Yemen como laboratorio ¿Por qué Occidente calla ante esta guerra salvaje?

Martha Mundy* / Counter Punch
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

¿Qué es lo que está en juego en Yemen, donde más que en ninguna otra de todas las guerras recientes (Irak, Siria, Libia y Gaza) que han apoyado las potencias occidentales, y en las cuales se han violado sistemáticamente los Convenios de Ginebra, se ha topado con el silencio rotundo?

Durante seis meses se ha producido un bloqueo de alimentos y combustible, de la gestión de la ayuda (incluso la llegada a través de la ONU), como parte de la estrategia de la guerra, el bombardeo de objetivos civiles, históricos, educativos, religiosos y médicos, la destrucción de la infraestructura de las carreteras, la electricidad y el agua, y el uso de armas prohibidas.

Todo esto ocurre en un país de más de veinte millones de personas, que no tiene un sistema de defensa aérea eficaz, un país tan abierto a los bombardeos aéreos como Gaza. Más aún, como ha señalado un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, se han violado sistemáticamente los mismos principios del derecho internacional humanitario en Yemen que los organismos de las Naciones Unidas, los gobiernos, los medios de comunicación occidentales y las organizaciones civiles cargan contra Israel como crímenes de guerra en Gaza.

En otras palabras, con su silencio y apoyo a los bombardeos de la Coalición en el Yemen, la comunidad internacional completa la eliminación de las normas de referencia legales para la guerra.

Ese es un precio muy alto a pagar por el éxito en un conflicto aparentemente tan insignificante y que prácticamente no recibe ninguna cobertura de prensa.

¿Qué explicación se ofreció del conflicto? Los portavoces de los gobiernos occidentales afirman que el movimiento de milicias (Ansarallah) se hizo cargo de la capital y expulsó al gobierno legítimo. A raíz de esto y como defensor de la «legitimidad», el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (menos Rusia) juzgó vital restablecer el gobierno anterior, aún cuando el grueso del ejército nacional yemení se acercó a Ansarallah, portador en sí mismo de una base popular sustancial en Sanaa y el norte. Esto es evidente. Pero rara vez se nos recuerda que hace un año, en virtud de los auspicios de la ONU, se hizo un acuerdo político (Paz y Participación Nacional) que se firmó conjuntamente con Ansarallah y otros partidos yemeníes, el representante ante las Naciones Unidas próximo al despido y otros, finalizados los debates políticos con el movimiento Ansarallah, y una coalición militar creada para devolver la «legitimidad» en Yemen.

Entre tanto la Coalición no solo ha destruido el Yemen, sino también la ley en sí misma, mientras seguramente continúa la negociación política, ¿no habría sido un precio alto a pagar?

¿Por qué no?

¿Podría ser que algunas palabras nunca deben pronunciarse? Por ejemplo, los lemas de Ansarallah pidiendo la «muerte de Estados Unidos y de Israel». Esas consignas contra Estados Unidos e Israel que resuenan en las calles de una ciudad, incluso de un país periférico árabe, pequeño y pobre, multiplicadas con maldiciones para el monarca saudí desde que comenzó el bombardeo y esto es claramente inaceptable para las potencias interesadas. (Más gratuitas y ofensivas -para quien esto escribe- son las llamadas pueriles maldiciones a los judíos, que tanto tiempo formaron parte de la sociedad yemení y muy pocos quedan). ¿Pero son Estados Unidos e Israel términos sagrados que nadie debe condenar?

Y lemas aparte, el hecho es que Ansarallah es un movimiento político-religioso que, a diferencia de al-Qaida o el Estado Islámico, trabaja con partidos políticos laicos, incluido el Partido Socialista de Yemen, y una y otra vez negocia políticamente, más recientemente acepta las cláusulas básicas de la Resolución 2216 del Consejo de Seguridad de la ONU, que la Coalición dio como base de su ataque para restaurar «legitimidad».

¿Entonces qué está en juego que ha permitido a la Coalición bombardear durante seis meses ante el silencio mundo?

¿Es sólo el dinero? Obviamente Arabia Saudí (con más aviones británicos que el ejército británico) y el Consejo de Cooperación del Golfo pueden comprar una gran cantidad de medios de comunicación, armas y personas. Sin embargo el apoyo de los EE.UU., Francia y el Reino Unido al Consejo va más allá de lo que el dinero puede comprar, incluso hoy en día. Entonces, ¿qué está en juego?

Un intento de respuesta:

Los franceses, que están facilitando el bloqueo naval, todavía tienen una base en Yibuti. Esto les permite continuar como actores en una red global (Diego García y 1.400 bases de ultramar) expandida desde los días de la Guerra Fría. Hoy las principales funciones de Yibuti puede ser no solo por encima, sino también debajo del agua, para vigilar los cables de comunicación que pasan entre China, Asia y Occidente y se encuentran en el fondo marino. Aunque todo lo que los visitantes de Yibuti pueden ver son hombres ranas del ejército francés buceando para comprobar los cables, debe de haber una coordinación más amplia con los submarinos israelíes que patrullan en el mar Rojo.

