Por Ruperto Concha / resumen.cl
El miércoles 27 de junio, tras confirmarse la reunión de los presidentes de Estados Unidos y Rusia el próximo 16 de julio, el antes venerable periódico The New York Times, se apresuró en publicar en su página web, una repugnante animación obscena, groseramente fea, insultante y desprovista del más mínimo mensaje racional, que durante un minuto muestra grotescas caricaturas de Donald Trump y Wladímir Putin presentándolos como una pareja de homosexuales gordos, viejos y lascivos, que tienen una cita erótica, se abrazan, se manosean y, delirantes, se besan en la boca.
Tan violentamente repulsiva fue esa publicación, que incluso voceros de los movimientos de defensa de las minorías sexuales condenaron al New York Times por difundir una imagen y una noción de homosexualidad brutalmente apegada a los peores prejuicios de los grupos más ignorantes, homofóbicos y represivos.
El New York Times se apresuró a eliminar aquel avisito de pornografía política, y todo el resto de la Gran Prensa de las Transnacionales se quedó muy callada sobre aquel asunto, con la esperanza de que la gente se olvide rápido de aquello.
Bueno, ese video obsceno era tan desagradable en su fealdad que uno no puede sino preguntarse... ¿Por qué y para qué el New York Times hizo algo tan estúpido y vergonzoso?
¿A qué clase de lectores, a qué público quería impactar con ese adefesio?
Por supuesto, esa animación fue parte de una línea editorial sobre la política de Estados Unidos, que implica atacar con ferocidad cualquiera iniciativa internacional que asuma el gobierno de Trump, y hacer lo posible para que esas iniciativas fracasen. Y esa es no sólo la línea editorial del New York Times. Es la de la inmensa mayoría de los grandes medios controlados por las empresas transnacionales.
De hecho, ya antes los acuerdos alcanzados por la reunión de Trump con Kim Jong Un en Singapur desde el primer momento fueron puestos en duda y desacreditados, y hasta este mismo instante la gran prensa occidental ha hecho las más ensordecedoras campañas para generar una mezcla de odio y miedo hacia Rusia.
Y ello, porque esa mezcla de miedo y odio contra Rusia es el mejor lobby posible para que el gobierno de Estados Unidos siga aumentando en miles y miles de millones de dólares sus compras de productos de la industria bélica, y para que los acuerdos internacionales, tanto comerciales como jurídicos y estratégicos, se impongan inapelablemente desde Washington hacia todo el resto del mundo.
De hecho, para la oscura amalgama de intereses de lucro, centrada en Nueva York con seudopodios en Europa y Japón, el estado ideal y más fructífero para los negocios es el de la Guerra Fría, donde la gente acepta soñar el sueño de una paz perpetua mantenida mediante una también perpetua situación de "casi guerra mundial".
Pero, ¿qué está ocurriendo en la realidad interna, en la base social de Estados Unidos y también en las bases del resto del mundo, incluyendo los propios países desarrollados, aliados con Estados Unidos?
Es necesario analizar lo que está ocurriendo en el seno imperial de Washington y cómo se conjuga con el desafío de las otras potencias que ya jamás volverán a ser insignificantes... Rusia, China, la India, Turquía, Japón, Irán, Israel.
En el Oriente Medio, ya Estados Unidos abandonó a su suerte tanto a los pobres kurdos en el norte de Siria e Irak, como a los rebeldes del Ejército Libre de Siria, en la zona del sureste del país. Ya ayer sábado, el ejército leal al Gobierno de Basher Assad había ocupado 8 de los principales poblados del sur, en la frontera con Jordania e Israel, y ya los últimos líderes rebeldes están pidiendo intervención de Rusia para pactar una rendición en términos seguros los que pondrían de hecho el fin de la horrorosa guerra interna de Siria.
Todavía más, Donald Trump confirmó el inicio de la retirada de sus fuerzas militares de Siria, a la vez que Rusia confirmaba que alrededor de 2 mil efectivos de sus fuerzas armadas ya han retornado a Rusia. Por su parte, Israel se mantiene quieto, centrado en sus preparativos para una posible guerra contra Irán.
El retorno de la paz en Siria y la permanencia en el poder del presidente Basher Assad hasta las nuevas elecciones presidenciales, aparecen sumándose a los acuerdos de Singapur con Corea del Norte, la suspensión de maniobras militares en la zona y el fin de 60 años de estado de guerra entre las dos Coreas.
También en estos momentos Trump aparece flexibilizando sus posiciones en la guerra comercial con China, mientras el precio mundial del petróleo se mantiene firmemente encaramado en los 80 dólares por barril.
¿A quién podría extrañarle entonces que el vilipendiado presidente Trump quiera agregar a sus logros de este año nada menos que un retorno a la coexistencia pacífica con Rusia?
¿Sería que ese Donald Trump, el agresor histérico que hemos visto, pueda volverse de repente en el presidente que pone en paz a Estados Unidos con el resto del mundo?
