AUDIO | Crónica de Ruperto Concha: ¿Quién resultó dañada en Siria?

Por Ruperto Concha / resumen.cl

Ayer sábado, a eso de las 5 de la madrugada, el gobierno de Estados Unidos jugó su apuesta mayor en lo que Occidente cree que es el Póquer Estratégico Mundial. Lanzó nada menos que 103 misiles desde barcos en el Mar Rojo y aviones bombarderos de sus bases de Qatar y de la isla de Chipre. Igual que el año pasado, tuvo buen cuidado en dar amplios rodeos para evitar cruzar por las zonas defendidas por las fuerzas de Rusia.

Cuando llegaron a destino, lograron atinar 32 de sus 103 misiles, sobre instalaciones militares del gobierno de Siria, que habían sido evacuadas dos días antes, cuando los servicios de inteligencia rusos detectaron que había un ataque ya inminente.

De hecho, no quedaba en ellas ni presencia humana ni elementos técnicos valiosos. Las defensas antiaéreas sirias, aunque sólo disponían de armamento de la época soviética, lograron sin embargo interceptar el 71% de los misiles lanzados por Estados Unidos y sus asistentes británicos y franceses.

Tanto en Estados Unidos y Europa, como en Rusia y el Medio Oriente, quedó perfectamente claro que ese bombardeo no fue más que un ruidoso evento publicitario que no altera ni en lo más mínimo la situación estratégica en Siria y también en Irak.

De hecho, en términos militares, ya se produjeron efectos muy adversos para las fuerzas de la llamada "coalición" que encabeza Estados Unidos. Desde ya, Rusia anunció que ahora proporcionará a Siria baterías de sus poderosos misiles antiaéreos S-300, con nuevos avances tecnológicos incorporados, así como nuevos radares de detección temprana.

Y las fuerzas del ejército leal de Siria ya concluyeron la ocupación total de la zona de Gouta, el último gran baluarte de Al Nusra y Al Qaeda en el territorio, y efectivos de la policía militar rusa, a petición del gobierno sirio, han asumido la seguridad pública y el limpiado de minas y trampas explosivas, así como la protección del contingente de expertos en armas químicas, de las Naciones Unidas, que desde ayer se encuentran en Gouta, invitados por el gobierno de Basher Assad para investigar eso de las supuestas armas químicas.

Pero, detrás de esa ofensiva tan inofensiva, se produjeron otros efectos realmente graves para la correlación de fuerzas militares, políticas y económicas no sólo en el Medio Oriente, sino también en Europa, Estados Unidos y, sobre todo, en el interior de las Naciones Unidas. Vamos viendo.

En Estados Unidos, quedó en evidencia el antagonismo entre el equipo de paisanos belicistas, encabezados por John Bolton, asesor de Seguridad de la Casa Blanca, y Mike Pompeo, director de la CIA y actual postulante a Ministro de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, versus el equipo del alto mando militar de Estados Unidos, encabezado por el ministro de defensa, general en retiro James Mattis, y el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Joseph Dunford.

Abrumado por la seguidilla de escándalos de su gobierno, además del efecto contraproducente de su guerra comercial contra China, y por la ya inocultable derrota de Estados Unidos en Siria, el presidente Donald Trump necesitaba ahora desesperadamente distraer a la opinión pública exhibiendo alguna acción supuestamente triunfal.

Bolton y Pompeo aconsejaron fervientemente a Trump desdecirse de sus anuncios de retirada de Siria y aprovechar las acusaciones británicas contra Rusia por un supuesto ataque químico y acusaciones contra un supuesto uso de ataques con armas químicas por parte del gobierno sirio en el enclave de Al Nusra en Gouta Oriental.

Los generales señalaron con claridad y con detalle el peligro de que un ataque contra Siria implicaría un grave peligro de derivar en una escalada de guerra imposible de controlar. En esas circunstancias, Trump le encomendó a ambos generales la misión específica de planificar el ataque de tal manera que en ningún momento amenazara a las instalaciones ni a las fuerzas militares de Rusia, y, a la vez, que, en lo posible, no provocara tampoco víctimas humanas.

El analista alemán Christian Trippe, de la Deustche Welle, del gobierno alemán, comentaba ayer, con desprecio, que el mundo estaba quedando a merced de un enfrentamiento entre militares con racionalidad y experiencia, versus políticos ignorantes e inescrupulosos.

Los generales cumplieron el encargo. Realizaron a la perfección el ataque más intenso... ¡y más inofensivo!, y Donald Trump se asomó, triunfal ante la tele, para decir la ridícula frase "Misión Cumplida".

