Por Ruperto Concha / resumen.cl
Concluyó en Davos, Suiza, la Cumbre de los billonarios, o Foro Económico Mundial, versión 2018, que comenzó el martes 23. Los participantes tuvieron que pagar, cada uno, una cuota de 245 mil dólares sólo para inscribirse y recibir una invitación.
Desde la partida, los ministros de Hacienda y de Comercio, de Estados Unidos, se esforzaron por calmar los ánimos de muchos de los representantes de las grandes empresas y las grandes economías, que se sentían muy nerviosos por la retórica del Presidente Donald Trump, con su frasecita de Estados Unidos Primero, que ahora aparecía reforzada por la decisión de Washington de imponerle un gravamen del 30% a las importaciones de paneles solares desde China. O sea, proteccionismo ostensible.
De hecho, el presidente de la gigante comercial AliBaba, Jack Ma, había lanzado la advertencia de que usar el comercio como arma es nefasto. Dijo Jack Ma que es más fácil iniciar una guerra comercial, y que lo difícil es parar los desastres que provoca una guerra comercial.
Pero los grandes negociantes, también, se habían enterado de la ya aprobada ley de Donald Trump, rebajando generosamente los impuestos sobre los capitales y las ganancias de las grandes empresas. Y esa noticia tan agradable para ellos fue la que prevaleció. Y todos los multi billonarios comenzaron a mirar a Trump con simpatía.
En la Ultima Cena que ofreció Donald Trump a 15 de sus más billonarios apóstoles, se mencionó el milagro de la multiplicación de los bonos y los dólares, y en su mensaje apostólico Trump reiteró su fe en el libre comercio, e invitó muy cordialmente a que las empresas trasladen sus inversiones a Estados Unidos.
Los alegres apóstoles coincidieron en que Trump en realidad es bastante simpático, pero coincidieron también en que para entenderse con él hay que fijarse en lo que hace y no en lo que dice, y menos aún en lo que la prensa dice acerca de él.
Como fuere, los grandes inversionistas siguen siendo muy cautelosos. De hecho, la continua devaluación del dólar durante ya 3 años seguidos les resulta inquietante. El ministro de hacienda de Estados Unidos, Steve Mnuchin, había declarado el jueves que un dólar barato es una buena cosa porque favorecería las exportaciones de su país. Sin embargo, se entendió también que el dólar barato hará que los precios suban en Estados Unidos, la gente resentirá la carestía y la actividad comercial se reducirá.
Ese mismo día, el dólar cayó a su valor más bajo respecto de las demás monedas.
Pero, más allá de lo que le cuenten a los periodistas, los grandes empresarios y sus afines políticos revelan casi nada de lo que realmente se discutió en Davos. De ese Foro no surgen grandes contratos comerciales, no. Lo que surge son nuevas estrategias que por lo general se mantienen secretas.
Sin embargo, hubo un tema extremadamente importante que nadie intentó ocultar. Se trata de la creciente pérdida de puestos de trabajo provocada por la tecnología y la Inteligencia Artificial, y la certeza de que no se crearán nuevos puestos de trabajo para absorber a los que quedan cesantes.
Líderes políticos y grandes empresarios coincidieron en que a muy corto plazo se perderán decenas de millones de puestos de trabajo por la llamada Cuarta Revolución Industrial, en circunstancias de que ni los cesantes, ni los jóvenes que buscan trabajo, tienen la capacitación indispensable para integrarse en la Era de Nueva Tecnología.
Peor aún, la educación, en la inmensa mayoría de los países, sigue pegada a prácticas y programas obsoletos. Y eso es previsiblemente desastroso para las generaciones de niños y jóvenes que tendrán que postular a empleos que todavía no existen y que plantearán exigencias completamente nuevas. O sea, ¿qué tendrán que estudiar los colegiales de hoy para obtener un trabajo del mañana?
Lo que sí quedó completamente confirmado es que la globalización, la integración planetaria de toda la actividad que genera riqueza, es ya una realidad que ningún proteccionismo puede impedir. De ahí que el lema de este Foro de Davos fue, fíjese Ud., "Crear un futuro compartido para un mundo fragmentado".
Entre las más amistosas amenazas contra el proteccionismo de Trump, estuvo la advertencia que hizo el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, de que el Tratado Trans Pacífico ha sido ya perfeccionado por los 11 países que permanecen tras el abandono por parte de Estados Unidos. Ahora el nuevo acuerdo, aprobado en Tokio la semana pasada, pasó a llamarse Acuerdo Progresivo para la Asociación Transpacífico.
