En un acto esperable, previsible y evitable, seguidores del ultraderechista Jair Bolsonaro coparon las sedes del poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial el domingo reciente dando pie a una nueva táctica de desestabilización contra el nuevo gobierno de Lula.
Por Felipe Soto Cortés
Como siguiendo un libreto trillado, reescrito, burdo, masas fascistas seguidoras de Bolsonaro salieron a una semana de la asunción del gobierno de Lula da Silva, a copar las principales sedes del poder brasileño, en una nueva versión de la intentona golpista que pudimos observar en el Capitolio tras la salida de Trump.
Los hechos parecen confirmar que al gobierno le costará tomar el control de las policías, íntimas seguidoras del bolsonarismo y al parecer, también instigadoras.
El caos, irregularidades, abusos, negligencias y delitos cometidos en el transcurso del gobierno de Bolsonaro son solo una parte de los problemas que deberá enfrentar el nuevo gobierno. Una semana bastó para que los violentos seguidores de Bolsonaro llegaran a las faldas del poder pidiendo un golpe de Estado.
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La estrategia de la ultraderecha sudamericana comandada por los bolsonaristas sigue a pie juntillas lo realizado por la ultraderecha estadounidense: desconocer todo resultado cuando el resultado no me favorezca.
Lula se apresuró este domingo para señalar que se realizará una intervención federal debido a los hechos protagonizados por los fervientes bolsonaristas, pero está por verse cuán efectiva podrá ser tras los años que gozaron de impunidad, el aumento de las milicias y la permisividad y aliento que el gobierno de Bolsonaro les otorgó.
No puede descartarse tampoco una intervención militar, pero al parecer el Ejército brasileño, permeado de la doctrina estadounidense no responderá apoyando a los golpistas, fundamentalmente porque el gobierno de Biden no es un aliado de Bolsonaro. Otra cosa sería si Trump siguiera en el Ejecutivo.
La nueva ultraderecha brasileña sigue así alimentándose. Hoy tiene refugio en masas fascistas y por supuesto, también en el Congreso, donde por cierto buscarán hacer la vida imposible al nuevo gobierno de Lula.