Argentina: Reforma previsional y represión

Por Cecilia Gonzalez(*) Resguardados en sus improvisadas trincheras, los gendarmes lanzan chorros de agua y gas lacrimógeno y disparan balas de goma de manera indiscriminada sobre la multitud. Algunos manifestantes alcanzan a tirar piedras o palos, minutos antes otros se les habían acercado para preguntarles si no les daba vergüenza ser parte del operativo de seguridad que rodeaba al Congreso. La cronista Cecilia González cuenta cómo fueron las horas de la represión alrededor del edificio donde se iba a tratar la reforma de la ley jubilatoria.

«Ya les va a tocar el robo de hoy cuando se jubilen», les grita un peatón a los efectivos de Prefectura que cierran el paso sobre Combate de los Pozos y Alsina. «Nosotros nos retiramos, no nos jubilamos», le revira uno. Y se ríe junto con sus compañeros.

El prefecto, identificado con su chaleco naranja, rompe así la regla que rige en cada corte de calle alrededor del Congreso, porque son muchos los ciudadanos que eligen desahogarse frente a las vallas policiales y sólo encuentran silencio como respuesta en medio de la violenta jornada en la que el gobierno esperaba la aprobación de su reforma jubilatoria.

En el cierre sobre Rivadavia y Junín, hombres y mujeres que llegan solos, sin encolumnarse con ninguna organización, se asoman por el enrejado de los bloques de acero y les piden a los gendarmes que se pongan del lado del pueblo. «Cuando estén viejos y recagados de hambre se van a acordar del día que cuidaron a los que bajaron las jubilaciones», les dice un señor rubio y cincuentón. «Ponete del lado de los viejos», «¿no tenés abuelos?», «Bienvenidos al 2001», les gritan otros. Un joven se acerca e intenta mostrarse conciliador. «¿A quién le vas a pegar al rato, a una persona que protesta, que se queja? En democracia nos quejamos y protestamos. ¿Si no es ahora, cuándo?». Los gendarmes permanecen impasibles.

La gente se turna para retarlos. Pero ellos, protegidos por sus cascos, chalecos antibalas y escudos, ni siquiera les sostienen la mirada. Están del otro lado, siempre están del otro lado, aunque no haya barrera física de por medio. «Ustedes también son pobres. ¿Por qué no ayudan al pueblo?», les grita una señora de cabello cenizo que se aferra con sus dedos a la reja. Es jubilada, dice, y la plata ya no le alcanza, menos si se aplica la nueva fórmula que quiere imponer el gobierno. Llora, se disculpa por sus lágrimas y se aleja.

Detrás de las vallas entrelazadas, los gendarmes esperan con disciplinada paciencia la orden de reprimir. Todavía falta un rato. En el cierre de Riobamba y Bartolomé Mitre, en vez de reclamar a los gritos, como hace la mayoría, un manifestante hace una pintada con grandes letras blancas: «Maldito sea el soldado que vuelva las armas contra su pueblo. Simón Bolívar».

Pese a los reclamos, en las calles traseras del Congreso no hay multitudes, apenas puñados de personas que se acercan a insultar o a monologar frente a los gendarmes. En una pared, alguien escribe: «No al robo a los jubilados. Fuera Macri». Y en las vallas de Entre Ríos y Alsina, pegan fotocopias con el rostro de Norma Plá, la activista icónica por los derechos de los jubilados en los años 90.

La tensión está concentrada frente al Congreso. Las columnas más numerosas se citan en la Avenida 9 de Julio y luego entran por Avenida de Mayo. Desde temprano, los manifestantes se amontonan bajo un sol torturante en las vallas de Rivadavia y Callao. Algunos tiran botellas vacías hacia el inmenso corral formado por las fuerzas de Seguridad, carros hidrantes incluidos.

En cada corte, hay una pregunta insistente para los gendarmes: «¿no les da vergüenza?».

La reforma previsional encendió la mecha del conflicto social decembrino que en Argentina ya es casi una tradición. Según las cuentas del gobierno, los cambios implican un aumento del 5.0 por ciento sobre la inflación en las jubilaciones del próximo año. Según la oposición y diversos economistas, la verdad es que se recortan las jubilaciones y programas como la Asignación Universal por Hijo. Es un «ahorro» de 100 mil millones de pesos, necesario para bajar el déficit fiscal, una de las obsesiones del presidente Mauricio Macri.

El exitoso acuerdo del gobierno con los gobernadores para que apoyaran la reforma contrastó con los fallidos de los voceros oficialistas. Del «los jubilados van a perder plata, no poder adquisitivo», del diputado Pablo Tonelli, al «quédense tranquilos, yo lo voy a explicar en su momento», de la diputada Elisa Carrió. En el Senado, la reforma pasó fácil gracias, entre otros, al respaldo de Miguel Ángel Pichetto. «Nos toca la ingrata tarea de votar esta ley», se justificó el senador peronista.

En el camino de la reforma hacia la Cámara de Diputados, el escenario se complicó. La oposición sumó fuerzas para denunciar que el ajuste siempre afecta a los más débiles, en este caso a los jubilados y a los beneficiarios de programas sociales, lo que el gobierno niega. En medio de esa puja, los ánimos se fueron caldeando. Estallaron, primero, el martes pasado en la sesión de la Comisión de Previsión Social de la Cámara de Diputados que aprobó el dictamen, después de insultos, empujones, gritos, golpes y forcejeos que hubo con parte del público, diputados y hasta el ministro de Economía, Nicolás Dujovne. El miércoles, de manera inesperada, la Gendarmería reprimió la marcha convocada por organizaciones sociales y agredió a diputados de oposición que salieron a defender a los manifestantes. La diputada Victoria Donda tuvo que ir ayer en muletas al recinto.

