[AUDIO] Crónica de Ruperto Concha: ¿Qué pasó con los aliados?

A las 4 de esta madrugada, que eran las 10 de la mañana en Moscú, las enormes campanas medievales del Kremlin comenzaron a tañer solemnemente el inicio de la Gran Parada del Día de la Victoria del pueblo ruso, que puso fin a la Segunda Guerra Mundial.
Con un costo pavoroso en vidas humanas, las tropas del Ejército Rojo habían enfrentado a más del doble de los enemigos que tuvieron que enfrentar las otras 25 potencias aliadas en contra de Alemania nazi.
Ya el presidente de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt había destacado su admiración y su sobrecogimiento, ante el Congreso, diciendo: "Desde el punto de vista del coraje y la gran estrategia, no se puede pasar por alto el hecho indiscutible de que el Ejército Rojo, solo, está destruyendo tropas, posiciones y armas del enemigo, más que la totalidad de las demás naciones unidas, todas juntas".
Por su parte, el legendario Primer Ministro Británico Winston Churchill, envió un mensaje al líder soviético José Stalin, diciendo: "Aprovecharé la ocasión de mañana, para repetir ante la Cámara de los Comunes lo que ya he señalado anteriormente: Que el Ejército Rojo es precisamente el que le sacó las entrañas a la máquina de guerra de Alemania".
También el líder de Francia en la Segunda Guerra Mundial, el general Charles de Gaulle, corroboró que el pueblo ruso, que había formado un río de millones de voluntarios combatientes, había sido el que quebrantó decisivamente el poderío de la Alemania nazi y sus aliados.
En realidad, ante los ojos del mundo, y de los líderes del mundo de esa época, Rusia, la Unión Soviética, había realizado una proeza prodigiosa derrotando al ejército más poderoso del mundo.
Y no se trataba de opiniones. Eran hechos y cifras concretas las que componían esa epopeya que iba a marcar un giro definitivo en la Historia de la Humanidad

Fíjese Ud. que Rusia tuvo que presentar batalla en un frente abrumadoramente grande, que llegó a extenderse más de 6 mil kilómetros, entre Ucrania y el Mar Báltico. Y allí enfrentó a 674 divisiones del ejército nazi. Y allí, con el costo de más de un millón de soldados rusos muertos en acción, logró destruir o capturar a la totalidad de esos ejércitos enemigos.
Alemania perdió ante Rusia las tres cuartas partes de sus ejércitos movilizados, y las bajas alemanas en el frente ruso fueron cuatro veces más que la totalidad de los alemanes caídos en Europa occidental y el norte de África.
Los aliados, en cambio, enfrentaron a menos de 20 divisiones alemanas en el frente africano, menos de 26 divisiones en Italia, y ya en 1944, luego del desembarco de Normandía, los aliados sólo enfrentaron a un máximo de 75 divisiones alemanas. ¿Se fija Ud?
Como lo destacó el presidente Roosevelt en Washington, fue Rusia sola la que destruyó las tres cuartas partes del ejército alemán. Rusia sola destruyó el 70% de los aviones de combate alemanes, el 75% de los célebres tanques alemanes, y el 73% de la artillería nazi.
O sea, cuatro veces más que todos los logros alcanzados por la totalidad de los demás aliados.
Y el pueblo ruso resistió sin vacilaciones la pérdida de 27 millones de los suyos. Y no sólo eso: Rusia no recibió ni un dólar de auxilio de Estados Unidos que se había enriquecido con la guerra y podía financiar la reconstrucción de Europa a través del Plan Marshall.
Y tan duro y difícil como había sido ganar la guerra, el pueblo ruso tuvo que ganar la paz y reconstruir su patria, sólo con sus propias fuerzas y sus propios recursos.
Y fue así que una Rusia malherida por la guerra logró más rápido que cualquiera de las demás naciones, modernizar y disparar su economía y convertirse en la única súper potencia capaz de equilibrar al mundo frente a Estados Unidos.
Pero, volviendo a la guerra, poco se menciona la manera en que Rusia salvó a Estados Unidos de una catástrofe en el frente del Pacífico, ante el Japón.
Recordemos que Estados Unidos había entrado a la guerra en 1941, luego del ataque japonés contra la gran base naval de Pearl Harbour, en Hawaii. En esos momentos, Japón contaba con una superioridad abrumadora en relación a Estados Unidos. De hecho, las fuerzas armadas japonesas contaban con 7 millones de soldados, una fuerza aérea de 10 mil aviones y 500 buques de guerra.
O sea, superaba más que 4 veces las fuerzas disponibles de Estados Unidos. Fue Rusia la que con su avance victorioso le permitió a Estados Unidos concentrarse en Japón y mantenerse prácticamente inactivo ante Alemania, durante 3 años, hasta el 6 de junio de 1944.
Fue la victoria de Rusia la que, por un lado, permitió a Estados Unidos concentrar durante 3 años casi la totalidad de su poderío militar en la lucha contra Japón. Y más aún, fue por la rendición de Alemania ante Rusia que Estados Unidos se adueñó de la tecnología nuclear alemana, con la cual pudo producir las bombas atómicas que lanzó sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
Así, pues, no se trata de opiniones. Son hechos netos los que nos muestran que no es poco lo que Estados Unidos y Europa occidental le deben a la nación rusa.

