Por Corporación Mujeres
La llamada #olafeminista no es un movimiento circunstancial a la violencia que los medios han mostrado este último tiempo y merece grandes y variados análisis, tantos como muestras de apoyo y compromiso en acción.
Si bien el 2016 nos remeció el brutal asesinato de Lucía Pérez en Argentina -y nos movilizó a repletar las calles con #niunamenos- hace un año nos impactó lo vivido por Nabila, es a diario que vamos siendo testigos -y en muchos casos protagonistas- de la violencia estructural que vivimos las mujeres en este sistema machista y patriarcal, que ante cada llamado de atención que hacemos las mujeres pareciera que busca empatar las cifras. Pero estas no mienten: los datos extraoficiales indican que el año 2017 hubo 65 femicidios y en lo que va del 2018 se registran 15 (1); además 85% de las mujeres hemos sufrido acoso sexual callejero en los últimos 12 meses, siendo por lo menos una vez a la semana en el 36% de esos casos, y una o más veces al día para una de cada 10 mujeres (2). Eso no es todo, ONU Mujeres ha indicado que "las mujeres que han sufrido maltrato físico o sexual por parte de sus compañeros tienen más del doble de posibilidades de tener un aborto, casi el doble de posibilidades de sufrir depresión y, en algunas regiones, 1,5 veces más posibilidades de contraer el VIH, en comparación con las mujeres que no han sufrido violencia por parte de su compañero sentimental" (3).
Pero, claro, para algunos somos nosotras las exageradas y se cuestiona la legitimidad del movimiento únicamente porque son mujeres universitarias y secundarias -y no hombres- quienes han liderado el tema estos días, quienes han tenido la osadía de enrostrar las deudas sociales a un país que celebró el triunfo de la selección femenina de fútbol, reciente subcampeona de Copa América 2018.
Sin embargo, sabemos que aquellas que lideran este proceso son herederas directas de una lucha que las mujeres en nuestro país desde distintos contextos educativos, sociales y culturales estamos dando desde hace décadas, con logros como el derecho a voto y el aborto en tres causales, con más mujeres representantes en los poderes estatales, en muchos casos con sus propias madres como apoyo silencioso desde sus hogares, aplaudiendo una gesta de la que ellas quizá también fueron parte o tal vez no tuvieron la oportunidad de dar en los espacios públicos, precisamente porque esta sociedad les relegó a un segundo o tercer lugar, ya sea porque no pudieron estudiar, porque debieron "hacerse cargo" del cuidado de sus padres o porque lisa y llanamente debieron buscar cómo mantener a sus hijas e hijos.
Las universitarias se encuentran enfrentando un espacio "per se" masculino de dominación, donde las mujeres tienen menos opciones de optar a cargos de autoridad, donde son discriminadas en las carreras de las "ciencias duras", donde muchas veces deben optar entre continuar sus estudios o "cuidar del hogar", teniendo en muchos casos a un hombre como contraparte, que ve su rol netamente como apoyo y no como otro responsable de ese mismo hogar.
Organizaciones sociales, colectivos, académicas, mujeres independientes y un variado abanico de entidades han expresado su apoyo y compromiso con esta #olafeminista, evidenciando la deuda que el país tiene con ellas, con nosotras, y con todas las que no tienen el privilegio de cursar estudios formales y menos superiores, con aquellas que migraron a la ciudad o desde otros países, con las mujeres indígenas y las afrodescendientes: una educación no sexista, el término del ocultamiento y/o normalización de las situaciones de abuso y acoso en los espacios educativos, el fin a la invisibilización de las mujeres como referentes en la educación, el término de un lenguaje violento y ofensivo, el fin de una cultura de la violación. Es decir: la necesidad de cambiar desde sus bases el mecanismo que reproduce una cultura que nos violenta a diario: la educación. Porque los cambios se requieren en toda la sociedad, no únicamente en los espacios educativos. Necesitamos que la vecina no deba avanzar rápido cuando pasa frente a la construcción, ni que la señora del aseo se ruborice con los comentarios en doble sentido, ni tampoco que se cuestione nuestra palabra en los espacios sindicales o se menosprecie nuestra valía en los ámbitos académicos, dirigenciales ni en ningún otro.
Como Corporación Mujeres, junto con valorar a cada una de las mujeres que es parte de este proceso, nos ponemos a disposición para contribuir a ser parte de este cambio que se está generando, que sabemos es tan necesario y consecuencia de toda la presión social, política, cultural e histórica que ha existido, con la finalidad de lograr el tan esperado cambio de paradigma que beneficie a todas las personas que habitamos este país, para lograr una mejor convivencia.
Y es que como dice nuestro slogan, es desde la horizontalidad que buscamos aportar. "Unidas recordando saberes, construyendo derechos".
(1) Red chilena contra la violencia hacia las mujeres
(2) Observatorio contra el acoso callejero
(3) ONU Mujeres