Por Ruperto Concha / resumen.cl
El dólar de Estados Unidos está subiendo de precio frente a varias otras monedas importantes mundiales. Frente al euro, logró elevarse a 0,89, o sea, 89 centésimos, y en casi todo el sudeste asiático el dólar se mantiene al alza. Pero, ¿por qué está ocurriendo eso mientras las noticias sobre la economía estadounidense muestran inquietantes síntomas de crisis?…
Asimismo, en sus cotizaciones hasta ayer, el oro llegaba a los 1.400 dólares la onza. Y el bitcoin, principal de las criptomonedas, llegaba a los catorce mil dólares.
Al asumir su gobierno, Donald Trump intentó dinamizar la economía estadounidense reduciendo la carga de impuestos a las empresas, por un valor de un billón y medio de dólares. Oiga, un millón quinientos mil millones de dólares que, por cierto, el Estado no iba a recibir.
Para compensar esa pérdida, Trump recurrió a la misma fórmula iniciada por su predecesor Barack Obama: emitir bonos del Estado, a 10 años plazo, y venderlos ofreciendo una tasa de interés bajita pero segura, que en estos momentos se acerca al dos por ciento anual.
Con ello, Estados Unidos ha aumentado su endeudamiento a casi 22 millones de millones de dólares, y, en su presupuesto, ha llegado a tener un déficit anual de un millón de millones más.
Por supuesto, para cubrir ese déficit no le queda más recurso que emitir cada año nuevos bonos.
En estos momentos, si la Reserva Federal aumenta al 2% anual la tasa de interés, Estados Unidos tendría que pagar alrededor de 400 mil millones de dólares sólo en interés de lo que debe, y sin reducir con ello la enormidad de su deuda.
Por aquí, en Sudamérica, la gente no parece darse cuenta de la gravedad de la situación en Estados Unidos. Pero en el resto del mundo, sobre todo en las grandes economías asiáticas, China, Japón, la India y Australia, además de Rusia, por supuesto, los banqueros se están poniendo cada vez más nerviosos. Más inseguros sobre el destino que le espera a la moneda estadounidense, al dólar.
Y eso se traduce en comprar oro, que no da intereses pero da seguridad, y también en adquirir las vigorosas criptomonedas digitales, como el bitcoin, que mientras ganan los intereses propios del capital financiero, también ganan en su capacidad de ser un dinero que no necesita ser lavado.
Según la agencia informativa estadounidense Associated Press, el déficit comercial de Estados Unidos aumentó ahora a 55 mil 500 millones de dólares solo en el mes de mayo, pese a todas las maniobras proteccionistas de Washington.
Y hasta los más fervorosos neoliberales están teniendo que admitir la simple verdad de que Estados Unidos consume más de lo que produce. Por eso tiene que importar para abastecer su mercado.
Y por eso, también, hay muchos interesados en que el dólar se mantenga fuerte y caro, porque eso favorece a los exportadores del resto del mundo, y perjudica a los exportadores estadounidenses que se vuelven más caros y menos competitivos.
¿Se fija Ud?… Para las economías del resto del mundo, es bueno que el dólar se haga cada vez más fuerte y caro... ¡pero cada vez menos se confía en el destino final que le espera al dólar!
Quizás el peor error de los economistas neoliberales fue el no entender las implicaciones de la ley de la oferta y la demanda, que es la base misma de la doctrina económica liberal.
Los más apegados al catecismo neoliberal no entendieron que entre la oferta y la demanda, o sea entre los productores y los consumidores, siempre tiene que producirse una tensión variable.
Ellos creyeron que siempre habría una masa cada vez mayor de consumidores deseosos de comprar lo que ofrecen los productores. De hecho, el aumento de la población humana parecía implicar aumento de la demanda, y con ello aumento de las ganancias de las grandes empresas.
Pero esos economistas no tomaron en cuenta tres factores concomitantes. Uno, que el desarrollo tecnológico aumentaría geométricamente la producción de bienes que son oferta al mercado.
Dos, que esa producción sería cada vez más barata, al reemplazar la mano de obra humana por aparatos automáticos que son más eficientes y veloces que los trabajadores humanos. Con ello, la oferta aumentaría cada vez más, acercándose a la saturación del mercado. O sea, la oferta y la demanda tienden a igualarse, por lo tanto, a neutralizarse, lo que pone fin al crecimiento económico tradicional.
Y, tres, que el desmesurado aumento de la producción exige aumento del consumo de materias primas y energía, que generalmente no son renovables.
Eso implica, obviamente, agotamiento de los recursos naturales y generación de desechos polucionantes perniciosos para el medio ambiente.
Es decir, el crecimiento económico en los términos neoliberales, está fatalmente ligado a tres factores altamente destructivos. Primero, concentración enorme de la riqueza en poquísimas manos. Segundo, explosión demográfica, y, tercero, destrucción del medio ambiente, alteración de los ecosistemas y cambio climático.
Ya en los primeros años del siglo 21, en nuestras crónicas, dábamos a conocer, además de los informes científicos sobre la destrucción ecológica y la polución, otros informes netamente políticos, evacuados por los aparatos de seguridad de Estados Unidos, la OTAN y las Naciones Unidas, en los cuales se alertaba a los gobiernos sobre el peligro estratégico y social por el acoplamiento de la explosión demográfica, la polución del medio ambiente y el agotamiento de los recursos naturales.
De hecho, ya en 2005, dimos a conocer un informe de la CIA, que preveía un proceso de emigración de millones de personas de los países subdesarrollados que intentaban instalarse de cualquier manera en el mundo desarrollado.
