Paula Vidal Fernández
Actualmente, producto de la contigencia, la danza contemporánea y las artes tienen mucho que decir y comunicar. El proceso creativo de la obra "7 aguas" llega en un momento crucial y tuvo que transformarse y adaptarse a esta nueva situación. En este contexto, "7 aguas" invita a pensar la importancia de este elemento tanto desde una visión externa e interna y llama a reflexionar sobre los cambios, la adaptación y la resistencia a través del cuerpo y el movimiento. De igual forma y de la mano de la coyuntura política actual invita a estar presentes, entendiendo la capacidad sanadora y transformadora del agua. Sobre estos temas conversamos con la bailarina y directora de la obra, Adriana Omoto.
Adriana nació en Junqueiropólis, Brasil y comenzó su camino en la danza a los 10 años. Pese a que su familia traía el legado de las danzas tradicionales japonesas, sus acercamientos iniciales con esta disciplina se relacionaron, principalmente, con el jazz y el ballet clásico. Hasta los 15 años la danza fue más que nada una actividad recreativa, sin embargo, a esa edad ingresó a una academia y decidió que quería ser bailarina profesional. Comprendió que estaba demasiado apasionada por el movimiento y se entendía a sí misma a través de este. Inició su carrera profesional estudiando en la Universidad de Campinas, pero después de un año decidió irse a Curitiba, donde había estudiado su primera maestra. Posterior a su egreso decide tener una experiencia fuera del país y luego de investigar llega al Programa de Formación en Danza Contemporánea EMFOCO, del Centro Cultural Escénica en Movimiento, donde decide postular y gracias a eso emigra a Chile.
Antes de tu contacto con EMFOCO, ¿Te había llamado la atención Chile?
"Es súper interesante porque no, pues tenía un vínculo muy lejano con este país, por el hecho de ser países tan distantes geográficamente. Sin embargo, me quedé por bastante tiempo. El programa en un inicio era seis meses y después me iba. Llegué a una residencia artística y compartí esos 6 meses con gente de fuera también. Luego de la residencia, me volví a Brasil, pero regresé muy pronto a Chile por razones personales. Quería viajar al sur, pero también tenía ganas de trabajar acá. El 2016 lo hice en la academia de Juanita Toro, impartí clases de técnica académica. Luego me fui a Chillán con un Fondart y el año 2017 me invitaron los chicos de Escénica en Movimiento a trabajar como docente al curso de tercer año de EMFOCO. Ese año impartí la asignatura Técnica Contemporánea 3 y tuvimos un proceso muy bonito con los alumnos donde nos vinculamos de forma, también, personal. Yo siento que a ellos también algo les llamó la atención con relación a mi trabajo".
"7 aguas" es interpretada por un grupo de egresados del programa EMFOCO ¿Qué generó que se mantuviera este vínculo e interés de seguir trabajando juntos posterior al egreso?
"Desde mi perspectiva fue muy sorpresivo, porque la motivación partió de ellos. Yo estaba con un panorama distinto en relación a impartir clases este año, y ahí fue cuando llegó la propuesta de ellos. Yo no había tenido la experiencia de una residencia a largo plazo con un grupo cohesionado de gente que venía trabajando previamente y hacer esa transición entre un proceso de formación y una residencia es diferente ya que ya se necesita una madurez de intérpretes y no tanto como alumnos. Pienso que el proceso para los chicos también fue de entender esos lugares de transitar entre un proceso de formación y un trabajo previo a lo que sería algo más profesional en danza. Fue nuevo y fue desafiante, pero siento que pudimos fluir súper bien porque ya teníamos esa conexión de antes. Yo los veía muy motivados e interesados en seguir avanzando. Finalmente, teníamos las ganas de hacer una muestra y algo un poco más profundo."
¿Cómo fue el proceso creativo con este grupo de trabajo?
