[AUDIO] Crónica de Ruperto Concha: Mamá Naturaleza

Por Ruperto Concha / resumen.cl


La catástrofe ecológica de Chiloé, según cifras estadísticas internacionales, es a nivel mundial la segunda o la tercera peor matanza de vida marítima y costera jamás registrada. La más grave se produjo el año pasado en la costa de Estados Unidos sobre el Pacífico norte, desde Alaska hasta Oregón.

Allá, igual que en Chile, no se ha encontrado una prueba directa y fehaciente sobre aquello que en pocos días, entre el 15 y el 20 de enero del año pasado, mató un estimado de cientos de millones de peces, desde salmones del Pacífico hasta sardinas y mojarritas.

También como en Chile, las aves marinas y animales que comieron esos peces cuando varaban, perecieron a su vez. Según observaron los marinos y pescadores indígenas, los peces, las aves y los mamíferos muertos presentaban la curiosa similitud de que sus ojos parecían intactos incluso después de varios días de muertos.

Una de las conjeturas que se extendió en aquellos días fue la posible llegada a aquellas costas de agua contaminada por los vertidos radiactivos de las plantas nucleares de Fukushima, en Japón.

En todo caso, hubo consenso en que aquella catástrofe no tuvo una causa única. Por el contrario, igual que en Chile, fue la resultante de varias causas que coincidían. Desde la polución venenosa, hasta la corrupción política y el cambio climático.
En estos momentos, tanto La Radio como los demás medios están entregando más y más antecedentes sobre la catástrofe ecológica que sobrepasó las costas oceánicas de Chiloé, extendiéndose hacia el norte hasta Valdivia.

Lo que ya está claro es que esta es la primera vez que la pestilencia llamada Marea Roja sale de los Canales y archipiélagos y emerge con terrible virulencia en aguas del océano abierto.

Los antecedentes que se siguen acumulando exhiben una increíble sumatoria de hipocresía e irresponsabilidad política en términos de protección del medio ambiente, y de una codicia rayana en lo criminal por parte de las industrias de acuicultura. De hecho, la más importante salmonera de Chiloé es la Marine Harvest, que tiene sede central en Noruega y tiene grandes cultivos de salmón también en Escocia, además de Chile.

En Noruega y en Escocia, la Marine Harvest se sometió a las leyes que imponen severas exigencias sanitarias y ambientales, y prohíben el uso de sustancias químicas y antibióticos. Bueno, en ambos países los gobiernos otorgan concesiones de aguas que se renuevan cada año tras dar cumplimiento a tales normas.

Pero aquí en Chile, bajo la figura de "atraer inversionistas extranjeros", los gobiernos hicieron la vista gorda. Más aún, a través de la primera Ley de Pesca, nuestros parlamentarios y gobernantes prácticamente le regalaron a las salmoneras las aguas interiores de Chiloé, incluyendo autorización de vender esas zonas de nuestro mar del sur, en caso de que ellos necesitaran dinero extra.

Simultáneamente, los gobiernos permitieron que los trabajadores de las salmoneras, de los cultivos de mariscos, abulones y locos y las conserveras, mantuvieran a sus trabajadores en un régimen laboral precario, que pueden ser lanzados a la cesantía sin más trámite, y, además, traspasándole al Estado la responsabilidad económica sobre el destino de los afectados.
Pero el desastre de la ecología oceánica del Pacífico no se queda en las costas de América. En estos momentos, también en las costas de Vietnam se está produciendo una mortandad de millones de peces, y cientos de miles están varando, agónicos, para morir en las playas a lo largo de 200 kilómetros de costa vietnamita.

El primer informe del gobierno, que data del 5 de mayo, admite la varazón de más de cien toneladas de peces, sin contar la masa de los que mueren en el agua y a menudo se acumulan en las redes de los pescadores.