El mandatario canadiense agregó que, si Estados Unidos no acepta las demandas de Canadá y de México para perfeccionar el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, tanto México como Canadá podrían retirarse y reemplazar a Estados Unidos por los otros países de la Cuenca del Pacífico.
Más aún, Canadá ya aceptó los cambios propuestos por Australia, que eliminan las disposiciones más resistidas del TPP con Estados Unidos. Por ejemplo, se eliminó que las empresas pudieran ser sometidas sólo a Tribunales Arbitrales cuyos fallos serían inapelables y no pudieran ser sometidas a las leyes de los países integrantes. Eso fue completamente eliminado.
Asimismo, se estableció en el nuevo TPP11 que basta una mayoría simple para aprobar cualquiera decisión conjunta, eliminando con ello el requisito de unanimidad, que había impuesto Estados Unidos y en el fondo permitía que un país miembro pudiera parar las más importantes decisiones, y a través de eso podría obtener beneficios adicionales a cambio de retirar su veto.
Paralelamente, también en el sudeste de Asia está cobrando forma a gran velocidad otra gran alianza comercial: la Asociación Regional Económica Integrada, que reúne en un mismo tratado de libre comercio a los 10 países de la Asociación del Sudeste Asiático, la ASEAN, más los otros 6 países que ya tienen acuerdos con el ASEAN, y que son Australia, China, India, Corea del Sur, Japón, y Nueva Zelandia.
Es decir, será el más enorme bloque de integración y libre comercio, que abarcará prácticamente la mitad de toda la economía mundial.
Se entiende, entonces, que hay consenso prácticamente unánime en la instauración de inmensas zonas de integración con intercambio de libre comercio, tecnologías, derechos de propiedad intelectual y patentes... pero con un nuevo ingrediente que antes no existía: Ese nuevo ingrediente es el establecimiento de procedimientos jurídicos internacionalmente aceptados, incluyendo las leyes laborales de los países miembros y sus respectivas leyes de protección del medio ambiente.
O sea, una asociación democrática de naciones.
Se espera que ya en 2019 el nuevo TPP podrá ser ratificado por los 11 países integrantes, que incluyen a Chile, y en el mismo plazo entrará en funciones la Asociación Regional Integrada que encabezan China, la India y Japón.
¿Qué rango de supremacía le dejarán estas nuevas alianzas al antiguo dominio mundial de Estados Unidos y del dólar americano?
Y, lo que es más importante, ¿Qué orientación, qué metas serán las que aprueben las naciones así integradas, para definir el concepto de "desarrollo" más allá de las simples cifras monetarias del balance de las grandes transnacionales?
Al menos ya en el Foro de Davos, a pesar de que se trata de un contubernio de multibillonarios codiciosos junto a sus políticos a sueldo, se tomó conciencia del catastrófico descuido que ha prevalecido, a partir del propio mundo desarrollado, sobre temas esenciales:
Primero, la defensa real del medio ambiente, segundo, la planificación familiar para detener la explosión demográfica y devolverle a las mujeres su opción de desarrollo personal, y tercero, diseñar un nuevo concepto de educación que capacite a los niños y jóvenes para integrarse felizmente a la nueva realidad que está cobrando forma por sí misma.
Eso suena bien, pero no hay que entusiasmarse demasiado. Recordemos que ningún sistema, ninguna ideología y ninguna estrategia puede ser mejor que las personas que se hagan cargo de su aplicación.
Es decir... no hay ninguna ideología ni sistema que esté completamente a salvo de la repugnante corrupción generalizada en la clase política y en las oligarquías financieras.
Así, pues, en este Foro Mundial Económico de Davos quedó bastante definido que Estados Unidos ya no es el amo. Que su proteccionismo en vez de protegerlo lo pone en peligro. Y que anda necesitado de conseguir inversionistas extranjeros.
Además, que este desinflamiento del sueño imperial de Nuevo Orden Mundial no es algo de lo que se pueda acusar al pobre Donald Trump, no, es la sucesión de estrategias erróneas y abusivas que forman un rosario de burros y elefantes, gobiernos demócratas y republicanos que jamás lograron entender que tener amigos es lejos mejor que tener lacayos.