Basados en lo que la prensa nos viene mostrando sobre Donald Trump nos imaginaríamos que se trata de un caudillo mentalmente inestable y de baja inteligencia. Pero algunas de sus decisiones han demostrado ser sorprendentemente sabias. Por ejemplo, el haber mandado a su asesor de seguridad, John Bolton, para proponer el encuentro con el presidente ruso Wladímir Putin.
Tengamos claro que John Bolton es un republicano hasta el tuétano, partidario de la guerra y vocinglero rusófobo, que antes había dicho que dialogar con Rusia es sólo una pérdida de tiempo.
Al designarlo precisamente a él para acordar temario, lugar y fecha del encuentro, Trump realizó la movida genial de hacer que el éxito de su misión fuese también el éxito de los mismos halcones partidarios de la guerra fría.
El éxito de Bolton pasó a ser un logro del Gobierno Republicano, que mostraría a Trump alcanzando el éxito en una iniciativa de paz en la que el demócrata Barack Obama había fracasado durante su gobierno.
En Siria, Donald Trump habría logrado el fin de la guerra, manteniendo un esquema democrático en que será el pueblo sirio el que resuelva el futuro político de su nación. Con ello, además, mantiene a Israel fuera de Siria y mantiene intactas las fronteras de Líbano, Siria, Turquía e Irak.
Y, además, humanitariamente lo más importante, la estabilización del Medio Oriente por la paz en Siria redundará en una posible solución a la dolorosa crisis del pueblo palestino. Con respaldo de Estados Unidos y Rusia, Egipto estaría avanzando en negociaciones con los líderes de Hamas y la OLP para pactar una tregua con Israel durante 10 años. De aprobarse esa tregua, capitales rusos, chinos, americanos y posiblemente también de Arabia Saudita, financiarán la construcción de un gran centro industrial en la frontera de Egipto con la Franja de Gaza, y además un aeropuerto y un puerto marítimo entre otras obras de infraestructura.
Por su parte, los palestinos garantizarían el término de acciones anti israelíes y además asumirían un control estricto de la seguridad en las fronteras con Israel. Según el yerno de Donald Trump, Jared Kushner, el jefe del gobierno israelí, Benjamín Netanyahu, habría aceptado ya en principio ese proyecto de paz, aunque varios analistas dudan que la posición de Israel sea sincera.
Como fuere, el encuentro de los presidentes Donald Trump y Wladímir Putin podrá producir cambios muy intensos y rápidos en el Oriente Medio. Sin embargo, no parece que en las conversaciones del 16 de julio en Finlandia, Moscú y Washington querrán abordar los otros temas candentes: el de Irán y el de la masacre de la guerra en Yemen. Y por supuesto tampoco hablarán sobre las sanciones anti rusas y el retiro de tropas estadounidenses acantonadas en Alemania. Sobre eso... ¡ya se verá más adelante!
Así, ante estos hechos que son netos, concretos y evidentes... ¿qué justifica la obscena publicación homofóbica e insultante del New York Times contra el encuentro de Donald Trump y Wladímir Putin?… ¿A quién quieren motivar o convencer?
Aparentemente, se trata de una estrategia publicitaria dirigida a gente de muy bajo nivel intelectual, con desarrollo psicológico todavía inmaduro o infantil, y muy dispuesta a reírse con chistes pornográficos. Siendo así, ¿por qué ese sector social puede ser políticamente importante?
Uno de los más respetados analistas periodísticos de Estados Unidos es Chris Edges, ganador del Premio Pulitzer como corresponsal internacional, profesor de periodismo en la Universidad de Princeton y autor de numerosos best sellers sobre crisis políticas mundiales. Pues bien, este analista coincide plenamente con lo que nosotros hemos venido planteando en nuestras crónicas:
Primero, que es un error creer o hacer creer que los grandes conflictos mundiales son obra de determinados líderes, sean estos benéficos o malvados. No. Los líderes alcanzan su liderato y su poder impulsados por diversas coaliciones de intereses y cuando se presentan en momentos determinados y decisivos de la historia.
En ese sentido, Donald Trump no es distinto de Ronald Reagan, o de Mikhail Gorbachov, o Franklin Roosevelt, Benito Mussolini, Winston Churchill, Adolf Hitler, Charles de Gaulle o cualquiera de los otros de su misma talla.
Según Chris Hedges, Donald Trump es producto de un sistema político que ya ha sido dominado completamente por las grandes corporaciones transnacionales que sistemáticamente han llegado a dominar por completo a los dos grandes partidos políticos de Estados Unidos, los Republicanos y los Demócratas y, a través de ellos, controlan el Congreso y la Corte Suprema.