La Coalición está destinada a ser la primera prueba de la «fuerza de despliegue rápido» del Consejo de Cooperación del Golfo, recomendado discretamente por agentes israelíes y estadounidenses. Dicha coordinación en el ataque de un país árabe es nueva. ¿Cómo se ha comercializado? La ira provocada por las muertes causada por las fuerzas invasoras del CCG en Marib sugiere que el Yemen fue pensado como un programa de capacitación para las guerras según los últimos modelos israelíes, una guerra que será resuelta por los bombardeos aéreos, pero sin la indignación internacional que padece Israel por sus crímenes de guerra.

¿Yemen como laboratorio de nuevas guerras? Parece extraño ya que, en comparación con Gaza, Yemen es mucho más grande, la población mucho más pobre y todavía hay una especie de ejército de tierra en pie. Pero si uno recuerda que Yemen ha servido de laboratorio de drones estadounidenses, que incluyó el asesinato selectivo de un ciudadano estadounidense, tal vez así se vendió esta guerra.

De hecho hay algo más que llama la atención en la forma en que se vendió esta guerra a los líderes del CCG (menos a Omán, que se negó a participar) que todavía nosotros, el público en general, no hemos visto en los periódicos. Para los emiratíes se trataba de llevar a «la ciudad de la luz» (al-Noor Yemen) el auge del comercio del Océano Índico y abrir el este de África, que estaba sometido a las decisiones del Gobierno de Dubai. Para los saudíes había una promesa mucho mayor, unificar el control del desierto de Rub al-Jali y sus fabulosas cantidades no explotadas de petróleo y gas que los EE.UU. custodiaban en el terreno mientras lo gobernaba Yemen. Con la práctica de hacer y deshacer las sociedades y los gobiernos con bombardeos de precisión sobre una población dependiente de las importaciones de alimentos sería una victoria tan impresionante que la península Arábiga se haría con ella, de tal manera que pronto se podría celebrar públicamente la paz con Israel.

A principios de junio en un evento del Consejo de Relaciones Exteriores, el general mayor retirado Anwar Eshki, de Arabia Saudí, expuso el paquete del programa. Le acompañaba en el evento el embajador Dore Gold de Israel. Lo que Eshki dijo no es noticia en Arabia Saudí. Tampoco se habla a menudo en voz alta y desde luego no se informa con ninguna diligencia en Occidente. Aquí está el paquete de medidas de Eshki:

«En la Península Arábiga, hay un campo de petróleo prometedor, en el desierto de Rub’al-Khali, que obliga a los países del Consejo de Cooperación del Golfo y al Yemen a cooperar para protegerlo y proteger sus ganancias. Esta unión se puede modelar, o más bien debe modelarse, sobre la base de la Constitución de Estados Unidos, que agrupó a los estados y garantizó su democracia. Y en cuanto al prometedor campo de Ogaden [de petróleo] de Etiopía, se unirá el Cuerno de África bajo el liderazgo de Etiopía. Y se construirá un puente entre el continente africano y la península Arábiga, el puente de Al-Noor, que conectará la ciudad de Al-Noor en Yibuti con la ciudad de Al-Noor en Yemen.

Todo esto exige una serie de cosas:

1.- Lograr la paz entre árabes e israelíes.

2.- Cambiar el sistema político de Irán.

3.- La unidad del Consejo de Cooperación del Golfo.

4.- Lograr la paz en Yemen y revitalizar el puerto de Adén, ya que esto devolverá el equilibrio en la demografía de empleo en el Golfo.

5.- El establecimiento de una fuerza árabe con la bendición de Estados Unidos y Europa para proteger a los países del Golfo, así como los países árabes para salvaguardar la estabilidad.

6.- El rápido establecimiento de las bases de la democracia con los principios islámicos en el mundo árabe.

7 Trabajar de forma pacífica en la creación de un Kurdistán más fuerte, ya que esto debilitará las ambiciones iraníes, turcas e iraquíes y provocará la división en una tercera parte de cada uno de estos países en favor del Kurdistán».

¿Por qué está Occidente tan silencioso sobre lo que ocurre en Yemen? Tal vez estos siete puntos proporcionan los elementos de una respuesta».

* Martha Mundy es antropóloga y trabajó en Yemen del Norte de 1973 a 1977. Su libro, Domestic Government: Kinship, Community and Politics in North Yemen (1995) ), es un clásico contemporáneo. Ahora trabaja en la economía política de los alimentos en Yemen.

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