Por Ruperto Concha / resumen.cl
En estos tiempos, es absolutamente indispensable hablar en lo que se llama "Lenguaje políticamente correcto". Eso, aunque no tengamos claro en qué consiste tal supuesta corrección política. Pero, ¿para qué preocuparse del significado?… Basta con aceptar las pildoritas de frases hechas que circulan por las redes sociales y los celulares, y funcionan como piezas de "Lego" para armar un artefacto que pueda sonar razonable, juvenil y "fashionable", o sea, a la moda, pero en inglés, claro.
El problema es que el uso de ese lenguaje de frases hechas y conceptos predigeridos termina por producir una tremenda confusión política, valórica y hasta religiosa... Y, oiga... cuando miramos a nuestro alrededor, a menudo nos sentimos perplejos, sin saber en quién confiar.
Algo parecido estaba sucediendo en el civilizado mundo occidental después de la primera Guerra Mundial, aunque en ese tiempo lo políticamente correcto era ser nacionalista, liberal-socialista, y militante de la superioridad racial de la gente rubia, alta, de tez blanca y, en lo posible, con ojitos claros.
A fines de 1920, los gobiernos de Europa, Estados Unidos y algunos invitados especiales se pusieron de acuerdo para crear una organización internacional, llamada Sociedad de las Naciones, que se encargara de reorganizar el mundo, volverlo próspero y civilizado de nuevo, después de la imbecilidad de la primera guerra, asegurar buenas relaciones pacíficas de sus miembros, y restaurar la producción industrial y los buenos negocios.
Participaron todos los países europeos más Japón, China, Canadá y Australia. Alemania, convertida en República, ingresó en 1926, y, en 1934, ingresaron Turquía y la Unión Soviética. Llegaron a juntarse 42 países miembros, incluyendo a todos los latinoamericanos. En cuanto a Estados Unidos, bueno, no formó parte de la Sociedad de las Naciones, pese a que el presidente Woodrow Wilson había sido uno de los creadores del proyecto.
Eso, porque el Congreso de los Estados Unidos rechazó que su país tuviera que aceptar someterse a normas y acuerdos internacionales determinados por otras naciones.
El sueño no duró más que su adolescencia. Alemania y Japón se salieron en 1933. Italia se salió en 1936, y a la Unión Soviética la expulsaron en 1939, justo cuando la Alemania nazi zambullía al mundo en la Segunda Guerra Mundial.
Bueno, a aquella Sociedad de las Naciones la sucedió otra organización mundial que debía hacerse cargo de una post-guerra lejos peor que la de 1920. Fueron las Naciones Unidas, que esta vez sí agruparon a prácticamente la totalidad de los Estados el mundo.
Muchos y muy admirables avances, cargados de humanismo y respeto por todas las culturas, se fueron logrando a lo largo de 73 años. Pero, inexorablemente, las taras de nuestros sistemas valóricos y nuestras ideologías, han llevado a que se repitan los lúgubres síntomas del fracaso de la vieja Sociedad de las Naciones.
Y lo que nos resulta más desalentador es que ahora, en forma abrumadoramente mayoritaria, la política mundial se desarrolla en términos de Democracia. Una Democracia que muchas veces no es más que un disfraz, pero que, de un modo u otro, implica ceder a lo que exigen las grandes mayorías.
Y, oiga, en términos reales, las grandes mayorías de hoy ya no exigen democracia. No. Exigen dinero. Platita para zambullirnos en el consumo. Desde Arabia Saudita hasta Venezuela, desde el Vietnam Heroico hasta Estados Unidos, la abundancia de dinero es la que hace popular a un gobernante y mantiene feliz a un pueblo.
Y si Donald Trump todavía cuenta con un respaldo popular en su país, pese a sus necios twitters, a la frenética odiosidad en su contra de la prensa y su demencial política imperialista... se debe exactamente a que su primer año de gobierno ha sido de notable prosperidad financiera para Estados Unidos.
Y, bueno, lo que antes le pasó a la Sociedad de las Naciones, hoy le está pasando a las Naciones Unidas. Los que se sienten suficientemente fortachos han comenzado a burlarse de las Naciones Unidas. Y, fíjese, nadie parece asustarse por ello.
