AUDIO| Crónica de Ruperto Concha: Fracaso Senil

Ruperto Concha / resumen.cl

El domingo pasado mencionamos cómo el gobierno de Chile aparecía sumándose a una guerra comercial contra China, obedeciendo las instrucciones del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, a raíz de que China se negó a aceptar como representante de Venezuela al Banco Interamericano de Desarrollo, a un personaje designado por Juan Guaidó.

Ahora, Estados Unidos está intentando también desconocer a la Organización Mundial de Comercio, por la misma razón. Con ello, Washington podría paralizar todo el mecanismo de normalización legítima del comercio internacional. No tengo información de si el gobierno de Chile apegará también a eso.

Pero, ahora, el gobierno de Chile aparece en otra extraña situación ante China, que implica nada menos que una acusación de "dumping" en el rubro de las bolas de acero que se utilizan en la molienda de minerales en bruto, iniciando el refinamiento.

Compañía de Aceros del Pacífico, Talcahuano. Archivo de Resumen.

Esas bolas son fabricadas en Chile por varias empresas, utilizando acero que se le compra a la CAP, la Compañía de Aceros del Pacífico. Pero ahora la producción nacional está siendo desplazada por bolas fabricadas en China, que son más baratas. Si la producción nacional se queda sin mercado, quebrarían las fábricas de bolas, con lo que se perderían alrededor de 3 mil puestos de trabajo. Pero además la propia CAP perdería ese mercado para su acero, y se teme que con ello podría ir a la quiebra.

Es decir, sería la ruina de la industria chilena del acero.

El concepto de "dumping" es muy claro: se refiere concretamente a la intervención del Estado para abaratar artificialmente los costos de un producto, adulterando con ello la libre competencia comercial.

En este caso se estaría acusado a China de intervenir indebidamente a fin de que la empresa china que fabrica y exporta esas bolas de acero pueda ofrecerlas más baratas que sus competidoras en Chile.

Y es ahí, en esa acusación, donde surgen demasiados problemas. De partida, porque esa empresa china en realidad no es china. Es la industria "Elecmetal", de propiedad del grupo Claro, que realizó una fuerte inversión en China para fabricar allá esas bolas en condiciones más favorables que las de Chile.

O sea, la ruina de las fábricas chilenas y de la CAP sería el precio que pagaría nuestro país para que el Grupo Claro se haga aún más rico.

Pero queda pendiente el concepto de "Dumping", pues, siendo Elecmetal de China una empresa absolutamente privada, capitalista, chilena y amparada por las normas comerciales vigentes, resulta por completo absurdo imaginar que el Gobierno de China pudiera estar realizando operaciones ilegales de dumping, al servicio de los caballeros chilenos que integran el Grupo Claro, que ya en 2008 tenía activos por un valor del orden de los 1.200 millones de dólares.

Frente a la situación creada, el gobierno de Chile acordó en principio aplicar una tarifa o impuesto del 9% sobre la importación de las bolas chinas.

La medida provocó de inmediato una reacción de la embajada de China en Santiago, y el consejero Económico y Comercial de la sede diplomática, Lui Rutao, advirtió que ese gravamen «podría perjudicar el dichoso presente y futuro prometedor de nuestra cooperación económico-comercial bilateral».

De hecho mencionó que China le compra a Chile muchísimo más de lo que exporta a nuestro país generando una balanza comercial de superávit para Chile y déficit para China. Y, sin embargo, señaló, jamás China ha puesto en duda la legitimidad de los precios que establecen los productores chilenos para sus exportaciones a China.

Igualmente, la mayoría de las empresas mineras que operan en Chile han considerado infundadas las acusaciones de dumping por parte del gobierno chino, y destacan que si Chile decide apegar a las prácticas de proteccionismo iniciadas por el gobierno de Donald Trump, se encontrará violando las normas básicas de una economía de libre mercado.

Bueno, llegamos así a la necesidad de preguntarnos... ¿Es liberal, o neoliberal, el gobierno de Chile?… ¿O será que hasta el mismísimo Piñera está optando ahora por el proteccionismo y la intervención del Estado en la Economía?

