La revista Nature y las mentiras del director de la oficina de patentes de Chile

Una vez más las oficinas de patentes de un país sudamericano intentan confundir y engañar a su población y al mundo en relación al desempeño de la propiedad intelectual en general y en particular a mentir mediante datos ficticios sobre la relación que supuestamente existe entre el número de solicitudes de patentes presentadas en un país y el desarrollo de innovaciones o hasta el aumento del comercio.

El presidente del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial INAPI, Maximiliano Santacruz, se desempeña en este cargo desde el inicio de actividades de esta organización (octubre 2009) que fue impuesta por la Oficina Mundial de la Propiedad Intelectual OMPI y por las presiones ejercidas sobre el gobierno y el parlamento chilenos por parte de los Estados Unidos como parte de los compromisos para implementar el TLC Chile- EE UU y así instaurar un organismo de propiedad industrial supuestamente autárquico del gobierno nacional pero con fuertes lazos con los organismos internacionales de Estados Unidos y Europa, quienes son los principales propietarios de las patentes que se presentan en la oficina chilena.

En un reciente artículo (1), Santacruz menciona que durante el mes de junio, la destacada revista internacional Nature, destacó los logros científicos de Chile, a lo cual dedicó varias páginas y que en relación a este artículo, «quiero resaltar el liderazgo regional de Chile en materia de número de solicitudes de patentes per cápita. Estas no sólo son un importante indicador de actividad inventiva sino que sirven a la empresa para analizar los desarrollos de su competencia y a los responsables de las políticas para analizar las últimas tendencias en innovación».

Estas afirmaciones responden a un libreto mundialmente redactado por OMPI que ha instalado conceptos falsos en relación a las solicitudes de patentes, la innovación y el desarrollo industrial para vender un discurso de falsa modernidad tanto a gobiernos, industrias y la población en general.

Varios autores ya han señalado que el número de solicitudes de patentes no representan un indicador relevante para determinar el grado de innovación de un país, como bien lo afirmó Jakob Edler, director del Manchester Institute: «El éxito en la innovación no debería de medirse por el número de patentes, sino por las necesidades reales que esos adelantos han cubierto. Estamos utilizando el parámetro equivocado».

Y esto es así en primer lugar porque no todas las solicitudes concluyen en una patente (al menos un 50% son desistidas por sus solicitantes) y porque no todas las patentes concedidas entrañan una innovación (se estima que menos del 2% de las invenciones son realmente nuevas), y si po si fuera poco, no todas las patentes conluyen finalmente en un aparato, procedimiento o producto por razones de mercado; por lo tanto el numéro de solicitudes solo indica cuantos expedientes se iniciaron en una oficina de patentes como única certeza.

El discurso del funcionario chileno es representativo de su oficina patrón, OMPI, para justificar al sistema mundial de patentes de las principales corporaciones globales que a través de sus bufetes de abogados presentan solicitudes «defensivas» para bloquear tanto a la potencial competencia de otras empresas como para ahogar el desarrollo de tecnología nacional y de sustitución de importaciones, sumada a las llamadas patentes «basura» que no poseen altura inventiva alguna pero que suman a las estadísticas de patentes. Así el organismo internacional año tras año va publicando sus estadísticas que poco aportan a la realidad de las economías reales de los países pero si alimentan el mito de las patentes como fuente de innovación.

Aunque Santacruz avanza aún más en sus afirmaciones temerarias: «Lograr ese liderazgo no es fruto de la casualidad, sino del esfuerzo y el trabajo de nuestros científicos, innovadores y universidades. Me atrevo a decir que la creación de INAPI el año 2009 tuvo un efecto importante, pues no sólo ha generado una infraestructura robusta para el registro de patentes, sino que también ha promovido y difundido el uso de la herramienta. INAPI, "la oficina de marcas y patentes" de Chile, es reconocida internacionalmente, ha pasado de ser un receptor neto de cooperación a ser un prestador de ésta a los países de Latinoamérica.»