Por cierto, la enorme confluencia de la publicidad y el cine estadounidense llevan a imaginar que la Segunda Guerra Mundial la ganó Estados Unidos con sus aliados de Occidente, luego del Desembarco de Normandía, el Día D, que abrió las puertas a los ejércitos occidentales para penetrar hasta el corazón de Alemania.
Pero las cifras netas y concretas muestran que Alemania ya estaba vencida en el frente ruso y menos de la cuarta parte de sus fuerzas le quedaban activas para su defensa.
Pero, fíjese Ud., la más dura propaganda anti rusa se centró siempre en la Dictadura del Proletariado, que seguía la estrategia marxista iniciada por Lenin y llevada a extremo por Josif Stalin.
Por supuesto se trató de una dictadura férrea centrada con todas sus fuerzas en el experimento histórico y político por el cual la propuesta teórica de Carlos Marx debía convertirse en una realidad tangible y funcional.
Y ese tremendo proceso experimental quizás, quizás hubiese podido llevarse a cabo en forma apacible, paulatina y atenta a los ritmos de ensayo y error.
Pero la realidad es que las potencias que gobernaban al mundo durante la Primera Guerra Mundial, no dejaron ni la más pequeña posibilidad de que la Revolución Rusa pudiera producirse sobre una base de trabajo, paz y entendimiento social.
Apenas comenzaba a tambalearse la alianza de Alemania con los imperios centrales, las potencias vencedoras se lanzaron a invadir a Rusia a fin de aplastar por completo la revolución y reponer en sus tronos a los reyes, la nobleza y la oligarquía de los grandes millonarios.
Durante la guerra, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia habían acumulado grandes cantidades de armas y pertrechos en el noroeste de Rusia, cerca de las fronteras con Finlandia y Noruega, incluyendo los importantes centros de Arkhangelsk y Murmansk, y el ferrocarril que llegaba a San Petersburgo, en el mar Báltico.

Igualmente, había un importante cuerpo de ejército, compuesto por tropas de Checoslovaquia, que había quedado aislado y en peligro de ser capturado por el ejército alemán. Y, en tercer lugar, se trataba de enviar una poderosa ayuda a las fuerzas de los llamados Rusos Blancos, enemigos de la revolución que y que postulaban el retorno del régimen zarista.

