En Estados Unidos llaman "Lame Duck", o sea "Pato Cojo", al presidente que sólo enfrenta el final de su mandato. Que ya no puede presentarse a otra elección, y cuya tarea principal, a juicio de los políticos, es básicamente prepararle bien el camino para el candidato que presente su partido en las elecciones siguientes.
Es cierto que ese apelativo suena algo desdoroso, sobre todo en castellano, donde el pato cojo suena patético. Y más todavía cuando lo aplicamos al señor Barak Obama, y recordamos el entusiasmo y las esperanzas con que el pueblo estadounidense y el resto del mundo aplaudieron su llegada al gobierno de Washington, con promesas tan progresistas y humanistas, que hasta le concedieron el Premio Nobel de la Paz para premiar las cosas que sin duda realizaría prontito, prontito, en su mandato.
La elección del martes pasado fue una debacle para Obama y su Partido Demócrata. Perdieron muy fuerte la mayoría en el Senado, y en la Cámara quedaron aún más disminuidos. Y como si fuera poco, perdieron también varias gobernaciones, en estados que consideraban seguros.
Oiga... y según varios parlamentarios demócratas, la derrota sufrida por los demócratas no se debió tanto a malas propuestas del partido, sino a las fallas del propio Barak Obama y su equipo de gobierno.
En realidad, todos sabíamos que Obama iba a perder mucho en esta elección. Pero la enormidad de la derrota resonó en prácticamente todo el mundo. El oficialista diario Washington Post tituló el miércoles que hay una impresión global de vacío en el liderato de occidente, en un mundo donde el peligro se incrementa, mientras el rol de Washington se encoje y se encojerá todavía más.
Ahora Barak Obama queda enfrentando el fortalecimiento de Rusia en la crisis de Ucrania, el caos y la desintegración de naciones en el Medio Oriente, incluyendo Libia, donde el propio gobierno confiesa que, oiga, se necesitaría a un jefe con la estatura del asesinado Muammar Khadaffi para salvar al país.
Sobre esas dos crisis, se amontona además la casi comedia de la relación con Irán y con Israel. Se filtró que altos agentes de la Casa Blanca habían afirmado que el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, es una "caca de pollo" y un cobarde, que no se atreve a enfrentar a Irán si no es escondiéndose detrás de Estados Unidos.
Ya puede Ud. Imaginarse el impacto de aquellos apelativos contra el jefe de gobierno de Israel. Pero, antes de que bajara la polvareda de escándalo, se reveló además que, a mediados de octubre, el presidente Obama le había enviado secretamente una carta al líder supremo de Irán, el ayatolah Alí Khamenei, señalando que Estados Unidos e Irán deben aliarse para enfrentar al califato islámico sunnita, y que por eso es fundamental que se llegue a un acuerdo sobre el programa nuclear iraní, antes del plazo fatal del 24 de noviembre.
Y sobre esa carta secreta, según informó el jueves el diario Wall Street Journal, se dejó en la más completa ignorancia al ya ofendidísimo Israel, y a sus otros aliados Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, ni tampoco a sus aliados europeos que participan en los bombardeos sobre Irak.
Es decir, el supuesto liderato de Estados Unidos quedó patéticamente mal parado en el cercano oriente, mientras que en Europa la arremetida anti rusa montada por Washington va viéndose frenada progresivamente, mientras se hace evidente que un rebrote de enfrentamientos militares en Ucrania podría alcanzar dimensiones peligrosamente intenso.
En Europa, las cúpulas políticas durante ya más de un año han tenido que seguir a regañadientes las exigencias de Washington, sobre todo en la provocación del golpe de estado que derrocó al presidente de Ucrania, y luego en los intentos de reducir por la fuerza la resistencia de los disidentes pro rusos y de anular la integración de Crimea a la Federación Rusa.
La aventura belicosa encabezada por Estados Unidos ha tenido un costo ruinoso para Europa, sobre todo a raíz de las sanciones económicas contra Rusia. Durante los últimos meses, importantes voces europeas, de gobiernos supuestamente aliados de Estados Unidos y miembros de la OTAN, han denunciado la perniciosa inutilidad de esas sanciones.
Ya en Junio pasado, altos miembros del gabinete de gobierno de Polonia comentaron que los países europeos habían tenido que chuparle las botas y "algo más que las botas" a Estados Unidos, para darle en el gusto amenazando a Rusia.
Los gobiernos de Austria, Eslovenia, Eslovaquia y la República Checa expresaron abiertamente la necesidad de retomar relaciones cordiales y productivas con Rusia. Rumania confirmó por su parte que no se opondrá a la construcción de un gasoducto para llevar gas natural sin tener que cruzar por Ucrania.
El 15 de octubre, el presidente ruso Vladimir Putin visitó Serbia, donde fue recibido con máximos honores y donde, además se confirmó que Serbia también apoyará el gasoducto ruso pese a las objeciones de Estados Unidos y la Unión Europea.
