"A dos años de la revuelta, seguiremos hasta que nuestras poblaciones se llenen de alfombras verdes"

Nosotras, las mujeres, sabíamos algo más desde la experiencia de nuestros cuerpos y de las memorias compartidas: todo ese orden ya no sólo explotador sino más bien expoliador, tenía su base en una violencia estructural, institucionalizada, naturalizada, eminentemente violadora, cuyo emblema siempre fue y es la espuria "heroicidad" de los Conquistadores y sus herederos

Por Creación colectiva Museo de las Mujeres Chile

Crecimos en barrios donde el pasto no crecía y el viento de la tarde levantaba el polvo hasta molestar la vista. Por ello, uno de los símbolos que nos parece más potente es ver, a 2 años del 18/O, el espacio donde solía estar la estatua del General Baquedano, a caballo, sobre el cadáver del soldado desconocido, como un campo baldío.

¿Qué nos pasó, entonces, para ver sólo vacío en un espacio habitado por las imágenes patriarcales y colonizantes?

¿Qué nos movilizó? Eso es bien sabido: el reclamo ante los abusos descarados, alevosos, ensañados incluso, de unos pocos saqueadores del Estado y de los recursos comunes, sobre las grandes mayorías minorizadas, segregadas, que tan precariamente producían y sobrevivían. Usurpadores arrogantes de la autoridad, raptores fraudulentos de la Ley y expropiadores de los espacios de discurso público, de las versiones de la historia.

Nosotras, las mujeres, sabíamos algo más desde la experiencia de nuestros cuerpos y de las memorias compartidas: todo ese orden ya no sólo explotador sino más bien expoliador, tenía su base en una violencia estructural, institucionalizada, naturalizada, eminentemente violadora, cuyo emblema siempre fue y es la espuria "heroicidad" de los Conquistadores y sus herederos: los Padres Fundadores de la Patria, patriarcas bastardos émulos del uso impune de sus armas genocidas.

Este descontento movilizó nuestras cuerpas- territorios- tierra en lucha contra los mandatos neoliberales, coloniales, heteropatriarcales y la precarización de la vida impuesta por el estado-nación y la democracia neoliberal de los últimos 30 años.

El fuego de la protesta encendió nuevas posibilidades de articulación y unidad entre los pueblos con experiencias y resistencias colectivas históricas en la búsqueda de la dignidad y la crítica a los universalismos culturales, simbólicos, económicos y lingüísticos. Acuerpamientos solidarios, espontáneos y colectivos, de lo vincular, de los afectos, de estar y resistir entrelazadas/os. Nos erizan la piel, acciones tan intensamente políticas y amorosas que se activaron espontáneamente en todos lados y en cada espacio. Porque el cuestionamiento al modelo tiene que ver con aquello, y eso es profundamente feminista y por eso también este texto colectivo es profundamente feminista.

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Ese día la represión estatal abrió profundas heridas que generaciones completas cargaban en la memoria y en los cuerpos. La brutalidad y la exacerbada violencia, ensangrentaron nuevamente la historia, esta vez cobrando cientos de mutiladas y mutilados oculares como el símbolo más cruento e inolvidable del proceso. Hasta la fecha, de acuerdo con los datos de la fiscalía, han muerto más de 30 personas y existen miles de sobrevivientes a la violencia policial. Entonces nos preguntamos, ¿realmente existió el "nunca más"? ¿qué ocurrió con las políticas de verdad, justicia y reparación? O ¿qué ha hecho mal el Estado?

Creemos que, por ahora, nos queda resistir desde nuestras trincheras y territorios, enseñar desde la importancia de las memorias en el presente, respetar cotidianamente los Derechos Humanos, cuestionar los discursos que niegan los horrores perpetrados por el Estado y, por sobretodo, no dar ningún espacio al fascismo.

Sin embargo, a veces nos inunda el desconsuelo y aún nos sobrecoge ese recuerdo: nos emocionaba sentir esa comunicación, esa empatía, esa experiencia de comunidad, esa energía común que, aunque despertada por la impotencia, era un flujo de vida, una energía creativa. ¡Rompimos el silencio!

Y, entonces, sin más, escuchamos la consigna: "No volverá a crecer el pasto allí, hasta que nuestras poblaciones, donde habitan los mejores jardineros, se llenen de alfombras verdes donde la infancia vuelva a florecer" y sabemos que somos nosotras, de niñas, gritándola.

 

Fotografía principal: Verónica Milla

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"A dos años de la revuelta, seguiremos hasta que nuestras poblaciones se llenen de alfombras verdes"