos RESUMEN Nº52

Resumiendo

Previsible y preocupante

Las recientes elecciones presidenciales y parlamentarias vinieron a confirmar lo que sabíamos: la crisis de representatividad, y por tanto de legitimidad, del modelo político e institucional vigente. La alta tasa de abstención que se produjo en una votación que por vez primera se hacía con el sistema de voto voluntario, demuestra que la clase política no logra concitar el interés ni convocar la voluntad de la población. Pese al amplio abanico de candidatos y de opciones, la ciudadanía no participó del proceso electoral en la proporción que reflejara un cierto interés y confianza en el acto convocado por la institucionalidad dominante. Todo hace presumir que en la segunda vuelta presidencial ocurrirá algo similar, o más acentuado aún. Y es natural que así sea.

La ciudadanía tiene causas de fondo y de sobra para no tener confianza en la actuación de una casta que se ha caracterizado por el desprecio, la instrumentalización y el engaño hacia los ciudadanos, al mismo tiempo que se ha esmerado en su papel de servidores y agentes del gran empresariado nacional y extranjero. La clase política ha pervertido la función de la política, del estado, de la ciudadanía en la construcción y desarrollo de la sociedad, subordinando todo el que hacer nacional a los intereses del gran capital y a las sacrosantas reglas e imposiciones de la economía de mercado. La consecuencia de esto es el alejamiento de la población de la cosa pública y de la cuestión política; consecuencia que, por lo demás, es inherente y coherente con el modelo de dominación, pues forma parte de su estructura y objetivos.

Por lo tanto, tampoco hay que confundirse. La abstención es, lamentablemente y sobre todo, reflejo de despolitización. Contrario a lo que algunos quieren interpretar, esta alta tasa de abstención no representa un rechazo consciente y alternativo al sistema político y modelo económico, sino que es tan solo expresión de la abulia, de la apatía, del desgano, del descompromiso de esa población con respecto de su propio futuro. Seamos claros. No es que el 52 % de los ciudadanos que se abstuvieron de ir a votar estén forjando un camino alternativo al modelo y al sistema, y que como una demostración de eso se manifiesta en no concurrir a votar. Lo realmente cierto es que la gran mayoría de los abstencionistas, lo son porque no tienen un gran interés por la cosa política en general, por lo social, por lo colectivo. Lo que demuestra esta alta tasa de abstención es que se ha ido incrementando la despolitización de la población; y este hecho también constituye un triunfo, un éxito del modelo dominante. La despolitización se produce porque el modelo ha logrado convencer que solo el esfuerzo individual, el dinero y el mercado son los que determinan y condicionan el futuro de las personas. Este convencimiento se produce no sólo por la propaganda y publicidad generada en tal sentido, sino principalmente por la preponderancia que el gran capital tiene en las decisiones políticas de gobiernos y parlamentarios para imponer sus designios. Se produce también por la actitud utilitaria, demagógica y falsa con que la clase política se ha acercado a la población en torno a cada ciclo electoral. Cambian nombres, cambian puestos, cambian gobiernos, pero nada cambia para el ciudadano común. Esta lógica perversa es la que ha llevado al desencanto, al abatimiento, a la resignación, al egoísmo, en suma, al triunfo de la ideología del modelo dominante.

Las masivas movilizaciones y luchas por los intereses populares y nacionales que se han dejado sentir en los últimos años son una tendencia y un reflejo de que el pueblo chileno ha comenzado a romper con esa apatía y a generar una dinámica social y colectiva propia en pos de construir un futuro mejor. Esa dinámica ha tenido, precisamente, la pata coja de no contar con una expresión, con un correlato, con una dimensión política definida; cuestión que sigue pendiente y que este proceso eleccionario ha vuelto a dejar en evidencia.

Aceptemos, entonces, que existe por delante el gran desafío de reintroducir la política en los intereses populares. No es marginal el dato de que la abstención es enorme en los sectores populares y relativamente baja (o estadísticamente normal) en los sectores pudientes. No se trata de que 7.000.000 de chilenos que no concurrieron a las urnas estén pujando por organizarse, salir a las calles, movilizarse y luchar, para derribar este modelo excluyente y abusador. Una mínima fracción de esa cifra por cierto que está en esa postura, pero también lo está una fracción de los que concurrieron a sufragar. Lo real, ahora, es que hay que convocar a una masa enorme de chilenos a construir el futuro con organización, con esfuerzos colectivos, con movilizaciones, generando una presencia activa en las decisiones políticas del país.

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