Esta semana se cumplen 60 años de la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), por tal motivo intentamos recapitular en los principales hitos que marcan su historia de especial significación en los últimos decenios del siglo pasado.
El 15 de agosto de 1965, en un local del Sindicato de Trabajadores del Cuero y el Calzado, ubicado en la calle San Francisco N° 264 de Santiago, se congregaron alrededor de 60 revolucionarios y revolucionarias chilenos, procedentes de diversos lugares del país, con el propósito de dar nacimiento a una organización de nuevo tipo. Así surgió el Movimiento de Izquierda revolucionaria (MIR).
Este acto no fue producto de un hecho casual de la política o producto de una iluminación repentina de los actores que coincidieron en su fundación hace 60 años. La creación del MIR fue consecuencia y producto de un largo proceso de luchas sociales, de reflexión, de discusión, de acercamiento, que diversas organizaciones de izquierda radical, preexistentes a la época, con diversos grados de desarrollo orgánico, de inserción social y de injerencia política, al coincidir en la necesidad que la lucha popular chilena tenía de imprimir un nuevo carácter a su accionar y a sus expresiones políticas, se dieron a la tarea de emprender un camino unitario.
Destacados dirigentes sindicales, como el fundador de la Central Única de Trabajadores, Clotario Blest, de pobladores, como Herminia Concha y Víctor Toro, dirigentes sociales y políticos, como Luis Vitale y Humberto Valenzuela, destacados dirigentes estudiantiles, como Luciano Cruz, Miguel Enríquez, Bautista van Schouwen, entre otros, fueron partícipes de esta creación y dan cuenta de la amplitud social y política del esfuerzo unitario.
De allí entonces que no se puede hablar de la historia del MIR sin tener en consideración y reconocer la influencia de todas aquellas generaciones previas de luchadores sociales, de militantes de izquierda, de revolucionarios que, durante décadas, o desde muchos años antes del 65, intentaron transitar caminos de lucha en pos de la liberación de los trabajadores del yugo capitalista.
Al respecto, parece acertada la apreciación que hace la historiadora Eugenia Palieraki en su libro "La revolución ya viene", referido a los primeros años de desarrollo del MIR: "Contrariamente a lo que se suele afirmar, la fundación del MIR no fue en ningún caso un hecho necesario o inevitable. Tampoco se puede explicar por el particular contexto de los años sesenta". Y agrega: "Sólo las trayectorias militantes y las motivaciones políticas de los fundadores del MIR pueden aportar respuestas, ya que -salvo algunas excepciones- habían sido militantes sindicalistas o de izquierda mucho tiempo antes de crear el movimiento".
Lo que importa señalar, es que precisamente por tener un origen fundado en un largo desarrollo previo de militancia, sindicalismo y lucha social, el MIR desde su nacimiento se define como una organización de izquierda revolucionaria con raigambre popular. Eso es lo que refleja lo expresado en los postulados fundacionales y en las definiciones teóricas iniciales, y se ve reafirmado en las precisiones y lineamientos de los primeros años.
El origen de la importancia del MIR radica en que supo caracterizar la época histórica que enfrentaba, definió un programa para guiar el que hacer acorde a las necesidades del pueblo, definió una estrategia de lucha, y al mismo tiempo definió las formas organizativas y los instrumentos necesarios para desarrollar los propósitos de la lucha popular y revolucionaria. Pero, a partir de estas cuestiones, el principal aporte que el MIR hizo al desarrollo de la lucha popular en la década del 60 fue que cambió la manera de hacer política de la izquierda y de los revolucionarios dotándola de una práctica ligada de modo natural al pueblo. Cambió la manera de hacer política, sacándola de la dinámica de grupos que se alimentaban a sí mismos de disputas mediocres y marginales con otros grupos, sacándola de la práctica electorera y clientelista de la izquierda tradicional, sacándola de los cafés y salones de debate teórico.
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El MIR volvió a poner al pueblo en el centro de la práctica de las organizaciones que se decían o pretendían ser de izquierda o revolucionarias. Llevó a su militancia a los frentes de masa y fue a construirse en los frentes donde las masas populares libraban sus luchas o debían librar sus luchas, y a partir de allí definió políticas, y viceversa. El MIR incorporó el derecho a rebelión de las masas en la práctica de sus luchas cotidianas. Esa práctica de lucha y militancia contribuyó de modo definitivo a que los movimientos sociales se convirtieran en el motor de la lucha política y pasaran a tener una importancia fundamental en la conformación de las correlaciones de fuerza en el país. En esa práctica específica es que se forjó el tipo de militantes que le dieron una impronta propia al mirismo.
