La Corporación Cultural de la Compañía Siderúrgica Huachipato se creó ante la inquietud de trabajadores de la usina por desarrollar y aprender diversas prácticas artísticas en 1958, es decir, sólo ocho años después del inicio de sus operaciones. Entonces, la industria era controlada por Estado y creció en medio de un entramado fabril propio de un proyecto industrializador nacional. De este modo, alrededor de Huachipato se emplazó la Industria Chilena de Alambres (INCHALAM); la Metalúrgica del Sur, elaborando piezas para la industria local; la Fábrica de Carburo y Metalurgia S.A.; Cementos Bio Bio; y otras empresas afines.
De ese periodo sólo quedan imágenes envejecidas, pues la privatización impuesta por la Dictadura y el posterior desmantelamiento paulatino de su infraestructura, como resultado de la sucesiva firma de acuerdos comerciales internacionales por los gobiernos civiles, hacen del presente huachipatino una penosa representación de lo que fue. En términos generales, junto con beneficiar al empresariado minero, frutícola, vínico, forestal, pesquero y salmonero, los civiles tras la Junta Militar y los operadores de los posteriores gobiernos retrotrajeron a Chile a la condición de exportador de materias primas que había superado en las décadas precedentes. Esta situación persiste hasta ahora y así es como la siderúrgica ha puesto fin a lustros de estertores sin que una política reindustrializadora haya revertido su agonía.
Artistas del Acero, según reconoce su director, Arnoldo Weber, hace años se apoya en financiamiento público para poder funcionar. Actualmente, su sede de O´higgins 1255, en Concepción, cuenta con múltiples espacios usados en diversas iniciativas artísticas y culturales. Uno de ellos es el Archivo de Cultura Tradicional Patricia Chavarría, donde se encuentran los registros documentales recolectados por esta investigadora y también otras/os que han contribuido a enriquecer este acervo. En el subterráneo, precisa Weber, hay una sala dedicada al diseño escénico, otra a clases de música, en el primer piso se encuentra la sala de exposiciones, además de la Sala100, donde se presentan espectáculos musicales, escénicos y se exhiben de obras cinematográficas. En los pisos superiores hay espacios reservados al ensayo y aprendizaje musical, de danza, teatro, así como de artes visuales.
Artistas del Acero representa uno los pocos espacios de la provincia de Concepción con infraestructura adecuada para albergar procesos creativos en diversas expresiones artísticas, además de acciones de formación de audiencias, entre quienes no están familiarizados/as con estas prácticas. La pérdida, por insuficiencia presupuestaria, de los servicios culturales que esta institución ofrece a la comunidad constituiría un perjuicio inconmensurable. De acuerdo a Arnoldo Weber, el flujo de público anual se cuenta en miles y es de alcance regional, sobre todo considerando la cantidad de estudiantes que asisten a las actividades ahí desarrolladas.
En este contexto, el director de Artistas del Acero, explicó a Resumen que emprenderán diversas acciones para que la entidad sea incorporada a la glosa presupuestaria del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, de modo de acceder a un financiamiento permanente. La imposibilidad de ello, obligaría al cese del funcionamiento de la institución ya en diciembre de este año.
Si Artistas del Acero se constituyó al alero de Huachipato cuando era controlada por el Estado y pertenecía a una red fabril de la cual subsistían miles de personas en la provincia de Concepción, es absolutamente razonable que no sólo que este espacio sea considerado en la glosa presupuestaria ministerial, sino que el Estado reconozca el carácter público de su labor y se haga cargo de ello.
Es de urgencia implementar una política que permita un acercamiento efectivo de importantes segmentos de la población a expresiones artísticas, mediante iniciativas mediadoras de calidad, para lo cual es imprescindible establecer condiciones laborales adecuadas que promuevan el profesionalismo sus trabajadoras y trabajadores. En este sentido, un presupuesto solvente y transformaciones radicales en las condiciones del trabajo artístico, son imprescindibles para este propósito.