Esta película está filmada y ambientada en Inglaterra y fue estrenada el 2002, es del director Stephen Frears, quien nos regala una gran película contemporánea. De correcta factura técnica, muestra una ciudad que a veces puede ser Nueva York, es decir, que instala el conflicto en cualquier lugar globalizado e impersonal del mundo occidental.
Tratar el tema de la inmigración no es nada fácil y en ese intento han caído una serie de producciones que han hecho de la temática un desafío, en muchos casos saltan una serie de lugares comunes y argumentos clichés que pueden cansar al espectador con apenas comenzar. No es el caso de esta película, Frears introduce el tema lentamente, quebrando los tópicos de quiénes son y qué hacen los inmigrantes en Europa, con actuaciones buenísimas se va dibujando una historia realista y llena de emoción.
En una mega ciudad como Londres, no veremos ninguna de sus conocidas postales, más bien sus vericuetos poblados de trabajadores ilegales y superexplotados. En eso el filme acierta medio a medio, y la capital de las nuevas tendencias se transforma en esa trampa para quienes buscan una salida a la pobreza y la represión. Londres es un leiv motiv para la cinta, pues no es sólo un lugar, es el objeto de los sueños de miles de personas.
Ecu es un nigeriano que hace de todo para sobrevivir en la capital inglesa, pues tiene un deber fundamental que cumplir, en el camino va descubriendo las circunstancias de otros inmigrantes y sus luchas particulares, pero no cuenta con las mafias y los negocios que estas manejan aprovechando la debilidad legal de los extranjeros. Sin duda el director quiere contarnos estas historias, las de ilegales en medio de la barbarie occidental, esa que ampara mafias sólo porque quienes las dirigen tienen pasaporte europeo.
Una historia sorprendente y con un final emocionante, muy bien contada y políticamente incorrecta, lo que esperamos del cine cuando trata problemas sociales que el conjunto de las personas no se está atreviendo a mirar, quedándose con las cuatro frases que los políticos nos venden por los medios de comunicación para dormir tranquilos y seguir produciendo al día siguiente.
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