Bajo la figura de defender los derechos humanos y la democracia, Estados Unidos entró en un túnel de guerra perpetua. Y fue esa amenaza permanente de intervención de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, la que llevó al inevitable desarrollo de las capacidades militares de los países que se sentían amenazados. Concretamente, Rusia y China, a quienes se han venido sumando cada vez nuevos aliados, en la medida en que Estados Unidos se iba desprestigiando y volviendo amenazante.
La dolorosa epopeya de la República de Siria fue la que llevó a una inevitable intervención de Rusia, Irán y China, en auxilio del gobierno legítimo que enfrentaba una guerra interna provocada por Estados Unidos, Arabia Saudita e Israel.
Para evitarse el aceptar la derrota total en Siria, el gobierno de Donald Trump cometió el error catastrófico de anunciar que pensaba quedarse como fuerza invasora en Siria, establecer una base militar sin pedirle permiso a nadie, y, más aún, que se proponía formar un ejército de 30 mil hombres, entrenados y poderosamente armados, que mantendrían la guerra contra el gobierno legítimo de Siria y establecerían un gobierno independiente, bajo la misma figura que antes habían adoptado los kurdos de Irak y que los llevó al fracaso total.
Obviamente ese agresivo plan de Washington era inaceptable para Siria y sus poderosos aliados Rusia, China e Irán, ahora con el agregado de Turquía. Voceros de la organización kurda en el norte de Siria admitieron que Rusia les había recomendado confirmar su aceptación del gobierno del presidente Basher Assad, hasta la culminación de los acuerdos de paz.
Sin embargo, los líderes kurdos de Siria optaron por confiar en el apoyo de Estados Unidos y establecer un gobierno independiente, con lo que se desmembraría el territorio sirio.
Al mismo tiempo, el plan de Washington apuntaba a que la zona dominada por los kurdos, dependiente por completo de Estados Unidos e Israel, llegara hasta la frontera misma con Irak, en el río Eufrates, justamente en la zona en que los kurdos irakíes habían intentado independizarse del gobierno nacional.
El ejército leal de Siria, combatiendo contra los terroristas islámicos en la misma zona, había evitado siempre tener enfrentamientos con los kurdos los que, a su vez, evitaban también a toda costa enfrentarse con las tropas del gobierno.
Sin embargo, por imposición de Estados Unidos, ahora los kurdos estarían forzados a ir a la guerra. Pero, más que el efecto en la guerra interna contra el gobierno de Siria, el plan de Washington constituía una amenaza para Turquía que enfrenta décadas de enfrentamientos armados con los grupos kurdos dentro de sus fronteras.
Asimismo, los rebeldes kurdos de Turquía naturalmente se refugian y se repliegan más allá de las fronteras turca, en Irak y Siria.
Es decir, el plan de Estados Unidos implicaba crear un mini estado kurdo, poderosamente armado, justo en las fronteras de tránsito de los terroristas kurdos que actúan contra Turquía.
Turquía lanzó sucesivas advertencias a Estados Unidos, a la vez que contactaba con Rusia e Irán y el propio gobierno sirio. Ante lo inevitable, las fuerzas militares de Siria y sus aliados se replegaron fuera de aquella zona, y Turquía cumplió su amenaza invadiendo la zona en torno de la ciudad de Afrin, destruyendo las instalaciones militares kurdas y los depósitos de armamento proporcionado por Estados Unidos, dejando un saldo estimado de víctimas fatales de entre 300 y 500 efectivos del ejército kurdo.
Ya un sector de la población kurda ha rechazado el plan de Washington y está procurando pactar un plan de paz y seguridad con Turquía y con el gobierno sirio que, por su parte, ha mantenido su apoyo a los kurdos e incluso amenazó con derribar aviones turcos que violaran su espacio aéreo.
Para el controvertido presidente turco Tadyip Erdogán, esta intervención militar ha provocado un fuerte apoyo nacionalista que refuerza su respaldo, sobre todo ante las próximas elecciones.
Pero, en cambio, para Estados Unidos, el desastre de su plan de desmembramiento de Siria es absolutamente el desastre final de toda su estrategia para el Oriente Medio.
Mañana, 29 de enero, comienza en la ciudad rusa de Sochi el Congreso de Diálogo Nacional para la Paz en Siria, en que participan 80 organizaciones rebeldes más el gobierno de Siria, y representantes de Rusia, Irán y Turquía, además del comisionado de las Naciones Unidas, Stepan de Mistura.