¿Y por qué está ocurriendo eso precisamente ahora, y no cuando la inmensa mayoría de las empresas industriales chilenas tuvieron que cerrar o ir a la quiebra, o convertirse en simples importadoras de productos hechos en otros países?…

Recordemos la implacable destrucción de magníficas industrias chilenas, como Paños Bellavista-Tomé, o Loza Penco, o las industrias General Insa, de neumáticos y baterías, o las armadurías automotrices, o las grandes fábricas de calzado, como Bata, Guante y también como la industria carbonífera de Lota, que fue cerrada cuando el carbón chileno no pudo competir con la baratura del carbón colombiano… entre tantísimas otras.

El diputado socialista Gastón Saavedra está llamando a que el Congreso elabore leyes que permitan defender los puestos de trabajo y la producción chilena de riquezas. Es decir, en su perspectiva socialista, está llamando a dar un golpe de timón en la conducción de la economía, retornando a lo que fueron los programas del New Deal de Estados Unidos, y de la Social Democracia de Europa. Y los programas de industrialización en América Latina, encabezada por Argentina, Brasil y Chile antes de Pinochet, por supuesto. ¡La intervención neta del Estado!

Pero, ¿es eso lo que se propone el gobierno de Sebastián Piñera?… ¿Tiene eso algo que ver con los programas neoliberales del Grupo de Lima y del flamante Prosur?

¿Es compatible esa "defensa de la industria nacional", con las políticas de Macri, en Argentina, donde la industria nacional está quebrada en más del 50% por la libertad de comercio internacional?…

En las últimas semanas de este verano sureño, y las primeras de nuestro otoño, se han precipitado ciertos síntomas en la política y la economía mundial, que, fíjese Ud., se parecen a los síntomas -del deterioro mental de la senilidad.

¿Cómo se comienza a notar la senilidad?… Bueno, los viejos perdemos mucho de nuestra capacidad respiratoria. Pero cuando la vejez se vuelve senil, se necesita oxígeno extra para seguir funcionando. Podríamos decir que, en la economía neoliberal, ese oxígeno extra trata de proporcionarlo el proteccionismo formulado a la manera de Washington.

Destruir por decreto la economía de Venezuela, después de haber tratado infructuosamente de destruir la economía de Rusia.... Destruir la economía de Turquía, la de Irán, como antes trataron de destruir la de Cuba, Haití y Nicaragua...

En un esfuerzo desesperado por derrotar a la pujanza de China, Washington intentó bloquear la irrupción del sistema de comunicación inalámbrica de Huawei, que más que duplica la velocidad de comunicación digital, y esto sin lograr impedir Estados Unidos que Huawei haya vendido ya en todo el mundo, aparatos por más de cien mil millones de dólares.

Y no se trata sólo de Estados Unidos. Europa está cada vez más dispuesta a abandonar las fórmulas neoliberales, o, al menos, dejarlas arrinconadas en la mera contabilidad, mientras retorna discretamente a la social democracia incluso enfrentando las furias de Estados Unidos.

Esta semana, Francia y Alemania se sumaron a Italia en un romance comercial con China, que incluyó la venta a China de aviones comerciales Airbus, europeos, por 35 mil millones de dólares, desplazando a la giganta estadounidense Boeing

Gran Bretaña, por su parte, desgarrada políticamente por su incapacidad de implementar una fórmula para su retiro de la Unión Europea, ha caído en un caos tal que ya llevó a que una docena de las principales industrias estén desplazándose hacia Europa continental. De hecho, el anuncio de la industria automotriz Honda, del Japón, sobre el cierre de sus instalaciones en Inglaterra, ya produjo tumultos de los trabajadores que van a quedar cesantes.

Claramente y cada vez más, se hace sentir que las principales potencias del mundo desarrollado están en posturas desafiantes respecto de los intentos de Estados Unidos de imponer su supuesto Nuevo Orden Mundial con el apoyo de sus fuerzas armadas.

De hecho, ya son muchos los analistas que consideran que el supuesto Nuevo Orden Mundial, el Siglo Norteamericano, se está convirtiendo en un intento de resucitar las momias de la Guerra Fría.

Ya abiertamente, ante el Congreso, el Asesor de Seguridad, John Bolton, y el Secretario de Estado, Mike Pompeo, declararon que el enfrentamiento de Estados Unidos con China es mucho más que una guerra comercial. Según ellos, es una guerra política entre posiciones irreconciliables. Es decir, es una guerra que finalmente tendrá que resolverse como todas las guerras: por la destrucción del enemigo.