En esa misma zona hay gran número de granjas de acuicultura, que crían peces y camarones en forma casi artesanal pero bajo control de las autoridades sanitarias. Y, junto con la catástrofe marina, también comenzó a producirse una ruinosa mortandad masiva en esas granjas de acuicultura.

El Ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales de Vietnam, Trang Hon Ha, calificó la situación como un gravísimo desastre del medio ambiente. Pero fíjese Ud., se estableció que, al menos en las aguas oceánicas, la matanza se había originado en coincidencia del recalentamiento del agua, que produce pérdida de oxígeno disuelto, con el vertedero a residuos químicos de una gigantesca planta siderúrgica, de inversionistas taiwaneses que ya tienen prontuario criminal en términos de destrucción y contaminación ambiental en otros países.

Y no sólo eso. Al conocerse las primeras cifras de la mortandad oceánica de Vietnam, el relacionador público de la planta siderúrgica, un tal elegantísimo señor Ha Tinh, tuvo la insolencia de decir en conferencia de prensa que Vietnam tiene que hacerse a la idea de que ese país no tiene más elección que aceptar el envenenamiento del mar si quiere contar con una industria que genera cerca de 3 mil puestos de trabajo.

Y, en cuanto al envenenamiento de los criaderos de peces y camarones, el análisis del agua dulce utilizada para las piscinas y también para el riego, mostró niveles perniciosos de sustancias tóxicas que vierten las numerosas empresas transnacionales que se están instalando para sacar provecho a los bajísimos salarios que se paga a los trabajadores vietnamitas.

Para que Ud. se haga una idea: el salario básico en Vietnam es del orden de los 50 centavos de dólar por hora de trabajo. Es decir, 4 dólares diarios. Unos 2500 pesos cada día.
En realidad está llegando a límites nunca vistos la actividad criminal sobre los océanos que están perpetrando las enormes sociedades anónimas transnacionales. Y el desastre se está haciendo evidente en el océano más grande del mundo, nuestro Océano Pacífico, donde se articulan todas las aguas, las corrientes marinas y los regímenes de lluvias del planeta.

Aquí en Chile siempre hemos tenido la falsa ilusión de que el desastre ecológico no nos afectaría mucho, porque estamos arrinconaditos aquí lejos. Pero ahora la Naturaleza nos está hablando claro: nos dice que ya no hay ni habrá dónde esconderse porque es nuestro planeta mismo el que se está muriendo.

En la costa de Australia están los centenares de kilómetros de la Gran Barrera de Coral, esa bellísima zona de aguas costeras que además es la maternidad de miles de millones de seres acuáticos que son el eje de la cadena alimenticia de la vida planetaria. Pues bien, los últimos informes científicos señalan que más de la mitad de aquellos campos de corales que eran rojos, ahora están blanqueados como esqueletos. Están muertos. Y en algunas partes la destrucción llega hasta el 93%.

El aumento del nivel del mar, unido al recalentamiento y a la intensificación de las marejadas, ya han producido el hundimiento definitivo de 5 islas completas en el archipiélago de las Salomón, y otras 6 islas ya están inhabitables por la erosión y la sal del oleaje.

En Estados Unidos, en marzo pasado se informó que toda una pequeña ciudad perteneciente a indígenas Choctaw, en la costa Florida, ahora ha tenido que ser evacuada por el avances de las aguas de las mareas que se hacen más intensas y con mayores marejadas.

Y el recalentamiento sigue y sigue. Mediciones científicas de los últimos meses muestran que la densidad de partículas de carbono en el aire ya supera las 400 partes por millón, en la Antártica. Oiga... eso significa que nos estamos acercando a la polución carbónica del período Mioceno, hace unos 18 millones de años, que llegó a 500 partes por millón. Eso fue cuando el nivel de los mares se elevó en más de 20 metros sobre su cota actual.
Como hemos visto antes, el recalentamiento de la atmósfera y de los mares tiene como efecto principal provocar una alteración caótica de los regímenes de lluvia en el planeta. En algunas zonas se producen diluvios con sus secuelas de inundaciones y erosión, mientras en otras hay sequías devastadoras para la agricultura y también para la vegetación silvestre y la vida silvestre.

