Es difícil transmitir la emoción que siento en el momento que escribo estas letras. Una energía me invade todo el cuerpo, consecuencia de la grandeza de tu familia y a la vez, el ensañamiento sin límites de la represión dictatorial.
Hernán Aguiló / resumen.cl
Una y otra vez, se vienen a mi pensamiento, las vivencias compartidas contigo, Marieta Castro y John Mac Leod en la casa de tus padres en la calle Inglaterra, cuando decidieron protegerme por varios meses. Me dieron el techo y el cariño, que me permitieron formar parte de los militantes del MIR que buscábamos darle continuidad a la lucha de resistencia contra la dictadura.
No puedo dejar de recordar la alegría de Uds tres, cuando llegaba en las tardes después de mis actividades organización del MIR y la resistencia. No puedo olvidar a tu querida madre Julieta que inocente de la protección que Uds me brindaban, visitaba la casa periódicamente sin saber que yo era un dirigente buscado por los servicios de inteligencia.
Junto a tu partida, la pena por la desaparición de tu madre y John, aumenta e invade mi pensamiento. Recuerdo cuando tuve que dejar la casa de Uds, ante la posibilidad que la casa fuera allanada por la relación del grupo Aleph con un detenido del MIR. Y así sucedió. La DINA esperaba que yo volviera a la casa, y teniendo a John como rehén, me esperaban. Unos días después de dejar la casa, llamé por teléfono, John me dice que estaban mal estando con los agentes de la DINA a su lado. Así me avisaba que estaban detenidos. Su aviso me salvó la vida, pero a él le costó su desaparición hasta el día de hoy.
John que era el menos de «izquierda» de todos Uds, me recibía todas las tardes con atenciones y el apoyo incondicional a nuestras actividades de resistencia y de reorganización del partido. No olvido que cuando llegaba agotado y tensionado después de realizar 6 a 8 contactos con otros compañeros del MIR y lleno de barretines con microfilms que utilizábamos para nuestras comunicaciones, ahí estaba él cada tarde esperándome y ayudándome a que me relajara, con buena música y compartiendo con Uds. tres, una comida, que a veces acompañábamos con un trago.
Cuando dejé la casa de Uds ante la posibilidad que la misma fuera allanada, se me quedó un microfilms en el maquillaje de Marieta. Ese olvido, tuvo consecuencias en la detención y posterior desaparición de tu querida e inocente madre
Cuando volvimos a encontrarnos en Stgo para la filmación de tu película autobiográfica «Flor de Canela», te señalé mi responsabilidad en los hechos acontecidos con Julieta. En el dialogo que tenemos en la película, me cuentas que Julieta iba ser liberada, porque los agentes de la DINA habían llegado al convencimiento que no tenía ninguna relación con las actividades del MIR. Me dices en la película, que al momento que la iban a dejar en libertad, ella dijo que no se iba de ahí, si no le devolvían sus joyas. Por ese acto de dignidad, la hicieron desaparecer. Es cierto Oscar, que yo no soy responsable de la desaparición de tu madre, los responsables son los asesinos de la DINA. Pero nuevamente ahora que has partido, quiero pedirte disculpas por ese olvido. Tu dolor en vida por su desaparecimiento, es también mi propio dolor por esta madre inocente, dolor que me seguirá acompañando hasta que me toque mi propia hora de partir.
Hasta siempre gran "scar por la vida y el «entusiasmo por el teatro» como te autodefiniste.
Hasta que los trabajadores y los pueblos se liberen como tu fuiste libre, «haciendo lo que quieran y les guste».
Fotografía principal extraída de Teatro Aleph