[Resumen.cl] Cuando se cumplen 100 años desde una de las huelgas obreras más importantes de la historia del país dejamos con ustedes un articulo de Sebastián Paredes, Historiador Local de Curanilahue y parte del Comité Centenario, organización creada para conmemorar los 100 años de la Huelga Grande del Carbón en 1920.
Corría enero de 1920 cuando los obreros de la Compañía Los Ríos de Curanilahue se enfrascaban en extensas asambleas para elaborar un pliego de peticiones que se presentaría a la empresa el mes siguiente, en lo que sería el preámbulo de la mayor huelga del carbón hasta ese momento. El motivo, las inhumanas condiciones de trabajo que se sostenían prácticamente desde los inicios de la explotación industrial hullera: bajos salarios, jornadas de 12 horas de trabajo, trabajo infantil, pago en fichas y sistema de pulperías, constantes abusos de las policías privadas a cargo de las compañías, precarias condiciones de seguridad, pobreza y explotación para la familia obrera.
Los mineros ya no eran los mismos peones que llegaban del campo a trabajar a las minas y volvían al monte para las cosechas. Poco a poco se fueron transformando en proletarios, asentándose en los pueblos carboníferos y forjando su conciencia de clase entre motines y organización popular.
En las últimas décadas del siglo XIX los motines y disturbios eran parte del cotidiano de los pueblos del carbón, conflictos que se agudizaron luego de la primera huelga general de 1890 y sobre todo durante la guerra civil de 1891. Riñas, amotinamientos y asonadas que muchas veces venían del consumo de alcohol, frecuente sobre todo en los días de pago, o de las reacciones de los obreros frente a los atropellos de los patrones y las policías privadas. Normalmente concluían en desordenes, fuego, balas y sangre. Incendios y saqueos que, al ocaso del siglo, se extinguirán dejando paso a la huelga como una herramienta para instalar las demandas de los trabajadores. (Grez, 2000: 3-4 y 13-14)
Ya entrado el siglo XX, estas expresiones fueron dando paso a formas más organizadas de lucha obrera y a su vez se constituyeron diversas organizaciones obreras con sustentos ideológicos y políticos diversos, acordes a las teorías de liberación obrera de la época y sus expresiones políticas en Chile. Desde los militantes del Partido Democrático que tenían representación en diversas asociaciones mutualistas y propalaban estrategias reformistas, hasta las Sociedades de Resistencia, de un marcado carácter anarquista y que planteaban la lucha directa frente al capital mediante las huelgas y los sabotajes. (1) (Fernández, 1991; Grez, 2000; Reynolds, 2011)
En este contexto aparece la primera huelga del carbón, cuando en 1902 los mineros de Lota y Coronel se alzaron en huelga en más de tres oportunidades durante el año, exigiendo mejores salarios, el fin a los abusos de las pulperías y la disminución de la jornada laboral (que en ese entonces duraba 12 horas). (Venegas, 1997; Grez, 2000)
Es también al calor de esta huelga que se creó la Federación Mancomunal de Trabajadores de Lota y Coronel, primera organización de vocación unitaria e insurreccional, de tendencia anarquista en sus inicios, y que agrupó a distintos gremios obreros en la lucha autónoma por sus derechos, favoreciendo la articulación tanto local como nacional, y el desarrollo de huelgas con demandas cada vez más claras. (Reynolds, 2011; Grez, 2000)
En las huelgas siguientes, que van a desarrollarse de manera frecuente hasta 1907, y luego con mayor persistencia aún entre 1910 y 1920, se observa una considerable maduración política de los obreros del carbón respecto al siglo anterior. Esta se expresó en: (a) la formulación de demandas específicas, que a veces se tradujo en los primeros, aunque escuetos, acuerdos entre los trabajadores y las empresas; (b) el avance táctico-estratégico de la lucha obrera, tanto en los mecanismos de acción directa, que en la mayoría de los casos terminaba en sangre, como en los intentos de negociación política, que tendió a involucrar a representantes del Estado en la mediación del conflicto, sin favorecer grandes victorias para las demandas de los obreros; (c) y por último, los avances en la organización y articulación política, a nivel local, provincial y nacional, expresada en la capacidad de conducción y coordinación de la Mancomunal y el Partido Demócrata en los primeros años del siglo XX. (Grez, 2000: 36-37; Venegas,1997: 137-139)