En un proceso no exento de vaivenes y disputas internas, una parte importante de los fundadores, de los dirigentes y forjadores, armados de una profunda decisión de hacer parir una revolución de verdad, tomaron el camino de ir donde estaba el pueblo. Impregnados en la convicción que sólo la rebeldía y la acción directa de las masas abrirían el camino de real solución a las demandas populares, fueron a las calles a generar acciones y conducir movilizaciones de masas. Fueron a los potreros y sitios eriazos a conducir tomas y levantar campamentos de pobladores sin casa. Fueron a los campos a apoyar las corridas de cerco y la recuperación de la tierra para el que la trabaja. Fueron a las minas y centros industriales a tratar de encender la chispa de luchar por un futuro mejor para el proletariado. Y, por añadidura, siguieron haciéndose fuertes al calor de las luchas y movilizaciones del estudiantado, de empleados y trabajadores públicos.
Así fue como el MIR se hizo parte y se ligó de manera férrea a las masas populares, principalmente en aquella amplia franja social caracterizada por el MIR como "los pobres del campo y la ciudad". Fue allí que comenzó a crecer y a realizar las tareas propias del camino revolucionario. Allí, junto al pueblo, comenzó a aprender, a crear y recrear su línea política, las precisiones tácticas, los métodos y formas de lucha. Por su parte, los sectores proletarios a los que el MIR tenía acceso y los pobres de la ciudad y del campo en donde estaba enraizado, veían como su práctica de lucha concreta se transformaba en aportes y ejemplos para la causa de la revolución.
Es en la experiencia concreta, entonces, que el MIR demuestra su vocación revolucionaria, su compromiso con el proletariado y los pobres de la ciudad y del campo, su decisión de liderar al pueblo hacia la conquista del poder. En esa misma experiencia es que el pueblo aprende a reconocer en estos rebeldes miristas a genuinos camaradas de causa y auténticos compañeros de lucha. Así es como, desde el pueblo, emergieron los nuevos militantes y las nuevas bases que le dieron cuerpo de partido a la estructura orgánica del MIR. Sin embargo, el elemento distintivo de la práctica del MIR, lo que le brinda trascendencia histórica, lo que se proyecta en el presente, es la ética revolucionaria que en toda su historia caracterizó el comportamiento del MIR: el compromiso con el pueblo y su destino, la consecuencia con los valores de la lucha popular y revolucionaria, la pasión y la audacia para enfrentar las exigencias por difíciles que éstas fueran, la entrega y el sacrificio para abordar la realización de los propósitos que demandara la lucha. La coherencia como práctica política permanente con el fin de que el pueblo fuera el protagonista de su propia historia.
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Esa forma de actuar el MIR la refrendó a lo largo de los años y de la historia. Durante la primera época con el impulso de las acciones directas y el desarrollo de operativos armados que buscaban definir un camino y fortalecer una forma de lucha. Luego, con el apoyo a Allende, a pesar de una reticente posición inicial, que se tradujo en la creación del GAP y una actitud de "apoyo crítico".
Durante el auge popular producido en el gobierno de Allende, las expresiones revolucionarias de las masas se multiplicaron. El compromiso decidido del MIR con las luchas populares, con las acciones directas, las tomas de fábricas y fundos, los campamentos, las movilizaciones, fueron dando espacio y creando condiciones para que empezara a germinar la idea de crear el poder popular como un camino de construcción revolucionaria en el transcurso de la lucha.
En este período se dio nacimiento a los frentes revolucionarios de masas, otra de las formas innovadoras con que el MIR propaga las políticas revolucionarias, expande la acción directa y ejerce su influencia. El Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR), el Movimiento Campesino
Revolucionario (MCR), el Movimiento de Pobladores Revolucionarios (MPR), el Frente de estudiantes Revolucionarios (FER) y el Movimiento Universitario de Izquierda (MUI), fueron la expresión física -aunque no la única- de esta masiva extensión de las organizaciones, de la fuerza y de la política revolucionaria entre las masas populares. Esta política no alcanzó a tener un gran desarrollo, pero sirve para demostrar el camino de asunción revolucionaria que el pueblo fue adoptando y de cómo se iban estrechando los lazos entre las masas y la conducción que el MIR trataba de ejercer.
Este proceso de lucha queda drástica y dramáticamente interrumpido por el golpe de estado de septiembre de 1973. Ese momento fatídico, puso a prueba la impronta y volvió a demostrar el carácter del MIR. Desde el momento mismo de la tragedia, el MIR estuvo de lado del pueblo, organizando o tratando de organizar focos de resistencia, definiendo una línea categórica de "No al asilo" para graficar la determinación de que el mirismo permanecería junto al pueblo y no recurriría al camino del lamento y la deserción. Organizar la resistencia popular, mantener viva la llama de la dignidad del pueblo, luchar contra la tiranía, derrocar al régimen oprobioso, fueron tareas y objetivos que el MIR asumió sin vacilación.