El miércoles 7 de febrero, la embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, declaró en tono imponente, que Estados Unido no se siente obligado a acatar las decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y que, con o sin apoyo internacional, podrá imponer por la fuerza la justicia y el castigo contra Siria por uso de armas químicas.
La amenazante furia de la Haley se debe al veto impuesto por Rusia a aceptar una investigación por peritos al gusto de Washington, sobre las acusaciones contra el gobierno sirio por supuesto uso de bombas químicas con gas sarín y gas de cloro.
Rusia rechazó los argumentos de Washington por su ostentosa falta de coherencia científica y técnica. De hecho, incluso el más importante y respetado organismo científico de Estados Unidos, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el MIT, descalificó los informes del gobierno, por ser contradictorios y sin fundamento en sus acusaciones contra Siria.
En cambio, Rusia lo que está proponiendo es que el Consejo de Seguridad encomiende una investigación independiente, con participación de científicos plenamente calificados, para definitivamente comprobar si las acusaciones contra Siria son válidas o no lo son.
Y, bueno Estados Unidos es el que se opone a ello, exigiendo que sólo sean sus técnicos, de su confianza, los que tomen la decisión.
Bueno, como fuere, al día siguiente de la amenazante declaración de la embajadora Haley, que implica desacato absoluto a las Naciones Unidas, el propio Ministro de Guerra de Estados Unidos, general James Mattis, admitió ante la prensa mundial que no hay ninguna prueba de que en algún momento el gobierno de Siria haya utilizado armas químicas: Ni en 2013, ni tampoco en 2017, cuando Washington ordenó disparar 59 misiles Tomahawk contra una base aérea siria donde presuntamente se habían elaborado bombas con gas sarín para lanzar contra la población civil de un centro rebelde.
O sea, el propio Ministro de Guerra confesó que jamás había habido pruebas en contra del gobierno sirio.
La agencia noticiosa Deustche Welle, del gobierno alemán, informaba el viernes que la Conferencia de Seguridad, de Munich, había analizado la situación internacional, particularmente por la crisis de Siria, la impredecible política de Washington, y la indispensable creación de una fuerza militar defensiva europea, separada de la OTAN y sin participación de Estados Unidos.
Mientras se expresaban esperanzas de afianzar el proceso de paz en Siria, y se confirmaba el éxito de la gran reunión que culminó el 31 de enero en Rusia, llegaron las primeras noticias de la prensa occidental sobre lo que parecía ser un violentísimo enfrentamiento, una batalla, con bombardeos aéreos, tanques y gran desplazamiento de tropas, entre efectivos kurdos acompañados con soldados estadounidenses, contra tropas leales al gobierno sirio, en una zona fronteriza de Siria con Irak.
Según las noticias, las fuerzas estadounidenses habían lanzado una acción abrumadora de artillería y misiles, además de ataques aéreos, que habrían aniquilado a más de cien, quizás a doscientos soldados del ejército leal, y, además, a un número entre 10 y 20 soldados del ejército ruso.
Por cierto, esas noticias implicaban la posibilidad de un estallido inmediato de una guerra con participación directa de los ejércitos de Estados Unidos y Rusia, que a su vez arrastrarían a sus respectivas redes de alianzas, incluyendo a la OTAN y a China.
Pero luego se conoció que en realidad se había tratado de una fuerte escaramuza en la cual tanto las fuerzas sirias como los kurdos y sus instructores americanos, terminaron replegándose a sus posiciones iniciales. Las bajas del ejército leal de Siria fueron 7 soldados muertos y 27 heridos, que fueron atendidos en los hospitales de campaña en la misma zona.
Y ciertamente, ningún militar ruso estuvo presente. En Estados Unidos, en tanto, el senador Demócrata, Tim Kaine, del Comité de Relaciones Exteriores y Militares del Congreso, alcanzó a lanzar una advertencia de que el Presidente Trump está lanzando al país a una guerra sin autorización del Congreso y sin ningún objetivo político y estratégico aceptable.
