Por Ariel Ríos
Nuevamente llega esta fecha con todo el tradicional despliegue mediático del fanfarroneo militar y de liturgias del poder, y lo peor es que aun muchos siguen creyendo todo ese añejo, conservador y trasnochado cuento del «héroe» de Iquique. Ocasión propicia para todo ese «glorioso» montaje donde el poder ejecutivo entrega su mensaje, como expresión máxima de nuestra tradición «republicana y democrática».
Todo lo anterior, se hace aún mas patético si consideramos que, año tras año sin cuestionamiento alguno, envenenamos las mentes de miles de niños, niñas y jóvenes que se forman al alero de estos rituales que adquieren la forma de actos, poesías, canciones, imágenes, noticias, desfiles,etc. Todo lo cual exalta el nacionalismo, fomenta la xenofobia y validan culturalmente la guerra y la violencia como grandes virtudes. Estos hechos adquieren mayor gravedad, si consideramos que es en los propios colegios donde deberíamos trabajar incansablemente para formar ciudadanos para la convivencia pacífica, democrática y solidaria en la diversidad cultural y social de los pueblos de la tierra…
No podemos olvidar que la guerra es la expresión mas repudiable de la miseria humana, y como tal la Guerra del pacifico ( por el salitre), que es el contexto del combate naval de Iquique y » el héroe», corresponde a la violencia fratricida entre los pueblos hermanos de Chile, Perú y Bolivia, quienes fueron de forzados a luchar a muerte por las riquezas del salitre del actual norte chileno. Miles de campesinos obligados por el Estado a convertirse en soldados, derramando su sangre primero en la guerra, y luego como obreros salitreros donde fueron explotados y asesinados por las condiciones laborales y por la miseria de pago en fichas que no alcanzaba siquiera para satisfacer sus hambrientos estómagos.
El gran desafío que nos convoca como sociedad, en especial al sistema educativo es NO asumir estos ritos como algo inofensivo, las nuevas generaciones no deben heredar nuestra cultura violenta, clasista y xenófoba.
Esta fecha debería ser de reflexión profunda para avanzar en la reconciliación fraternal de todos los pueblos de la tierra.
Que los ricos peleen por sus miserables riquezas y privilegios, los pueblos debemos dejar de consumir discursos y ritos que simbólicamente elogian lo bélico.
¡Por el derecho de vivir en paz!