En términos estratégicos, la pataleta de Donald Trump y sus halcones obesos tuvo el efecto de consolidar la alianza de China y Rusia con Irán, Turquía y las repúblicas árabes de Irak, Siria y el Líbano. De hecho, China ya disminuyó en un 40% sus compras de petróleo a Arabia Saudita, y las reemplazó por petróleo que le compra a Irán, en momentos en que el precio del petróleo se mantiene por encima de los 70 dólares por barril.

Por el otro lado, la difícil alianza de la llamada "coalición occidental" ha quedado en un problemático vacío de estrategia y contradicciones políticas. De hecho, la propia BBC de Londres afirmaba el viernes, en vísperas del ataque, que la inminente acción contra Siria sería el primero de toda una serie de ataques que continuarían hasta destruir por completo la Fuerza Aérea de Siria.

Sin embargo, en su declaración triunfal, Donald Trump enfatizó que el ataque había sido, fíjese Ud., una acción única y que Estados Unidos no se propone iniciar una guerra contra Siria. Y ese anuncio de Trump fue corroborado por los generales James Mattis y Joseph Dunford. O sea, las esperanzas británicas se hicieron humo en términos bastante ridículos.

En toda Europa, los partidos de izquierda y los partidos de derecha coincidieron en condenar la participación de Francia e Inglaterra en el ataque contra Siria. De hecho, en Alemania, las presiones internas del Partido Social Demócrata, y la oposición de los partidos Alternativa Alemana, de derecha, y Partido Verde, forzaron a la primera ministro Angela Merkel a negarse a participar en el ataque, pese a las intensas presiones de Washington. Lo mismo ocurrió también en Italia. Y en Francia y España, los partidos de oposición han ganado muchísima más fuerza por el temor de la ciudadanía de que el aventurerismo guerrero de Washington convierta a los europeos en carne de cañón en una guerra contra Rusia.

Por otra parte, Suecia apoyó, claro, a Estados Unidos, rechazando la condena propuesta por Rusia por el ataque a Siria que constituyó violación flagrante a la Carta de las Naciones Unidas. Pero, fíjese Ud., el propio embajador de Suecia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Olof Skoog, señaló ante la prensa que el ataque contra Siria constituye una violación del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas.

En el caso británico, el Partido Laborista condenó la participación militar de Inglaterra y denunció que la primera ministro Theresa May actuó sin consultar al Parlamento. La dureza de la denuncia laborista tiene especial importancia ya que, según las encuestas, será el partido vencedor en las próximas elecciones del Reino Unido.

En términos de opinión pública, por primera vez la gran prensa de Estados Unidos se está refiriendo a las acusaciones de Washington y Londres contra Siria, como historias basadas en un "supuesto" uso de armas químicas, un hecho no comprobado, y que el ataque fue lanzado precisamente en los momentos en que expertos de la Organización Mundial contra las Armas Químicas debían iniciar la investigación en el terreno donde el supuesto ataque químico se habría realizado.

A juicio de los más importantes periódicos de Estados Unidos, tanto el ataque de ayer como el uso de expresiones insultantes contra el Presidente Vladímir Putin, por parte de Donald Trump, han llevado a prácticamente imposibilitar un acercamiento de colaboración con Rusia en procura de algún plan equilibrado para el Oriente Medio.

Por el contrario, se prevé que Rusia intensificará su apoyo en tecnología militar, armamento y coordinación estratégica con sus aliados. Esto, en momentos en que los trágicos incidentes por la matanza de civiles en la franja de Gaza, por parte del ejército israelí, y los repugnantes videos de soldados israelíes festejando con risas cuando civiles palestinos caían heridos, han creado un movimiento de ira sorda en contra de los reyezuelos petroleros que aparecen aliados con Israel.

De hecho, hay coincidencia entre los analistas de política internacional en que es previsible que se produzca una guerra directa entre Irán e Israel, que en realidad sería un prolegómeno de la Tercera Guerra Mundial.

En esos términos, el daño que provocó el ataque de Estados Unidos y sus asistentes contra Siria, fue materialmente insignificante. Pero el daño al prestigio y a la supuesta justificación de esa coalición es bastante mayor, aún sin contar los efectos estratégicos previsibles. Pero, ¿qué efecto ha tenido este ataque sobre Rusia, sobre el gobierno ruso?… ¿Qué sienten el pueblo ruso y los pueblos de sus aliados por la aparente pasividad militar de Moscú?

En su titular del sábado, el diario The Washington Post destaca burlonamente que Rusia reaccionó con palabras, pero sin acciones militares. ¿Implica eso que Rusia puede ser un aliado tan poco fiable como Estados Unidos?…

En realidad, esa duda nos retrotrae al análisis que expuse en mi crónica del domingo pasado: Occidente puede blufear como jugando póquer. Pero ni Rusia ni China están jugando póker. Ellos juegan ajedrez. Washington elevó al máximo su apuesta con el ataque a Siria. De hecho, muchos comparan esa situación con la crisis de los misiles de 1962, por las bases nucleares en Cuba.