Si bien la Mancomunal no se sostuvo como plataforma política luego de 1907, ni tampoco apareció otra organización de corte sindical antes de 1920, las diversas asociaciones obreras que tenían representación en esta Federación se mantuvieron activas. (Venegas, 1997; Reynold, 2011)
Estas organizaciones populares proliferaban en mutuales, gremios, orfeones, sociedades de mujeres, clubes deportivos, cuerpos de bomberos y periódicos obreros, y se enfocaban en la solución colaborativa de las necesidades sociales, educativas y culturales de la comunidad del carbón, tendientes al mejoramiento intelectual y moral de la clase obrera. Si bien estas organizaciones tenían un carácter más social que político, permitieron la continuidad y profundización del desarrollo de la conciencia de clase en los mineros del carbón (4), y así también, con particular protagonismo de las Sociedades de Obreros, facilitaron la articulación y coordinación de los distintos sectores de la cuenca, favoreciendo el desarrollo de las huelgas entre la primera y la segunda década del siglo XX. (Fernández, 1991: 19; Reynolds, 2011: 56-60)
No es sino hasta el mismo año de la Gran Huelga que se retomará la constitución de organizaciones sindicales, elemento fundamental para el desarrollo del conflicto, en tanto les permitió a los mineros ser capaces de articularse provincial y nacionalmente, y alcanzar grados de negociación que difícilmente habrían conseguido disgregados. Por otra parte, la experiencia asociativa, que ya tenía un amplio recorrido en la cuenca del carbón, cimentó las bases sociales que permitieron tanto la masiva y efectiva participación en las orgánicas, como la construcción de un sentido comunitario, fundado en una profunda conciencia de clase y expresado en una serie de redes de colaboración cotidianas, que permitieron enfrentar el enorme desafío colectivo que implicó sostener y resistir la Huelga Grande del 20'.
La Huelga Grande del Carbón de 1920
El 1 de enero de 1920 se constituyó el Consejo Federal Obrero N°1 de Curanilahue. Este tipo de organización se encontraba muy ligada a la Federación Obrera de Chile (FOCH), y ya durante el primer semestre del mismo año, existían Consejos Federales en Curanilahue, Colico, Lebu, Lota y Coronel. (Venegas, 1997)
A partir de esta organización, en febrero de 1920, los mineros de la Compañía Los Ríos de Curanilahue presentaron un pliego de peticiones a la empresa que demandaba: el aumento salarial, disminución de la jornada laboral, abolición de las policías privadas, fin a la suspensión de trabajadores como 'castigo', mejoramiento de las viviendas obreras y los servicios asistenciales, y permitir la venta de carbón a obreros que viven fuera del establecimiento. (Venegas, 1997: 143)
El 8 de marzo de 1920, debido a la no respuesta de la empresa frente a las demandas obreras, los mineros de Curanilahue paralizaron las faenas iniciando a la Huelga Grande, que rápidamente se expandió por toda la Cuenca del Carbón. Al día siguiente, los mineros de Plegarias y Colico se le sumaron a la huelga, mientras que los mineros de Lota y Coronel entregaron sus pliegos de Peticiones. (Valenzuela, 2013: 76)
Para el 13 de marzo la cifra de trabajadores en huelga ascendía a los 3.310 y el conflicto se extendía desde Plegarias hasta Coronel. (Valenzuela, 2013: 77) En abril, eran 11.032 los mineros en huelga, de acuerdo con la Oficina del Trabajo, quien además señalaba que la principal causa que había desatado el gran conflicto era la Solidaridad entre los obreros. (Venegas, 1997: 144)
El desarrollo de la huelga se caracterizó por la intransigencia de la empresa frente a los intentos de negociación que, desde primer momento, perseguían los obreros. Por lo cual, ejecutaron distintas medidas de presión, como los cortes de las líneas férreas y el impedimento de la contratación de personal externo (o "rompehuelgas"), con el fin de sostener la huelga y tensionar la negociación. (Valenzuela, 2013:77)
El ejército y la marina se instaló rápidamente en la zona de conflicto para "mantener el orden público" y también para reemplazar a los obreros en labores productivas, lo cual era común en las huelgas de la época. Sin embargo, la presencia de militares no conmocionó a los dirigentes mineros, quienes tenían mayores desconfianzas depositadas en las policías particulares. (Valenzuela, 2013:77)