Peor aún, según el Banco Mundial y las Naciones Unidas, se prevé que el dramático fenómeno de las emigraciones hacia Europa, Estados Unidos y Australia aumentará hasta alcanzar a cientos de millones de personas que, en su mayoría, son de los grupos sociales más pobres y desprovistos de educación, incluyendo la preparación para el trabajo.
Y a ellos se están sumando en gran número personas que se consideraban de la clase media pero que se han empobrecido y terminan sumándose a la clase baja más menesterosa.
El cambio climático está acelerándose. En el océano Atlántico, una inmensa extensión que va desde México hasta frente al África, se ha cubierto de una espesura de algas que absorben el oxígeno y provocan muerte de muchísimas especies marinas normales.
En Europa, las temperaturas han superado todos los registros anteriores. En París se llegó a los 43 grados C a la sombra. En Londres, a los 36 grados, algo inimaginable para Inglaterra. Y en Alaska, Estados Unidos, se ha llegado por primera vez a los 30 grados, con una sequía angustiosa además, que ha llevado a que se produzcan enormes incendios forestales.
En China se produjo un aumento de tornados de gran intensidad que han afectado incluso a grandes ciudades del noreste del territorio. Y en Siberia, Rusia, las altas temperaturas están acelerando el derretimiento del subsuelo congelado, liberando así masas de gas metano.
Simultáneamente, el cambio climático y otras formas de alteración del medio ambiente están provocando que enfermedades tropicales, como la bacteria come carne, por ejemplo, estén llegando a zonas que tradicionalmente eran más frías y, por lo tanto, estaban libres de ese mal. Asimismo, las vacunas contra la influenza están perdiendo abrumadoramente su efectividad, por la mutación de las cepas del virus que se adaptan al cambio climático y a la mayor temperatura.
De hecho, en Estados Unidos, se comprobó que las vacunas antigripales que ya habían perdido un 60% de su eficacia, ahora están siendo prácticamente inútiles.
En las regiones más subdesarrolladas, tanto del Asia Occidental y el Sudeste Asiático, como de África y América Central, todavía no se ha logrado un diagnóstico actual de los efectos del cambio climático sobre la población.
Pero sí aparece como síntoma de la gravedad de lo que esa gente está sufriendo, es el inmenso número de personas que agotan sus recursos económicos y se ponen en manos de traficantes de personas, para intentar emigrar hacia Europa.
Cada día hay nuevas noticias de grupos enteros de personas que mueren ahogadas, asesinadas o simplemente abandonadas a medio camino.
En América Latina, más allá de las declaraciones de políticos y activistas de derechos humanos, es inocultable que las gentes de los países que son objeto de migraciones masivas, desde Europa y Estados Unidos, hasta los países latinoamericanos y asiáticos, sienten hostilidad y temor hacia esos inmigrantes.
En México, es ostensible la hostilidad de la gran mayoría de la gente hacia los emigrantes guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, que han sido rechazados en la frontera de Estados Unidos, y que el gobierno mexicano intenta acoger, ofreciéndoles alguna solución.
En Estados Unidos, más de la mitad de los guardias fronterizos contratados por el gobierno para impedir el ingreso de ilegales, son personas de origen latinoamericano, que ven a los inmigrantes como elementos lesivos para la dignidad de los hispanos.
De hecho, gran parte del apoyo político que todavía tiene el régimen de Donald Trump, se debe al rechazo a los inmigrantes ilegales que siente una gran parte de la población.
Incluso en Chile, recordemos que el gobierno de Sebastián Piñera señaló la presencia de inmigrantes como causa de la cesantía de un 7,1%, este año.
Hace algunas semanas, se dio a conocer un análisis realizado por la institución PEW, de investigación social, en relación a la explosión demográfica mundial y sus proyecciones a futuro.
El informe señala que, en el mundo desarrollado o en vías de desarrollo, el índice de natalidad está siendo de 2,1 hijos por mujer. O sea, que un grupo de 10 parejas, o sea, 20 personas, se produce un promedio de 21 hijos.
Ese índice de natalidad mantiene el número de habitantes estable, pues los hijos reemplazan a sus progenitores cuando estos mueren. En Italia, Japón, Alemania, y la mayor parte de las naciones europeas, el índice de natalidad es aún menor, lo que lleva a una disminución gradual del número de habitantes.
En cambio, en África, América Central y gran parte del sudeste asiático, el índice de natalidad es muy superior, llegando hasta 4 o más hijos por mujer.
De hecho, se estima que en los próximos 30 años, África tendrá alrededor de 3 mil millones de habitantes. ¡El triple de su población actual!
¿Podrá África educar y generar puestos de trabajo para todos?…
En realidad, se produce la paradoja de un aumento de personas que supuestamente son mercado, junto a la disminución de las ofertas de trabajo por parte de los productores.
Sin duda estamos en un atolladero. La crisis económica mundial, la contaminación brutal del medio ambiente, el agotamiento de las materias primas, y el peligro de una guerra mundial en defensa de los grandes conglomerados transnacionales, se relacionan sensiblemente, ostensiblemente con la proliferación explosiva de una población innecesaria y voraz.
Los hechos son claros. Están ahí, frente a todos.
¿Es que somos tan necios que no los comprendemos?
¿Es que somos demasiado necios para poder sobrevivir en este solitario y único planeta donde es posible la vida como la conocemos?
Hasta la próxima, gente amiga. Es necesario ayudar a que la gente logre entender lo que está ocurriendo. Sólo la lucidez inteligente puede hacernos sobrevivir.