En una secuencia cada vez más rápida, las grandes corporaciones han concentrado sumas gigantescas en dólares en sus cajas... dólares cuyo valor lo determinan ellas mismas. Cada empleado de nivel ejecutivo de esas grandes corporaciones gana, en promedio, 339 veces más que el sueldo medio de los trabajadores de Estados Unidos. Y en el caso de las corporaciones más importantes, ganan 5 mil veces más. O sea, por cada dólar que gana un empleado de rango medio, esos altos ejecutivos ganan 5 mil dólares.
En tanto, las maniobras político judiciales siguen demoliendo a los sindicatos y su capacidad de desempeñarse, a la vez que los presupuesto se reducen para la educación, los servicios de salud, las jubilaciones, e incluso la mantención de infraestructura, carreteras, tendidos eléctricos, agua potable, etcétera.
Según Chris Hedges, el fenómeno de Donald Trump es resultante de la descomposición del sistema político que ya dejó de ser democrático, y cuya falencia está provocando que millones de estadounidenses se encuentren envenenados de resentimiento, embroncados por haber sido traicionados sin poder ni siquiera señalar con el dedo a los culpables, pues estos se ocultan en lujosas tinieblas.
Para ese enorme segmento de la nación estadounidense, Trump pasó a ser un personaje catártico, una promesa de acción contra lo que se odia. Y, sea cual sea el carácter de las decisiones de Donald Trump frente al aparato de los partidos políticos, para la multitud de los "humillados y ofendidos", Trump al menos les da la satisfacción de un enfrentamiento brutal.
Es por eso que, en medio del atroz escándalo de los niños hijos de inmigrantes que siguen separados de sus padres, aún así, las últimas dos encuestas de opinión en Estados Unidos coinciden en que el apoyo a Donald Trump es de 45%, o sea, solo un punto más abajo que el apoyo que tenía Barack Obama en el mismo lapso de su mandato. O sea, según la encuesta Gallup, la mitad de los estadounidenses siguen apoyando a Trump, haga lo que haga.
Y a eso se agrega otra cifra que al parecer tiene mucho que ver con la publicación obscena del New York Times: Otra encuesta realizada por la Gallup, publicada el pasado 20 de junio, mostró que, fíjese Ud., un 62% de la gente considera que los grandes medios noticiosos, de televisión, radios y prensa, son excesivamente tendenciosos. Un 44% considera que la información que se entrega es incompleta, defectuosa o errónea, y un 39% de la gente considera que los medios desinforman deliberadamente al público, con intención de manipular sus decisiones.
Decíamos el domingo pasado que en América Latina se está haciendo sentir un giro nuevo y muy crítico en la actitud de las bases políticas y sociales en relación con las instituciones y los partidos políticos tradicionales.
De hecho, hoy en México, el candidato de centro izquierda Andrés Manuel López Obrador se perfila claramente como ganador en la elección presidencial. Según las mediciones del diario La Reforma, que es de tendencia de centro derecha, el centro izquierdista López Obrador tendría un 52% de intenciones de voto.
Pero, incluso si no alcanzara ese porcentaje, su superioridad ante los otros candidatos sería ya suficiente para ganar la presidencia, ya que en México no hay segunda vuelta.
En Brasil, el apoyo popular al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva más que duplica en estos momentos a su principal contendor, el derechista Jair Bolsonaro. Y tengamos en cuenta que a Lula da Silva lo siguen manteniendo preso.
Pero sobre todo ha impactado internacionalmente el triunfo arrasador de la candidata Alexandria Ocasio-Cortez en las primarias del Partido Demócrata del Distrito 14 en Nueva York. La joven Alexandria, de sólo 25 años, barrió con su oponente, que era apoyado por el aparato del Partido, Joseph Crowley, y será ella la candidata demócrata a la Cámara Baja. En el estado de Maryland, por su parte, otro joven demócrata, Ben Jealous, venció también en las primarias, derrotando lejos al favorito de la elite del partido Demócrata.
Lo más notable es que tanto Alexandria Ocaso-Cortez como Benjamin Jealous representan el ala más izquierdista del partido demócrata, encabezada por el senador socialista Bernie Sanders.
O sea, las señales de las bases políticas de Estados Unidos parecen confirmar las observaciones del analista Chris Hedges, en cuanto a que se está incubando un potente surgimiento de jóvenes políticos capaces de oponer propuestas programáticas y proyectos de ley a partir de las demandas sociales de las bases, incluso desafiando de plano las posiciones de los dirigentes de sus propios partidos.
Esta nueva marea de políticos jóvenes, ciertamente no representan a ese público que el New York Times trataba de motivar con su animación porno-política del 27 de junio. ¿Será que hay una estrategia para que aumenten los tontos que votan por el establishment?
Hubiera querido analizar también cómo este proceso de cambio está afectando al Movimiento Feminista y a los demás procesos más vigorosos rumbo a una nueva política.
Tendré que hacer ese análisis en la crónica del próximo domingo, siempre que no haya algún hecho extraordinario y más urgente.
Hasta la próxima, gente amiga. Hay que cuidarse. Hay peligro. Pero también hay ganas y hay esperanzas.