Así también, las expresiones de solidaridad llegaron desde distintos puntos de Chile: artistas e intelectuales actuaron en beneficio de los mineros, los trabajadores portuarios (de Lota, Coronel, Talcahuano, Tome y Valparaiso) acordaron no descargar mercadería proveniente de los puertos en huelga, organizaciones obreras de otros sectores realizaron aportes económicos para los huelguistas, con gran participación orgánica de la FOCH, y distintos obreros y militantes de diversos puntos del país viajaron a la Cuenca del Carbón para colaborar con el mantenimiento de la huelga. (Valenzuela, 2013:77-79)
Las mujeres del carbón tuvieron un rol protagónico e indispensable para el desarrollo de la Huelga Grande. Encargadas de organizar el hambre y el frío, que en contexto de movilización se hacía mucho más dificultoso, encabezaron prácticas comunitarias para poder subsistir el día a día: las ollas comunes aparecen como una herramienta de lucha indispensable que se transformaría en práctica característica de las huelgas mineras. (Morales, María; et al., 2015: 42)
Además, las mujeres asumieron roles en de liderazgo fundamentales para el desarrollo de la huelga, destacando a una mujer de Puchoco "Persona que fue la que tomó parte más activa en la huelga desde que era tesorera y proveedora general de la manutención que recibían (...)" . Era Delfina González, una legendaria luchadora que junto con la "agitadora" Carmen Serrano - quien, en marzo de 1920, viajó desde Santiago junto con delegaciones anarquistas para apoyar la gran huelga del carbón - asumieron un rol de agitación y propaganda que fue capaz de fortalecer la unidad y efervescencia huelguística y, al fin y al cabo, tensionó la radicalización de la huelga en la zona del carbón. (Ignotus, 2020)
Fueron acciones cotidianas, como la rebelión de las cocinas o el movimiento de lavaderos, las utilizadas por estas luchadoras para presionar a las organizaciones obreras para que se plegasen a la movilización que nacía desde Curanilahue. Con flamantes discursos y osadas acciones, como el ingreso a las minas disfrazadas de hombres o la ocupación de las vías del tren para evitar la llegada de la represión, González y Serrano se convirtieron en heroínas de la Gran Huelga y ni siquiera la cárcel pudo apaciguar el fuego de revuelta que propalaban por toda la Cuenca del Carbón. Indispensables tanto para la cohesión interna de la comunidad del carbón, asumiendo roles de agitación y educación popular, como para la articulación política de las organizaciones obreras, al asumir grandes riesgos para trasmitir los mensajes del Comité de Huelga a las distintas zonas carboníferas y también otros lugares de la región. (Ignotus, 2020)
Además de la presencia individual de mujeres luchadoras, las organizaciones de mujeres también proliferaron en esa época. Para 1920 Delfina González pertenecía al Centro "Arte y Emancipación". También para ese año se había conformado el Consejo Femenino N°1 de Resistencia en Curanilahue, mismo tipo de organización que posterior a la Huelga Grande impulsaría Delfina González en Talcahuano y del cual sería elegida presidenta. (Venegas, 1997:141; Ignotus, 2020: 116-125)
Por otra parte, la reacción de las compañías se aplicó con la brutalidad que las había caracterizado en los años anteriores. En primera instancia se intentó que la fuerza pública, los militares, desalojaran a los obreros huelguistas. Alegando frente a la Intendencia, que la huelga se debía a la acción de agitadores ajenos a los obreros y provenientes de otras regiones. El Estado desatendió las peticiones de las empresas, por lo cual estas procedieron, mediante sus policías particulares, con el desalojo de varias familias mineras de las viviendas de la compañía. (Valenzuela, 2013: 79)
Sin embargo, este violento episodio no alcanzó el efecto pretendido por las compañías, quienes esperaban que el desalojo amedrentara a los huelguistas. Por el contrario, los obreros respondieron radicalizando la movilización, y mediante la realización de diversas marchas, protestas, paralizaciones y reuniones, impidieron la vuelta al trabajo. (Valenzuela, 2013: 79)
