Por Ruperto Concha
Stephen Hawking es el más brillante e influyente físico y matemático de nuestro mundo. De hecho, en estos momentos está trabajando en una nueva teoría sobre los Hoyos Negros, el Tiempo y la Realidad, y, a la vez, asociado con un multimillonario ruso, está diseñando nuevas formas para explorar el universo más cercano a nuestra estrella Sol.
Es por eso que causó impacto mundial la advertencia que hizo en el Discovery Channel, acerca de que puede ser muy peligroso que insistamos en ponernos en contacto con seres alienígenas, con habitantes de otros planetas.
Para ayudarnos a entender esos temores, Stephens Hawking nos mostró cómo los habitantes originarios de América fueron masacrados, casi exterminados, y los sobrevivientes fueron sometidos a servidumbre o a esclavitud, luego de su contacto con los que venían en sus naves desde Europa, trayendo una tecnología superior de ese otro mundo.
Hawking no cree que llegaremos a establecer contacto con alienígenas en un futuro cercano. Sus advertencias no son un grito de alarma, pero sí son un llamado a que, mientras aún tenemos tiempo, tratemos de entender con realismo e inteligencia qué es lo que podemos esperar de visitantes que disponen de una tecnología abrumadoramente superior a la nuestra, y de los cuales no sabemos qué aspecto tendrán, cuáles serán sus intereses y de qué modo ellos definen lo que para nosotros es el bien y el mal.
Por cierto es posible que los alienígenas sean bien intencionados o incluso que sean bellos y hasta angelicales.
Pero dice Stephen Hawking que también es posible que ellos nos vean a nosotros como nosotros vemos a los microbios. En realidad también es posible que sientan repugnancia de nosotros. Que les demos asco y les den ganas de matarnos.
La película Día de la Independencia nos mostró el caso de una muchedumbre ilusionada que trepó místicamente a la azotea de un edificio para cantar y danzar dándoles la bienvenida a los alienígenas que llegaban en su nave a Nueva York, y cómo desde la nave les lanzaron un rayo que los incineró a todos en un instante.
La advertencia de Stephen Hawking provocó algunas respuestas agrias de los científicos del proyecto SETI de Estados Unidos, que precisamente están trabajando en enviar señales y mensajes al espacio, con la esperanza de que de pronto les llegue alguna respuesta. De ellos, el astrónomo Seth Shostak hizo comentarios burlones, pero admitió que la advertencia es válida aunque ya es demasiado tarde, porque nuestra civilización en los últimos 70 años ha estado lanzando al espacio innumerables emisiones de radio, de TV, de radares y de aparatos electromagnéticos para investigación espacial.
Es decir, según Seth Shostak, si hay extraterrestres observando el espacio con aparatos mejores que los que tenemos los humanos, ellos ya saben perfectamente bien que existimos y dónde se encuentra nuestro planeta.
Pero Shostak no supone que existan alienígenas tanto más avanzados que nosotros científicamente. Según él, lanzar naves invasoras o misiles de bombardeo a través del espacio contra nosotros desde otros sistemas solares es demasiado difícil, demasiado caro y, sobre todo demasiado lento.
Señala que con los más rápidos y potentes cohetes que se han construido en nuestro planeta, un misil nuestro se demoraría 80 mil años en llegar hasta su objetivo en el sistema solar más cercano, el de Alfa Centauri.
Y, oiga, 80 mil años, cuando la totalidad de nuestra civilización humana ha tomado apenas 10 mil años, desde la construcción de la primera aldea que existió, en Katal Huyuk, en lo que hoy es la Anatolia de Turquía.
Pero el tema de los alienígenas exige una reflexión más seria que eso. Por una parte, la gran mayoría de los hombres de ciencia concuerda en que sólo en nuestra galaxia existen millones de planetas con características parecidas a las de nuestra Tierra. Es decir, planetas donde se dan las mismas posibilidades que la Tierra nos ofreció a nosotros para la aparición de la vida y su evolución.
Nuestra estrella Sol y todos los planetas de nuestro sistema solar se formaron hace aproximadamente 4.500 millones de años, y mil millones de años después apareció la vida en nuestro planeta.
Pero, más allá, en el Universo, ya se habían formado innumerables galaxias anteriores, unos 9 mil millones de años antes de que apareciera nuestro sol. Y en esas galaxias más primitivas, ¿podrían quizás, también, haber existido planetas como la Tierra?