En Venezuela, en medio de la crisis provocada por la caída del precio del petróleo, ahora una sequía implacable está arruinando los campos y las praderas donde ya hay miles de cabezas de ganado que han muerto de sed.

La falta de lluvia ha sido tan grave que la gran central hidroeléctrica de Gurí, que abastece a más de 18 millones de usuarios, ahora le quedan sólo 2 metros de agua disponible para generación de electricidad. O sea, se teme que si no llueve en los próximos días, dejará de haber abastecimiento de energía eléctrica.

En Etiopía, celebrada como ejemplo de prosperidad neoliberal, la sequía está haciendo que el gobierno tenga que mendigar auxilio de los países desarrollados. Por lo pronto necesita ya 500 millones de dólares ahora mismo para proporcionar alimentos y agua dulce a más de la mitad de la población del país.

En Irak, en Siria, en Yemen, en Sudán y Arabia Saudita, la dramática escasez de agua está llevando a situaciones insostenibles y de hecho ha creado las condiciones para estallidos políticos sangrientos. Arabia Saudita está comprando forraje en Estados Unidos, y la producción de alfalfa para esa monarquía está sifoneando millones de metros cúbicos de las napas subterráneas y ya los agricultores norteamericanos se encuentran con que sus pozos se están secando.

El último contrato con Arabia Saudita permite perforar pozos para extraer anualmente 4 millones de metros cúbicos de agua.

Y ahora, después del intenso fenómeno de El Niño, se está anunciando la llegada del contra fenómeno de La Niña, que para Chile, Perú y gran parte de Bolivia, se traducirá también en sequías.

Aquí Chile, la sequía se anuncia unida a un considerable aumento de la temperatura, tanto en la atmósfera como en el agua de mar. O sea, las condiciones de pérdida de oxígeno y aumento de virulencia se mantendrán y posiblemente se agravarán en nuestro mar.
El pasado 22 de abril se celebró el Día de la Tierra, en un tonito como si fuera el Día de San Valentín, con gran despliegue de publicidad, de lenguaje florido y políticamente correcto, con emocionantes declaraciones de amor a la Madre Tierra, y toda una infinidad de esos trucos con que nos invitan a considerarnos que somos valientes defensores de la Naturaleza.

En Nueva York, más de 150 gobiernos participaron en las elegantes reuniones, con cenas y vinos de esos de 2 mil dólares la botella de 3 cuartos. Allí, en tono de suprema solemnidad, los burócratas que gobiernan la Unión Europea ratificaron los acuerdos de la Cumbre de París, del año pasado, y aseguraron solemnemente que gestionarán que cada uno de los gobiernos de Europa ratifique el Tratado para poner fin a la quema de combustibles fósiles... Bueno, como decía don Patricio Aylwin, eso, en la medida de lo posible.

La verdad es que ratificar esos acuerdos en concreto no es más que ratificar unos ramilletes de buenas intenciones. La verdad es que el petróleo y su equivalente en metros cúbicos de gas, están al parecer estabilizados en alrededor de 45 dólares por barril, luego de haber llegado a fines de 2014 a un máximo de 115 dólares.

Esto significa que no existe ninguna posibilidad real de reemplazar al petróleo por otras fuentes de energía que sean limpias y renovables, sin elevar enormemente el costo de generación de energía.

De hecho, los países productores de petróleo y gas parecen decididos a mantener una saturación del mercado, excediendo el consumo de 94 millones de barriles diarios que es la normal mundial.

Lo más notable es que ese nivel de producción y oferta de petróleo y gas está anunciando que las reservas de petróleo existentes en el mundo, con un costo de extracción considerado normal en estos días, se agotarán en poco más de una década.

