Tras la re-elección de Cristina Fernández como presidenta de Argentina, se efectuaron ceremonias de renovación de ministerios y después al interior de los propios ministerios de cargos equivalentes a las subsecretarias y jefes de servicio en Chile. Dentro de estas ceremonias llamo la atención, un juramento prestado nada menos que en el Ministerio de Defensa de Argentina. Era el caso de Alfredo Waldo Forti quien prestó renovó su cargo como Secretario de Asuntos Internacionales del Ministerio de Defensa argentino.
La ceremonia, encabezada por el ministro de Defensa, Arturo Puricelli, se cumplía en el Salón San Martín del Edificio Libertador, sede del Comando del Ejército. Con un auditorio de generales, vicealmirantes y brigadieres, Forti hizo el juramento de rigor pero le incorporó una variante. Dijo: «Juro por la Patria, mi MADRE y los 30.000 desaparecidos».
Hace 34 años, el 18 de febrero de 1977 Azucena Sosa de Forti fue obligada en el Aeropuerto de Ezeiza (Buenos Aires) a bajar de un avión de Aerolíneas Argentinas en el que se aprestaba a viajar al exilio, junto con cinco de sus seis hijos, de entre 6 y 16 años. Ella nunca más apareció tras su detención y los chicos (entre estos el actual Secretario de Defensa) fueron dejados atados contra un árbol de Parque Patricios de Buenos Aires, con sus cabezas envueltas con una sábana.
Sus asesinos jamás dijeron donde están los huesos de Azucena pero la memoria de ella siguió viva y el lunes, desde la voz de su hijo, aleteó entre uniformes y charreteras.
A fines de la década del año 90, Alfredo Waldo Forti, ya adulto, viajaba en otro avión de Aerolíneas cuando descubrió entre sus compañeros de vuelo al ex general Antonio Domingo Bussi, que fue quien ordenó el secuestro, tortura y asesinato de su madre. Entonces, los aviones usaban cubiertos de metal y no de plástico. Forti se le aproximó: «¿Ves este cuchillo?», le dijo. «No tengo problemas en clavártelo cinco veces, pero la formación que me dió mi madre me dice que no sería la manera de resolver las cosas.
Te quiero ver pudrir en una cárcel.
Y se alejó del hombre tembloroso.