Y esta semana el presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, lanzó una advertencia sobre las provocaciones de la OTAN contra Rusia, que pueden conducir a una guerra fría con efectos económicos desastrosos para Europa. Reiteró el presidente finlandés que la inmensa mayoría de su nación desea mantener relaciones buenas con Rusia, y que, a la vez, se oponen firmemente a que Finlandia ingrese a la OTAN.
Todavía resonaban las palabras de presidente de Finlandia, cuando el jefe de gobierno de Hungría, Viktor Orban, autorizó definitivamente la construcción del gasoducto ruso a través de Hungría, llegando hasta el corazón mismo de Europa.
La furia de Estados Unidos y la cúpula de la Unión Europea se convirtió en vociferaciones insultantes contra Hungría, y la ya famosa subsecretaria de estado de Barak Obama, Victoria Nuland, tan conocida por su "fuck la Unión Europea", calificó al gobierno de Hungría como algo comparable con el de Mussolini.
Y Obama, por su parte, comparó a Hungría con Venezuela y Egipto. Este último, al parecer, porque Egipto decidió no comprar más armamento a Estados Unidos y en cambio abastecerse en Rusia.
Barak Obama tiene todavía un mes y medio para seguir contando con la mayoría demócrata en el Senado, ya que los vencedores de la elección del martes asumirán sus cargos el 2 de enero a medio día.
Algunos sospechan por aprovechará este lapso para poner en marcha al menos en parte su reforma a la inmigración. Pero ya quedó claro que, en política internacional, Obama se abstendrá de tomar decisiones relevantes sin autorización del Senado.
Eso parece una decisión muy astuta, al menos en lo referente a compromisos militares. De hecho, una intervención mayor en el Oriente Medio o en Ucrania, incluso si se limitara a proporcionar armamento y equipo a sus favoritos, sigue siendo una decisión peligrosísima.
Si aprueba entregar armamento o tropas, y la decisión resulta mala, la responsabilidad ya no recaerá sobre él, sino sobre el Senado que la aprobó. Y, en el caso contrario, si se abstiene de enviar tropas o armamento, no será él quien quede como acobardado, sino el Senado que no autorizó aquello.
Pero en materia de economía, nacional e internacional, el panorama se ve más complicado, y no le queda tiempo para chutear los problemas hacia adelante.
De hecho, todavía machucado por las elecciones, ya este fin de semana Obama tuvo que viajar a Beijing, China, a participar en la cumbre de la Apec, la Asociación de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico.
Y ahí se encontrará con desafíos muy grandes. De hecho, la China ha planteado la formación de una gran área de Libre Comercio del Asia Pacífico, que ayer fue aprobada por la Organización Mundial de Comercio como una entidad compatible con los sistemas multilaterales de comerc io.
También ayer los representantes de los países de la APEC alcanzaron consenso para trazar una hoja de ruta que permita echar a andar muy pronto un tratado de libre comercio que será el más grande del planeta, y abarcará más de la mitad de la economía y el comercio del mundo entero.
El problema para Washington está en que la propuesta de China resulta lejos más grande, más dinámica y más democrática que el Acuerdo Trans-Pacífico de Cooperación Económica, propuesto por Estados Unidos, que no incluye a la China, y que se encuentra estancado por objeciones planteadas básicamente por Australia y Japón.
Ya ayer los representantes de la Organización de Cooperación de Shanghai y la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia y el Pacífico, más los jefes de gobierno de Bangladesh, Cambodia, Laos, Mongolia, Myanmar, Pakistán y Tadjikistán, emitieron un comunicado adhiriendo a la integración económica y el desarrollo de infraestructura y conectividad en toda la zona continental de Asia.
El proyecto incluye el desarrollo de enlaces ferroviarios desde el sudeste asiático hasta Europa, con una inversión ya iniciada de 40 mil millones de dólares. Los signatarios adhieren también a los servicios del Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura, que complementa al Banco Mundial.
Para los hombres de negocios y para la opinión pública, la participación en los nuevos proyectos y las reformas prácticas que está ofreciendo la China, simplemente resulta más fuerte que aquella imagen amenazante que Estados Unidos había difundido.
Las tensiones territoriales entre China y Vietnam fueron completamente superadas, y ambos países enfocarán asociados en joint venture, la exploración y explotación de las riquezas submarinas que se encuentren. Igualmente, Indonesia, Tailandia y Malasia ya han enfriado notoriamente su amistad con Estados Unidos, mientras que el intercambio comercial con China se ha duplicado en menos de un año.
Por otra parte, pese a los anuncios de mal agüero de la prensa occidental, esta semana se confirmó que el comercio internacional de China aumentó en un 16%, con una balanza comercial con más de 60 mil millones de dólares a favor de China.
Y, sobre todo, ayer sábado se produjo el más complejo y necesario reencuentro entre las principales potencias del sudeste asiático.
Los cancilleres de China y Japón, Wang Yi y Fumio Kishida, se reunieron por primera vez en dos años, y suscribieron un acuerdo, basado en referentes históricos compartidos, para dirimir amistosamente los diferendos sobre soberanía de los islote Diaoyu o Sinkaku, y las zonas de seguridad sobre el mar de la China.