Encabezada por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, se formó una coalición militar enorme, bien posicionada en el territorio de Rusia. La Legión Checoslovaca constaba de 50 mil efectivos, bien armados y provistos de abundantes vituallas. En el norte, la invasión constaba de 53 mil efectivos estadounidenses y británicos.
En el sur de Rusia, los griegos aportaron una fuerza de 24 mil hombres. Los franceses desplegaron 12 mil soldados más y un número indeterminado de los llamados "efectivos coloniales", es decir, soldados árabes y negros reclutados como mercenarios baratos. A ellos se sumaron 12 mil efectivos de Polonia, y entre todos ocuparon Ucrania, Crimea y el gran puerto ruso de Odessa, en el Mar Negro.
Además participaron de la invasión alrededor de 20 mil efectivos aportados por otros países como Bélgica, Canadá, Serbia, Rumania e Italia, que se integraron a las fuerzas principales, y, en el extremo oriental, sobre el Pacífico, el Imperio Chino participó con alrededor de 2 mil efectivos en la región de Vladivostok, más 1.500 australianos, alrededor de 7 mil estadounidenses, y, fíjese Ud., una fuerza de nada menos que 70 mil soldados japoneses.
Con esas fuerzas, se suponía que la alianza anticomunista ya tenía el control de toda Siberia, todo el noroeste y todo el sur de Rusia, quedando encerrados los soviéticos en menos de una sexta parte del territorio de su propia patria.
Al mismo tiempo, ya Japón dejaba ver sus ambiciones de formar un imperio que abarcara todo el este siberiano, y el noreste de la China. Recuerden uds. que muy poco después, efectivamente el Japón se apoderó de gran parte de la China y creó el reino títere del Manchukuo. Esa fue la base del imperialismo japonés que iba a llevar a la Segunda Guerra Mundial y a las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Por supuesto no vamos a narrar aquí la historia de la guerra civil rusa y la brutal invasión a Rusia de las potencias triunfantes de la Primera Guerra Mundial.
Nuevamente Rusia estaba sola, tal como antes había estado sola para enfrentar a los ejércitos hasta entonces invencibles de Napoleón Bonaparte. Y así, sola, logró derrotar a todas las fuerzas invasoras y a los ejércitos monarquistas de los rusos blancos. Ya en 1922, los invasores habían tenido que retirarse, a menudo huyendo a la desesperada, en forma humillante. Los japoneses trataron de hacerse firmes, pero finalmente también tuvieron que retirarse en 1925, y tuvieron que reconocer la soberanía de Rusia sobre el archipiélago de Sajalín.
Lo que es esencial, es darse cuenta de que la Rusia Soviética no fue en ningún momento una potencia agresora. Por el contrario, tuvo desde el primer momento que defenderse de una despiadada agresión militar.
En esas circunstancias, nadie podría sentirse extrañado de que la Unión Soviética se dotara rápidamente de una recia estructura militar y de un régimen policial sólo comparable con el que actualmente se está dando en Estados Unidos.
No se trata de hacer un elogio de lo que fue la Unión Soviética. O del reparto de Europa que hicieron los vencedores de la Segunda Guerra. Se trata sencillamente de situar el proceso soviético en el contexto histórico de su tiempo. Y, contemplando aquellos hechos, no podemos sino darnos cuenta de que el comunismo hizo en Rusia un auténtico milagro económico y social…
Y que el derrumbe de la Unión Soviética se debió básicamente a una corrupción gangrenosa de la clase dirigente, y al reemplazo de la estrategia revolucionaria soviética, por una burda inercia repetitiva, de una burocracia estatal agigantada.

Siempre es útil reflexionar sobre el destino de las naciones en los episodios de la Historia. En el caso de Rusia, el mito propagandístico apunta a considerarla como una potencia agresiva, pero los hechos históricos muestran que Rusia es quizás la menos agresiva de todas las potencias europeas. Y, junto con eso, la Historia nos muestra que cuando Rusia pelea, lo hace terriblemente bien, aún en situaciones desventajosas.
Rusia estuvo sola ante Napoleón, y lo venció de tal manera que ya nunca más el ejército francés pudo considerarse invencible. Luego estuvo sola frente a la coalición monarquista anti-soviética, integrada por más de 10 países vencedores de la Primera Guerra Mundial. Y venció. Y estuvo sola y venció al poderoso aparato militar de Hitler, que, junto al Japón, podría haber ganado la Segunda Guerra Mundial.
En su momento los líderes de Estados Unidos y Europa expresaron su admiración y su gratitud por esa nación increíblemente generosa con su esfuerzo y su sangre. Poco después, la gratitud se diluyó en el antagonismo entre el socialismo y el capitalismo, que fueron cargándose con ornamentos morales que en su mayor parte no son más que mitos.
La Guerra Fría se derrumbó con el derrumbe de la Unión Soviética, y las potencias capitalistas se deleitaron en ver la descomposición de aquel Estado que los había tenido tan asustados.
Fíjese, por ejemplo, que durante el gobierno de Boris Yeltsin, en la Rusia post soviética, el Fondo Monetario Internacional le negó a Rusia un préstamo de 20 mil millones de dólares para financiar sus reformas estructurales post soviéticas. Y, sin embargo, al mismo tiempo, el mismo Fondo Monetario Internacional sí le concedió un préstamo del mismo volumen al gobierno de Carlos Menem, en Argentina.

