La contralora general de la República, Dorothy Pérez compareció esta semana ante la Enade, la reunión anual de los gremios empresariales chilenos. Frente al mundo político y empresarial, Pérez se convirtió en la estrella del encuentro, recordemos que este evento existe desde 1989 y tuvo como premisa alinear la política transicional con el camino ideológico neoliberal que se instaló en Chile con mano de hierro durante la dictadura y que se desarrolló con prolijidad en los años posteriores.
Por Robinson Silva (*)
El Encuentro nacional de la empresa (ENADE) tuvo su momento epifánico con la presentación de la contralora, quien no solo se dedicó a presentar sus ideas acerca de la forma en que se fiscaliza la función pública, fue más allá y, sobrepasando sus competencias, ofreció soluciones entre técnicas y políticas, todo ello ante un exultante público que la aplaudió hasta el paroxismo.
El punto no es que Pérez se convierta en la figura más mediática que ha tenido este organismo público, el asunto es que -encargada de fiscalizar las buenas formas de la función pública- sea levantada en andas por medios de comunicación y políticos por el hecho de rendir cuentas ante un sector interesado frecuentemente por esquilmar el erario nacional y el desarrollo de la acción colectiva mediante el trabajo del Estado.
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La contraloría, tal como la conocemos, existe desde 1927, producto de las reformas que se realizaron en el Estado justamente para terminar con los abusos de la oligarquía nacional, quienes mantenían un sistema político discriminador y carente de políticas públicas; gracias al potente movimiento de trabajadores se logró constituir un Estado que desarrollara lo que empresarios y terratenientes nunca hicieron: habilitar lo público como forma de convivencia que no dejara atrás a los más débiles, todo ello en un progresivo y lento proceso que sufrió un tremendo golpe con la dictadura de 1973.
La contralora pierde el camino y acepta exponer ante el sector antagonista de lo público, ese que se enriqueció desmantelando el Estado en los setenta y ochenta, los mismos a los que no les interesa en lo más mínimo que la acción colectiva del Estado prospere. Rendir cuenta ante el sector empresarial es revelar sus estrategias frente a quienes les interesa destruir el Estado, a aquellos que se convencen con la idea de funcionarios “parásitos” porque se rebelan corrupciones, porque está claro, todo uso indebido y fraude en el Estado se debe combatir, pero eso es el mandato de la Contraloría, para eso existe, no hay más que darle apoyos para que haga mejor su trabajo, lo demás es uso político para destruir lo público.
La contralora es muy efectiva en lo mediático, pero en ningún caso entiende el calado histórico y político que representa su institución y su alegre presentación en Enade lo demuestra. Solo me surge una pregunta producto de esta situación ¿Qué pasaría si la contralora toma otro camino y se presenta ante el mundo sindical y los movimientos sociales del país?
* Academico de la UACH