Cuando la dictadura chilena quemó 15 mil libros de Gabriel García Márquez como "medida de censura previa" 

En 1986 el barco panameño "Peban" atracó en Valparaíso con un cargamento de 15.000 libros, con este dato comienza el relato de Alejandro Millán, enviado para BBC Mundo sobre un hecho conocido pero importante para la historia cultural de la dictadura chilena, el texto referido es «La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile», escrito por el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.

Robinson Silva Hidalgo

El receptor en Chile era Arturo Navarro, representante de la editorial Oveja Negra -que publicaba los libros del Nobel en esa época. El libro narraba las experiencias del cineasta chileno Miguel Littín, exiliado desde el golpe de Estado de 1973.

En 1985 el destacado director había vuelto clandestinamente a Chile, durante dos semanas, para filmar un documental sobre lo que estaba pasando durante la dictadura cívico-militar. En el libro de García Márquez se cuentan detalles como el encuentro de Littín con Pinochet, el director de cine se hizo pasar por un empresario uruguayo y así conversó con Pinochet en el Palacio de la Moneda.

Lamentablemente el ingreso de los ejemplares fracasó, siendo requisados por las autoridades. Navarro señala: «Yo me enteré de la incautación de los libros dos semanas después porque estaba fuera del país», continúa su relato explicando que se encontró con un mensaje en el contestador automático de su casa, su agente aduanero le comentó alarmado: «Arturo, me dicen que los libros fueron quemados».

Navarro fue, durante la Unidad Popular, empleado de la Editorial Nacional Quimantú y había sido testigo de la masiva destrucción de libros por los militares golpistas, es por ello que se trasladó a Valparaíso para resolver el problema personalmente, considerando que para esas fechas las medidas represivas se habían flexibilizado en este tipo de materias y que: «El libro ya había sido publicado en capítulos en Chile por una revista (Análisis) meses antes", aun así era preocupante que los ejemplares estuvieran bajo el control de la jefatura de Zona en Estado de Emergencia, es decir, en manos de militares.

Ahora bien, el contexto era muy contrario al propósito de Navarro, pues un mes y medio antes, el 7 de septiembre, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez había atentado contra el dictador Augusto Pinochet, hecho que dejó graves consecuencias debido a la represión feroz desatada contra opositores al régimen tras el atentado en el Cajón del Maipo.

Navarro continúa su recuerdo diciendo que «En el edificio logré hablar con un militar de rango medio al que le pedí que al menos me permitiera devolver los libros a Lima, pero después de hacer un par de llamadas, finalmente me dijo ‘Navarro, no se preocupe, que los libros ya los quemamos'».

orden de quema de libros GM

Documento que informa de la quema de los libros de Gabriel García Márquez

Para Navarro era evidente que la orden de incineración había venido de arriba y, se propuso que la gente supiera este hecho infame por parte de la dictadura de Pinochet: quemar 15.000 volúmenes de un premio Nobel. «Yo sigo sosteniendo que esto fue un capricho de Pinochet: no quería ver un libro, mucho menos después del atentado, en el que básicamente describe cómo le habían metido los dedos en la boca», señala Navarro.

El editor convocó a ruedas de prensa con el fin de dar a conocer la situación, hizo la denuncia ante la Cámara Chilena del Libro y aunque en Chile no hubo apoyo en los medios, en muchos países del mundo sí publicaron la noticia.

No tranquilo, insistió en saber qué era lo que había pasado. «Yo de verdad no creía nada de lo que me habían dicho. Ni siquiera que los habían quemado».

Tras recibir una recomendación optó por la vía diplomática, acudió a la embajada de Colombia, desde donde habían sido despachados los libros «Ahí conocí a Libardo Buitrago, el cónsul colombiano, quien se ofreció a ayudarme» dice Navarro.

Poco después, y por la presión de un país extranjero el cónsul colombiano recibió una carta de fecha 9 de enero de 1987 y firmada por el vicealmirante John Howard Balaresque, en la que se confirma la incineración de los libros y las razones de tal decisión: a los ejemplares de «La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile» se les impuso «una medida de censura previa» por considerar que el contenido «transgredía abiertamente las disposiciones constitucionales».

Navarro acota que «ese papel es el único documento oficial que existe en el que el régimen de Pinochet acepta que quemó libros y que lo hizo por censura. Algo imposible de obtener en esos tiempos». El documento sirvió para que la editorial Oveja Negra cobrara el seguro por la pérdida, Navarro asegura que «esta represión a los libros, a la cultura, se daría vuelta y terminaría siendo uno de los principales motivos por los que Pinochet saldría del poder".

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