Esta descripción del funcionario nombrado por el neoliberal Sebastián Piñera es mentirosa: la cooperación de las oficinas de patentes de Estados Unidos y Europa son una máscara para el lobby y la injerencia que llevó a la creación del INAPI por parte de congreso chileno, para luego asociarse a otras oficinas de la región, y reforzar el capitulo de la propiedad intelectual del tratado de la alianza del pacífico por un lado; y por el otro impulsar un acuerdo entre oficinas de sudamérica tutelado por la OMPI para modificar las leyes de los países que integran MERCOSUR..

El INAPI fue creado para garantizar la creación de monopolios de empresas transnacionales en territorio chileno pero sin una contraprestación en materia de transferencia de conocimientos y tecnologías, pues luego de la creación de este organismo la denominada Tasa de Dependencia, es decir, la relación entre las solicitudes extranjeras y las nacionales de disparó de un valor de 7.98 en 2012 certificando que se presentan 8 veces más tecnologías extranjeras para patentar que nacionales. Por su parte, el número de marcas que pudiera considerarses un indicador de actividad comercial descendio de 30.133 en 2010 hasta 23.577 en 2012 para registros nacionales mientras que las marcas extranjeras cayeron enpicada desde 14.971(2010) para 10.254 82012).

Santacruz señala además: «Pero como indica el artículo, aún queda mucho camino por recorrer. Actualmente hay dos iniciativas en curso que serán claves para seguir impulsando el desarrollo científico y tecnológico de Chile. En primer lugar, el Congreso Nacional está discutiendo una nueva ley de propiedad industrial para el siglo XXI que contribuirá a promover fuertemente el uso de nuestras marcas, patentes, diseños industriales, secretos empresariales y denominaciones de origen, promoviendo la innovación y facilitando la transferencia tecnológica».

El congreso de Chile debería prestar mucha atención a las modificaciones de una ley de marcas y patentes en el actual contexto mundial y regional pues leyes que refuercen la protección de monopolios extranjeros en nombre de supuestas inversiones y puestos de trabajo para los chilenos profundizarán la dependencia económica y tecnológica de un país con de matriz extractivista y extranjerizada su economía como pocos. Las patentes funcionan como mecanismos de creación de monopolios y oligopolios, y el sistema mundial de marcas concentra el comercio de firmas extranjeras en los mercados nacionales.

Seguramente como hacen todos aquellos que manejan este discurso de eslogan del actual director del INAPI se refiere a la propiedad industrial de las empresas extranjeras, quienes si se benefician del sistema de patentes, en particular las farmacéuticas con su poderoso lobby estadounidense, pero que de ninguna manera transfieren tecnología a los científico y tecnólogos nacionales y menos a las industrias quienes deben pagar pr el Know-How no revelado en las patentes que las empresas extranjeras protegen en Chile.

Así, a partir de estos «desarollos literarios mitómanos» se van creando en los medios académicos, gubernamentales y de comunicación una falsa realidad de la propiedad industrial y de sus verdaderos objetivos para la conquista de los mercados nacionales y el aumento de la dependencia tecnológica de los países en desarrollo.

Como es habitual en el modus operandi de los organismos internacionales, «el próximo 22 de octubre INAPI iniciará su funcionamiento como ISA/IPEA, es decir como una de las 19 oficinas más importantes dentro del tratado PCT, que es la puerta de entrada al sistema internacional de patentes. Los resultados que destaca la revista Nature y los avances que he mencionado más arriba, van en el buen camino de convertir a Chile en un polo regional de emprendimiento e innovación».
Nuevamente Santacruz abunda en imaginarios mundos neoliberales con lluvia de inversiones y emprendedores que crearán riqueza de la mano de las patentes, las marcas y la propiedad industrial mientras los universitarios chilenos no pueden aún ingresar a las universidades nacionales sin contraer una deuda vergonzosa para educarse.Esta falacia de la propiedad industrial como factor de crecimiento es potenciado por la CEPAL, el BID, el BM, la OMC, OMPI, FMI y demás organismos globales.

Probablemente la presidenta Michele Bachelet se encuentre al tanto de estos discursos y decisiones de su propia oficina de propiedad industrial INAPI, pero como a tantos otros mandatarios de la región, poco le importe o utilice estos supuestos logros como campaña política para continuar el plan de gobierno dictado por los tratados de libre comercio, la OMC y las corporaciones globales.

Foto INAPI :Director de INAPI a la izquierda junto a Sebastian Piñera
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