De haber sido así, en algunos planetas tendrían que haberse desarrollado especies vivas dotadas de inteligencia, que habrían evolucionado, generando civilización, cultura y tecnología durante millones de años, antes de que en la Tierra aparecieran los primeros protozoos.
O sea, civilizaciones frente a las cuales la nuestra, con apenas 10 mil años, sería sólo un balbuceo pueril, una cultura plagada de contradicciones, rabietas brutales y vanidades propias de la primera infancia.
Por cierto, en el formidable proceso de génesis de nuestro universo tiene que haber habido una primera raza inteligente, una civilización que le tocó ser más antigua que todas las demás y por lo tanto una civilización absolutamente solitaria en medio de la inmensidad.
Sin embargo, la vida como la conocemos parece haber sido posible recién en una etapa más avanzada de la secuencia de formación y muerte de estrellas durante los primeros miles de millones de años, porque en el período inicial las estrellas se formaban únicamente por acumulación gravitacional de moléculas de hidrógeno puro, que, cuando alcanzaban una gigantesca masa crítica, se fusionaban unas con otras, generando energía solar y fundiendo sus núcleos atómicos se convertían en nuevos elementos químicos.
Por fusión nuclear el hidrógeno se iba convirtiendo en helio, y luego cuando la estrella moría convirtiéndose en nova, la fusión generaba otros elementos cada vez más pesados, litio, bromo, berilio, carbono,.. hasta los más pesados elementos naturales.
Estos nuevos elementos quedaban presentes, mezclados con las nuevas masas de hidrógeno, formando nuevas nubes moleculares que nuevamente se condensan por gravedad hasta iniciar la fusión nuclear propia de una nueva estrella. Así esas nuevas estrellas van agregando los nuevos elementos creados en la agonía de otras estrellas más antiguas.
Esto, por cierto, tiene que ver con la aparición de la vida, porque, de hecho, el análisis de masa realizado sobre las cenizas de seres vivos, vegetales o animales, muestran que en todos ellos está presente una gama inmensa de 38 o más de la totalidad de los 94 elementos naturales que están identificados en la Tabla Periódica de los Elementos.
Incluso se detectó la presencia de cantidades pequeñísimas de uranio, plomo, arsénico, radio y mercurio, elementos que son supuestamente venenosos, sin que hasta ahora se haya podido descubrir qué función desempeñan en el programa de la vida.
Como sea, eso indica que la vida como la conocemos sólo fue posible cuando ya las estrellas y las nubes moleculares formadoras de planetas contenían una multitud de elementos nuevos que se formaron en las novas y las súper novas. O sea, es posible que la aparición de la vida no haya sido muy anterior a la formación de nuestro sistema solar.
Pero igualmente eso no elimina la posibilidad de que incluso en nuestro vecindario cercano, en nuestra propia galaxia, puedan existir especies vivas e inteligentes quizás cientos de miles o incluso millones de años, más antiguas que la raza humana, y de cuya evolución podría haber surgido una civilización de tecnología inimaginablemente más avanzada y más poderosa que la nuestra.
Si realmente se tratase de una civilización tan extraordinaria, podría haber resuelto los actuales problemas que nuestra civilización no logra superar. No sólo en tecnología espacial y capacidad de viajar a velocidades que parecen superiores a la velocidad de la luz. Más que eso, tendría que tratarse de una civilización que, en su evolución cultural, logró traspasar con éxito la barrera crítica de la autodestrucción.
Aunque la mayoría de la gente prefiere no pensar en eso, en el fondo ya toda persona inteligente se da cuenta de que nuestra civilización, con sus contradicciones y sus ideologías intolerantes y deletéreas, está llevándonos al punto crítico de la autodestrucción.
Los liderazgos políticos, sin excepción, parecen obsesionados por una acumulación de poder y riqueza más allá de cualquier propósito sanamente deseable. No sólo en el ámbito del imperialismo de las grandes corporaciones. Incluso en sociedades que supuestamente debieran estar más comprometidas con el humanismo, como es el caso de Rusia, están apareciendo los mismos síntomas de fanatismo y ferocidad, bajo el pretexto de defender la moral.
Esta semana, en Moscú, una turba de mojigatos moralistas atacó una sala de arte donde se presentaba una muestra del gran fotógrafo estadounidense Jock Sturges, que incluía desnudos de familias, incluyendo niñas y niños.