Según el plan de negociación elaborado con participación de Rusia, Irán y Turquía, el actual presidente de Siria, Basher Assad, se mantendrá en su cargo mientras se llama a nuevas elecciones y se redacta una nueva Constitución de la República de Siria, que será sometida a plebiscito.
Así, el pueblo sirio será el que decida cuál será su futuro gobierno. Por lo pronto, el Presidente Assad ya se comprometió a hacer entrega del poder según lo determine el pueblo.
Estados Unidos, junto a unas 40 entidades rebeldes financiadas por Arabia Saudita, anunciaron que no participarán en las conversaciones de Sochi y no reconocerán otra negociación que no sea la de las Naciones Unidas en Ginebra.
Es así que la intervención de Estados Unidos en Siria y el Oriente Medio no sólo ha sido una derrota sino una humillación. Washington no se atreve a llegar a un enfrentamiento militar con Turquía, no sólo porque ambos estados son miembros de la OTAN, sino porque, además, Turquía controla el único acceso naval hacia el Mar Negro.
Para Turquía, claramente, el nuevo rumbo ahora ya no apunta a ser admitido en la Unión Europea, sino a integrarse en la Unión Económica Euro Asiática, junto a Rusia, Irán, las repúblicas de Asia Central, más Irak, Siria y el Líbano.
La conexión territorial de naciones aliadas, desde Rusia, Kasakhstán y China hasta Turquía y el Líbano, junto al Mediterráneo, establece un prodigioso corredor de integración, comercio y modernización tecnológica, además de abastecimiento de energía para Europa.
Es decir, la fracasada aventura imperial de Estados Unidos sobre el Medio Oriente, incluyendo Afganistán y Pakistán, marca el fin del imperialismo anglo-sajón. Y es por eso que el peligro de una Tercera Guerra mundial sigue ominosamente cercano.
De hecho, el Ministro de Guerra estadounidense, general James Mattis, en una conferencia en la Universidad John Hopkins de Estudios Internacionales, declaró abiertamente que ya para Estados Unidos la guerra contra el terrorismo es algo secundario, porque ahora Estados Unidos enfrenta una gran competición, un desafío por parte de Rusia y China.
Según el general Mattis, Estados Unidos ahora debe aumentar fuertemente su arsenal de bombas atómicas y también sus fuerzas de guerra convencional. Para eso, dice Mattis, hay que aumentar muchísimo el presupuesto militar de Estados Unidos, pues el actual, que este año bordea los 800 mil millones de dólares, es del todo insuficiente.
Oiga, y eso en circunstancias de que el presupuesto bélico de Washington es mayor que la suma de todos los 10 principales presupuestos militares del resto del mundo.
Si llega a haber guerra, por supuesto se nos acaban todas las preocupaciones, pues estaremos en un estado de paz absoluta, fría y oscura.
Pero si logramos que una paz inteligente tenga posibilidad, a nuestra humanidad le espera un tiempo de muchísimo trabajo para remediar los daños, perjuicios y maldades que hemos venido acumulado.
Por supuesto, la China no es la patria de los angelitos de la guarda ni de los generosos Reyes Magos. No. Los chinos quieren hacer negocios y disfrutar también ellos del bienestar lujoso que antes fue privilegio de las potencias occidentales.
Y los países chicos y pobres como el nuestro no esperan ni desean que el imperialismo de Washington pueda ser reemplazado por un imperialismo de Beijing. ¡Claro que no!
Pero hasta ahora, tanto la China post Revolución Cultural como la Rusia post soviética han mantenido una política por completo ajena a cualquier imperialismo. Ambas potencias apoyan el fortalecimiento independiente de las Naciones Unidas y la creación de una institucionalidad que impida que alguna nación acumule riquezas y poderío militar suficiente para dominar a la totalidad de las demás naciones.
¿Seremos capaces de salvaguardar ese equilibrio, como fue posible antes, como miembros del Tercer Mundo y los países no alineados, mientras con la Guerra Fría los grandes ogros se neutralizaban el uno al otro?
Si nos va bien, nos espera muchísimo trabajo a nosotros y a varias generaciones que tendrán que limpiar y corregir el sucio descalabro que hemos dejado hasta ahora.
¡Hasta la próxima, gente amiga! Hay que cuidarse, hay peligro. Y es mucho lo que debiéramos hacer.