Llegó el siglo 21 y el agonizante gobierno del alcohólico Boris Yeltzin, llamó al joven analista de los servicios de inteligencia, Vladimir Putin, para hacerse cargo del ejecutivo en un gobierno arruinado.
En palabras de un estudiante universitario de Moscú, la gente rusa sintió de inmediato que ese joven líder había comenzado a enderezar las cosas, fuertemente y rápido. Pese a los alaridos de Estados Unidos y Gran Bretaña, metió preso a un puñado de aquellos oligarcas que se habían enriquecido con la liquidación de los bienes soviéticos, e impuso disciplina dura en toda la clase dirigente.
Se habla mucho del Milagro Chino. Pero el milagro ruso no le va en zaga. Recordemos que en 1995, como mostró un reportaje de la revista norteamericana Newsweek, a menudo se pagaba a los militares del Ejército Rojo, con bolsas de verduras y legumbres para que al menos pudieran llevan algo de comida a sus casas. En ese estado de miseria estaba el Ejército Rojo.
Es obvio que el pueblo ruso ame ahora a Vladimir Putin, y sienta que en él han encontrado un líder que le devolvió el orgullo a su nación.
Mientras la prensa de las transnacionales levanta histéricas acusaciones de supuestas intenciones bélicas de Rusia, en las redes sociales, en cambio, siguen aumentando las voces que desmienten aquello y que, por el contrario, destacan que Rusia ha mostrado ser una nación con vocación humanista, una nación alegre, capaz de engendrar maravillosos artistas junto a magníficos hombres de ciencia, y que aspira a ser una nación próspera rodeada de otras naciones también prósperas y amistosas.
Como lo decía el poeta estadounidense Ezra Pound, no hay que dejar que la riqueza nos llene de lacayos y nos deje sin amigos.

Así, pues, llegó el 9 de mayo, el Día de la Victoria Patria. Y por supuesto, los banqueros y sus políticos a sueldo no logran comprender lo que esta victoria significa para el pueblo ruso y para los amigos de Rusia que están dispersos por el mundo.
Estados Unidos y la Unión Europea cometieron la increíble grosería de no invitar a Rusia a los actos de liberación de los campos de concentración de los nazis. O sea, no invitaron a los rusos a celebrar la liberación que los mismos rusos consiguieron.
Y ahora, por presión de Estados Unidos, 30 o 38 jefes de gobierno invitados a la celebración de la victoria en Moscú, respingaron sus narices y rechazaron la invitación. Tan finos ellos, ¿no?
Un Barack Obama, considerado el peor presidente que ha tenido Estados Unidos en su historia... Una canciller alemana Angela Merkel, desacreditada por haber sido cómplice del espionaje de Estados Unidos contra sus propios países socios de la Unión Europea, y contra las propias empresas privadas claves de la economía europea... Otro de los remilgados fue el primer ministro británico, que derrotó hasta la humillación a los socialistas de derecha del Partido Laborista, y que anuncia ahora su propósito de hacer referéndum sobre si van a seguir o no en la Unión Europea.
En fin, las poderosas campanas medievales del Kremlin sonaron y Rusia con sus amigos celebraron la victoria.
Y entre esos amigos está el presidente de China, Xi ling Pin, quien señaló con mucha sencillez:
Rusia y China están unidas, hombro con hombro, para hacer frente a cualquiera amenaza militar contra nosotros o contra nuestros amigos.
Bueno, cuando China dice eso, tenga Ud. por seguro que lo dice muy en serio. Y también muy en serio, la agencia informativa Reuters esta semana reveló que hay indicios claros de que China se propone volver a respaldar su moneda, el yuan, mediante convertibilidad en oro. Cada yuan, cada billete de yuan, tendrá respaldo en oro físico.
Y es por eso que, según las principales instituciones bursátiles del mundo, se perfila ya, para un futuro bastante inmediato, un colapso del dólar.
En fin, ya actualmente la economía no es más que manipulación política, todos lo sabemos. ¿Por qué la China decidió, por ejemplo, contraer un endeudamiento que llega al doble de su producto interno bruto anual?
La respuesta es simple: lo hizo porque no va a permitir que Estados Unidos sea el único que debe tantos millones de millones de dólares, que todos sus acreedores tienen que estar dispuestos a cualquier sacrificio para salvarlo de una bancarrota que dejaría a todos en bancarrota.
Ahora los acreedores tendrán también que cuidar a China, y a los demás mega endeudados.
Bueno, ¿en qué desembocará todo esto?
¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Hay peligro.

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