Casi simultáneamente, Israel lanzó un ataque con 8 bombarderos F-16 contra instalaciones militares del gobierno sirio, aduciendo una supuesta violación del espacio aéreo israelí por un dron espía de Irán. Durante el ataque, las defensas antiaéreas sirias derribaron uno de los aviones, según tuvo que admitir el gobierno israelí que al principio lo había negado.
La combinación de esas dos agresiones militares provocó de inmediato una dura reacción tanto de parte de Rusia como de la alianza de países amigos de Siria, que incluye además a Irán, el Líbano, Turquía y China, y, por supuesto, Rusia.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se había apresurado en llamar por teléfono al Presidente Putin, y explicarle que su ataque en territorio sirio había sido sólo legítima defensa.
La respuesta de Putin fue muy simple. Le indicó que acciones militares imprudentes son muy peligrosas, especialmente para Israel, y que si una de esas imprudencias llegara a provocar heridas o muerte de un soldado ruso, la respuesta será inmediata.
Por su parte, la alianza emitió un comunicado. Advirtieron que a partir de ese momento cualquier ataque contra el gobierno sirio o alguno de sus aliados tendrá inmediata respuesta militar por parte de todos sus aliados.
En cuanto al alto mando militar estadounidense, se emitió una declaración lamentando el incidente y afirmando que jamás las tropas estadounidenses o sus protegidos kurdos atacarán al ejército leal de la República Siria.
En tanto, las fuerzas del ejército turco reiniciaron sus acciones en la zona fronteriza de Siria controlada por los kurdos, destruyendo depósitos de armas y pertrechos, emplazamientos de artillería y cuarteles de las fuerzas apoyadas por Estados Unidos.
En esas operaciones el gobierno turco admitió la pérdida de un helicóptero de combate y siete efectivos militares.
Claramente, los dos grandes ejes estratégicos de Estados Unidos aparecen neutralizados por lo que se está llamando la "Alianza Anti Hegemónica", encabezada por China y Rusia, que postula imponer una globalización gobernada por las Naciones Unidas, la que a su vez tendrá que ser reformada en su organización, procurando terminar con la dictadura del Consejo de Seguridad que en términos reales tiene actualmente el poder de someter a la obediencia incluso a una mayoría abrumadora de la Asamblea General. De hecho, un grupo de 15 privilegiados tienen autoridad total sobre los demás 180 países miembros.
En Corea del Sur, una mayoría gigantesca de la gente le dio la bienvenida a la delegación de Corea del Norte a los Juegos Olímpicos de Invierno. Más aún, la presentación de los atletas de ambas Coreas puso énfasis en el sentimiento y el anhelo de ser compatriotas de un mismo pueblo, y, fíjese Ud., los esfuerzos del vicepresidente de Estados Unidos, Michael Pence, de provocar aislamiento de los norcoreanos, no sólo fracasaron sino que derivaron en que él, él mismo resultó patéticamente aislado. No lo "inflaban".
A juicio de los observadores europeos, está quedando claro que la gente de las dos Coreas de veras tiene anhelo de reunificación y búsqueda conjunta de soluciones a sus problemas.
Y, rematando el clima emocional generado, la señorita Kim Yo Jong, hermana del líder norcoreano Kim Jong Un, hizo entrega formal de una invitación al presidente de Corea del Sur, Moon Jae-In, a una reunión franca y sincera en la capital norcoreana, Pyongyang.
Por supuesto, el vicepresidente americano está con un humor de perros. Pero, fíjese Ud., el imprevisible, el rarísimo y estrafalario presidente Donald Trump, se muestra de lo más bien adaptado a la espera de lo que pase. El piensa que vale la pena hacerse amigo de quien sea, siempre que de ahí resulte un buen negocio, o un buen resultado.
Bueno, hablando del buen negocio, en las últimas semanas los negocios no han sido nada de buenos en todo el mundo, particularmente en Estados Unidos, donde, en dos días, las principales bolsas de valores han sufrido pérdidas muy fuertes. El índice Dow-Jones perdió 2000 puntos, o sea un 10% de los valores transados. El índice Nasdaq, de acciones tecnológicas, perdió un 9,7%, y el Standard and Poor perdió el 12%.
