AUDIO | Crónica de Ruperto Concha: Mesías Bolsonaro

Por Ruperto Concha / resumen.cl

No es sólo que don Jair Mesías Bolsonaro genere un bolsón de noticias propias. No. Otras noticias cargan el bolsón de Bolsonaro tras su inesperado clímax del 46% de los votos en la Primera Vuelta presidencial del Brasil.

Comencemos con las noticias de la Guerra Económica de Estados Unidos contra China. Ya el año pasado, la estrategia de Washington para eliminar el déficit comercial de Estados Unidos con China había tenido poquísimo efecto. De hecho, pese a las sanciones y las amenazas, Estados Unidos había comprado a la China cerca de 25 mil millones de dólares más, al fiado, de lo que ellos habían podido vender.

Trump entonces lanzó una andanada de sanciones nuevas, imponiendo tarifas a las exportaciones chinas, hasta superar los 250 mil millones de dólares.

China respondió con sanciones de réplica, por sólo 60 mil millones de dólares. Pero además paró sus importaciones de gas y petróleo de Estados Unidos, así como sus compras de soya y trigo, entre muchas otras cosas, a la vez que cortaba las inversiones de Estados Unidos en empresas de China.

Muchos creían que China no podría resistir mucho tiempo las presiones de Washington, y no lo podían creer cuando, el viernes pasado, las crudas cifras comerciales revelaron que, tras un año entero de guerra encarnizada, Estados Unidos estaba aún peor que antes, y su déficit comercial con China había aumentado ahora a 34 mil millones de dólares, o sea, diez mil millones de dólares más.

Bueno, el presidente Donald Trump ya anunció que duplicará sus sanciones contra China. Los chinos le responden, "¿de veras no prefiere conversar?"… y mientras tanto, en todo el mundo, las bolsas están perdiendo instantáneamente decenas de miles de millones de dólares, y como muestra, la gigantesca red de supermercados Sears, de Estados Unidos, presentó solicitud de quiebra para 165 de sus locales, en que 90 mil trabajadores estadounidenses se ganaban la vida.

 

Justo en esos momentos, en Suecia, la Comisión del Premio Nobel en Ciencias Económicas resolvió otorgar su máximo galardón a dos economistas estadounidenses que, fíjese Ud., son absolutamente opuestos a la economía neoliberal.

Uno es William Nordhaus, de la Universidad de Yale, por su análisis de la economía actual que es incapaz conciliar el lucro legítimo con las exigencias inapelables que plantea el medio ambiente planetario. Y propone la creación de nuevos instrumentos para que los gobiernos diseñen su macroeconomía a largo plazo a fin de frenar el recalentamiento del planeta.

El otro es Paul Romer, de la Universidad de Nueva York, quien también propone nuevos instrumentos políticos para diseñar y dirigir la economía a través de fuertes estímulos para el Estado, destinados a la educación, la investigación científica y tecnológica, y el desarrollo de nuevos conceptos patentables y productivos.

Es decir, ambos economistas galardonados coinciden en la necesidad de que el Estado intervenga dirigiendo y vinculando la economía con el medio ambiente planetario y con la necesidad de que los seres humanos sean los que progresen generando ganancias más allá del simple lucro financiero.

En gran medida, estos planteamientos ganadores del Premio Nobel coinciden con los proyectos que están formulándose en el Parlamento de la Unión Europea, y que apuntan a reemplazar el PIB, o sea, el Producto Interno Bruto de los países, por un nuevo instrumento que se base en la mejor distribución de la riqueza.

La necesidad de abandonar el crecimiento del PIB como referencia de una buena política económica lo expresan muy bien con el ejemplo de una industrialización polucionadora que causa grave daño al medio ambiente pero conlleva importantes gastos y movimientos de dinero, lo que fabrica una figura de aumento del PIB.

Luego se hace necesario realizar nuevas operaciones para eliminar el daño al medio ambiente, incluyendo el reemplazo de la industria polucionadora. Con ello, se produce también otro importante movimiento financiero con actividad económica, y entonces nos encontramos con que dañar el medio ambiente y luego corregir el mismo daño, aparecen, absurdamente, como dos cosas positivas en términos del PIB.

 

Las cifras netas de la producción de bienes y servicios, las masas enormes de dinero que acumulan los bancos, y los costos netos de la actividad industrial y agrícola, muestran cómo en estos momentos se ha vuelto increíblemente barata la producción de cualquier cosa, desde sofisticados teléfonos inteligentes hasta sofisticadas armas de destrucción masiva.