"Los tres primeros meses fueron de experimentación, pura experiencia sensorial y cuestionarnos desde el cuerpo. Los tres meses siguientes fueron de estructuración del trabajo y luego durante noviembre pulimos el final. Todo el trabajo fue muy horizontal. Empezamos en mayo a trabajar con los chicos, sabiendo que a final de año mostraríamos una obra final. Fue un proceso extenso, ya que para mí el trabajo de crear es siempre extenso, requiere mucho tiempo. Hubo también un trabajo de entender cómo se iba a conformar el grupo, cómo iban a ser los entrenamientos y que iba a resultar finalmente. La idea también era poder tener un tiempo de constancia y un trabajo continuo para no perder el contacto con el movimiento desde la danza contemporánea. Fue un proceso experimental en muchos sentidos."
Tú llegas con la propuesta para orientar la obra final hacia el agua ¿cómo fue la recepción de los intérpretes frente a esa idea?
"Para los chicos yo creo que fue novedoso cuando les plantee el tema. Llegué contándoles mi experiencia más íntima con el agua, pues había recién salido de un proceso muy fuerte personal que fue la gestación, el parto y el puerperio de mi hija. Esto fue una experiencia corporal, espiritual, física y psicológica muy fuerte. Sobre todo, en relación a tener a mi hija acá, en un territorio distinto al mío. Tener un hijo aquí significaba, también, generar más raíces. Entonces obviamente por mi cuerpo me atravesaron muchos cuestionamientos y preguntas y ganas de entenderlo desde el movimiento. Cuando tuvimos nuestro primer encuentro y pudimos conversar, les propuse el tema del agua. Además, en Concepción, la vinculación con el agua es muy fuerte: es húmedo, hay humedales, el mar, los ríos. Es un territorio que para mí resultaba muy extraño, pues vengo de un territorio mucho más seco. Yo siento que todo fue confluyendo y llevando a cuestionarme sobre ese lugar que está tan presente, intentando siempre entender esa relación del cuerpo desde el exterior y el interior. Entendiendo que es lo que atraviesa mi cuerpo en mi cotidiano, con el territorio que vivo; pero también internamente desde lo que siento y percibo, sobretodo, con la experiencia de gestar a mi hija".
¿Cómo influyó este estallido social -que no ha dejado a nadie indiferente- en este proceso creativo y colaborativo que fue tan íntimo?
"Fue súper fuerte todo eso tanto a nivel personal como a nivel de grupo. Durante dos semanas paralizamos, pero no sólo suspendiendo la actividad, sino que cuestionando sobre cómo seguir. Luego logramos encontrarnos siempre desde el lugar de la conversación y nunca desde la imposición, pero sí desde una posición en la que yo tenía que tomar ciertas decisiones lo que igual fue complejo. Pensaba en suspender, pero al mismo tiempo veníamos de un proceso extenso y teníamos todo listo. Sentí que, también, dejarlo, era en el fondo no asumir lo que estaba pasando, era abandonar. Nunca tuvimos las ganas de abandonarlo, transformarlo sí, ya que nunca seríamos los mismos. Este proceso nos llamó a estar aquí, a entender las incertidumbres y también el vivir el presente y todo lo que ocurre y estar adaptándonos y transformándonos todo el tiempo. No lo bailaremos de la misma forma en que lo habríamos hecho si esto no hubiese pasado. Nos propone un estado más presente de vivir y estar en el cuerpo."
Bajo este contexto, y entendiendo que están próximos a estrenar el jueves 28 de noviembre, ¿qué te gustaría transmitir a través de "7 aguas"?
"Trabajamos desde un lugar íntimo de cada uno y lo traspasamos hacia el movimiento. Lo que más me gustaría que le llegara a la gente es un momento de apreciación, de una mirada hacia nosotros mismos, desde un lugar de empatía, y proporcionar una manera de resistir desde el cuerpo, desde el movimiento y desde lo que cada uno siente. Traspasar esto a través del trabajo y llegar hacia las personas es lo más importante, porque el agua para mí es eso. El agua es transformadora, es sanadora, es cotidiana y es nuestro cuerpo mismo."
"7 aguas" se estrenará el jueves 28 de noviembre a las 18 horas en la Sala de Espectáculos Artistas del Acero. Está dirigida a mayores de 12 años. La entrada es liberada y se puede retirar desde las 14 horas en la boletería de Artistas del Acero.