Esta reunió de ayer se complementará hoy o mañana con el encuentro del presidente chino Xi Jinping y el jefe de gobierno del Japón, Shinzo Abe.
Es decir, la elaborada enemistad entre China y Japón está dando paso al buen entendimiento y el buen negocio. Y eso no es una buena noticia para el liderazgo de Estados Unidos en el Pacífico.
Da la impresión de que hay cada vez más gobiernos y más organizaciones políticas que han entendido que las políticas del miedo, de la amenaza y del control imperial, finalmente desembocan en fracaso.
Cada vez resulta más claro que las propuestas y la colaboración internacional en términos claros y transparentes, y sujetos a una legislación eficaz, finalmente se traducen en ventajas que pueden distribuirse con razonable equidad.
A China y a Rusia lo que les conviene es situarse en un contexto internacional de naciones prósperas y que avanzan en su desarrollo.
También también está claro que desarrollo y crecimiento de ninguna manera son sinónimos, y que de hecho un crecimiento antinatural casi invariablemente lleva al caos o la desintegración.
Para el gobierno de pato cojo que le queda al presidente Obama, en estos momentos no hay mucho que sea seguro. La nueva mayoría de los republicanos aparece encajonada entre dos posiciones contradictorias. Por un lado, le clásica voluntad derechista de hacer más y más negocios y tratar de dominar los mercados mundiales.
Para ello, los republicanos podrían entregarle a Barak Obama todo el apoyo necesario para tratar de aprobar cuanto antes los acuerdos de libre comercio del Atlántico, con Europa, y del Pacífico con los chúcaros Japón y Australia, y los dóciles latinoamericanos.
Pero, al mismo tiempo y en sentido contrario, la posición mayoritaria de los republicanos durante todo el gobierno de Obama, ha sido la de rechazar cualquier tratado de libre comercio que implique sacar capitales de Estados Unidos, y disminuir los puestos de trabajo para los estadounidenses.
Es decir, dentro del partido republicano se enfrentan la avidez comercial por los mercados, y la angustia social por la cesantía.
En ese sentido, la misma prensa oficialista, favorable a los demócratas, ha insistido en que la recuperación económica de Estados Unidos sólo se está dando en el campo financiero y corporativo, mientras que la gente común sigue constreñida a ingresos disminuidos.
Republicanos y demócratas critican la manipulación de las cifras sobre supuesta recuperación del empleo, con una cesantía supuestamente reducida a un 5 coma 8%. Frente a ese supuesto éxito en la recuperación del empleo, se tiene el hecho de que la cesantía sectorial, principalmente para trabajadores altamente calificados, sigue siendo superior al 12%, mientras que nos recién creados puestos de trabajo corresponden a empresas de retail o sea, vendedores de tienda, y a gastronomía y bares. O sea, garzones o modestísimos artistas para entretener a la clientela. Es decir, trabajos en el rango más bajo de sueldos.
De ahí que sectores importantes, aunque todavía minoritarios, en ambos partidos, estén planteando la necesidad de establecer un salario mínimo fuertemente reajustado, que iría desde 8 dólares 50 por hora, hasta 15 dólares por hora.
¿Podrán generarse proyectos transversales para elevar la capacidad de compra de la gente?
Y esto, en otros términos, equivale a preguntarse: ¿Desechará por obsoleta la doctrina neoliberal, y la reemplazará por una economía social-demócrata, como la que permitió el milagro europeo después de la Segunda Guerra Mundial?
La tesis keynesiana social demócrata, en términos sencillos, dice que la austeridad sólo puede servir en casos aislados, como una familia que se endeuda en exceso y luego tiene que reducir sus gastos para recuperarse de las deudas.
Pero si es una nación entera la que está endeudada en exceso, no puede recurrir a la austeridad, ya que cuando todos reducen sus gastos, provocan la ruina de los que ya no pueden vender sus productos y con ello dejan de pagar sueldos y la crisis en vez de reducirse se amplifica y se agrava más y más.
En el curso de esta semana podremos ver ya cómo se van concretando las maniobras, las amenazas, los intentos y las aventuras. Ya Arabia Saudita bajó artificialmente el precio del petróleo a casi la mitad del valor de mercado. En Estados Unidos, el fracking ya comenzó a entrar en crisis, trabajando a pérdida, a la vez que el precio del oro, artificialmente manipulado, ya está por debajo de su precio de elaboración.
Es decir, como hemos señalado antes, ya la economía se ha convertido en pura manipulación estratégica y política.
Y eso es extremadamente peligroso. En realidad estamos muy cerca de que nuestra especie cometa el error biológico de cerrarle el paso a la evolución de la vida. Abortar brutalmente la vida como la conocemos.
Hasta la próxima, amigos. Cuídense. Es necesario.¡Hay peligro!
Fuente imagen: http://mexico.cnn.com
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