Barcos voladores: el sueño de Kazán

Por Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso

Conocí a Kazán hace unos tres años atrás y desde entonces, periódicamente, he continuado  visitándolo en los lugares donde habitualmente realiza sus obras de arte popular callejero con tiza de colores, en la esquina de calle Blanco con Sotomayor en Valparaíso y en la calle Valparaíso de Viña del Mar a la altura de la Plaza Sucre.

Sus obras tienen además un relato escrito adjunto que entrega antecedentes de las mismas transformándose así en pequeños esquemas pedagógicos, con personajes históricos, pero también con imágenes de la contingencia, de la farándula o de personajes de historietas.

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El paseo de Piñera sin mascarilla en CachaguaEn Septiembre de 2018 escribí una crónica titulada "Kazán: Arte Popular Urbano", donde entregué una serie de antecedentes sobre su vida y su pasión por la pintura, algunos de los cuales transcribo nuevamente:

"(...) Kazán era el nombre de  un perrito que tenía yo, y yo era fanático de mi perro. En el muelle Prat y en la Plaza Echaurren muchos conocieron a mi perro. Yo andaba con el perro mío para todos lados...mi nombre verdadero es Humberto (...) yo nací siendo bueno para dibujar. Ahora esto me sirve para entregar mi arte y recibir unas monedas para poder vivir (...) Más o menos desde los 33 años empecé a dibujar así como ahora. Cuando era chico dibujaba nada de extraordinario. A los 33 años descubrí el talento. Mira, todas las personas tienen talento, todas, pero hay personas que no se dan cuenta. Son talentos que están ocultos (...) son dos cosas, la necesidad y la pasión. Entró en mí ese espíritu y comencé a dibujar. Para lograr esto se necesita pasión y perseverancia. Yo todos los días tengo que hacer dibujos (...) era comerciante ambulante en la calle Valparaíso y me gustaba mirar a los dibujantes del Portal Álamos y yo me decía, puchas, me gustaría hacer dibujos así. Yo sabía que algo le ‘pegaba’. Bueno, un día me llevaron preso los pacos, me quitaron toda la mercadería y quedé ‘pato’. Entonces de ahí me conseguí un lápiz y empecé a dibujar. Se los llevé a un profesor de Artes Plásticas y él me enseñó diversas técnicas, a darle vida a los ojos, la luz, y la sombra. Él me dijo, tienes que seguir todos los días, con perseverancia. Le hice caso, me coloqué a practicar, a practicar, hasta que empezaron a salir bien. Porque los ojos yo los hacía sin vida, él me enseñó a darles vida, el iris, la pupila, la luminaria (...)  yo nací en Santiago, pero de niño chico llegué a vivir a Santa Inés, en 24 Norte, frente al Cementerio, en una casa que arrendaban mis Tatas. La casa tenía un techo de cemento plano, con dos ventanas y la puerta en el medio, o sea como los dos ojos y la boca, al lado de un taller mecánico famoso de allá, de los Meza, que eran varios hermanos. Después viví en Quilpué y desde allá para Valparaíso... en la calle."

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Desde que conocí a Kazán, este personaje patrimonial porteño, seguí su "carrera artística callejera", yendo regularmente a visitarlo a los lugares donde expone su arte urbano, a conversar un rato con él y mirar las nuevas obras que realiza constantemente sobre las veredas.

Desde hace algún tiempo comencé a observar que además de las imágenes realizadas con tizas de colores sobre la acera, los bocetos y dibujos sobre cartulina, confeccionaba pequeñas pinturas al óleo, unas hermosas miniaturas con  imágenes de Valparaíso y Viña plasmadas sobre trozos de madera a los cuales les adhería un trozo de cinta magnética para que fueran usados como mini magnetos sobre los refrigeradores. A principios de este año, estas pequeñas obras de arte popular las transformó en mini calendarios.

También llamó mi atención, hace algunas semanas atrás, una pintura al óleo de alrededor de unos 60×40 centímetros, en donde unos barcos salían desde el mar para flotar en el cielo, pintura que encabeza esta crónica, estableciendo con él la siguiente conversación:

¿Cómo has estado Kazán, cómo te ha ido con la pandemia?

Estoy bien, aquí trabajando. Yo tengo un permiso que me dio un ex concejal que va al Comedor del 421 en el barrio puerto, en La Matriz, es buena onda el tipo, da las comidas de fraternidad a todos los "torrantes" de la Plaza Echaurren, es un permiso que dice que puedo transitar de Viña a Valparaíso. Así es que he podido seguir trabajando. Pero aquí, para mí, con la pandemia hay gato encerrado. Dicen que hay que tener distancia para allá, distancia para acá y en el colectivo y en las micros no hay distanciamiento, la gente anda apiñada.

Desde hace tiempo he visto que empezaste a trabajar también con pequeñas miniaturas pintadas al óleo...

Si, el año pasado empecé a pintar estos óleos. Unos cuadritos para pegarlos en los refrigeradores primero y ahora también como calendarios. Como que estoy un poco "cabriado" de los dibujos en la calle con tiza, porque la gente no los aprecia mucho ya que  algunos pasan por arriba de ellos sin fijarse, entones eso no me gusta, así que me puse también a hacer estas pinturas con óleo.

Ahí veo también otras pinturas más grandes, y me llama la atención ese cuadro al óleo donde salen unos barcos flotando entre las nubes...

Claro. Yo soñé con barcos volando y entonces después hice esta pintura. También estoy haciendo un collage de Valparaíso. Y a lo mejor  van a estar en una exposición.

¿Cómo es eso?

Ah, porque esta señora que está dibujada en el retrato, se llama Eva Aknar, tiene un taller por ahí por la Plaza Aníbal Pinto para arriba y quiere que se expongan allí. Yo cuando hice la pintura de los barcos volando le mandé un WhatsApp y le gustó. No sé cuándo será, pero en eso estamos, siguiendo con el trabajo. Ahora estoy en Viña, porque en Valparaíso hay cuarentena.

Kazán

Pocos días después de esta conversación la pandemia se salió de control y llegó también la cuarentena a Viña del Mar. Las medidas de confinamiento y encierro se incrementaron. Sólo los barcos voladores de Kazán siguen navegando en plena libertad en el cielomar porteño.

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