Pero la comparación es defectuosa. Ni Moscú ni Pekín pueden darse el lujo de asustarse y de irse al plato. Esas dos potencias orientales siguen actuando en términos implacablemente racionales.

Es posible que el ataque de ayer haya sido un punto de quiebre del inmenso bluff occidental y que hacia adelante la alternativa implacable sea: Equilibrio en Guerra Fría, o Caos nuclear.

Habrá que seguir muy atentamente los procesos políticos que están haciéndose sentir y presentir en Estados Unidos y Europa.

Pero, a la vez que el enfrentamiento entre líderes acapara la atención de los diarios, otros procesos están captando la atención de los observadores inteligentes. De ellos, hay cada vez más científicos del área humanista que observan con preocupación la pasividad con que las masas sociales enfrentan el caos, la corrupción y la brutalidad belicista.

De hecho, estoy traduciendo una serie de artículos de importantes personalidades de las ciencias sociales, acerca, por ejemplo, de que los partidos políticos parecen estar luchando sólo por alcanzar el poder y no en defensa de programas o de ideologías.

A la vez, cómo hay también un número inmenso aunque aún indeterminado de ciudadanos que ya no participan en protestas y movilizaciones de cara ante una autoridad que deja de ser legítima, por corrupción.

Y, en cambio, se dan por satisfechos con leer pildoritas conceptuales en sus teléfonos móviles, y creen que participan socialmente subiendo frases en las redes sociales.

Y esa pasividad no se limita a la política. De hecho, pareciera que el supuesto compromiso ciudadano con la defensa del medio ambiente está tendiendo a convertirse en una romántica serie de pequeñas medidas, algo así como "no pisen las flores", mientras se continúa con el delirio de identificar la felicidad con el consumo.

Noticias sobre ello están pasando inadvertidas, acalladas por el estruendo de los dominadores del mundo.

El viernes pasado, la AIE, Agencia Internacional de Energía, informó que el consumo de petróleo a nivel mundial ya superó, diariamente, los 99 millones de barriles. Esto es, un consumo de más de 1.800 millones de litros de petróleo cada día. Y, junto con ello, se prevé que ese consumo diario seguirá aumentando cada año a un ritmo de un millón 600 mil barriles. Frente a eso, los programas de uso de energías no contaminantes resultan patéticamente exiguos. ¡Como taparse el sol con un dedo!

Otra noticia que ha sido ignorada es la verificación de que las corrientes marinas se están debilitando, y con ello, está disminuyendo el transporte de oxígeno, de nutrientes y de vegetales marinos que absorben anhídrido carbónico de la atmósfera. El debilitamiento de las corrientes marinas, además, altera los regímenes de lluvias y temperaturas, con efectos caóticos.

También se reveló el resultado de la autopsia de un cachalote joven cuyo cuerpo varó en una playa turística de España. En esa autopsia se reveló que el enorme mamífero marino había muerto por efecto de ingerir basuras plásticas, trozos de vidrio y fragmentos de redes de pesca industrial, que habían colapsado su aparato digestivo. Sólo en el estómago encontraron 29 kilos de basura plástica.

O sea, ya los océanos se han convertido en basurales donde el alimento natural está desapareciendo por sobre explotación de pesca industrial y por alteración química del agua de mar. Los animales se empiezan a morir de hambre y comen cualquier cosa que parezca alimento.

Otra noticia, del 26 de marzo: La Organización Intergubernamental de Ciencia y Política de Biodiversidad y Ecosistemas informó que el aumento de la población, unido al aumento del consumo, ya está ocupando prácticamente la totalidad de las tierras disponibles para la agricultura, y ya está reduciendo a extremo los escasos terrenos de reservas naturales en todo el planeta.

Si este crecimiento de la población y del consumo se mantiene, en pocas décadas habrán desaparecidos los últimos vestigios de la vida silvestre, y, con ello, también las últimas esperanzas de que la naturaleza por sí misma pueda sostener su capacidad de sustentar la vida.

Oiga, ¿podemos seguir tomándonos en serio ese carnaval de locos en que se ha convertido el mundo serio de los señores políticos y economistas?

Oiga, ¿podemos darnos el lujo de sentir que el teléfono celular y las redes sociales sirven para reemplazar la acción política y social verdadera de personas verdaderas humanas y comprometidas?

Hasta la próxima, gente amiga. Hay que cuidarse. Hay peligro. Y nosotros mismos podemos se parte del peligro que nos amenaza.

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