El inicio de las acciones de propaganda armada, los mitines relámpago, las marchas del hambre, los rayados callejeros, los precarios talleres de reproducción de El Rebelde, fueron parte del tejido que fue realizando en medio de un país en tinieblas, en medio de la época de la represión brutal y del terror más profundo. Época en que el MIR sufre la pérdida de una enorme cantidad de militancia, cuadros y dirigentes caídos en una desigual lucha contra la represión dictatorial, pagando un alto costo de valiosas vidas de hombres y mujeres que asumieron con consecuencia y lealtad el compromiso con el pueblo y las exigencias que imponía la lucha.
De ese período oscuro y doloroso el MIR salió luchando, organizando, reclutando y formando. Una y otra vez. Reponiéndose de cada golpe represivo que sufría, pero con la disposición a seguir bregando en los difíciles trajines que la lucha anti dictatorial exigía, que el pueblo necesitaba para asumir las nuevas formas y diversos caminos de lucha por sus intereses.
La propaganda armada dio paso a acciones operativas a fines de los años 70. Se creó en la lucha misma una pequeña fuerza militar urbana que comenzó a realizar acciones que golpeaban al régimen y rompían el cascarón del temor, levantando la moral y la voluntad de lucha de las masas populares.
En este escenario es que cobra forma el impulso de la "Política de Retorno" que tenía como finalidad destinar contingente a fortalecer las dinámicas de lucha antidictatorial. Es la época en que multiplican las acciones milicianas, en que realizan una serie de operativos y acciones armadas que abren una senda de lucha popular. Es la época en que realizan los esfuerzos guerrilleros en las montañas de Neltume y de la Cordillera de Nahuelbuta.
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Este espíritu de lucha, de rebeldía, de compromiso con el pueblo, es lo que está expuesto en la realidad nacional de los años 80 y posibilita el surgimiento de las protestas nacionales contra el régimen tirano, abriendo definitivamente la senda que conduciría al fin de la dictadura. Este accionar y comportamiento rebelde e intransigente del MIR, se ve fortalecido cuando el PC chileno adopta una política de acción armada y crea el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Esta realidad rebelde, también lleva u obliga a la oposición centrista a organizarse y generar mecanismos que cierren el paso a la opción revolucionaria de las masas.
Pero en esa etapa de la lucha de resistencia popular y de desarrollo del MIR, volvió a pagar un alto costo en valiosas vidas de hombres y mujeres miristas, militantes, cuadros, dirigentes. Este comportamiento militante, esta manera de hacer y de asumir la política, esta ética revolucionaria, esta actitud de rebeldía contra la injusticia, es lo que el pueblo valora y no olvida, sino que la convierte en lecciones de vida y lecciones de lucha. La gloria del MIR no es una frase vacía, sino que la constatación y la síntesis moral de una práctica de lucha revolucionaria coherente asumida con todas las fuerzas de la historia.
Sin embargo, el costo represivo también se tradujo en una creciente dispersión ideológica que, a su vez, conllevó a la fragmentación orgánica de la organización y la pérdida de su continuidad histórica, prácticamente a la par con el término de la dictadura y la desaparición del bloque socialista mundial.
No obstante, en los años posteriores, diversas expresiones políticas de grupos de izquierda han tratado de prolongar su ideario o de sentirse herederos del influjo mirista.
Sin duda, en su práctica política el MIR cometió errores; conocerlos y reconocerlos es parte de la tarea histórica para no inducir a equivocadas estrategias o falsos caminos de lucha. El Chile de hoy también exige que las organizaciones sociales sean protagonistas de las reformas que necesitan y de las transformaciones que reclama el bien común, la colectividad, la sociedad, el pueblo en su conjunto. En ese afán, puede ser útil nutrirse de la impronta mirista y del ejemplo que legaron todos aquellos luchadores que quedaron en el camino.
Las grandes revoluciones, las grandes transformaciones, los procesos verdaderos, que encarnaron organizaciones como el MIR, fueron posibles solo porque, en su momento, tuvo la capacidad de crear, de buscar nuevas fórmulas y no seguir reproduciendo viejos esquemas y repitiendo viejas doctrinas; allí radicó su aporte y su sabiduría. Además, junto con eso, tuvo la capacidad de poner toda la voluntad, el compromiso, la audacia, y la decisión que hacía falta para emprender esos nuevos caminos de victoria.