Entonces habrá que recurrir a las reservas existentes en pozos profundos y difíciles, donde el costo se elevará a niveles impredecibles.

En muchos sentidos el petróleo es irreemplazable, de hecho, para la maquinaria militar, en prácticamente todas sus formas, y sólo en algunas clases de buques de guerra se está reemplazando el petróleo por electricidad producida por pilas atómicas.

Es decir, el petróleo disponible para uso civil e industrial será muy caro y posiblemente muy escaso.

En ese nivel de costos, sin duda volverán a tener vigencia las propuestas de energía alternativa. Pero con ello se prevé un efecto extremadamente desalentador para la producción industrial y el transporte.

De hecho, la mayoría de las transacciones en las principales bolsas de comercio están mostrando que las inversiones en refinerías y empresas de hidrocarburos están sufriendo el retiro cada vez mayor de los inversionistas.

Fuera de eso, no se está tomando en cuenta que el petróleo, además de generar energía, es la fuente de materias primas para prácticamente la totalidad de los plásticos. ¿Se puede imaginar Ud. lo que sería ahora eliminar los plásticos?¿Tener teléfonos celulares hechos de madera, bolsas de basura hechas de papel, tarjetas de crédito de cartulina, lubricación de los motores con grasa de chancho y todo eso con el retorno de las viejas y hermosas damajuanas de vidrio forradas en un tejido protector de mimbre?
Claramente, en el proceso económico que se mantiene vigente a pesar de que está cayéndose a pedazos, las promesas de amor por la naturaleza suenan a hueco. De hecho, aquí en Chile, luego de que la presidente Bachelet se luciera como adalid en la defensa del medio ambiente en París, respaldó en seguida el crecimiento de la gigantesca minería de carbón que está arrasando gran parte de la isla Riesco, en Magallanes, y que ya comenzó con el embarque de 3 mil toneladas de carbón para abastecer las termoeléctricas.

En realidad, resulta irracional proponer políticas económicas ecológicamente limpias, cuando el tema esencial apunta sólo al crecimiento económico.

Crecimiento de la economía implica crecimiento de la producción, lo que implica crecimiento del consumo, el aumento permanente del número de personas que procuran obtener dinero de algún modo para poder obedecer la compulsión de comprar cositas, que la publicidad nos instila permanentemente en nuestras pobres mentes.

Y para cualquier gobierno es peligroso tratar de interrumpir ese baile de sonámbulos cuyo anhelo esencial es obtener dinero para comprar. Lo estamos viendo en la ruina de las democracias y en el progresivo reemplazo de gobiernos y partidos políticos, por directorios de sociedades anónimas, como se perfila en el Tratado Trans Pacífico.

Y ya, fíjese, incluso en las Naciones Unidas, está cobrando fuerza la noción de que la alternativa para esta economía cada vez más corrompida y harapienta, depende sobre todo de desechar el mito de que el crecimiento económico es indispensable para que haya progreso.

La semana pasada, un político estadounidense provocó soponcios escandalizados por haber dicho que los seres humanos no hacemos el amor para tener hijos, y que los republicanos se preocupan mucho de los niños que no han nacido, pero que les importan un rábano los niños que ya nacieron.
En fin, estamos navegando a través del universo hostil, apiñados en nuestro pequeño planeta Tierra como si fuese un barquito en medio de la noche. Y resulta realmente asustador darnos cuenta de que los tripulantes de este barquito son una pandilla que además de ignorante parece estar embriagada.

Bueno, al menos los del Día de la Tierra se embriagaron con vinos deliciosos en Nueva York el 22 de abril.

Tengo algunos documentos muy interesantes de la CIA, sobre las reservas mundiales de gas y petróleo, los costos de extracción del petróleo en cada país, y la incidencia del petróleo en su Producto Interno Bruto.

Si Ud. lo desea, indíqueme su correo electrónico y se los haré llegar.

¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario.

 

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