La tecnología actual, apoyada en los avances de inteligencia artificial y automatización, ha tenido en los últimos 10 años un aumento de 30% en la producción de bienes. Pero, en esos mismos 10 años, la participación humana, de trabajadores remunerados, ha disminuido en un 20%.

O sea, las empresas han crecido pero los puestos de trabajo han disminuido y la riqueza de la mayor producción ya no se proyecta hacia la sociedad humana. Esa tendencia hace prever que, en los próximos 15 años, el desarrollo tecnológico habrá eliminado la mitad de los puestos de trabajo que hoy existen.

En septiembre el informe de las Naciones Unidas sobre Alimentación y nutrición señaló que, en estos momentos de prodigioso avance tecnológico y de riqueza, hay en nuestro planeta 815 millones de seres humanos que están padeciendo hambre y desnutrición, y que hay 767 millones de personas que viven con menos de dos dólares diarios.

 

¿Cómo se entiende, entonces, esa contradicción económica? ¿Cómo es que más de un siglo de vertiginoso avance tecnológico aplicado a la producción de bienes y servicios, no haya logrado ni siquiera eliminar la miseria más extrema?

Mencionábamos antes el hundimiento de las bolsas de valores la semana pasada. Pero fue nada menos que la propia Christine Lagarde, directora y máxima jefe del Fondo Monetario Internacional, quien la semana pasada hizo un anuncio realmente terrorífico.

En su último reporte sobre estabilidad financiera global, Chistine Lagarde crudamente anunció que hay enormes amenazas que se ciernen sobre la economía, a nivel global, y que puede convertirse en una segunda Gran Depresión mundial.

Muchos economistas se mostraron asombrados de que la propia directora del Fondo Monetario Internacional se hubiera atrevido a hacer ese anuncio, sabiendo que todo el mundo se enteraría.

En realidad, el FMI ya no podía seguir callando, en momentos en que muchos grandes bancos, incluyendo el Banco de Pagos Internacionales, de Suiza, ya lo saben y no lo ocultan a sus buenos clientes.

Se trata, ante todo, de la acumulación mundial de la deuda de los países, que en conjunto supera los 250 millones de millones de dólares, o sea, el doble de toda la producción económica anual del planeta.

Una deuda cuyos intereses ya serán mayores que el Producto Interno Bruto de todos los países, y que en un momento dado los estados tendrán que comenzar a pagar.

Y eso, por supuesto, se ha visto ahora precipitado por una absurda guerra económica inventada por el extraño ocupante de la Casa Blanca, de Washington.

 

Así, mientras los nuevos premios Nobel de Economía, con el Fondo Monetario Internacional y los principales bancos del mundo, aceptan el fracaso y la ruina del neoliberalismo silvestre, la propia Madre Naturaleza sigue mostrándonos el peligro en que estamos.

Florence, el último huracán en el Caribe, resultó, la semana pasada, tan demoledor que las empresas de seguro de Estados Unidos estuvieron a punto de caer en bancarrota. Mientras nuevos ciclones azotaban la India y las islas del sudeste asiático. Fuera de eso, el aumento de movimientos sísmicos parece confirmar la teoría de que el cambio climático está llegando a afectar incluso las placas continentales.

El lunes pasado se dio a conocer un dramático informe del Panel Inter-gubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, en que se revela que, actualmente, vamos camino a un aumento de 3°C en el recalentamiento planetario. Y, oiga, la meta contemplada por los Acuerdos de París, era mantener la temperatura entre 1 y medio y un máximo de 2 grados Celsius de aumento.

Ese aumento de dos grados ya era un máximo apenas tolerable para evitar un colapso generalizado de las condiciones de supervivencia normal de las especies vivas de nuestro planeta. Y eso, aceptando que, por ejemplo, ya un aumento de 2 grados representará la muerte de todos los campos y arrecifes de corales en los océanos.

Si, como temen los científicos, se llegara a un aumento de 3 grados, se producirán alteraciones ambientales en forma acelerada e imprevisible, con efectos que van desde la desaparición masiva de muchas especies de vida marina, hasta una pérdida extrema en la producción agrícola de cereales y la proliferación de cepas mutantes de microorganismos con la posibilidad de generar plagas de enfermedades nuevas.

De ahí que el informe de las Naciones Unidas haya tenido un tono imperioso: Sólo nos quedan 12 años para lograr una estabilización del medio ambiente planetario sin sobrepasar 2° de calentamiento.

Si en 15 años no lo hemos logrado y la temperatura supera ese máximo de dos grados, y llegara, como se teme, a los 3 grados, el cambio climático y la degradación biológica del medio ambiente se harán tan rápidos y tan complejos que ya no podremos controlar sus efectos.