En ese clima de creciente tensión, se citó de apuro una sesión para el jueves en la que el gobierno creía que podía sacar adelante su reforma. Se equivocó.

Sobre la Avenida 9 de Julio hay policías de la Ciudad. En la Avenida de Mayo, camiones de la Policía Federal. Detrás de las vallas que rodean al Congreso, los contingentes de Gendarmería. En los puntos de acceso, efectivos de Prefectura. En alguna calle aledaña, un camión del Ejército (el Ministerio de Defensa explicará más tarde, en un comunicado, que era para trasladar a Policías de Seguridad Aeroportuaria que custodiaban la cumbre de la OMC).

El operativo impresiona. ¿Si la ley es tan buena, como dice el gobierno, por qué hacen falta tantas fuerzas de Seguridad?

Los carteles sobre Avenida de Mayo tienen una destinataria concreta: «Carrió, en las fiestas no le robes a los jubilados». Firma, la Unión Cívica Radical-Agrupación Radicales de Alem. Otros radicales pegan un póster que advierte: «No es de cristianos robarles a los jubilados», también con la foto de la diputada de Cambiemos. «Reducir jubilaciones, asignaciones universales, salarios y fuentes de trabajo es robarle los derechos humanos a los que menos tienen», reza un letrero justo al lado del mensaje breve y directo que pusieron los trabajadores de la Anses: «No a la reforma previsional y laboral».

Las columnas de La Bancaria, la Asociación de Trabajadores del Estado, Metalúrgicos, el Movimiento Socialista de los Trabajadores y docentes universitarios avanzan en multitud. También se suman «los sueltos», como una maestra que avisa en su pancarta: «No dan las cuentas. Sus cálculos para 2018: 100.000 millones menos a los jubilados pero sostienen que los jubilados ganarán. ¡Vuelvan a primer grado! Dejen de mentir». O mujeres y hombres sesentones que muestran a las cámaras cartulinas escritas a mano: «Basta de estafar a los jubilados», «No al recorte previsional», «Macri nos miente a los jubilados y «Yo rechazo esta ley oligarca de reforma laboral y previsional contra la trabajadores y el pueblo». El Frente de Izquierda reparte volantes en los que explica: «la vida de los jubilados vale más que sus ganancias» y «criminales los que sacan el pan de la boca de los jubilados».

Los contingentes se van apretujando en la Plaza. Empujan, gritan o cantan: «Hoy salimos a la calle / para que todos se enteren / que el gobierno de los ricos / les roba a los jubilados / hoy salimos a luchar».

Ya pasan de las dos de la tarde.

Adentro del recinto, el oficialismo todavía no tiene quórum para comenzar la sesión.

Afuera, empiezan las corridas.

Resguardados en sus improvisadas trincheras, los gendarmes lanzan chorros de agua y gas lacrimógeno y disparan balas de goma de manera indiscriminada sobre la multitud. Avanzan sobre la Plaza. A cambio, algunos manifestantes alcanzan a tirar piedras o palos. Otros queman contenedores de basura en los alrededores. Cada tanto suena un estallido.

En medio del caos, algunos corremos por Rodríguez Peña con la boca tapada con camisas, algún pañuelo. A media cuadra, un portero nos abre la puerta de un edificio a una docena de personas para resguardarnos. Como tengo mi credencial de periodista colgada al pecho, una señora con los ojos enrojecidos por los gases me pregunta para quién trabajo. Le explico que soy corresponsal extranjera y se echa a llorar. «Por favor, cuente en otros países lo que está pasando, el gobierno militarizó las calles y reprimió a los jubilados como yo, sólo venía a manifestarme», pide. En diferentes puntos alrededor del Congreso, por lo menos una decena de periodistas son heridos con balas de goma. La diputada Mayra Mendoza se identifica, rodeada por un puñado de Gendarmes. De nada le sirve. La gasean directo en la cara.

Después de unos minutos, salimos del edificio. La Plaza del Congreso ya empieza a ser abandonada por los contingentes pero quedan muchos sueltos. Sobre Rivadavia y Paraná, de pronto, se escuchan aplausos. Algunos saltan, otros cantan. La noticia de que la sesión se cayó, que no habrá debate por la reforma previsional, se dispersa con la misma rapidez que los gases. Un grupo de ATE sale por Montevideo a pura sonrisa. «Ganamos los trabajadores, nos querían joder y no pudieron», presume un sindicalista. Quieren planear un paro nacional.

Los festejos duran poco porque hay que seguir corriendo. Aparecen las motos con dos efectivos a bordo. Salen a cazar a manifestantes, mientras los gendarmes avanzan en bloques por Avenida de Mayo, Uruguay, Paraguay, Talcahuano, Rivadavia, Sáenz Peña, San José o Bartolomé Mitre.

La represión sigue hasta la noche en este jueves violento en el que las fuerzas de Seguridad se adueñaron de las calles de Buenos Aires.

(*) www.revistaanfibia.com

Foto

 

Estas leyendo

Argentina: Reforma previsional y represión