Editorial: Extractivismo ¿nos aclaramos?
En el último tiempo ha ido tomando forma la definición de un concepto que intenta explicar algunas de las características esenciales del actual modelo económico y social, comúnmente llamado neoliberalismo. La palabra extractivismo es bastante gráfica y en eso radica su éxito, se hace entender claramente que la riqueza de unos pocos, hoy se sustenta no solo en la explotación de la mano de obra, también en el intenso sobre uso de los recursos naturales.
El extractivismo es, entonces, esa práctica del empresariado y su brazo político, el partido del orden, para aumentar sus ganancias mediante la súper explotación de las personas y su territorio. Esta es una referencia claramente ideológica, es decir, una propuesta que se instala desde hoy y desde aquí para el futuro, para hacer la historia, cada vez que vemos como se levanta una salmonera, un predio forestal, un proyecto minero, un derecho de agua estamos viendo la ocupación, la colonización de nosotros y nuestro lugar en el mundo, es por eso que el extractivismo básicamente es, también, un proyecto político, un ejercicio de poder sobre otros.
El extractivismo representa una enfermedad de la democracia, pues a él se asocia una galopante corrupción que, en América Latina, va haciendo palidecer a los robos simplones de las arcas fiscales del siglo XX, como lo muestra esa brillante película mexicana de Luis Estrada llamada "la Ley de Herodes" que versaba en segunda línea "o te chingas o te jodes". No, ahora los extractivistas se visten de traje italiano, cual galán rural y se codean con señores muy perfumados en amplios salones de directorios o salas del congreso para corromper cualquier institución, con tal de lograr los permisos para explotar los territorios que sean necesarios, después las llamarán, cínica y elegantemente: zonas de sacrificio.
La mismísima OCDE, si, esa iglesia a la que ha ido a rezar Bachelet por estos días (a ver si encuentra la iluminación para salir del brete) ha hecha una investigación al respecto, según Eduardo Gudynas, de todos los casos de soborno conocidos y analizados por este organismo, 427 en total, el 19% corresponden al sector extractivista, seguido de la construcción con un 15%. A todo ello podemos sumarle el cohecho, el tráfico de influencias, los encubrimientos o la obstrucción a la justicia.
Sin lugar a dudas, que hoy se discuta sobre el financiamiento ilegal de la política y la corrupción -como agenda favorita de los medios de comunicación- es nada, pero es nada si no se asocia a estos negociados nefastos, que importancia tienen las querellas de la presidenta o, más bien, de la "ciudadana Verónica Michelle Bachelet Jeria", las formalizaciones de Longueira o el UDI que sea, si nunca se toca a un empresario extractivista, si no se liga la corrupción de todos ellos a la ganancia espuria de los grandes empresarios dueños del país, dueños del país material y simbólicamente, por lo demás.
Anteayer escuché y vi al senador oficialista Alejandro Navarro decir -en canal 24 horas- que una solución al conflicto mapuche sería ocupar el millón de hectáreas disponibles en la región el Bio-Bio por parte de la industria extractivista forestal, así se podría devolver las tierras a las comunidades en lucha, y de paso combatir la erosión de los suelos. Espero que sea ignorancia, porque la erosión no se combate con pinos ni eucaliptus, especies que destruyen la capa vegetal del suelo, espero que sea ingenuidad, porque la industria forestal es la que peor paga a sus trabajadores y en la región del Bio-Bio, prácticamente ha exterminado al pequeño campesinado.
Extractivismo, medios y partido del orden, brazos del mismo monstruo que destruye territorios e impone la muerte, como en el mar de Chiloé, como en los valles de Atacama. Pero hoy nos vamos aclarando, hoy vamos luchando por volver a ser territorios libres, no zonas de sacrificio y eso, ningún ministerio, ninguna ley, ninguna constitución lo puede detener.
Soy Robinson Silva y esto es, Palos pal puente.