Asistimos a una incansable metamorfosis de la geografía política de América latina. El último gran suceso fue la entrada de Venezuela al Mercosur alterando así el orden geoeconómico regional y mundial. La alianza de tres grandes, Venezuela, Argentina y Brasil, modifica y mucho las relaciones económicas intrarregionales y con el resto del mundo. Uruguay se quedó solo como país chico en el seno de Mercosur, esperando que lleguen otros que pudieran ser parte del bloque en los próximos meses: Paraguay, Bolivia y Ecuador. En el primer caso, la vuelta al Mercosur depende de su regreso a la democracia en las próximas elecciones de abril 2013. El golpe de Estado perturbó las reglas de juego creando una injusta pole position para la próxima contienda electoral a favor de los intereses de las grandes oligarquías paraguayas. El segundo caso es Bolivia, que ya ha hecho guiños positivos al proyecto de integración. Con una CAN desintegrada como bloque (debido a las alianzas de Perú y Colombia con UE y EE.UU.), la entrada de Bolivia en el nuevo espacio geoeconómico le permitiría diversificar relaciones con otros socios latinoamericanos evitando ser país dependiente de la conexión brasileño-argentina.
En tercer lugar está Ecuador que, si finalmente da el paso definitivo de rechazar el acuerdo comercial con la UE, caerá por su propio peso en esta regionalización de su inserción estratégica y soberana en el mundo. Es altamente previsible que las próximas elecciones de febrero de 2013 sean ganadas nuevamente por Correa y, después de ello, será la hora de la apuesta por una integración dentro del Mercosur. Si esto sucediera, el eje central del ALBA quedaría inserto en el nuevo Mercosur, coadyuvando a que se sudamericanice más la propuesta de integración y, principalmente, a que aparezcan nuevas dimensiones en las relaciones económicas entre países. Superar el estadio comercial es determinante para impedir el desarrollo desigual y una división desequilibrada del trabajo en la región. Es momento de afrontar las asimetrías acumuladas entre países aprendiendo de otros desastrosos procesos (tal como se vive en el seno europeo). Sortear regionalmente la relación periferia-centro es un deber en este proyecto político. Esto sólo se puede lograr a través de mayor encadenamiento productivo regional. Se requiere mucha sintonía fina para buscar la complementariedad productiva en un sentido no neoliberal del término, esto es, en cuanto a productos y también a productores. No es cuestión sólo de crear valor añadido, sino de distribuirlo. Esta propuesta ha de ir de la mano de otras políticas que aboguen por el uso de más moneda nacional (como, por ejemplo, lo acaban de acordar Uruguay y Argentina), de dotarse de mecanismos financieros propios, de política regional de compras públicas, de inversión pública supranacional, de arbitraje regional y de políticas que integren, a modo emancipador, cultura y educación. Esta nueva integración de rostro humano requiere tener claro que las relaciones comerciales no pueden solidificarse sobre desigualdades y pobreza. El éxito de esta humanización del Mercosur depende de las vicisitudes y pretensiones individuales, y de la dialéctica en el triángulo Venezuela-Argentina-Brasil.
Por una parte, este 7 de octubre, Venezuela decide si continúa con el actual proceso de transformación soberano a favor de las clases más populares o si vuelve a ponerse al servicio de la oligarquía. Si Chávez gana, puede servir de catalizador de un Mercosur más fuerte y más armonioso en la relación entre las grandes y las pequeñas economías. Por otro lado, Argentina sigue creciendo y apostando a fortalecer la demanda interna, redistribuyendo excedente económico y en pleno proceso de reindustrialización en aras de reducir su dependencia importadora y la sojización de las exportaciones.
La pregunta es saber si Argentina, considerando a Venezuela y a otros posibles socios, se va a desbrasilizar o si, por el contrario, formará tándem, lo cual ayudaría a un notable desequilibrio económico regional. El otro país es el gigante brasileño, con un lema que habla por sí solo: "país rico y país sin pobreza". En parte, lo está consiguiendo, aunque recientemente optó por un programa sustancial de estímulos a favor del sector privado para afrontar los primeros síntomas de desaceleración. Poco sabemos si su obsesión por ser la cuarta economía del mundo lo llevará a aceptar otras reglas del juego, o impondrá su agenda latinoamericana bienestarista para su modelo de desarrollo. En este tablero de grandes, una novedad es México, quien hasta ahora poco había mirado por el retrovisor. El nuevo presidente está de gira actualmente. Guatemala, Colombia, Brasil, Chile, Argentina y Perú son los destinos elegidos no por azar. Está por ver cómo México se relaciona con los dos grandes de Mercosur en términos compatibles con su proyecto de formar parte del eje derechizado de la Alianza del Pacífico.
La geopolítica no es estática. Como los meses pasados, los próximos volverán a ser concluyentes y así sucesivamente. Además, América latina no vive sola, depende de cómo siga moviéndose el mundo. Y la próxima estación es la reunión de los países emergidos Brics, a la que esta vez está invitado Argentina. ¿Hablaremos de los Bricsa en los próximos meses?
Doctor en Economía, Coordinador América Latina Fundación CEPS (@alfreserramanci)