Igualmente, los valores de materias primas han caído. El cobre, que en diciembre recién pasado estaba a 7.312 dólares la tonelada, cayó en estos momentos a 6.420 dólares la tonelada. O sea, una pérdida de casi mil dólares por tonelada, en poco más de un mes.
Según los especialistas chilenos, nuestro país perdió en pocos días todo lo que llevaba ganado desde diciembre. Y, por supuesto, los inversionistas de todo el mundo están inquietos. Todavía no hay pánico. Los bancos tienen guardadas sumas enormes de dinero, suficientes para cubrir el costo de una crisis medianamente fuerte.
Pero a la vez todos concuerdan en que si esas pérdidas que hoy bordean el 11%, llegan a subir hasta un 20%, entonces se produciría un descalabro económico mundial quizás comparable con la crisis de 2008, con el agravante de que ya todos los países del mundo están endeudados hasta más allá del tope.
O sea, esta vez ya no se podría recurrir a las emisiones de dinero sin respaldo, con que lograron chutear para adelante la crisis de 2008.
La mayoría de los operadores de finanzas, que son ingenieros o administradores, sin darse ínfulas de "Economistas Científicos", consideran que está comenzando un período que puede durar entre 6 meses y 2 años, en que los Bancos Centrales todavía podrán hacer maniobras para postergar una crisis que puede ser peor que la de 2008.
Pero, admiten, los indicios señalan que finalmente la economía va a colapsar. Los mercados dejarán de comprar y las industrias reducirán brutalmente su producción. Habrá entonces un disparo de cesantía, y será inevitable una ola de crispamiento y movilización de gente empobrecida que antes disfrutaba de bienestar.
Ya la Unión Europea se está mostrando en pie de guerra contra Estados Unidos, por la amenaza de Washington de imponer sanciones contra Irán, que afectarían a un gran número de inversionistas europeos que ya empezaron a hacer buenos negocios con Irán, sobre la base del levantamiento de las antiguas sanciones.
El gobierno de la Unión Europea, y los principales jefes de gobierno de las naciones de Europa, advirtieron a Estados Unidos que, si intenta aplicar sanciones por Irán, la respuesta de Europa será imponerle a Estados Unidos sanciones equivalentes a sus negocios. O sea, sería el comienzo de una tremenda guerra económica.
Ya en estos momentos, por ejemplo, en Alemania, el programa del nuevo gobierno, que incluía la prohibición de venta de armas a países que están violando los derechos humanos, o que estén en guerras, finalmente tuvieron que desistir de aplicarlo por ahora, porque, en casos como la venta de buques de guerra para Arabia Saudita, suspender esa venta significaría paralizar los astilleros alemanes en el mar Báltico, y dejar cesantes a más de mil trabajadores especializados de alto nivel de ingresos.
Ayer sábado, también la Deustche Welle publicó un artículo sobre la periodista y activista ecológica alemana Christiane Kliemann, quien participa en una red de organizaciones y comunidades de todo el mundo que postulan una nueva concepción de economía mundial, que no se debe basar en el crecimiento permanente de las economías de cada país.
Bajo la figura de un llamado "De-Crecimiento" económico, conciben un nuevo bienestar con alto estándar de vida, basado en la producción de bienes hechos para durar mucho tiempo, en uso colectivo de espacios y servicios públicos, en control de la natalidad y diversificación de la educación orientada a las vocaciones de realización personal y no a las simples expectativas de una buena paga.
El tema de esta nueva economía exige toda una crónica, acompañada de un dossier de información complementaria. Intentaré ofrecerles eso, gente amiga.
Porque lo que está claro es que la gente ya no tiene nada claro. Y, ¿cómo podría funcionar una democracia en un medio de gente que no tiene nada claro?
Democracia sin entendimiento, siglo tras siglo, siempre terminó volviéndose peligrosa. Peligrosa para sí misma y peligrosa para los demás.
Hasta la próxima, gente amiga. Hay que cuidarse. Hay peligro.