Carabineros: no hay mal que deba durar 100 años

​Los que se proclamaban como «un amigo en tu camino» han resultado ser una de las instituciones más nefastas y peligrosas en nuestro país. Asesinatos, mutilaciones, desfalcos y montajes. No merecen cumplir ni un año más como institución.

Por: Facundo Valderrama

Para nuestra desgracia, como comunidad humana que habita en este territorio llamado Chile, Carabineros cumple hoy 94 años. Y no se trata de una agonía reciente, sino de 94 años que, a pesar de la enorme propaganda educacional (que se realiza principalmente los 27 de abril) y de los años de la Concertación no pudieron hacer frente a la realidad de la institución, que es colonialista, represiva, de constante persecución a los sectores pobres y racializados, y que no escatima en hostigar y perseguir políticamente. Hoy, desprovistos de ese manto falso de amabilidad amasado por dicha propaganda, es que podemos señalar con fuerza que debemos hacer lo posible y lo imposible para que Carabineros de Chile no cumpla 100 años existiendo y haciendo sufrir al pueblo. No podemos aguantar más de sus abusos.

 

Una institución colonialista

Carabineros de Chile fue fundado en 1927 en una dictadura, por un dictador (Carlos Ibáñez del Campo) y a partir de una fuerza policial-militar de ocupación chilena en el territorio mapuche (Wallmapu). Ibáñez del Campo se convirtió entonces en su primer General Director (el primer infame de muchos), y el nombre del dictador ha sido reivindicado por la institución desde entonces (por ejemplo, la Escuela de Oficiales en la actualidad lleva su nombre).

Lo colonialista no es sólo una inspiración, y del mismo modo que muchas fuerzas policiales en el mundo basaron sus policías en experiencias colonialistas como Reino Unido y Estados Unidos (Vitale, 2017), el gobierno dictatorial de Ibáñez comprendió la necesidad de una fuerza más policial que militar para el control de su propio pueblo, que combine acciones menos letales junto a las letales, que incorpore la inserción y delación de la población local, y al control de uno de los tantos síntomas de la grave crisis social que vivía (y aún vive) el país debido a la enorme desigualdad, falta de acceso a bienes esenciales y oportunidades: la delincuencia. Este último elemento, que jamás ha sido la verdadera motivación de existir de Carabineros de Chile (ni de prácticamente ninguna policía en el mundo), es su principal arma para validarse en la población. La verdad ya la sabemos, si alguien llama por delito en una población o sector popular, llegan tres horas tarde. No son sus prioridades, nunca lo han sido.

Junto a ello, Carabineros de Chile, a la par con su institución hermana (y muchas veces rival) la Policía de Investigaciones (PDI, fundada en 1933), tuvieron desde sus primeros días la misión de «monitorear» e infiltrarse en organizaciones políticas de izquierda y en sindicatos, operando desde sus primeros días como una policía política a cargo del gobierno de turno y la preservación del Estado.

Así lo atestiguan diversos documentos que se pueden encontrar en el Archivo Nacional y la Biblioteca Nacional, en donde se ve que existen informes al interior de sindicatos y organizaciones políticas, órdenes de persecución y arresto a militantes y cierre de sus órganos de prensa. Tipo de prácticas que gracias al Pacoleaks podemos también tener certeza que lo siguen realizando hasta el día de hoy. Carabineros de Chile es una policía política que persigue a los sectores que buscan un cambio social, desde sus inicios hasta nuestros días.

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Carabineros de Chile, actor y protagonista en la violación de DD.HH. en la Dictadura

Carabineros participó y conspiró en el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, siendo parte esencial de la Junta Militar que gobernó de facto y reprimió a la población chilena. Fueron partícipes de las atrocidades (asesinatos, desapariciones, torturas) durante la dictadura, cumpliendo su rol de perseguir y asesinar militantes y activistas sociales a lo largo del territorio nacional.

Quizás sus días más viles fueron el 29 y 30 de marzo de 1985, cuando asesinaron a los hermanos Rafael y Eduardo Vergara (militantes del MIR en la Villa Francia de Santiago) y degollaron a los militantes del Partido Comunista Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago Nattino, intentando luego crear un manto para ambas ejecuciones.

 

Carabineros ¿una asociación ilícita?

Los gobiernos de la Concertación buscaron desprender (en apariencias) a la policía uniformada de su imagen dictatorial, con el objetivo de validar la institución en la población, lo cual fue y es complementado por décadas de propaganda educacional que desde la edad parvularia busca que niños, niñas y adolescentes tengan una buena imagen de la institución y sus miembros, realizando actividades para el Día del Carabinero e invitando a funcionarios a vender un discurso muy alejado de la realidad.

Este espejismo, que llevó a la institución policial a ser la mejor evaluada en las encuestas desde los 90 hasta hace sólo algunos años atrás, comenzó a caerse cuando las denuncias por corrupción, montajes u operaciones dudosas, además de la represión brutal comenzaron a salir a flote.

Las reprimidas jornadas de protesta estudiantil el 2011, el surgimiento del PacoGate el 2016, donde se estiman que son $35.000 millones de pesos los defraudados en operaciones que sin duda no solamente incluyen responsabilidades personales o casos de «manzanas podridas», comenzaron a roer la imagen favorable de la policía militarizada.

Posterior a ello, la Operación Huracán de 2017 con pruebas falsas atribuidas al software Antorcha para perseguir y encarcelar a comuneros mapuches, y un año después en noviembre del 2018 con el asesinato a Camilo Catrillanca, mostró que la institución es capaz de falsificar y ocultar pruebas, de organizar mentiras y relatos oficiales para protegerse, además de tener una actitud profundamente racista y violenta con el pueblo mapuche, segura herencia de sus orígenes colonialistas (y bueno, siguen siendo una fuerza de ocupación en el Wallmapu).

Todo esto sin mencionar su rol pro-patronal en tantas huelgas, la persecución de comerciantes ambulantes y actos de corrupción que se hicieron cotidianos y que han tenido repercusión y difusión en las redes sociales. Aún así, fueron las acciones realizadas desde la semana del 18 de octubre del 2019 (cuando las evasiones del Metro de Santiago se masificaron) en adelante que terminaron rompiendo definitivamente el cascaron y mostrando a Carabineros como la institución despreciable que es y siempre ha sido. Carabineros, desde esa semana en adelante, ha asesinado, torturado, abusado sexualmente, mutilado ojos con balines de acero apenas recubiertos en goma, y disparado miles de cargas lacrimógenas para defender a un gobierno igual de infame, sin limitarse a nada, incluso tirando a un menor al lecho de un río.

Pero no sólo ello, se han convertido en una mafia, en una pandilla armada de rufianes que ocultan evidencias y pruebas, que acosan a testigos, víctimas y medios de comunicación comunitarios. Son una verdadera asociación ilícita, pero con una salvedad, son parte de la institucionalidad del Estado y validados por este gobierno, que junto a Carabineros, deberían irse al tacho de la basura de la Historia de la Infamia de nuestro país.

La consigna es simple: ¡Ahora, cuanto antes, disolución de Carabineros! No vaya a ser que le terminemos celebrando el centenario a esta mafia institucionalizada

-VITALE, A.  (2021). End Of Policing. VERSO.

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