Y por supuesto, esas rabietas amenazantes, esos amagos de iniciar una guerra que finalmente sería una guerra contra toda la humanidad, son muy claramente el síntoma de una senilidad deplorable, irremediable y peligrosísima.

Es la ferocidad de una vejez enloquecida que no comprende que cualquier guerra, que todas y cada una de las guerras, es finalmente una guerra contra los niños. Contra todos los niños de nuestra patética humanidad.

Y el tercero de los terribles síntomas del Alzheimer histórico neoliberal, es la pérdida de la memoria y la incapacidad de calcular el futuro que construyen nuestras acciones. Como lo dijo tan precisamente Alberto Einstein: "La imbecilidad es repetir una y otra vez una misma acción, esperando que se produzca un resultado distinto".

Ya los grupos que dirigen la economía mundial saben que el crecimiento económico de los países es un fenómeno insostenible, que niegan las leyes fundamentales de la física. Todos los procesos tienen instancias de crecimiento que van variando hasta que el proceso alcanza su dimensión óptima.

Los seres vivos crecen durante una etapa bien definida y luego el crecimiento se detiene en una dimensión que el proceso evolutivo considera óptima.

Pero obviamente esa detención del crecimiento en un nivel óptimo no es "estancamiento" sino "estabilización". Y en esa estabilización se consuman todos los logros físicamente posibles.

En 45 años de economía neoliberal, se han producido exactamente los fenómenos que preveían los economistas marxistas y keynesianos: Se produjo una concentración enorme de la riqueza financiera, y la misma lógica del crecimiento de las ganancias llevó a que la actividad económica fuera haciéndose cada vez más barata y más eficaz, dependiendo cada vez menos de la actividad humana.

Primero, reemplazando a los trabajadores bien pagados por otros mal pagados, tanto en otros países como en la masa de inmigrantes baratos.

Después, reemplazando incluso a trabajadores baratos por autómatas que, en términos de producción, son aún más baratos.

Con ello, disminuye el bienestar producido por la actividad económica. Las ganancias se concentran en las cúpulas capitalistas que se hacen fabulosamente ricas, pero una mayoría innumerable de gente pobre se vuelve cada vez más pobre.

Oiga, ¿y qué pasa cuando los pobres son demasiados?… ¿Qué mercado es aquel en que el poder de compra de unos pocos sea el mercado único que sostenga una economía de gran nación? ... Está claro que los ricos no necesitan ni pueden comprar tanto como el número inmenso de los millones y millones de pobres.

¿Cuál será esa nueva economía, cuál podrá ser esa nueva economía en que la riqueza generada se redistribuya naturalmente entre todos?

La nueva izquierda de Estados Unidos ha planteado que, invariablemente, los impuestos que aplican los gobiernos sobre las empresas, terminan pagándolos los consumidores. Por lo tanto, según plantea el socialismo democrático, el único impuesto que debiera existir es un impuesto a las ganancias.

Las empresas deben producir con eficacia los bienes y servicios que necesita el mercado consumidor, y tienen derecho a obtener ganancias por ello. Pero si esas ganancias sobrepasan un límite razonable, deben aplicarse impuestos por los que se les devuelva al pueblo consumidor a través de servicios sociales de alta calidad.

Eso permitiría que, por ejemplo, fábricas intensamente automatizadas, que sólo aportan escasos puestos de trabajo, alcancen una enorme producción de bienes a bajo costo, generando ganancias también enormes, que a través de impuestos permitirán financiar actividades científicas, artísticas, deportivas, de desarrollo intelectual y moral, de entretención y desafío a las capacidades latentes en cada ser humano.

¿Es eso un sueño?… ¿Cómo podemos decir que es imposible algo que ni siquiera se ha intentado?

Aquí en Chile estamos en apuros. ¿Vamos a defender ahora lo que antes no nos atrevimos a defender?

¿Vamos a intentar un proteccionismo en el rubro del acero, a costa de dejar de ser neoliberales?

¿Se atreverá nuestro Chile a ser de nuevo joven para definir un futuro distinto?

Hasta la próxima, gente amiga. Hay que cuidarse. Hay una amenazante senilidad que puede ser mortífera.

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