El largo tiempo que los hombres y mujeres del carbón pudieron resistir en huelga, permitió que se generaran las condiciones para la negociación anhelada por los obreros. En el mes de abril, el desabastecimiento del principal combustible de la época afectaba a distintos puntos del país, generando dificultades en la operación del alumbrado público, el funcionamiento de los ferrocarriles del Estado, la producción de fábricas y los servicios de vapores. Poniendo en alerta a la prensa de la época, la opinión pública, y en particular, a los funcionarios del Estado. Esto último permitió que el gobierno, como nunca en su historia, adoptará un rol de mediación en el conflicto carbonífero. Y para el 10 de abril, la Compañía, bajo presión directa del Ministerio del Interior, aceptó integrar una Junta de Conciliación, con representantes obreros, empresariales y del Estado. Las arduas negociaciones concluyeron el día 26 de abril, con la decisión de conformar un Tribunal de Arbitraje, el cual estaría conformado por tres representantes de la compañía, tres representantes mineros, y por Luis Antonio Vergara como árbitro. Los mineros volvieron a las faenas durante los últimos días de abril y los primeros días de mayo, realizando un flamante acto del día del trabajador, marcado por su victoria. (Valenzuela,2013: 82-83)
La resolución del fallo de Vergara fue emitida el 12 de mayo, y consagró varias de las peticiones aclamadas por los obreros, salvo la jornada de 8 horas, la cual sería conseguida meses después. Se consiguió el aumento salarial de no más del 20%, lo que se aplicó de manera jerárquica acorde a las funciones ejercidas por cada trabajador. Los barreteros consiguieron que la empresa proporcionara el aceite para sus lámparas, lo cual anteriormente debían costearlo ellos mismos. Se abolieron las policías privadas, prometiendo una reorganización policial en la zona de conflicto bajo el control del Ministerio del Interior.
Se fortaleció la labor de la Oficina del Trabajo, principalmente en lo que concierne a la educación de los obreros respecto a sus derechos laborales, y en la fiscalización del buen cumplimiento de la Ley sobre indemnización de accidentes del trabajo, que regía desde 1917 y contemplaba una indemnización junto con el tratamiento médico y farmacéutico correspondiente para la recuperación de las víctimas, pero que, de acuerdo con los obreros, no era bien aplicada por la empresa.
También se consiguió una indemnización para los obreros que habían sido desalojados por las empresas y habían visto perjudicado sus bienes domésticos, la cual corrió por cuentas del Estado, y se aplicó mediante una ley con artículo único. Finalmente, el fallo concedió ciertas libertades organizativas para los obreros, quienes se veían constantemente reprimidos por las compañías en sus intentos de constituir sindicatos federaciones, impidiendo que las empresas realizaran estas coerciones, sin embargo, no obligó a la compañía a aceptar la intervención de las organizaciones obreras en los establecimientos mineros. (Valenzuela, 2013: 83-84)
Si bien los mineros obtuvieron importantes avances con el fallo de Vergara, este no se hizo cargo de todas las peticiones de los obreros, y junto con la poca disposición de la compañía para la buena aplicación del fallo en favor de los obreros, desencadenó en que los obreros presionaran por un segundo arbitraje. Este estuvo a cargo de Manuel Vicuña Rivas, quien tomando como base el fallo anterior, logró la firma de un nuevo pacto entre los mineros y la empresa el 13 de octubre de 1920. Los puntos añadidos por Vicuña Rivas consistían en el reconocimiento de la importancia de la producción del carbón, el pago de los salarios según el fallo de Vergara, asegurar la aplicación de la ley de accidentes de trabajo, solicitar al gobierno que la zona carbonífera fuera una zona seca, proponer que los conflictos laborales fueran evaluados por una Junta de Conciliación de patrones y obreros, y, sin duda la principal victoria de la Gran Huelga: la implementación de la jornada de 8 horas. (Valenzuela, 2013: 84)
Así también, al ocaso de la huelga la Oficina del Trabajo indicó recomendaciones al ministro de Industria con el fin de apaciguar la conflictividad en la Cuenca del Carbón: prohibir el pago en fichas y el trabajo a los menores de 16 años, cumplir efectivamente la legislación laboral mediante la fiscalización de dicha oficina, crear una legislación para los conflictos laborales y un servicio de salud pertinente. (Valenzuela, 2013: 84) Estas recomendaciones, junto con la real aplicación de los fallos que la empresa se esforzaba por no cumplir, marcarían las demandas en los siguientes conflictos de la Cuenca del Carbón.