Se trata de obras extraordinariamente hermosas, finas y expresivas, celebradas en todo el mundo… menos en Rusia, donde los supuestos moralistas entraron como fieras, arrojaron frascos con orina sobre las fotografías y sobre el público. Finalmente llegó la policía y arrestó a los presuntos defensores de la moral, pero obviamente la exposición fue cancelada, se llevaron las obras fuera de Rusia.
Bueno, en seguida, además de estos hechos, la senadora Yelena Mizulina, en conferencia de prensa, aplaudió la acción de los atacantes, señalando que toda fotografía de menores de edad desnudos es propaganda e instigación a la pedofilia. O sea, la senadora Mizulina es una de esas beatas que quisieran ponerle calzoncillos a las estatuas.
Simultáneamente con eso, la presidente de la Academia Rusa de Educación, doña Ludmila Verbisbaya, anunció que se propone eliminar de las lecturas obligatorias escolares las obras de Tolstoi, de Dostoiewski, Gogol y otros grandes genios de la literatura rusa, y en cambio aumentará el énfasis en la filosofía, mediante la lectura de la Biblia, fíjese.
Rematando el giro de la inquisición moralista en Rusia, el Patriarca Cirilo, jefe máximo de la iglesia ortodoxa de Rusia, dio a conocer que está haciendo lobby en el Congreso para que se derogue la actual legislación que autoriza el aborto terapéutico y en los casos de violación.
Es decir, también en Rusia en estos momentos se está produciendo una erupción de intolerancia anti humanista, bajo el pretexto de preservar la moral rusa y el cristianismo nacional.
¿Qué paisaje de civilización podríamos ofrecerles nosotros a los visitantes alienígenas? ¿Los bombardeos sistemáticos de Arabia Saudita, con armas estadounidenses, sobre la población civil de Yemen?, ¿el asesinato con un dron de Estados Unidos, de 15 miembros de una familia en Afganistán, que estaban en una ceremonia religiosa?... ¿los francotiradores que en Aleppo están matando a los civiles, incluso niños, que intentan refugiarse en las zonas de amparo del gobierno?
¿O el exterminio de los peces en las aguas del mar de la China, por exceso criminal de la pesca por parte de Corea del Sur, Japón, Filipinas y la propia China?…
¿La confirmación de que la contaminación atmosférica ya superó lejos las 400 partículas y que ya es innegable que no se van a cumplir las metas de la Cumbre Climática y la temperatura se va a disparar lejos por encima de los dos grados?…
¿La saturación del mar Rojo y del Golfo Pérsico con toneladas de sal devueltas al mar luego de la desalinización comercial?…
¿El tono cada vez más amenazante con que las potencias ocultan el fracaso de las conversaciones racionales, y que están haciendo que una guerra mundial parezca inevitable ya?…
Bueno, Ud. ve, es muy, muy posible que si llegaran alienígenas ultra civilizados y vieran lo que los humanos estamos haciendo con nuestro planeta, no sentirían simpatías por nuestra especie (que alguna vez fue inteligente pero que ahora parece sumida en una psicosis).
Lejos más simpatías sentirían los alienígenas por los animalitos y las plantas que torturamos y desnaturalizamos con fines comerciales. Oiga, quizás aquellos alienígenas optarían por sanar al planeta eliminándonos a nosotros los humanos como elimina una enfermedad catastrófica.
Creo que el sabio Stephen Hawking tiene toda la razón. Más nos vale que por ahora no nos vengan a ver los alienígenas, porque, si son depredadores como los humanos, nos barrerán con su superioridad tecnológica. Y si, por el contrario, son humanistas como los humanos debiéramos ser, sentirían repugnancia por lo que han llamado "El Grupo Zoológico Humano".
Pero en fin, como sea, ahora entre los jóvenes, incluso entre los niños, ya se están insinuando los brotecitos de una nueva percepción de la realidad, incluyendo una nueva percepción de uno mismo. Es como si una nostalgia, unas ganas de honestidad, de belleza y aventura comenzara a hacer que los jóvenes se miren a sí mismos y miren al mundo de un modo nuevo verdaderamente muy interesante.
Quizás ellos, los jóvenes, podrán sonreír y mirar a la cara a los visitantes de otros mundos.
¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Hay peligro... ¡Pero la vida misma es peligrosa!