 

¿Por qué relacionamos esta bolsa de noticias inquietantes, con el fenómeno brasilero protagonizado por el evangélico y feroz candidato presidencial don Jair Mesías Bolsonaro?

Ciertamente, Bolsonaro es un admirador de Donald Trump y, de ganar, trataría de gobernar de una manera lo más trumpística posible. Pero sería ingenuo imaginar que Jair Mesías Bolsonaro es el autor del fenómeno que está protagonizando. No. Él sólo es uno de varios factores que se conjugan entre sí.

Él ya anunció que no piensa asumir compromisos de acción contra el cambio climático, que se propone privatizar todos los medios de producción de Brasil, anular los instrumentos de intervención del Estado en los quehaceres económicos, educacionales, médicos y ambientales de su país.

Nuestro presidente Sebastián Piñera dijo que conocía el proyecto económico de Bolsonaro y que le parecía muy bien que siguiera el modelo chileno, pero que a Jair Mesías Bolsonaro, como persona, no lo conocía muy bien.

Algunos medios de prensa dicen que Bolsonaro es de extrema derecha, pero los líderes de la extrema derecha nacionalista de Europa no aceptan ni su amistad ni que haya alguna coincidencia ideológica. De hecho, la líder de la ultraderecha de Francia, Marine Le Pen, declaró que Bolsonaro dice cosas repugnantes.

Bolsonaro dice que ninguno de sus hijos se casaría con una persona de raza negra, porque sus hijos han sido bien educados. Bolsonaro dice que el general Pinochet no debió torturar a los izquierdistas, debió matarlos a todos. Dijo que habría que fusilar a unas 30 mil personas corruptas en Brasil. Dice que la homosexualidad es una enfermedad que puede curarse con golpizas y que sus hijos no son homosexuales porque él los vigiló muy bien.

Dijo también que las mujeres tienen que ganar sueldos más bajos que los hombres. Y agregó que Dios está por encima de todo, que debe gobernarse a través de la Biblia y que eso del estado laico y la libertad de conciencia no es más que libertinaje comunista.

 

En realidad, resulta casi conmovedor que ese personaje de veras se llame Jair Mesías Bolsonaro y que la bancada evangélica en la Cámara de Diputados de verdad lo apoye como a una especie de mesías bíblico.

Pero es apresurado dar por sentado que vaya a resultar vencedor en la segunda vuelta. Las cifras sugieren más bien un triunfo no muy estrecho de Fernando Haddad, el heredero de Lula da Silva.

De hecho, en la elección de diputados el Partido de los Trabajadores, de Fernando Haddad, obtuvo 56 escaños, frente a sólo 52 de Bolsonaro, y en el Senado empataron en 4 escaños, aunque el partido de Bolsonaro obtuvo 5 millones de votos menos que el de Haddad. Fuera de eso, el Partido Social Democrático, que ahora comprometió su respaldo a Haddad, obtuvo 20 millones con 300 mil votos, aventajando al grupo de Bolsonaro en más de un millón de votos.

También en la elección de gobernadores el Partido de los Trabajadores, de Fernando Haddad, aventajó fuertemente a los candidatos de Bolsonaro. Y en la gama de los más de 20 partidos políticos que se enfrentaron en las parlamentarias, una mayoría enorme ya se pronunció en favor de Haddad.

Eso, sin tomar en cuenta que en Brasil, según el último censo, un 53% de los brasileros se consideran mulatos o negros. ¿No le parece que sería muy raro que votaran por un Bolsonaro que los desprecia con expresiones de repugnancia? Es por eso que no me parece nada de seguro que Bolsonaro gane en la segunda vuelta. Y sin embargo...

El punto débil de la centro izquierda representada por Haddad, en estos momentos es precisamente un candidato de centro izquierda, Ciro Gomes, que ya el viernes anunció que se va de vacaciones con su familia, fuera de Brasil, y no participará en la campaña de segunda vuelta. Y, bueno, el alejamiento de Gomes se produjo sin haber dado formalmente su apoyo a Fernando Haddad.

Una vez más, odiosidades, resentimientos y diferencias menores debilitan a la izquierda y, quizás, como en Chile, pueden terminar dándole la victoria al adversario más temible.

 

Sería una presuntuosa ingenuidad creer que uno o varios personajes realmente puedan capitanear la Historia. No. Los líderes, incluso los más grandes, sólo son instrumentos de la dialéctica que se expresa en evolución rumbo a algo que no logramos ver sino hasta el último minuto.

Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay que defender el trocito de sana belleza que está en peligro y podemos amar.

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