Luego de la experiencia de la Gran Huelga, los mineros caminaron fortalecidos hacia el futuro, con mayor madurez política y organizativa6 que les permitió sostener un conflicto permanente con la compañía, expresado en las diversas huelgas que se desarrollaron a lo largo y ancho de la Cuenca del Carbón durante la década del 20'. La Huelga Grande fue tan sólo el inicio de la historia de las luchas de los hombres y mujeres del carbón.
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Citas y Bibliografía
1 Las ideas socialistas y anarquistas nacieron en respuesta al liberalismo burgués para representar la libertad de los y las trabajadoras y la igualdad radical en la sociedad. Sus propuestas y acciones fueron fuertemente reprimidas por la clase burguesa.
2 Las matanzas fueron la forma más recurrente de apaciguar los conflictos laborales tanto en la zona del carbón como en otros sectores obreros del país. Las compañías carboníferas contaban con policías privadas que eran famosas por sus abusos, y en tiempos de huelga, solicitaban la presencia del ejército a las zonas de conflicto tanto para reprimir a los obreros, como para realizar labores productivas que no estaban siendo realizadas por los huelguistas. Cabe destacar dos matanzas del carbón que conmocionaron al mundo popular de la época: la matanza contra huelguistas de Lota y Coronel en 1903, que de acuerdo con Grez abre el ciclo de matanzas hasta la Santa María en 1907, y la matanza de 12 obreros en Curanilahue en 1916, entre ellos un menor de 15 años. Fernández, 1991; Grez, 2000; Valenzuela, 2016 y «Los graves sucesos de Curanilahue» El Sur, Concepción, 22 de marzo de 1916.
3 Esto último se expresa en la huelga de 1904, primera huelga general del carbón, iniciada en las minas de Millaneco de la comuna Lebu, y que rápidamente se extiende al resto de la cuenca del carbón. (Grez, 2000:37)
4 Se destacan las iniciativas político-culturales enfocadas en la construcción de memoria histórica común, como la conmemoración del primer aniversario de la matanza de mineros de Curanilahue, fomentada por la Sociedad de Trabajadores "La Igualdad" de Coronel en 1917. (Fernández, 1991: 27)
5 Periódico Acción Directa, N°1, Junio de 1920. En: Valenzuela, 2013
6 Si para enero de 1920 se fundaba en Curanilahue el primer Consejo Federal, en 1922 ya existían 31 de estos Consejos situados en todas las comunas de la Cuenca del Carbón. (Venegas, 1997: 141)
Bibliografía
Fernández, Enrique (1991) "Carbón y Sociedad 1910-1920 Antecedentes para un estudio de la Huelga Larga del 20 en los yacimientos de Lota y Coronel" Tesis para optar al grado de Licenciado en Educación con mención en Historia y Geografía. Universidad de Concepción.
Grez, Sergio "Transición en las formas de lucha: Motines peonales y huelgas obreras en Chile (1891-1907)" Artículo resultado del proyecto FONDECYT N°1980725. Publicado en: Historia, vol. 33, Santiago, 2000, págs. 141-225.
Reynolds, Michael (2011) "La asociatividad obrera en el carbón 1900-1910", en Rosas Pedro (comp.) Del suplicio a la rebeldía en el mundo popular. Genealogías de un pasado que no pasa, Editorial Ayun, Santiago, 53-65pp.
Valenzuela, Marcelo (2013) "La huelga 'grande' del carbón en Lota, Coronel y Curanilahue de 1920" Historia Actual Online, N°32. 73-89pp.
Venegas, Hernán (1997) "Crisis económica y conflictos sociales y políticos en la zona carbonífera. 1918-1931.", Contribuciones Científicas y Tecnológicas, Santiago de Chile, N°116. 124-152pp.
– Morales, María; et al. (2015) «De marchas, manche y chinchorro, las mujeres del Carbón en la memoria oral de sus comunidades» Museo de Historia Natural de Concepción. Trama Impresores S.A., Hualpén
– Ignotus (2020) «La «AGITADORA» CARMEN SERRANO Experiencias de lucha y subversión cotidiana (Chile, comienzos del siglo XX)»